miércoles, 2 de octubre de 2024
CUANDO EL PARAGUAS SE ROMPE POR EL VIENTO UN DÍA DE LLUVIA
Hoy abordaré una compostura del postureo más propia de peatones que de personas motorizadas en sus desplazamientos, aunque al menos una vez en la vida nos sucede a
todas y todos. Me refiero a cuando un día lluvioso nos obliga a tener que portar paraguas en nuestro desplazamiento de turno en el coche de San Fernando. Por lo general suelen ser días lluviosos que
comienzan sin viento y que de repente se levanta una ráfaga de aire que se transforma en viento y hace que nuestro paraguas se abra hacia arriba torciendo varillas y desencuadernando la tela de las
mismas, quedando una especie de parabólica cutre. La compostura del postureo surge porque siempre azora este imprevisto con el paraguas con otros peatones de testigos que encuentran unos instantes de
chanza a costa del prójimo que somos nosotros. Surge de forma innata una compostura del postureo donde nos enzarzamos en intentar devolver a la normalidad el paraguas, con el viento en pleno auge y
una lluvia persitente y casi agresiva que nos pone pingando y aumenta el cachondeo de los transeúntes testigos de nuestra desgracia, con esa sorna de quien ha pasado antes por el suplicio y ahora se
descojona observando nuestros vanos intentos. Si la cosa sucede en medio de un paso de peatones con semáforo, seremos un divertimento para conductores. La compostura del postureo de asumir al
instante la muerte clínica del paraguas y seguir caminando es la que pasa más desapercibida a testigos oculares que entre la pertinaz lluvia y el constante viento no tienen tiempo a pararse a ver el
espectáculo ya que no hay. Las composturas del postureo de soltar cagamentos y diatribas con gesticulación de brazos, azotar el paraguas contra el duro asfalto, ponerse a maldecir en voz alta o
cualquier otra compostura del postureo similar sólo es dar carnaza a los guasones transeúntes y motorizados que nos observan, parando pese a la inclemencia del tiempo a echar unas risas a nuestra
costa. Lo mejor es adquirir un buen paraguas de calidad, un paraguas no deja de ser una inversión, y si se levanta viento y es posible buscar un buen soportal donde guarecernos de la lluvia, llamar
un taxi e incluso a un familiar, pariente o allegado. No es agradable ser divertimento ajeno en plena desgracia y composturas del postureo que no sea asumirlo con naturalidad y dando por perdido el
paraguas sólo provocarán un espectáculo callejero a nuestra costa y encima gratis.
Alí Kate
miércoles, 18 de septiembre de 2024
CUANDO NOS PERDEMOS BUSCANDO EN LA TIENDA DE LOS CHINOS
Hay composturas del postureo que suceden y se sufren en silencio, sin darle la importancia que tienen. Es el caso de cuando entramos en una tienda de los chinos y ésta
tiene un local amplio de amplias estanterías abarrotadas de cosas con pasillos que discurren entre las citadas estanterías. No suele darse importancia a esta compostura del postureo porque al final,
tras varias compras en la tienda de los chinos, sabemos de memoria dónde están las cosas de turno a buscar. Sin embargo, nos vuelve a suceder cuando entramos en una tienda de los chinos desconocida
aunque sea de tamaño más pequeño que la habitual. Hay otro factor que contribuye a desorientarnos cuando entramos en una tienda de los chinos desconocida y es que estamos acostumbrados, y nuestra
psique, a las superficies de alimentación donde todas las superficies de una marca repiten lo máximo posible la distribución del local en todas sus tiendas, por no hablar de las cadenas de comida
rápida multinacionales que también nos acostumbran desde la infancia a entrar a tiro fijo sea en el barrio u en la otra punta del mundo.
Entramos en la tienda de los chinos por primera vez repitiendo siempre la misma pauta: entramos y paramos a la puerta buscando
rápidamente con la vista la cosa que queremos adquirir y como no la vemos a simple vista procedemos a preguntar dónde está la cosa que buscamos. La primera compostura del postureo surge cuando nos
atienden en el mostrador, si es una persona originaria de China y con cierta edad la cosa puede complicarse porque si bien nos entienden hay ocasiones en que el dependiente o dependienta nos contesta
y no entendemos mucho ya que suena a chapurreo y es cuando procede una compostura del postureo teatral, simulando que hemos entendido y tratando de salir de la conversación cuanto antes, por supuesto
que el dependiente o dependienta sabe de sobra que no nos hemos enterado y que vamos a perdernos buscando sin encontrar pese a que pasaremos repetidamente por delante sin percatarnos. Dada la natural
tendencia oriental y china en particular a los juegos de apuestas no hay que descartar que el dependiente o dependienta hagan apuestas sobre cuánto tiempo tardamos en encontrar algo y es una teoría
que explica porqué nunca nos hablan sin chapurrear de forma que nos nos enteramos. Otra cosa es cuando nos atiende un dependiente o dependienta jóvenes y asimilados a la lengua del lugar, lo malo es
que se gana en entendimiento porque hablan perfectamente el idioma aunque tienen tendencia a decir las cosas rápido y que tal cosa está pasando la estantería tal y torciendo en tal pasillo. De nuevo
la compostura del postureo es hacerse el enterado u enterada y salir pitando en busca de lo que buscamos, inevitablemente acabamos desorientados girando compulsivamente el cuello mirando las
estanterías, tratando de no delatar nuestra angustia a las cámaras de seguridad, si hay suerte la dependienta o dependiente nos dan un grito para orientarnos y siempre queda la opción de preguntar a
la clientela, sabedores de que la dependienta o dependiente estarán riéndose para sus adentros viendo por el monitor los perdidos que estamos, sin mencionar el hecho de que si no se encuentra hay que
volver a preguntar con el azoramiento y vergüenza que se pasa.
En resumen, las tiendas de los chinos a las que entramos por primera vez hay que descubrirlas con una compostura del postureo adaptada al
misterio oriental del local y sus pasillos entre estanterías, cosmopolita acostumbrado a las tiendas de los chinos y aguzando el oído para comprender las respuestas del personal que nos atiende. Una
compostura del postureo ante los misterios orientales que nos permitirá salir airosos en cualquier circunstancia donde no encontramos lo que buscamos y nos da corte acudir en busca de ayuda al
personal de la tienda es sacar el móvil como que nos llaman y decir en voz alta que se sale inmediatamente, que ahora mismo voy o cualquier otra frase socorrida que avale nuestra compostura del
postureo de salir pitando por un imprevisto sin que nadie sospeche que estamos perdidos en la tienda de los chinos.
lunes, 12 de agosto de 2024
CUANDO PISAMOS, SIN QUERER, UN PIE EN CHANCLAS
Hoy abordaré una compostura del postureo que adoptamos al menos una vez en la vida adulta, sobre todo en fechas veraniegas donde algunas personas gustan de calzar
chanclas o sandalias con las dedas de los pies al descubierto. Puede parecer a simple vista una cuestión baladí de la que nunca meditamos hasta que pisamos, sin querer, las dedas del prójimo. Es
evidente que es una compostura del postureo que se da en ambientes cerrados y de aglomeración siendo muy raro estadísticamente que nos suceda en la calle y espacios amplios que permiten el paso sin
riesgo de pisar a nadie. Una situación típica es que cogemos el autobús en hora punta de usuarios y nos encontramos apelotonados, qué decir cuando hay tembién carrito de bebé o silla de ruedas
motorizada que ocupan su espacio y obligan a comprimir al resto de viajeros. La primera compostura del postureo es un susto, aunque pase en un segundo enseguida se nota que hemos pisado una deda,
blanda a la presión del pisar y en algunos casos con siniestro crujido. Si hay pasaje comprimido la cosa se solventa con una compostura del postureo de poner cara de circunstancias y musitar con los
labios que lo sentimos sin que la cosa pase a mayores. Y aquí entra en la ecuación la variable del dueño o dueña de la deda o dedas pisadas sin querer. Si es hombre el dueño de la deda o dedas suele
haber esa mirada y comprensión entre machos alfa cuando hay torpeza de por medio, sin quejas o reproches, si acaso una leve mirada haciendo fruncir las cejas. Otra cosa son las mujeres con
dependencia de su edad, una joven o adolescente no tendrá reparos en buscar al autor y decirle que tenga cuidado, una mujer adulta ya tiene desarrollado el instinto para evitar pisotones de torpes
machos alfa que no miran donde pisan. Otra cosa son ya las mujeres entradas en edad y carnes, que no dudan en soltar auténticos alaridos que llaman la atención de todo el pasaje y obliga que
adoptemos una compostura del postureo de unirse a las miradas interrogantes como que no va con nosotros la cosa. Esta compostura del postureo de imitar y mimetizarse con el resto viene propiciada
porque generalmente la buena señora no sabe ni atina quién es el culpable de pisarle la deda, o las dedas, de los pies y salimos del apuro sin más transcendencia mientras sigue la señora quejándose y
dando la turra a quien haya tenido la desgracia de estar a su vera. Pero puede darse el caso, sobre todo si va sentada en esos asientos más bajos destinados a personas de avanzada edad o cualquiera
que necesite sentarse en ellos por llevar escayola por ejemplo, que no tengamos posibilidad de escurrir el bulto. Esa poca altura y la innata costumbre de fisgar en su vida particular logra que sepan
al instante quien la ha pisado. Aquí la compostura del postureo es encomendarse al santo patrón particular porque pueden pasar dos cosas: que suelte alaridos y nos ponga como un trapo teniendo que
adoptar una compostura del postureo de penitente apesadumbrado por el daño que acaba de ocasionar, escuchando en silencio las diatribas de la buena señora y viendo de reojo como el resto de viajeros
nos observan con expresiones que van de la sorpresa al choteo para sus adentros; estas señoras aprovechan la ocasión para explayarse contando historietas para no dormir que deberemos soportar hasta
que llega nuestra parada o bien se apea ella. La segunda es que comience a quejarse y hablar en voz alta, sin mirarnos aunque detectamos de inmediato que nos ha fichado; la compostura del postureo en
este caso es hacerse el ñoño pidiendo sinceras disculpas o perdones, incluso agachando la cerviz para soplarle suavemente la deda o las dedas. Por supuesto que nos dará la turra pero hay que ver esta
compostura del postureo como una labor social escuchando a la buena señora que nos desgranará con todo lujo de detalles sus dolencias en la pierna que nuestro pisotón a sus dedas contribuirá a que
éstas aumenten. Se trata en suma de una situación de composturas del postureo pasivas, de culpabilidad y a la vez de arrepentimiento que eviten que nos acaben dando un bofetón, paraguazo de sombrilla
o nos arree con el bolso. Aquí la mejor compostura del postureo previo es mirar donde se pisa atentos a chanclas y sandalias que desprotegen las dedas del prójimo y si no puede evitarse verse en
aglomeraciones de espacios cerrados con otras personas entonces estar atentos a dedas al aire. No puedo terminar advirtiendo del riesgo de pisar dedas recién pintadas y que jodamos el esmalte de uñas
con el pisar porque habrá que añadir a las turras tener que abonar el daño causado, aquí no hay compostura del postureo que valga y corremos peligro en nuestra integridad física porque la dueña de
las dedas recién pintadas no dudará en darnos una buena hostia.
Alí Kate
jueves, 27 de junio de 2024
CUANDO SURGE UNA PEQUEÑA AVERÍA EN PRESENCIA DE FAMILIARES
Aunque la fama en cuanto a compostura del postureo con familiares se la llevan las cenas de Nochebuena y los funerales, hay una compostura del postureo cuando estando en
la tranquilidad del hogar nos surge una pequeña avería, esa bisagra que chirría, el grifo que gotea cuando se cierra la llave, esa señal de TDT que falla y en definitiva cualquier pequeña incidencia
que en condiciones normales no tiene más trascendencia ni precisa de una compostura del postureo se pueden convertir en un auténtico suplicio cuando sucede con familiares de testigos. El peligro
proviene sobre todo de familiares políticos y no me refiero al sempiterno cuñado, no. Se trata sobre todo de suegros y cuñadas porque es donde se da más a menudo desde un punto de vista estadístico.
Comenzaré con la compostura del postureo cuando es testigo el suegro. No es lo mismo el suegro bonachón que se deleita con sus nietos y nietas o que se queda a ver la tele, el peligro son estos
suegros resabiados que la parienta los echa de casa a primera hora de la mañana y no quiere verle pululando hasta la hora del almuerzo. En su presencia, un simple chirrido inoportuno de una bisagra
se puede convertir en un drama doméstico con los nietos y nietas llorando, su hija mirándote con cara de pocos amigos por alterar a su padre y pasando un bochorno que en ocasiones puede llegar a ser
angustioso. La compostura del postureo en estos casos no es la misma recién casado que ya con años a las espaldas de matrimonio, concubinato y simple convivencia en común. Cuando se es recién casado
o pareja conviviente siempre hay un respeto hacia el suegro hasta que se le cala en sus manías y tipo de personalidad. Una buena compostura del postureo es dejarle hacer, que pase de tocar los
cojones a la acción y que quede en evidencia que no tiene ni pajolera idea de arreglar una jodida bisagra que chirría. Ni que decir tiene que un suegro que su vida laboral fue currante no es lo mismo
si fue chupatintas. Un suegro currante da consejos salpicados de anécdotas donde la compostura del postureo es de familiaridad, escuchar sin interrumpir y de paso que arregle la avería. Por desgracia
la mayoría de las veces que nos toca un suegro experto en todo y especialista en nada al cabo de un par de ocasiones adoptando una compostura del postureo conciliadora se debe pasar a una compostura
del postureo firme y sin cortapisas éticas por familiaridad política y se adopta una compostura del postureo de mandarlo a freír espárragos y que se meta en sus asuntos dejando de tocar los cojones,
cierto que la primera vez nuestra pareja puede dudar en apoyar nuestra compostura del postureo que suele arreglarse en una deliciosa reconciliación en el mejor de los casos y el inicio de trámites de
divorcio en el peor. Finalizar con la compostura del postureo cuando la avería es delante de una cuñada o cuñadas. Astuta, la cuñada suele guardar silencio cuando surge la avería, pero a nuestras
espaldas o directamente ante nuestros ojos se dedica a miraditas con su hermana acompañadas de gestos con las manos, incluso pregunta con voz de inocencia si es grave, que sabe de sobra que no pero
el caso es empezar a incordiar. Si está acompañada de su pareja la cosa puede degenerar a un cachondeo irritante salpicado de anécdotas de sus averías en casa donde la mejor compostura del postureo
en esta circunstancia es hacerse el sordo y pasar olímpicamente de la cuñada y su cachondeo a nuestra cosa. Ni que decir tiene que el peor escenario posible es cuando se juntan suegro metomentodo y
cuñada que no nos traga y la mejor compostura del postureo es mantener la casa bien mantenida y prevenir cuando anuncian su presencia de engrasar bisagras, ajustar persianas, grifería operativa o en
los últimos tiempos la popular compostura del postureo de avisar que damos positivo en coronavirus y tenemos que estar aislados ese día. Recordar que si no mostramos una compostura del postureo firme
y contundente seremos el resto de nuestros días objeto de mofa y befa en todas las ocasiones que coincidamos con suegro y cuñada o ambos a la vez.
Alí Kate
miércoles, 5 de junio de 2024
CUANDO CAMINANDO TROPEZAMOS CON INFANCIA JUGANDO CON UNA PELOTA
Llega el verano y el fin del curso escolar, aunque esta compostura del postureo también es necesaria en época de clases y mal tiempo aunque merece capítulo aparte ya
que los fenómenos meteorológicos influyen a la hora de adoptar una compostura del postureo. Me ceñiré a la típica tarde de buen tiempo veraniego donde caminando de pronto estamos ante un patio de
colegio improvisado con tierna infancia jugando con una pelota. Antaño eran los niños quienes jugaban a darle patadas a una pelota en medio de una acera amplia, una pequeña plazoleta o esa infancia
peloteando mientras sus mayores disfrutan de un local hostelero, ahora las niñas también dan patadas a un balón. Vamos caminando tranquilamente cuando pasa un balón cerca nuestro y nos percatamos de
que están jugando una pachanga un grupo de niños y niñas. La primera compostura del postureo que nos viene a las neuronas es la indignación de que osen ponerse a dar patadas a una pelota sin
considerar a los viandantes, paseantes o simplemente caminantes a ninguna parte. Hay que tener cuidado con ponerse hecho una furia porque o bien los niños y niñas se quedan quietos y se asustan
comenzando a soltar berridos y llantos que llama la atención de sus mayores y nos miran furibundos en el mejor de los casos o salir por piernas del improvisado campo de juego de patio de colegio. Los
hombres de mediana edad o jóvenes ya talluditos con pedete lúcido pueden tener la ocurrencia de adoptar una compostura del postureo de coger la pelota parándola con el pie y demostrarles que quien
tuvo retuvo para darles una lección de manejo de la pelota. Esta compostura del postureo puede propiciar que hagamos el mayor de los ridículos pegando al aire y cayendo de culo, torcer el tobillo por
hacer el ganso regateando y en alguna ocasión dar una patada que mande la pelota a la acera de enfrente o golpea un coche para susto de la conductora o conductor, y de nuevo salir por piernas es la
mejor compostura del postureo llegados a tales extremos. Quiero finalizar con la compostura del postureo cuando recibimos un pelotazo. Si es en zona genital y con el factor sorpresa, puede quedar el
escroto a la altura del ombligo con dolorida bajada a su sitio mientras la infancia, pasado el segundo de pasmo, comienze a reirse contagiando a clientes de terrazas y fisgones de ventanas para ver
lo que ocurre en el vecindario. Hacer la esfinge quedando quietos y tiesos puede ser una compostura del postureo que evite el choteo de infancia, usuarios de terrazas de hostelería y viejas del
visillo, pero el dolor puede ser tal que seamos incapaces de mover las piernas mientras el escroto vuelve a su sitio entre sufrido dolor en silencio. La compostura del postureo con malas formas,
acordarse de los progenitores de las criaturas y dar una patada o lanzar con la mano la pelota a tomar por el culo nos obligará a salir por piernas o rendir cuentas a la policía local cuando se
persona en el lugar de los hechos. Ante la visión de infancia jugando a la pelota en un espacio público la mejor compostura del postureo es buscar rutas alternativas o que uno de los porteros coja el
balón sin menoscabo de que durante los lances del juego haya momentos de parón del mismo que aprovechemos para pasar raudos antes de que se reanude el mismo. En resumen, el espacio público deja de
serlo cuando una horda de niñas y niños deciden jugar una pachanga, la violencia no es una opción y sí adoptar una compostura del postureo apropiada a las circunstancias del momento.
Alí Kate
miércoles, 13 de marzo de 2024
CUANDO ESTAMOS EN LA COLA DE CAJA DEL SUPERMERCADO Y ABREN OTRA
La compostura del postureo que trataré hoy puede catalogarse de compostura del postureo moderna puesto que se da en los supermercados y a la vez que mengua la oferta
de tiendas de barrio de toda la vida y el consumismo nos empuja a comprar en el supermercado donde nos enfrentamos a las colas en caja. Esta compostura del postureo requiere visión estratégica, tanto
si se es habitual del supermercado como si somos sólo clientela esporádica. Hay que rendir homenaje al ancestro de esta compostura del postureo que se daba en las tiendas de barrio donde estar en la
cola era todo un arte y había artísticas composturas del postureo para intentar colarse y para intentar que nadie se nos colara, hay que citar las colas para el cine de antaño donde se daba la misma
compostura del postureo. El supermercado es distinto, un escenario nuevo donde en apariencia hay que guardar cola en orden. Pero tras la aparente calma ordenada de cola, y cuando ésta es numerosa, se
da el fenómeno de que abren una nueva caja con el característico sonsonete de : Vamos a abrir la caja tal, pasen en orden de cola. Si hay sólo una caja con cola, no hay mucha compostura
del postureo posible, incluso con dos cajas. En ese momento en que todo el mundo observa las colas el supermercado se transforma en una jungla. La compostura del postureo comienza cuando llegamos a
la cola y vemos que la hay abundante y en varias cajas. Lo primero es situarse en la cola de la caja más cercana a la posible caja que abrirán ante la afluencia de usuarios en la línea de caja.
Cuando dos segundos después del anuncio de apertura comienza el trasvase de usuarios de las colas a la nueva caja hay que tener una compostura del postureo de ojo avizor, si en la nueva caja se pone
primero alguien con una compra de carro repleto tal vez sea más apropiado quedarse en la cola que ir a esperar más en la caja abierta. La mejor compostura del postureo es ser conocedor del terreno y
un trabajo analítico calculando si se abrirá una caja o no, estudiar las colas y quienes llevan mucho, poco u casi nada. Recordar que una cola ágil con buen profesional en la caja siempre se puede
volver lenta y farragosa con esos usuarios que gustan de pagar en céntimos revolviendo en la cartera y ralentizando la cola, no hay compostura que valga en este particular caso de tocapelotas
buscando céntimos ya que protestar está mal visto y nunca podemos decir que esa calderilla no buscaré, aunque den ganas de estrangular a la persona que se pone a buscar céntimos para
pagar.
Alí Kate
lunes, 4 de marzo de 2024
CUANDO HAY QUE VOTAR A MANO ALZADA EN LA COMUNIDAD DE VECINOS
Trato hoy de una compostura del postureo compleja, y problemática casi, como es tener que votar a mano alzada en una reunión de la comunidad de vecinos. Compleja por
cuanto requiere perspicacia, estar al loro que decían, para observar y proceder a un estudio de la fauna vecinal que nos rodea en tales reuniones. La compostura del postureo toma importancia cuando
hay que votar alguna obra, aumentos de los gastos de mantenimiento, las temibles derramas o reclamar al típico moroso que debe tropecientos recibos de la comunidad. Lo primero es situarse, ni en
primera fila ni atrás apoyado en la pared; hay que escoger un sitio que nos permita de un vistazo ver al resto de reunidos, sin que se escape la mirada hacia alguna reunida y hay que aplicar aquello
de donde tengas la olla no metas la polla. Es importante la ubicación para no generar enemistades y malos rollos si votamos en contra de la típica minoría que parece no tener otra ocupación que ser
tiquismiquis y tocar las pelotas en cada reunión, sin obviar que esta fauna vecinal en concreto se pasan los días conspirando en voz baja para luego seguir tocando las pelotas en la siguiente
reunión. Una buena ubicación permite apreciar la cantidad de manos alzadas, si son muchas a favor, muchas en contra y así poder votar libremente sin riesgo de represalias y malos rollos vecinales que
siempre son un incordio en la rutina diaria. La compostura del postureo se aplica a la hora de votar. Así, hay que ser perspicaz y rápido de reflejos y procesamiento neuronal utilizando pequeñas
argucias como antes de que se empiecen a alzar las manos tocarnos la nariz, ganando tiempo para ver por donde van los votos: rascarse la nuca, rascarse una oreja o incluso frotarnos los ojos como si
tuviéramos molestas legañas. Hay una compostura del postureo muy utilizada por los varones como es tener las manos en los bolsillos. Es una mala compostura del postureo porque todo observador por
poco perspicaz que sea se percatará que siempre votamos el último con los consiguientes chismorreos vecinales y hasta purgas en corrillos de portal siendo tratados como un apestado. Es mejor una
buena pantomima de picor en nuca y nariz, sin obviar la opción de las molestas legañas, que coger fama en las reuniones de la comunidad de vecinos. Para evitar males lo mejor es delegar el voto en
otro vecino y en el peor de los casos podremos echarle la culpa de que se equivocó al votar. Quiero finalizar con una compostura del postureo que ha cobrado popularidad desde la pandemia del COVID
como es taparse la boca por inoportuna tos, lo cual nos permite tener ya el brazo en casi posición de voto a mano alzada y nadie sopecha de un vercino que tiene algo de tos en estos tiempos de virus
gripales. Y termino con la que seguramente sea la mejor compostura del postureo para votar en reuniones de la comunidad de vecinos como es llevar puesta mascarilla, nadie sospecha de quien se ajusta
la mascarilla, se pude disimular utilizando las dos manos y hasta votar el último sin despertar grandes sospechas de subterfugio. Y aunque son composturas del postureo populares y acordes a los
tiempos, cuando todo este circo se acabe se volverá a las composturas del postureo clásicas de picor en nuca, nariz y molestas legañas.
Alí Kate
jueves, 8 de febrero de 2024
CUANDO EN EL AUTOBÚS OCUPAN NUESTRO REPOSABRAZOS
Hoy abordaré una compostura del postureo que se sufre al menos un par de veces en la vida. Se da en el transporte en autobús cuando hay filas de dos asientos y los
reposabrazos interiores están uno junto al otro. Problema inexistente en teoría que resulta una gran complicación en la práctica. Antes, debo decir que si hacemos memoria resulta que ya desde la más
tierna infancia nos enfrentamos a que nos ocupen nuestro reposabrazos con lo cual, ya adultos, estamos inconscientemente preparados para la compostura del postureo a tratar hoy. No es lo mismo que
nos toque de vecino de asiento una persona delgada cuyos brazos suelen adaptarse al tamaño del reposabrazos pero si son numerosas las personas delgadas que tienen mucha jeta y ocupan sin preguntar
nuestro espacio vital del reposabrazos interior del asiento. Otra cosa es una persona gruesa y entrada en lorzas cuyo volumen de brazo hace inevitable que ocupe espacio ajeno, si es una fémina la
mejor compostura del postureo es de amabilidad con galanteo, tal vez no nos enamoremos de nuestra rolliza vecina pero sí que puede ser una agradable compañía de viaje. Si se trata de un hombre, cuyos
brazos tienen más volumen, la compostura del postureo requiere de diplomacia, pequeños toques de codo con codo a ver si se da por aludido sin acabar la cosa a empellones. Una buena compostura del
postureo es ser puntual para subir al autobús, llegar primero y ocupar el reposabrazos ajeno a la vez que fingimos estar en el más profundo de los sueños, nadie despierta a alguien porque dormido
ocupa el reposabrazos que no le corresponde. Es una compostura del postureo que sirve para cada tipo de lugar donde haya sillas juntas, butacas de garitos de mala nota y baja estofa, estadios
deportivos y hasta vehículos particulares, salvo con suegras que la cortesía obliga a conceder bula para sus brazos. La compostura del postureo de liarse a codazos todo el trayecto puede acabar mal o
pillarnos el nervio tonto del codo que nos deja tonto el mismo. La mejor compostura del postureo es estudiar al pasaje y sentarse al lado de una persona manca, fijándonos que extremidad le
falta para que coincida con el reposabrazos interior de nuestro interés.
Alí Kate
jueves, 30 de noviembre de 2023
CUANDO ROMPEMOS UN HUEVO AL IR A SACAR LA YEMA
Hoy abordaré una compostura del postureo en el ámbito doméstico y que suele sufrirse en silencio y clandestinidad. Me refiero a cuando vamos a sacar una yema y rompemos
la cáscara desparramándose el contenido en el fregadero. Es también una compostura del postureo propia de los varones ya que las féminas no sufren de los complejos masculinos cuando se rompe un
huevo, con esa presunción casi machista de que el hombre se defiende mejor entre fogones que las mujeres y se asevera citando a cocineros de renombre mundial. Pero a la hora de sacar una yema la
compostura del postureo se produce porque en la intimidad del hogar donde nunca se coge un plato sí se presume de habilidades culinarias y de manejo y tratamiento de los ingredientes. En cuanto un
varón escucha que hay que sacar una yema, éste acude raudo y veloz a la vez que entona alabanzas de sus virtudes cascando huevos para sacar la yema. Se hace necesario una advertencia que es a su vez
una lección: nunca sacar la yema fuera del ámbito del fregadero ya que los estragos de que se desparrame clara y yema fuera del fregadero se multiplican por diez.
Tomo de ejemplo, pues, la típica situación en el hogar donde hay que sacar una yema. Si se vive en pareja, en sus múltiples formatos, no
suele ocurrir mayor incidencia porque sencillamente ya conocen nuestras habilidades y la pareja saca la yema. Estadísticamente, las parejas de reciente convivencia suelen tener su primera discusión
seria cuando un miembro, con perdón, de la misma parte repetidamente los huevos para sacar la yema formando un estropicio. Cuando se vive solo es cierto que nadie se entera pero aumenta el gasto
mensual en huevos y se crea un trauma latente que puede llevar a un bloqueo e incapacidad crónica para romper un huevo sin desparramar su contenido, valioso contenido en estos tiempos de carestía de
la cesta de la compra. Así que nos ponemos con ganas y ánimo, recordando que ya hemos sacado tropecientasmil yemas a lo largo de la vida y sucede la Ley de Murphy que afirma que nunca rompemos un
huevo hasta que se rompe. La compostura del postureo que surge de forma innata es mirar rápidamente si alguien es testigo y si lo hay soltar cualquier pretexto que justifique la torpeza. Está
demostrado que cuando sucede un suceso de tal guisa, lo más probable es que el nerviosismo nos haga romper otro al repetir la operación. Si no hay testigos a la vista lo que urge es hacer desaparecer
las pruebas del delito en forma de yema y clara del fregadero. Hay que tener una compostura del postureo para limpiar el fregadero de índole serena, movimientos rápidos y destilar toda nuestra
experiencia en estos estropicios para que la clara no resulte indigesta al desagüe del fregadero, eliminar trazas de la pegajosa yema y mucho ojito con esponjas, estropajos y balletas no queden
impreganadas de restos de yema porque delatarían nuestros actos y pueden resultar nocivas. Luego llega la compostura del postureo previsora, ya que conocedores de nuestra torpeza partiendo huevos
para sacar la yema siempre tendremos huevos para reponer la pérdida y el gasto. Una provisión de huevos, de gasto ajeno a la compra en una especie de fondos reservados que no conoce la pareja, es la
mejor compostura del postureo a la hora de afrontar la situación, recalco que aumenta el gasto mensual en huevos. Mi recomendación de compostura del postureo es que se tenga una media docena de
huevos de extranjis en la casa o sencillamente que no andemos tocando huevos porque siempre acabamos siendo rompe huevos.
Quiero terminar destacando que muchas regañinas de pareja en actos de sociedad como salidas con amigos y familiares, saraos varios y
demás, cuando uno de los miembros, con perdón, de la pareja le escupe al otro miembro, con perdón, de la misma que no le toque los huevos, se refieren en la mayoría de los casos a los huevos rotos
cuando se iba a sacar la yema. Lo mejor es no andar tocando huevos si no se tiene pericia en el manejo y tratamiento de los mismos, ya sean propios o ajenos dichos huevos.
Alí Kate
sábado, 21 de octubre de 2023
CUANDO EL ESCOTE DE LA CAMARERA ENTRA EN NUESTRO ÁNGULO DE VISIÓN
Hoy abordaremos una compostura del postureo propia del macho alfa como es estar en un establecimiento hostelero y nos situamos en la barra justo delante del
fregadero. Hay que decir de antemano que hay auténticos profesionales en situarse en tan privilegiado lugar, inofensivo en apariencia y que suele resultar una grata sorpresa que la camarera tenga que
agacharse y mostrar el escote. Son sitios codiciados cuyos titulares, entre comillas, se saben rutinas y pautas del personal femenino y no conviene por tanto desafiar la propiedad del territorio
porque se puede montar un pifostio de tres pares de bemoles. Pero lo normal es que no nos percatemos de tan privilegiada azotea hasta que el escote entra en nuestro ángulo de visión. No es lo mismo
que ocurra en compañía donde la mayoría de las veces estar en una conversación desvía nuestra atención, es cierto que estadísticamente está demostrado que se nos puede ir la vista de forma fugaz,
casi hartera que no se entere la parienta o amiga de turno y hay un elevado número de broncas conyugales y de pareja al llegar a casa con reproches a que se ha ido la vista a las tetas de la
camarera. Casos estadísticos aparte, me referiré al típico caso en que de sopetón nos encontramos con unas hermosas vistas del busto al inclinarse la camarera en el fregadero. Aunque parezca
increible, ignorar tal atracción visual que atrapa el sentido puede provocar la ira de los parroquianos a nuestra vera que ven con sorpresa que se desvía la vista al televisor o se saca el móvil para
apartar la tentación óptica. La mejor compostura del postureo es la naturalidad, una pose serena, controlando los impulsos inherentes al deseo y respetar que la dueña del escote está trabajando es
fundamental para no dar lugar a malas interpretaciones. Una compostura del postureo apropiada es agenciarse para otra vez no pasar apuros un periódico u revista, de forma que la vista está en el
papel pero nos permite una mirada indirecta sin llamar la atención, debemos tener en cuenta el refranero popular de que dos tetas tiran más que dos carretas así que que hay que ser vivos porque la
vista se va en cuanto nos relajemos un poco. Si la camarera se percata de nuestra mirada a su escote se abre un abanico de posibles composturas del postureo, como un halago a tan hermoso escote con
sorna picarona; mirar a los ojos y comenzar una conversación, comentar lo jodido del curro siempre es una compostura del postureo recurrente. En general la mejor compsotura del postureo es
sencillamente observar dónde está el fregadero situado para alejarse del sitio con vistas privilegiadas. Alguien podría decir que se dan situaciones en que desde nuestra posición de clientes en la
barra a veces se ve escote de la camarera o culo en pompa al reponer algo, pues no son composturas del postureo comparables ya que el sitio en la barra con vistas privilegiadas es estático y
cualquiera en nuestra vida cotidiana podemos resultar atractivos a la vista, la barra es otra cosa y otro universo diferente. Pero hay que reconocer que, en ocasiones, una buena vista del escote de
la camarera al agacharse en el fregadero nos puede proporcionar una compostura del postureo de felicidad para el resto de la jornada, eso es innegable.
Alí Kate
viernes, 15 de septiembre de 2023
APRETUJÓN INTESTINAL EN BAÑO AJENO
Trataré hoy de una compostura del postureo delicada y con la que toca lidiar al menos un par de veces en la vida. Hay que distinguir baño ajeno de baño en
establecimiento hostelero donde la compostura del postureo es diametralmente distinta y algo opuesta. En baños de establecimientos hosteleros lo más común es la micción y si hay apretujón intestinal
no se tiene el mismo decoro que en baño de casa, aunque sea ajena. El anonimato de ser clientela permite dejar el baño y su inodoro hecho unos zorros con aromas pestilentes y `firmas´ en el inodoro
ya que por alguna misteriosa razón cuando el ser humano encuentra un baño de establecimiento hostelero, estaciones de tren y autobuses así como entornos de barraca en ferias y verbenas, resulta que
gustamos de contribuir a dejarlo un poco más cochino. Son composturas del postureo que, si bien comparten la circunstancia del apretujón intestinal, se dirimen y afrontan con distintas composturas
del postureo.
Voy a ceñirme a la compostura del postureo cuando el apretujón es en casa ajena y no familiar, en el entorno familiar, aunque sea familia política, hay más
comprensión a los ruidos y aromas inherentes al apretujón intestinal tras su evacuación. Así, nos situamos en casa ajena de visita, cena o cualquier otra circunstancia. El apretujón intestinal en
casa ajena se presenta de forma repentina y sin casi tiempo de reacción, si conocemos bien nuestro reloj intestinal las señales darán tiempo a pedir excusas para ir al escusado. Una vez en baño
ajeno hay que tener una compostura del postureo de agudeza visual felina para captar elementos de gran ayuda y saber de un vistazo si hay suficiente papel higiénico, un ambientador, una bayeta y
lo ideal sería un estropajo, elementos que merecen su explicación. Es evidente que si somos novatos y novatas de apretujón intestinal en baño ajeno no prestemos atención y concentración a la
observancia felina de los elementos anteriormente citados. Dicha observación puede realizarse de la que nos preparamos para sentarnos en el inodoro, aunque reitero que lo más que probable es que de
nuevas sólo nos preocupemos por sentarnos en el inodoro y proceder a la evacuación intestinal. Una vez sentados en la taza del inodoro, la siguiente compostura del postureo es ante la primera y
explosiva fase de evacuación del apretujón intestinal, de estruendo sonoro que si son horas nocturnas se transmite por tabiques y cámaras de ventilación. Una compostura del postureo simulando un
ataque de tos puede ser una buena cobertura acústica aunque dada la potencia de la onda sonora de la evacuación lo mejor es evacuar de golpe y que sea un estruendo y no pequeños estruendos que
parecen oírse más, uno grande y sonoro es preferible a un recital de pequeñas expulsiones.
Una vez finalizada la evacuación suele extenderse un fétido aroma, depende también de los alimentos consumidos en la digestión del apretujón intestinal. Si tenemos
la fortuna de que hay ambientador la cosa se resuelve y resulta comprensible para los anfitriones que haya trazas aromáticas de una evacuación, si son anfitriones de cuchipandas semanales serán
precavidos y habrá ambientador. Solemos cometer un error típico en los apretujones intestinales en baño ajeno y es que no realizamos un examen visual del inodoro levantando la tapa y la tapa del
asiento donde la evacuación suele dejar las siempre incordiantes trazas fecales, conocidas popularmente como lentejas. Puede sonar a chiste, pero cuando tercia ejercer de anfitriones
que levante la mano quien al ir a ocupar el inodoro u proceder a su limpieza al día siguiente de la cuchipanda de turno no ha encontrado las incordiantes y molestas a la vista de
las lentejas, que una vez secas resultan hasta correosas de quitar siendo necesario estropajo metálico o lija del nueve. Por supuesto que la compostura del postureo correcta sería,
teniendo elementos a mano, proceder a su limpieza que, estando frescas aún las lentejas, salen con una suave pasada de papel higiénico sin dejar mancha. Ni que decir tiene que hay que
ser finos y dejar la escobilla aparentemente sin mácula que nos delate y que sea el siguiente quien pague el pato de la culpabilidad a ojos de los anfitriones.
En resumen, una compostura del postureo de varias fases que nos facilitará sentarnos de nuevo a la mesa tras la evacuación del apretujón
intestinal sin prisas por marchar ante el bochorno de que alguien vaya al baño y encontrarse una desagradable hediondez a heces fecales. No quiero olvidar mencionar que es vital saber antes de
evacuar que nos alcanza el papel higiénico, he dado por hecho que sí lo hay aunque siempre puede el anfitrión despistarse y por precaución sería oportuno acudir a casa ajena con un paquetito, dos si
se considera necesario, de pañuelitos o recurrir a papel de periódico. Recalcar que vale más un estruendo sonoro que una serie repetitiva de baja intensidad y abrir ventana si la hay porque no son
pocos los baños en casa ajena que no disponen de la misma y dejar la puerta abierta no es una opción ya que la hediondez se extendería por el resto de estancias. Si hubo estruendo sonoro y trazas
olfativas hediondas, sentarse a la mesa quejándose de cualquier dolencia intestinal nos dará tiempo y provocará una animada tertulia sobre dolencias que propician que el hedor se disuelva en el aire
y que nadie mencione la sonoridad provocada por la evacuacion del apretujón intestinal. Pero la mejor compostura del postureo es salir de casa habiendo hecho pis y pos, así de sencillo.
Alí Kate
martes, 29 de agosto de 2023
CUANDO LA MÁQUINA EXPENDEDORA TRAGA LAS MONEDAS
Abordamos una compostura del postureo en la que nos vemos varias veces a lo largo de la vida, no muchas pero al menos media docena de veces sí. Me refiero al espinoso
trance de que vamos a adquirir algún producto de máquina expendedora y ésta se queda con las monedas y no suelta el producto de nuestra elección. Trataré tres casos típicos, cuando nos ocurre en un
local de hostelería, cuando nos sucede en el trabajo y por último en las urgencias de un hospital. Es una compostura del postureo donde domina la pasión sobre la inteligencia que es nublada por la
frustración y las prisas inmediatas que tenemos ante una máquina expendedora. No importa el tipo de productos, la máquina y su diabólico mecanismo es común a todas con independencia de si es de
tabaco, refrigerios o bebidas, sin menoscabo de las máquinas expendedoras de café.
La compostura del postureo cuando en un bar nos disponemos a sacar una cajetilla de tabaco de la máquina expendedora y resulta que nos
traga las monedas donde hay que tener en cuenta que desde que se implantó el mando para evitar que menores de edad adquirieran tabaco, el gremio de camareros está hasta las narices de que se las
toquen con peticiones de que nos pongan la máquina. No es un aspecto baladí puesto que el primer recurso es decirle al camarero, las camareras son más amables y comprensivas, que nos ha tragado las
monedas. Si le pillamos a primera hora no surgirán inconvenientes, a partir de media mañana que aumenta la intensidad de la clientela le supone un incordio y su comprensión brillará por su ausencia.
La mejor compostura del postureo es preguntar a algún parroquiano de la barra si ha sucedido hoy más veces, si es algo habitual o es algo puntual en resumen, informarse de los antecedentes de la
máquina expendedora antes de incordiar al camarero, que primero pondrá cara de incredulidad y nos someterá a un exhaustivo interrogatorio sobre cómo introducimos la moneda o si no esperamos a que le
diera al mando. Aunque se suele recuperar las monedas, es conveniente percatarse del estado de ánimo del camarero de turno y si nos lee la cartilla aguantar el choteo de la clientela, auténticas
hienas a la espera de un pardillo que les dé algo de qué hablar. Lo mejor para evitar este caso particular es comprar el tabaco en el estanco, en locales hosteleros de confianza o sencillamente dejar
de fumar.
La compostura del postureo cuando en el lugar de trabajo la máquina expendedora de turno nos traga las monedas tiene sus variantes. No es
lo mismo una oficina que un comedor de un taller o en entornos de trabajo funcionario. Para empezar, no hay solidaridad ninguna si nos sucede por parte de los compañeros de trabajo, que las
compañeras son más inteligentes y se traen un tentempié de casa y pasan de ingerir las mierdas comestibles de la máquina expendedora. En ambientes de oficina y funcionariales todo es más civilizado:
se espera que venga el operario de reponer la máquina expendedora y se le informa de las monedas que ha tragado y el operario procede a su devolución. Otra cosa es el comedor del taller donde lo que
prima es tonto el último. Aprovechando la impunidad de la masa obrera se somete a la máquina a todo un repertorio de empujones, patadas, volcados y cagamentos sobre la máquina expendedora donde
influye el estrés provocado por la apetencia de comer, que se acaba el tiempo del bocadillo y que siempre nos trague las monedas. La mejor compostura es buscar la manera de lograr sacar el producto,
ya sea de forma disimulada o directamente a hostias, cosa chunga dada la proliferación de cámaras de seguridad. Lo mejor es mirar si algún compañero logró abrir la puerta y, si ya está abierta de
forma que parece cerrada, coger a nuestro antojo, si somos un mínimo de honestos dejaríamos el importe en el cajetín de las monedas pero en todos los talleres y en todos los turnos hay algún listillo
que se las coge para sí. Terminar apuntando que estas situaciones en que parece que la máquina se rebela son fuente de estrés que no brota en el instante ocupados como estamos en la compostura
del postureo y que permanece larvado el resto del turno, insistir que suele ocurrir en momentos del bocadillo y cada segundo es oro para perderlo en una estúpida máquina expendedora y que nos quite
tiempo de comer, echar una meada y fumar un pitillo. Son múltiples los casos de ruptura de parejas por estrés causado por las máquinas expendedoras que se quedan con las monedas.
La última compostura del postureo es cuando nos sucede en el peor sitio posible que es en Urgencias de un hospital. Depende la compostura
del postureo en este caso de diversos factores. En cualquier caso tenemos la batalla perdida. El personal del hospital utiliza métodos de identificación que hace que sean insolidarios si un usuario
se queja de que la máquina expendedora se queda con las monedas. Nadie del personal sanitario nos hará caso y si sometemos la máquina a técnicas de recuperación el personal de seguridad aparece
raudo. Por supuesto el cachondeo del resto de usuarios que se ríen abiertamente de que otro pardillo se quede sin las monedas. Y es que en las salas de espera de Urgencias la solidaridad entre
usuarios en lo que refiere a la máquina expendedora brilla por su ausencia, nadie avisa si le ha pasado y se sienta a ver quién es el siguiente, una frialdad aterradora que nos empequeñece y hace que
nos sentemos resignados y ansiando venganza en forma de observar al siguiente usuario que le trague las monedas. La mejor compostura es soltar un par de cagamentos y decir airadamente que es una
vergüenza el estado del sistema sanitario donde no funcionan ni las máquinas. Esta compostura del postureo nos reafirma ante el resto de usuarios en la sala de espera de Urgencias y siempre surge
alguien más indignado que a raíz de nuestro comentario suelta un rollo socio-político y desvía la atención permitiéndonos tomar asiento y que se nos ignore.
Lo mejor es utilizar lo menos posible las máquinas expendedoras, asegurarnos de que funcionan y si nos encontramos ante la
tesitura de tener que tirar de algún producto de máquina expendedora es pedir monedas prestadas con la excusa de que no tenemos suelto y si se las traga damos la promesa de devolverlas cuando se
cambie, cosa que si es en el momento se devuelven o con la excusa de ir al baño tomar las de Villadiego. Pero lo mejor, no utilizar máquinas expendedoras que no sean de nuestra absoluta
confianza.
Alí Kate
jueves, 29 de junio de 2023
CUANDO SURGE UNA INOPORTUNA FLATULENCIA
Hoy trataré de una compostura del postureo que posiblemente sea de las más técnicas ya que intervienen los músculos de los glúteos, cierta dosis de teatralidad y temple.
Primero hay que distinguir la flatulencia inoportuna de las ventosidades, dotadas de cierto preaviso, y quien más y quien menos sabe interpretar sus intestinos y sus rutinas.
Aunque la flatulencia inoportuna sucede en distintos ámbitos de nuestra rutina vital, son especialmente problemáticas en sitios públicos,
ambiente laboral y transportes masificados. Comenzaré con el típico transporte público donde además de ir con otros usuarios se suma el compartir asiento. Si nos pilla de pie, y lo mejor es coger la
rutina de ir de pie lo más cerca del asiento del conductor, la mejor compostura es ir avanzando con disimulo tras expulsar los gases. El ruido ambiental y que el chófer del autobús suele llevar la
radio encendida nos da cierta pantalla acústica de camuflaje si la ventosidad es de intensidad sonora baja. Quien sea habitual del transporte y de horarios de rutina diaria ya conoce la típica señora
que se tira pedos y siempre se le puede echar la culpa entre jocosos chascarrillos con otros usuarios habituales, pero mucho cuidado porque si bien estas señoras llevan con dignidad el tirarse pedos,
pueden reaccionar de forma hostil y tornarse agresivas si descubre que somos los autores de la ventosidad sin tener en cuenta que se trata de una inoportuna flatulencia.
Otro caso es la reunión de trabajo. Si los sillones o sillas son de ese material imitando cuero que chirría al cambiar de postura
dispondremos de pantalla acústica que camufle el delator sonido si la flatulencia es violenta en su expulsión. Otra cosa es el olor fétido que puede delatarnos y la mejor compostura es sentarse cerca
de una fuente de aire acondicionado que propague el aroma flatulento antes de que nadie se percate y busque al autor del atentado olfativo. Si se sienta uno cerca de la jefatura habrá que apretar
hasta la extenuación y tener en cuenta que cuanto más se retenga la flatulencia más sonido hará en su expulsión. Cuidado con salir al baño y expulsar en el mismo porque puede que se propague el
sonido y toda la planta sepa que sufrimos de flatulencia y nos tachen de cochinos. Lo mismo en puestos de trabajo ante escritorios porque el micrófono puede captar el sonido y colocarnos en una
incómoda tesitura ante nuestro interlocutor.
Y por último, hacer cola. Situación que nos limita de movimientos en la compostura del postureo y la mejor es hacernos los escandalizados
y vociferar quién ha sido el cerdo que se ha cagado. Lograremos desconcertar a la cola y nadie sospechará de nosotros, salvo que nos delate el ruido, otro que adopta la misma compostura del postureo
y tiene experiencia en detectar a semejantes o que el vigilante de seguridad nos haya pillado.
Por lo general siempre funciona el hacerse el primero que huele la flatulencia o mirar con cara de inquisidor a nuestro vecino de asiento
que echará la culpa al usuario de delante o al de atrás sin sospechar de nuestra persona. En caso de que nos pillen, ya sea por la sonoridad sin pantalla acústica que la camufle o bien porque la
pestilencia aromática sea intensa y sin corriente de aire que la lleve y aleje el ser sospechosos de flatulencia, hay que adoptar la compostura del postureo del penitente, soltar una triste historia
clínica de problemas intestinales que despierta la empatía del personal y la cosa termina en jugosas anécdotas de flatulencias. Serenidad, sangre fría y teatro, mucho teatro para sortear la
circunstancia de una inoportuna flatulencia y disponer de una compostura del postureo adaptativa, si bien dentro de unas limitaciones de espacio.
Alí Kate
miércoles, 7 de junio de 2023
ATRAPADOS EN MEDIO DE UNA DISCUSIÓN SOBRE POLÍTICA
Hoy abordaré una compostura del postureo que está de plena actualidad como es que nos quedemos atrapados en medio de dos personas que discuten sobre política. Suele
ocurrir en establecimientos hosteleros, espacios comunes de asueto en ambientes fabriles y en menor medida en cenas y cuchipandas de convite. Por lo general el escenario es estar tranquilamente a
nuestra bola en alguno de los escenarios citados donde aparentemente todos se desarrolla con normalidad. Si coincide que en la televisión hablan analizando la actualidad política es un alto
factor de riesgo al igual que el típico usuario de prensa gratuita en establecimientos hosteleros que tiene la fea costumbre de cantar los titulares en voz alta y además soltar comentarios con el
riesgo de que alguien le dé una réplica. En ambientes fabriles puede la cosa degenerar a discusiones sindicalistas y en ambientes de familia en una fanfarria de reproches, insultos y hasta empellones
si se tercia.
Veamos la compostura del postureo cuando estamos tan panchos en la barra del bar, o en la mesa de boda, bautizos, cumpleaños y
aniversarios cuando de súbito comienzan una charla, en apariencia inofensiva para nuestra persona, los vecinos a ambos lados de nuestro taburete o mesa. La mejor compostura del postureo es aparentar
estar en la inopia y en las musarañas aunque la progresiva elevación del tono de los vecinos deriva a toda una discusión quedando atrapados en medio de argumentos y cagamentos. A estas alturas
los parroquianos comienzan a desentenderse de la discusión y nosotros en medio, no se puede salir pitando y menos meter baza en contra, a favor o neutral. En cualquiera que sea la compostura que
adoptemos de postureo neutral, la cosa degenera hasta que nos meten en la discusión y exigiendo que tomemos partido por una de las dos posturas. No hay muchos recursos de escabullirse, con suerte una
llamada al móvil que nos permita alejarnos de los dos energúmenos discutidores, una amistad que nos saluda y nos permite salir del apuro. Si tenemos la mala fortuna de no poder salir, lo mejor
es una compostura del postureo comprensiva, hacer como que nos interesa la cosa y que ambos argumentos de ambas partes son coherentes, entendible y razonables; adornar nuestra labia con datos
históricos, estadísticos o inventados de forma que demostremos que el término medio suele ser la mejor opción. Hay que tener en cuenta que si los argumentos son antagonistas, cerriles, dogmáticos e
ideológicos, la mejor compostura del postureo es hacerse el indignado, no dejar títere con cabeza a diestra y siniestra, ofenderse ante argumentos programáticos, apurar la consumición y
comenzar a enfilar la salida sin dejar tiempo a réplicas y gritar a ambos contendientes que esto con Fulanito no pasaba, ya sea monarca, presidencia y hasta dictadura, cortinas de humo con argumentos
inesperados y que desconciertan puesto que afirmamos que ambos contendientes están equivocados y errados. Dispondremos de unos segundos para salir del medio antes de que empiecen ambos a despotricar
y unidos olvidando diferencias políticas para concentrarse en atacarnos. Si andamos vivos no les queda tiempo de reacción y ya habremos tomado las de Villadiego cuando abran la boca para
replicar.
Por supuesto que si ya conocemos al personal y de qué pie cojean es fácil evitar tener que adoptar compostura del postureo específica, el
problema surge en sitios desconocidos o desconocidos a secas que abundan en época veraniega y vacacional. Lo importante es que tenemos recursos de compostura del postureo y una vez se pierde la
virginidad de quedar atrapados en medio de una discusión sobre política una vez, ya no quedan ganas de una segunda y se agudizan los reflejos para adoptar una compostura del postureo apropiada porque
a todas y todos nos pasa al menos una vez en la vida adulta, es algo inevitable sin importar el régimen político.
Alí Kate
martes, 16 de mayo de 2023
ENCONTRARSE UN FAMILIAR CON QUIEN HACE AÑOS QUE NO TE HABLAS
Hoy abordaré una compostura del postureo de apariencia simple y que en realidad es muy complicada. Todas las composturas de postureo por encuentros con personas que hace
años con las que no intercambiamos palabra ni saludo merecen ser tratadas por separado, no es lo mismo el vecino en vertical que el vecino en horizontal, o compañeros de estudios, composturas del
postureo todas ellas con sus propiedades únicas. Someramente, estos encuentros con no familiares suelen solventarse cambiando de acera, evitar la mirada girando la vista o hacer que nos atamos los
cordones aunque vayamos en sandalias. Con los familiares la cosa se complica y la compostura del postureo en estos casos requiere de flexibilidad y reflejos para reaccionar.
Hay toda una jerarquía no escrita en las relaciones familiares y quien más y quien menos tiene un familiar con el que hace años que no
intercambia palabra. En caso de cuñados y cuñadas que ya no lo son de facto ya depende de la empatía de los mismos hacia nuestra persona, las farras entre cuñados que ya sólo lo son de nombre son
legendarias y de la misma forma los odios pueden ser acérrimos. Con cuñadas la cosa cambia por el factor erótico festivo del morbo y no son pocas las parejas de amantes que antes han sido cuñado u
cuñada. Me centraré en el arquetipo del familiar que lo es político pero que durante el matrimonio fue un miembro más de la familia y perduró tras la separación y/o divorcio y que por circunstancias
de repente se pierde el contacto durante largo lapso de tiempo, más de una década por ejemplo. Durante el citado lapso de tiempo es posible recibir noticia suyas por terceros aunque lo habitual es
que si no se pulula por donde sabemos que pulula, el encuentro fortuito que provoca la compostura del postureo es inevitable porque al igual que cuando se juega a la misma combinación siempre, cada
año que pasa sin tocar aumenta la probabilidad estadística de que toque, pues lo mismo con el familiar al que no hablamos desde hace años. Llegados a este punto hay que dejar
fuera de la compostura del postureo el tema de odios y pendencias que provocan anómalas composturas del postureo que suelen acabar a hostias y garrotazos sin olvidar los populares machetes y pistolas
de fogueo modificadas para disparar munición real. Hablo del encuentro fortuito civilizado y educado, donde la sorpresa de toparnos de frente, sin escapatoria y el fundamental detalle de que el
familiar es quien se detiene y da pie al reencuentro verbal, siempre provoca el inevitable umbral de incertidumbre y decidir que compostura del postureo adoptar. El abanico de opciones de la
compostura del postureo comienza con la simple de girar el cuello y seguir a lo nuestro ignorando al familiar. Otra es responder al saludo y salir galgueando mientras decimos, sin detenernos, que
llegamos tarde. Finalmente queda la más habitual de saludarse, un medio abrazo u pasar el brazo por la chepa proporciona sensación de familiaridad nunca perdida que despierta la empatía y espanta los
miedos del familiar al rechazo. Aquí llega el momento de una compostura del postureo campechana, borbónica si se quiere, donde invitar a un café, a charlar mientras se camina un trecho son recursos
que rompen las reticencias residuales. También exige esta compostura del postureo de ser comprensivo con el detallado catálogo de dolencias que aquejan al familiar, dejando que hable sin mostrar
falsa comprensión, un escucha atento y que refleja preocupación ante la lista casi inagotable. La compostura del postureo vuelve a variar en el momento de la despedida, hemos de evitar que nos pida
que se acompañe a la compra o prolongar más tiempo del necesario la cháchara. Son inevitables intercambios de número de teléfono y las inevitables promesas de quedar un día o llamarse cuando ambas
partes saben cuando se dice por educación. Sea cómo sea, esta compostura del postureo, que es variable y por tanto compleja, no requiere especial atención y ya digo que muchas veces las composturas
del postureo se limitan a mirar a otro lado. El peligro, debo recalcar, es si el familiar logra embarcarnos y acaparar nuestro tiempo y que se pueda llegar a reproches, una compostura del postureo de
paz y amor, dejando que fluya, nos hace educados amén de civilizados en la compostura del postureo.
Alí Kate
martes, 18 de abril de 2023
CUANDO AL IR A PAGAR LA TARJETA NO PASA
Hoy trataré de una compostura del postureo que puede afirmarse que es genuina del siglo XXI y que se ha generalizado entre la ciudadanía a raíz de la pandemia y los
confinamientos, me refiero a ese momento que todos pasamos alguna vez en la vida como es ir a pagar con la tarjeta y que nos salga el fatídico aviso de que no es aceptada. Puede dividirse esta
compostura del postureo en tres fases: la primera es que no le damos importancia porque seguramente es un fallo puntual que resolvemos pasando de nuevo la tarjeta o bien que nos pida el PIN; la
segunda fase es cuando por segunda vez la tarjeta no pasa y se nos encienden todas las alarmas, mentalmente repasamos los gastos y nos salen las cuentas. En esta segunda fase comenzamos a saturar la
caja, me refiero en el supermercado donde una interrupción por breve que sea es totalmente incomprendida por la cola en caja que empiezan a poner muecas y a bufar mientras la cajera nos mira como
preguntando qué narices pasa; la tercera fase es cuando somos conscientes de que la tarjeta está muerta, temporalmente al menos, de que la cola no deja de mirarnos con caras de sicarios y la cajera
se hace la tonta aprovechando para ordenar sus cosas. La compostura de postureo apropiada es quedarnos en la primera fase, actitud me refiero, e ignorar las miradas de la cola, dejar que fluya, en
suma, el equilibrio mental y la serenidad para tomar decisiones rápidas, para argumentar a la cajera que hay un pequeño contratiempo mientras sacamos la tarjeta a crédito y tropecientos de intereses
que llaman revolving y debería llamarse revolver por los orificios que deja en las finanzas personales.
En resumen, comprobar antes de salir a comprar y pagar con tarjeta que disponemos de saldo y tener la sana costumbre de llevar dinero en
metálico como pueden ser cincuenta euros, como siempre pagamos con tarjeta nunca los gastamos y siempre los tenemos. Por supuesto que dada la inflación galopante en alimentos es recomendable llevar
más de cincuenta euros sueltos. Así que viejas composturas del postureo para los nuevos tiempos, tema aparte es pagar con el móvil que merece capítulo propio. Y nunca, pero nunca, entrar en conflicto
con la cola respondiendo con desafiante mirada o palabras preguntando qué cojones pasa porque la cosa se puede complicar y acabar en un tremendo barullo que nos pondrá aún más nerviosos.
Alí Kate
miércoles, 22 de marzo de 2023
EL TALADRANTE SONIQUETE DE LA MÁQUINA TRAGAPERRAS
Se suele hablar y divagar mucho sobre la contaminación acústica, en ciudades de transitadas avenidas por el tráfico, poblaciones y núcleos urbanos a la vera de autovías.
Sin embargo, sufrimos a diario contaminación acústica como individuos que requieren una compostura del postureo. Hoy comenzaré por una contaminación acústica que solemos sufrir con resignación cuando
salimos a tomar algo sentados en una mesa. Ni qué decir tiene que si llegamos al local y hay mesas libres alejadas de la máquina tragaperras hay que ser raudos y pillar sitio. Otras veces, más de las
recomendables, sucede que estamos sentados en animada tertulia sin percatarnos, sin darle importancia, de que hay una máquina tragaperras a nuestra vera. De repente, aparece un individuo que,
aprovechando la calderilla de la vuelta, se decide a jugar y comienza ese taladrante soniquete que nos arruina la velada. Si el tipo tiene trazas de obrero de la construcción, repartidor, almacenero
e incluso vigilantes de aparcamiento en zona azul, la cosa será breve y se puede adoptar una compostura de postureo indiferente, sin prestar atención. Lo de no prestar atención tiene su intríngulis
porque si quedamos en babia mirando en dirección a la máquina tragaperras puede que el individuo jugador de turno se piense que estamos al tanto para en cuanto se largue pillar premio. Situación de
riesgo potencial de violencia verbal, la mejor compostura es mantener animada conversación mirando a los ojos del interlocutor, mirar el móvil, la carta, a la camarera, cualquier cosa salvo bajo
ningún concepto mirar en dirección a la máquina tragaperras...
El peligro es cuando el individuo jugador de la máquina tragaperras se pone a jugar con la consumición en la barra. La mejor compostura
es pirarse o cambiar de mesa porque estamos ante un auténtico ludópata que dispone de tiempo para gastar los cuartos en la máquina tragaperras, se la suda el resto de la clientela y juega y juega con
gran parafernalia de lucecitas y soniquetes taladrantes, no hay nada qué hacer ante estos auténticos fastidios con patas y adicción a la máquina tragaperras...
Pero hay composturas de postureo capaces de neutralizar a potenciales jugadores de máquinas tragaperras. Un cartel impreso en el
ordenador de casa con el aviso de NO FUNCIONA; desenchufar con disimulo la máquina tragaperras y ladinamente volver a enchufarla al marchar o simplemente cambiar de garito, suelen ser buenas
composturas de postureo para evitar que nos amarguen la consumición y la tertulia. Y sobre todo no adoptar la compostura del postureo de jugar manteniendo la máquina ocupada porque acabaremos siendo
otro inoportuno jugador de máquina tragaperras que amarga la velada del resto con el taladrante soniquete de la máquina tragaperras.
Alí Kate
viernes, 10 de febrero de 2023
CUANDO ENCONTRAMOS DINERO TIRADO EN LA CALLE
Antes que nada debo aclarar que alguien puede pensar que la compostura del postureo que tratamos hoy es aplicable a la compostura del postureo cuando el dinero que
encontramos es en el interior de un domicilio, ya sea propio u ajeno, pensando que es lo mismo. No es así, encontrarse dinero en un domicilio no es lo mismo y en su momento trataremos de esa
compostura del postureo en particular. Hoy toca una situación que todos anhelamos cuando escuchamos historias de gente que se encuentra un billete de los gordos en la calle. Sin embargo, cuando los
dioses nos permiten disfrutar de encontrarnos dinero en la calle se cometen ciertas pautas de comportamiento. La calle es una jungla de asfalto y cuando advertimos la presencia de dinero tirado en la
calle somos todos depredadores de todos, más en estos tiempos convulsos a nivel económico. Un error es dudar. Solemos quedarnos unos instantes mirando el dinero, luego se pasa a echar un vistazo
rápido por si otra persona también lo ha visto. La compostura del postureo en este caso requiere no quedarse quieto, es como si alguien en la calle empieza a mirar al cielo y a los cinco minutos hay
una muchedumbre mirando al cielo y hasta avistando OVNIS y OVChNIS; con el dinero pasa lo mismo, si hacemos la estatua es fijo que alguien se percatará y volvemos al modo depredador. Pero supongamos
que nadie lo ha visto, aquí la primera compostura del postureo es no pararse, seguir caminando, ya en dirección al dinero, a la vez que sibilinamente observamos todo lo que nos permita girar el
cuello y pararse con un pie encima del billete de forma que quede oculto. Somos personas honestas y lo primero es vigilar si alguien de repente empieza a buscar y es señal inequívoca del dueño del
dinero, cierto que hay vándalos que no dudarían en fingir ser de su propiedad al ver que nos hemos adelantado. Lo normal es que, una vez quietos sobre el dinero, cogamos el móvil y aparentemos estar
parados teniendo una conversación, alguna palabra en tono alto ayuda a la actuación. Lo siguiente es agacharse para abotonarse un zapato y con disimulo de prestidigitador coger el dinero en rápido
movimiento posterior y salir de la escena del crimen lo más rápido posible. Compostura del postureo distinta es encontrar un maletín con dinero que nada tiene que ver con encontrar un dinero en
billete. Por supuesto que las personas con collarín o lesiones de cervicales están en desventaja a la hora de observar. Lo fundamental es combinar nuestras dotes de actores y actrices, llevar zapatos
de cordón y afinar el instinto depredador de todo ciudadano y ciudadana que encuentra dinero tirado en la calle, con estas pautas de compostura del postureo nos encontramos con un dinero en la calle
donde rige para estos casos las leyes del mar donde lo que uno encuentra, suyo es. Advertir, para finalizar, que hay guasones que gustan de gastar bromas atando el billete a un hilo y la más reciente
de poner el billete sobre una cagarrina de perro, en zonas rurales se coloca sobre una cagarruta, lo que exige tener vista de lince o gafas progresivas.
Alí Kate
martes, 10 de enero de 2023
CUANDO NADIE NOS ATIENDE EN LA BARRA DEL BAR
Hoy trato sobre una compostura del postureo por la que todos pasamos alguna vez, varias en el mejor de los casos, como es ese turbador momento de ir a la barra del bar y
que el camarero u camarera de turno no parece vernos, oírnos o considerarnos presencia. Puede ser despiste por el trajín laboral del personal hostelero, concurrencia concurrida en ese
momento y lo que una parte de la población sufre en silencio como las almorranas, cuando ya se convierte en rutina que cuando hay más de tres clientes se pase olímpicamente de
atendernos.
Hay que decir que no suele darse con clientela esporádica, intermitente o por casualidad. Se da en clientela habitual y los motivos son
variopintos y dependen de lo retorcida que sea la psique del camarero. No ocurre con el personal femenino o camareras, cuando un cliente cae mal por gilipollas que siempre va de gracioso, el
preguntón que peca de sabiondez después con el resto de parroquianos y el típico ligón de barra que es el único sitio donde una mujer le presta atención, las camareras son profesionales que saben
cómo tratar estos elementos sin que dejen de ser clientes habituales. El camarero es otra cosa, observa durante varios días, aplicando la psicología aprendida en su puesto de trabajo y que finalmente
nos elige como víctimas propiciatorias de su indiferencia a la hora de atendernos.
Los hechos son comunes a todo tipo de latitudes y terruños. Llegas, no hay mucha clientela salvo los cuatro habituales a esas horas y
justo en el momento en que llegas se pone a charlar animadamente, sin darnos la espalda pero sibilinamente nos da de lado. Por lo general es posible saber si somos motivo de chanza tabernaria si los
clientes siguen el juego al camarero, contestando e incluso cogiéndole con familiaridad. Todos estos signos indican que se es objeto de burla y todo el mundo sabe que el camarero pasa de ti. Si
además hay pocos bares en el barrio, el camarero se aprovecha de saber que no hay rivales que le birlen al cliente. Cuando el camarero, cual torturador, ha disfrutado y saciado su afán de pasar
olímpicamente de uno, acude solícito y atento para preguntar qué se quiere aunque lleves años tomando lo mismo y casi a la misma hora, otro signo de que somos objeto de burlas, chanzas y chirigotas
entre la clientela y el perverso camarero.
El postureo ante esta situación es adoptar una postura de que nos importa un bledo su pasotismo. Simular que se hace algo con el móvil,
acercarse a donde charla el camarero con la escusa de coger la prensa o ir al lavabo y pedir en voz alta sin detenerse, es un postureo que suele fastidiar al camarero, cazado en la trampa puesto que
hay testigos de que se pidió el cafelito y si salimos del baño y no nos atiende pues queda mal ante la clientela. Otra postura es mirar fijamente al camarero pero es un postureo que el camarero
observa de reojo, porque nunca deja de observarnos de reojo disfrutando de su crueldad de pasar de uno, y si bien se consigue que no vuelva a pasar de uno para atendernos, tampoco será nunca ese
camarero entrañable y cariñoso con el cliente aunque si el café es de aceptable para arriba como que una cosa compensa la otra.
Finalizar comentando que hay posturas donde el postureo no surte efecto. Me refiero a que algunos infelices adoptan la postura de dejar
propina pero será tirar el dinero. El camarero que nos escoge como diana de su pasotismo a la hora de atendernos disfruta dos veces, una por cruel placer y la otra que tiene asegurada la propina.
Trampa funesta y disparo al propio pie por cuanto una vez que dejas propina a un camarero una vez, tendrás que dejarla siempre. Lo mejor es cambiar de bar del cafelito si no somos capaces de adoptar
una compostura con postureo digno de llamarse tal y no ser el pelanas del barrio del que se cachondea hasta el camarero.
Alí Kate
martes, 13 de diciembre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate
REUNIÓN EN LA COMUNIDAD DE VECINOS
En estas primeras entregas me detengo en general y ya habrá tiempo de entrar en particularidades. Hoy trato de la compostura del postureo en las siempre problemáticas
reuniones de la comunidad de vecinos. Hay que distinguir si es una de carácter urbano u si es rural. Hoy me detengo en el ámbito urbano donde se dan viviendas en torres de edificios con gran
afluencia de vecinos en cada portal, edificaciones de poca altura y pocos vecinos por tanto.
Independientemente del número de pisos, en toda reunión de vecinos de ámbito urbano se dan dos grandes grupos entre los asistentes,
quienes forman parte activa y de alboroto, y quienes asisten a saber de los puntos a tratar y las votaciones pertinentes. Hay que advertir que en las reuniones de la comunidad de vecinos sucede
como en los estadios de fútbol donde gentes normales y de bien se convierten en energúmenos vociferantes que insultan, denigran y hasta zarandean si se tercia al conjunto arbitral de turno. Ese
vecino educado, de rostro amable y servicial, de conversación amena en el ascensor y que gentilmente nos sujeta la puerta del portal para entrar, puede sufrir una transformación en las reuniones de
la comunidad de vecinos y ser grosero, mal hablado y hasta agresivo si se pone a mano el personal. En cuanto a las mujeres asistentes, hay que echarse a temblar si se traen una silla y papeles en la
mano, suelen ser causa de prolongar la reunión gracias a tener que repetir las cosas varias veces para que las entiendan, hecho que no suele suceder y garantiza más repeticiones de lo mismo. Hay
luego un subgrupo sin importar el género y el sexo como es el grupito, no siempre homogéneo, que cuchichea, que no para de cuchichear estorbando la audición de quien tiene la palabra. Suelen ser
tiquismiquis donde quien lleva la voz cantante en un momento dado levanta la mano y se saca actas o cartas de la gestoría de forma puntillosa, casi para iniciados, en temas que o bien ya fueron
tratados anteriormente o sencillamente sólo existen en la imaginación del voz cantante. Es sólo una pequeña muestra del universo de una reunión de vecinos que siempre nos coloca en una situación
comprometida de postureo donde se hace más necesario que nunca tener una compostura adecuada.
La primera compostura es dónde situarse sin que nos cataloguen de amigo u enemigo de la parte activa y la pasiva. Lo mejor es situarse en
medio del espacio donde se celebra la reunión de tal forma que estamos ajenos sin parecer descorteses. Tras un par de reuniones de la comunidad de vecinos de turno ya se puede distinguir al vecino
amable del ascensor convertido en energúmeno o la agradable vecina que siempre comenta el tiempo convertida en azote del horario de duración previsto. Cuidado con estas vecinas porque como nos pille
en mirada directa ya no la suelta y podemos aparentar que estamos de su lado cuando en realidad quisiéramos salir corriendo. La mejor compostura del postureo es que éste sea neutro. Una forma de
protesta es hacer muecas, sutiles y casi imperceptibles, para poder encontrar afines en la reunión que están hasta las narices de que siempre se eternice y siempre haya alguna trifulca argumental
derivada de la diversidad de opiniones.
Por regla general puede decirse que la compostura del postureo en una reunión de la comunidad de vecinos busca lograr pasar lo más
desapercibido posible, sin pararse a escuchar demasiado que no dejen de contarnos, esquivando babas de quienes vociferan a nuestro lado y tener una ruta de escape preparada por si pintan bastos
con ese vecino que entra de repente, ya algo pedo y disminuyendo la lucidez, que suelta cuatro verdades y luego dice que ya no tiene más que decir y se va igual que entró. Mantener la compostura y un
postureo de oyente, suele recibir la recompensa de que el gestor o gestora de turno acaben aclarando cuestiones que nos afectan al ver que somos consecuentes con nuestra postura no beligerante. En
cualquier caso, si es usted pudiente, lo mejor es una vivienda independiente sin reuniones de la comunidad de vecinos.
Alí Kate
viernes, 11 de noviembre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:
LA COLA DEL AUTOBÚS
Es en apariencia un acto sencillo, cotidiano para muchos, esporádico para otros y una vez en la vida para
algunos, como es hacer cola en la parada del autobús. Por lo general se llega y se sitúa uno siguiendo un orden de subida cuando llega el autobús proporcional al orden de llegada a la parada. En
horas punta de afluencia de usuarios, mal tiempo que obliga a guarecerse de la lluvia o combinación de ambas circunstancias es cuando surge la necesidad de una compostura de postureo a fin de
defender nuestros derechos de miembros de la cola en la parada.
Suele ocurrir que se da afluencia de usuarios y por instinto observamos al
personal y somos capaces de distinguir un orden, pero siempre surge esa usuaria con cara inocente sentada en el asiento de la parada que no se puede discernir si sube antes o no. Técnicamente llegó
antes que nosotros pero tampoco está en la cola y siendo responsabilidad de quien vaya antes y después de ella los obligados a cederle paso antes. Puede ocurrir que la señora sea una petarda y se
ponga a discutir siendo la mejor compostura hacerse los suecos y subir lo más rápido posible huyendo de semejante histérica.
Cuando hay mal tiempo surge otra compostura del postureo porque solemos
apretujarnos en el estrecho espacio de la marquesina de la parada, con esa mirada insolente de quienes están sentados y las de los cobijados que parecen sonreír para sus adentros mientras nos
caen inoportunas gotas en el cogote. Lo mejor es ir armado de paraguas, capucha o aguantar a pie de lluvia, que más vale mojarse que pasar el bochorno de parecer tonto con medio cráneo en la
marquesina y el otro medio a merced de la inclemencia climática.
Finalizar con la espinosa compostura del postureo ante la presencia de la
inevitable persona algo enajenada pero bajo parámetros aceptables para el sistema siempre que se tome la medicación. De primeras surge la empatía y se soportan turras del tipo de que empieza una
cháchara sin venir a cuento y dudamos entre contestar, prestar atención o mirar para otro lado. Si tenemos la fortuna de que alguien llegó antes y es víctima de la turra, la compostura es mirar para
otro lado y no mostrar interés por la turra contando los segundos para que llegue el autobús. Se da el frecuente caso de que llegamos a la parada con una amable señora que tuvo la ocurrencia de
seguir la corriente a la persona algo enajenada y trata de que le echemos un cable introduciéndonos en la conversación. Hacerse el sordo acompañado de movimientos rápidos de manos y dedos como si
fuera lenguaje de signos, sacar el móvil como si nos llamaran con el timbre en modo vibración, o sencillamente salir pitando en busca de otra parada, suelen ser las mejores composturas a la hora de
afrontar el trance. Si se sigue la corriente a la persona algo enajenada es casi seguro que la turra seguirá en el autobús, una buena forma de compostura es aparentar que se está más enajenado aún y
simular que se habla con la farola, papelera o semáforo a mano, nada de decir que nos controlan por satélite o similares porque la persona algo enajenada puede deducir que se haya ante un cofrade y
la cosa se puede desmadrar.
En resumidas cuentas, la compostura del postureo en la cola del autobús
requiere de agilidad mental para detectar quienes llegaron antes o después, perspicacia para evitar jetas que pretenden colarse saltando el orden de llegada a la parada y algo de diplomacia vaticana
para sortear turras, enajenaciones mentales controladas y las absurdas conversaciones de circunstancias con desconocidos donde la compostura del postureo en el ascensor, como ya vimos en fechas
atrás, puede perfectamente adaptarse a la cola del autobús en casos más bien excepcionales.
Alí Kate
jueves, 27 de octubre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:
VIAJE EN EL BUS MUNICIPAL
Otro acto de compostura del postureo que hacemos al menos una vez en la vida es el postureo a la hora de compartir asiento en el autobús municipal. Se podría escribir
todo un libro pero hoy me ceñiré al espinoso tema de sentarnos con alguien cuyas lorzas hacen que ocupe volumen que pertenece a nuestro asiento. Si nos toca un gordo al que sobresalen las lorzas,
suele hacerse el sueco y ni se inmuta pese a sentir que sus lorzas nos están importunando y robando espacio vital. Se suele auto consolarse pensando en que el voluminoso vecino de asiento se
bajará en una parada y sin embargo la experiencia nos enseña que suelen ser usuarios de trayecto largo. Si es mujer el problema no suelen ser tanto las lorzas sino que por alguna extraña razón
siempre su chaqueta, abrigo u similar nos queda pillado por el culo al sentarnos, puede ocurrir lo contrario y que ocupando el asiento de ventanilla la usuaria se siente atrapando nuestra prenda al
sentarse. Mucho cuidado de que la usuaria se mueva inesperadamente para cambiar de posición o levantarse y que se rompa la prenda lo que daría lugar a una compostura del postureo de poner cara de
haba o hacerse el sueco.
Con las nuevas tecnologías y la afición de la masa usuaria a estar alienada con los móviles, se puede dar la compostura del postureo al
pensar el usuario del asiento delantero que le estamos fisgando lo que piticlinea. Resulta difícil una compostura del postureo si, antes de que piense mal el usuario del asiento delantero, se trata
de desviar la mirada, girar la cabeza o ambas porque como todo el mundo está con el móvil da la sensación de que giramos la vista o la cabeza para fisgar. Lo mejor es compostura de postureo de
camuflaje y simular que piticlineamos con nuestro móvil.
Otra situación es el de las bufas, ventosidades o flatulencias. Resulta inevitable que en un bus atestado de usuarios alguien se tire un
pedo, no suele ser sonoro y sí altamente aromático. Si somos acompañante del propietario de la ventosidad la mejor compostura del postureo es observar de reojo haciendo la estatua hasta que otro
usuario u usuaria se percate del fétido aroma y hacer que también olemos algo. Esta compostura del postureo es básica porque quien se tira el pedo no dudará en echarnos la culpa si se ve en la
tesitura de ser descubierto. Es verdad que las mascarillas pueden evitar un efecto fétido inmediato en nuestra pituitaria pero si es de alta densidad aromática se propagará por el bus y es mejor
simular que algo huele raro mirando al pasaje a que nos tomen por el propietario de tan poca agradable fragancia. Como norma general lo mejor es coger en horas de asientos libres e ir conociendo a la
masa usuaria ya que la fija no suele dar problemas, son los pasajeros ocasionales quienes nos pueden obligar a una compostura del postureo por lorzas, ventosidades o pisadas de ropa.
No quiero dejar en el tintero el tema de los asientos reservados a tercera edad, impedidos, escayolados o el que sube en la silla de
ruedas motorizada y se pone a maniobrar obligando al pasaje que va de pie a moverse sin apenas sitio. Citar los carritos de bebé que también obligan a un reajuste de espacio. Tener compostura del
postureo en estos casos particulares no es buena táctica ya que por ley tienen derecho a joder al resto para ocupar sus plazas reservadas. Vendarse un pie, un brazo, simular cojera y embarazo sin
olvidar un buen vendaje craneal, nos permitirán ocupar estos espacios reservados sin que nos miren con reproche o nos monten una barrila por jetas.
Alí Kate
sábado, 15 de octubre de 2022
“COMPOSTURA DEL POSTUREO”, por Alí Kate:
EL CHUCHO QUE SE ARRIMA A NUESTRA SILLA
El postureo cuando acudimos a un establecimiento de hostelería tipo cafetería, bar del barrio y similares daría para escribir todo un capítulo aparte que en
realidad sería todo un tratado. Lo mejor es estudiar cada compostura del postureo en artículos varios. Hoy quiero empezar con algo que a todos y todas nos sucede unas cuantas veces en nuestra
vida como es el tema del inevitable chucho que se arrima a nuestra silla. Puede parecer, y siempre nos lo tomamos con filosofía, algo inocente, sin consecuencias. Todo lo contrario puesto que uno de
estos molestos chuchos nos puede fastidiar el consumo en el establecimiento.
Lo primero es saber distinguir el chucho de la casa del chucho de la clientela. El chucho de la casa es un animal que ya se las sabe
todas, agradecido si les das algo pese a la prohibición de la jefatura del local de darle comida. Suele ser un chucho paciente, que se arrima casi sin molestar, que se sienta mirando con cara de
cordero degollado esperando una recompensa. Suelen ser sibaritas y puede ser un buen método para saber si los pinchos que acompañan a la consumición son comestibles porque si el chucho de la casa no
gusta de los pinchos que prepara su dueño es señal inequívoca de ingredientes caducados o directamente incomibles. El chucho de la casa no molesta al cliente, es agradecido si le damos algo y nos
ignora moviendo el rabo si no damos nada, pero se aleja educadamente y ya nos ficha para otras ocasiones.
La complicación viene cuando el chucho es de la clientela. Si le damos algo podemos desencadenar la ira del dueño y si no damos nada se
puede desencadenar la ira del chucho, mascota mimada y malcriada que no duda en sacar los belfos si se le niega el pincho. Saciado su afán de comernos el pincho, calmado el dueño de la criatura y
tratando de disfrutar ajenos al chucho, llega ese comprometido momento en que el chucho, con el dueño a sus cosas y dejando semejante fiera a su canino albedrío, se pone a olisquearnos los zapatos,
calcetines y pantalones. Aquí la compostura instintiva nos hace adoptar un postureo de circunstancias. Si el chucho huele a calcetín reseco, zapatos sucios, trazas de aroma a orines o simplemente lo
hace por tocar las narices, hay que mantener la compostura del postureo del disimulo. Se trata de dar un buen puntapié el chucho sin que se entere el dueño, tirarle un pincho a lo lejos a ver si
se va tras él o directamente pedir al dueño que aleje su chucho, con el consiguiente enfrentamiento verbal con el dueño que en ocasiones puede ser más animal que su chucho.
Como norma general lo mejor es ir provisto de algún artilugio que suelte pequeñas descargas eléctricas para alejar al chucho, puede
servir una raqueta matamoscas de la tienda de los chinos del barrio, construir un pequeño artilugio casero con una pila de petaca o directamente salir de casa con los zapatos untados de pimienta
picante. Por supuesto que llevar el elemento disuasorio en los zapatos es apropiado si somos parroquianos del establecimiento y ya conocemos el percal. Para casos de desconocimiento del
establecimiento es mejor la patada con postureo de disimulo.
Hay que ver al chucho siempre como un elemento desestabilizador que en el mejor de los casos puede acabar con el perro y el dueño
ladrándonos a la oreja y en el peor en una trifulca tabernaria entre partidarios de las mascotas y partidarios de no dejarlas entrar en sitios públicos. Zapatos limpios, calcetines frescos y soltar
la gota final en el mingitorio son las mejores medidas para sortear la presencia del chucho.
Y recordar que, en ocasiones, el chucho es más racional y civilizado que su dueño y de ahí la conveniencia de tener compostura del
postureo a la hora de gestionar la situación más allá de reaccionar por instinto de empatía acariciando el chucho, diciendo cucamonas y hablarle como si nos entendiera. Sólo quiere comer
pincho.
Alí Kate
jueves, 29 de septiembre de 2022
“COMPOSTURA DEL POSTUREO” por Alí Kate:
EL ASCENSOR
Me encarga The Adversiter Chronicle una serie de artículos sobre el postureo, omnipresente en nuestras vidas aunque lo ignoremos y ni siquiera nos demos cuenta. La
pretensión, sencilla pero a la vez con sus pequeñas complicaciones, de los artículos sobre el postureo es aprender a mantener la compostura durante el mismo. Escojo por ello y como primer artículo un
postureo que conocemos de sobra, al menos las clases urbanitas, como es el postureo en el ascensor.
El postureo del ascensor depende en casi su totalidad en el tamaño y capacidad de carga del ascensor de turno. Voy a despreciar estos
nuevos ascensores de tamaño ridículo donde si metes la bolsa de la compra ya no se cabe en el mismo el portador de dicha bolsa. Proliferan en edificios ya algo viejos donde es imposible poner un
ascensor de tamaño normal y aunque tienen sus usuarios es imposible que entren dos personas por lo cual descartamos esta categoría de ascensores.
Vamos pues al ascensor de cuatro plazas donde en realidad sólo entran de forma cómoda dos usuarios. Es habitual que el ascensor pare y ya
esté alguien en el mismo y viceversa. En ambos casos la compostura del postureo exige que no se mire de reojo con esa incómoda incomodidad de estar ante alguien a quien no se conoce, ni se tiene
confianza y ni siquiera se sabe si es vecino. Ante extraños lo mejor es hacerse el despistado mirando al techo del ascensor, sacar el móvil aunque no haya cobertura en el ascensor y finalmente sacar
el socorrido tema del tiempo, tan socorrido y manido pero habitual entre vecinos del mismo edificio cuando coinciden en el ascensor. No conviene sacar temas trascendentes como la política, la
religión y temas comunales que siempre acaban de boca en boca. Por supuesto no es lo mismo una pareja de desconocidos que dos desconocidos del mismo sexo y género. El macho alfa tiende a mirar de
refilón, sobre todo si hay espejos, las cualidades anatómicas de la usuaria sin percatarse de que ella se da cuenta. La compostura del postureo en el ascensor exige de un ritual, de una liturgia
donde se desvía la mirada y el macho alfa se hace el desinteresado, lo cual capta la usuaria y se ríe por lo bajinis. El tema del tiempo, un comentario sobre la actualidad o simplemente una mirada
cómplice en silencio es la compostura adecuada para ese tipo de postureo de circunstancias.
Queda el tema de más de dos usuarios en el ascensor, que siempre produce algo de ansiedad entre encontrar sitio entre lorzas, aguantar
tufos y pestazos de colonias, fragancia de afeitado entre trazas aromáticas de sudor rancio, tabaco y hasta de bolsa de basura por no hablar de restos de ventosidades. Si se sube en compañía el
postureo adecuado es seguir la conversación en tono bajo para no molestar al resto de usuarios y si no ir directamente a poner cara de haba. En ascensores con espejos no hay que dejarse llevar por
los reflejos y si se quiere admirar la compañía permite con cierta pericia hacerlo impunemente.
Y citar las mascotas. Nada de caricias o carantoñas porque el ascensor es para las mascotas como una caja enorme y desconocida en
territorio y memoria olfativa, pueden morder, arañar y hasta defecar si se ponen nerviosos. Muchas personas se encuentran con la mascota paseando al dueño al abrirse las puertas del ascensor y
siempre se responde afirmativamente a que no molesta la presencia de la mascota, salvo alérgicos. Si es un cánido, conviene ir con calcetines limpios porque comenzará un olisqueo que puede llevar a
la mascota perruna a mearse en nuestros zapatos. Si el pelaje se ve algo sarnoso es mejor mantener una distancia prudencial porque a veces es peor el dueño que la mascota. Si el ejemplar es algo
entrado en años siempre es un buen recurso entablar un diálogo sobre qué edad tiene, esto conlleva el peligro de una solemne turra en forma de monólogo didáctico sobre la mascota, su edad, su estado
físico y que puede seguir incluso fuera del ascensor hasta el portal e incluso en la calle, dada la natural propensión del dueño de la mascota a charlar con vecinos ya que nadie
suele escucharle en casa.
Finalizo este primer postureo citando el espinoso tema de las mascarillas, fenómeno de postureo inédito y que merece artículo aparte
puesto que es algo ocasional provocado por las circunstancias y que sin embargo en sólo dos años ha creado toda una cultura y contracultura de la compostura del postureo en el ascensor, un lugar
donde salvo infancia y coloquetas el resto de los mortales somos partícipes del postureo y donde la compostura nos puede librar de esa angustia de compartir ascensor con desconocidos y
vecinos.
Alí Kate