martes, 16 de mayo de 2023
ENCONTRARSE UN FAMILIAR CON QUIEN HACE AÑOS QUE NO TE HABLAS
Hoy abordaré una compostura del postureo de apariencia simple y que en realidad es muy complicada. Todas las composturas de postureo por encuentros con personas que hace
años con las que no intercambiamos palabra ni saludo merecen ser tratadas por separado, no es lo mismo el vecino en vertical que el vecino en horizontal, o compañeros de estudios, composturas del
postureo todas ellas con sus propiedades únicas. Someramente, estos encuentros con no familiares suelen solventarse cambiando de acera, evitar la mirada girando la vista o hacer que nos atamos los
cordones aunque vayamos en sandalias. Con los familiares la cosa se complica y la compostura del postureo en estos casos requiere de flexibilidad y reflejos para reaccionar.
Hay toda una jerarquía no escrita en las relaciones familiares y quien más y quien menos tiene un familiar con el que hace años que no
intercambia palabra. En caso de cuñados y cuñadas que ya no lo son de facto ya depende de la empatía de los mismos hacia nuestra persona, las farras entre cuñados que ya sólo lo son de nombre son
legendarias y de la misma forma los odios pueden ser acérrimos. Con cuñadas la cosa cambia por el factor erótico festivo del morbo y no son pocas las parejas de amantes que antes han sido cuñado u
cuñada. Me centraré en el arquetipo del familiar que lo es político pero que durante el matrimonio fue un miembro más de la familia y perduró tras la separación y/o divorcio y que por circunstancias
de repente se pierde el contacto durante largo lapso de tiempo, más de una década por ejemplo. Durante el citado lapso de tiempo es posible recibir noticia suyas por terceros aunque lo habitual es
que si no se pulula por donde sabemos que pulula, el encuentro fortuito que provoca la compostura del postureo es inevitable porque al igual que cuando se juega a la misma combinación siempre, cada
año que pasa sin tocar aumenta la probabilidad estadística de que toque, pues lo mismo con el familiar al que no hablamos desde hace años. Llegados a este punto hay que dejar
fuera de la compostura del postureo el tema de odios y pendencias que provocan anómalas composturas del postureo que suelen acabar a hostias y garrotazos sin olvidar los populares machetes y pistolas
de fogueo modificadas para disparar munición real. Hablo del encuentro fortuito civilizado y educado, donde la sorpresa de toparnos de frente, sin escapatoria y el fundamental detalle de que el
familiar es quien se detiene y da pie al reencuentro verbal, siempre provoca el inevitable umbral de incertidumbre y decidir que compostura del postureo adoptar. El abanico de opciones de la
compostura del postureo comienza con la simple de girar el cuello y seguir a lo nuestro ignorando al familiar. Otra es responder al saludo y salir galgueando mientras decimos, sin detenernos, que
llegamos tarde. Finalmente queda la más habitual de saludarse, un medio abrazo u pasar el brazo por la chepa proporciona sensación de familiaridad nunca perdida que despierta la empatía y espanta los
miedos del familiar al rechazo. Aquí llega el momento de una compostura del postureo campechana, borbónica si se quiere, donde invitar a un café, a charlar mientras se camina un trecho son recursos
que rompen las reticencias residuales. También exige esta compostura del postureo de ser comprensivo con el detallado catálogo de dolencias que aquejan al familiar, dejando que hable sin mostrar
falsa comprensión, un escucha atento y que refleja preocupación ante la lista casi inagotable. La compostura del postureo vuelve a variar en el momento de la despedida, hemos de evitar que nos pida
que se acompañe a la compra o prolongar más tiempo del necesario la cháchara. Son inevitables intercambios de número de teléfono y las inevitables promesas de quedar un día o llamarse cuando ambas
partes saben cuando se dice por educación. Sea cómo sea, esta compostura del postureo, que es variable y por tanto compleja, no requiere especial atención y ya digo que muchas veces las composturas
del postureo se limitan a mirar a otro lado. El peligro, debo recalcar, es si el familiar logra embarcarnos y acaparar nuestro tiempo y que se pueda llegar a reproches, una compostura del postureo de
paz y amor, dejando que fluya, nos hace educados amén de civilizados en la compostura del postureo.
Alí Kate
martes, 18 de abril de 2023
CUANDO AL IR A PAGAR LA TARJETA NO PASA

Hoy trataré de una compostura del postureo que puede afirmarse que es genuina del siglo XXI y que se ha generalizado entre la ciudadanía a raíz de la pandemia y los
confinamientos, me refiero a ese momento que todos pasamos alguna vez en la vida como es ir a pagar con la tarjeta y que nos salga el fatídico aviso de que no es aceptada. Puede dividirse esta
compostura del postureo en tres fases: la primera es que no le damos importancia porque seguramente es un fallo puntual que resolvemos pasando de nuevo la tarjeta o bien que nos pida el PIN; la
segunda fase es cuando por segunda vez la tarjeta no pasa y se nos encienden todas las alarmas, mentalmente repasamos los gastos y nos salen las cuentas. En esta segunda fase comenzamos a saturar la
caja, me refiero en el supermercado donde una interrupción por breve que sea es totalmente incomprendida por la cola en caja que empiezan a poner muecas y a bufar mientras la cajera nos mira como
preguntando qué narices pasa; la tercera fase es cuando somos conscientes de que la tarjeta está muerta, temporalmente al menos, de que la cola no deja de mirarnos con caras de sicarios y la cajera
se hace la tonta aprovechando para ordenar sus cosas. La compostura de postureo apropiada es quedarnos en la primera fase, actitud me refiero, e ignorar las miradas de la cola, dejar que fluya, en
suma, el equilibrio mental y la serenidad para tomar decisiones rápidas, para argumentar a la cajera que hay un pequeño contratiempo mientras sacamos la tarjeta a crédito y tropecientos de intereses
que llaman revolving y debería llamarse revolver por los orificios que deja en las finanzas personales.
En resumen, comprobar antes de salir a comprar y pagar con tarjeta que disponemos de saldo y tener la sana costumbre de llevar dinero en
metálico como pueden ser cincuenta euros, como siempre pagamos con tarjeta nunca los gastamos y siempre los tenemos. Por supuesto que dada la inflación galopante en alimentos es recomendable llevar
más de cincuenta euros sueltos. Así que viejas composturas del postureo para los nuevos tiempos, tema aparte es pagar con el móvil que merece capítulo propio. Y nunca, pero nunca, entrar en conflicto
con la cola respondiendo con desafiante mirada o palabras preguntando qué cojones pasa porque la cosa se puede complicar y acabar en un tremendo barullo que nos pondrá aún más nerviosos.
Alí Kate
miércoles, 22 de marzo de 2023
EL TALADRANTE SONIQUETE DE LA MÁQUINA TRAGAPERRAS

Se suele hablar y divagar mucho sobre la contaminación acústica, en ciudades de transitadas avenidas por el tráfico, poblaciones y núcleos urbanos a la vera de autovías.
Sin embargo, sufrimos a diario contaminación acústica como individuos que requieren una compostura del postureo. Hoy comenzaré por una contaminación acústica que solemos sufrir con resignación cuando
salimos a tomar algo sentados en una mesa. Ni qué decir tiene que si llegamos al local y hay mesas libres alejadas de la máquina tragaperras hay que ser raudos y pillar sitio. Otras veces, más de las
recomendables, sucede que estamos sentados en animada tertulia sin percatarnos, sin darle importancia, de que hay una máquina tragaperras a nuestra vera. De repente, aparece un individuo que,
aprovechando la calderilla de la vuelta, se decide a jugar y comienza ese taladrante soniquete que nos arruina la velada. Si el tipo tiene trazas de obrero de la construcción, repartidor, almacenero
e incluso vigilantes de aparcamiento en zona azul, la cosa será breve y se puede adoptar una compostura de postureo indiferente, sin prestar atención. Lo de no prestar atención tiene su intríngulis
porque si quedamos en babia mirando en dirección a la máquina tragaperras puede que el individuo jugador de turno se piense que estamos al tanto para en cuanto se largue pillar premio. Situación de
riesgo potencial de violencia verbal, la mejor compostura es mantener animada conversación mirando a los ojos del interlocutor, mirar el móvil, la carta, a la camarera, cualquier cosa salvo bajo
ningún concepto mirar en dirección a la máquina tragaperras...
El peligro es cuando el individuo jugador de la máquina tragaperras se pone a jugar con la consumición en la barra. La mejor compostura
es pirarse o cambiar de mesa porque estamos ante un auténtico ludópata que dispone de tiempo para gastar los cuartos en la máquina tragaperras, se la suda el resto de la clientela y juega y juega con
gran parafernalia de lucecitas y soniquetes taladrantes, no hay nada qué hacer ante estos auténticos fastidios con patas y adicción a la máquina tragaperras...
Pero hay composturas de postureo capaces de neutralizar a potenciales jugadores de máquinas tragaperras. Un cartel impreso en el
ordenador de casa con el aviso de NO FUNCIONA; desenchufar con disimulo la máquina tragaperras y ladinamente volver a enchufarla al marchar o simplemente cambiar de garito, suelen ser buenas
composturas de postureo para evitar que nos amarguen la consumición y la tertulia. Y sobre todo no adoptar la compostura del postureo de jugar manteniendo la máquina ocupada porque acabaremos siendo
otro inoportuno jugador de máquina tragaperras que amarga la velada del resto con el taladrante soniquete de la máquina tragaperras.
Alí Kate
viernes, 10 de febrero de 2023
CUANDO ENCONTRAMOS DINERO TIRADO EN LA CALLE

Antes que nada debo aclarar que alguien puede pensar que la compostura del postureo que tratamos hoy es aplicable a la compostura del postureo cuando el dinero que
encontramos es en el interior de un domicilio, ya sea propio u ajeno, pensando que es lo mismo. No es así, encontrarse dinero en un domicilio no es lo mismo y en su momento trataremos de esa
compostura del postureo en particular. Hoy toca una situación que todos anhelamos cuando escuchamos historias de gente que se encuentra un billete de los gordos en la calle. Sin embargo, cuando los
dioses nos permiten disfrutar de encontrarnos dinero en la calle se cometen ciertas pautas de comportamiento. La calle es una jungla de asfalto y cuando advertimos la presencia de dinero tirado en la
calle somos todos depredadores de todos, más en estos tiempos convulsos a nivel económico. Un error es dudar. Solemos quedarnos unos instantes mirando el dinero, luego se pasa a echar un vistazo
rápido por si otra persona también lo ha visto. La compostura del postureo en este caso requiere no quedarse quieto, es como si alguien en la calle empieza a mirar al cielo y a los cinco minutos hay
una muchedumbre mirando al cielo y hasta avistando OVNIS y OVChNIS; con el dinero pasa lo mismo, si hacemos la estatua es fijo que alguien se percatará y volvemos al modo depredador. Pero supongamos
que nadie lo ha visto, aquí la primera compostura del postureo es no pararse, seguir caminando, ya en dirección al dinero, a la vez que sibilinamente observamos todo lo que nos permita girar el
cuello y pararse con un pie encima del billete de forma que quede oculto. Somos personas honestas y lo primero es vigilar si alguien de repente empieza a buscar y es señal inequívoca del dueño del
dinero, cierto que hay vándalos que no dudarían en fingir ser de su propiedad al ver que nos hemos adelantado. Lo normal es que, una vez quietos sobre el dinero, cogamos el móvil y aparentemos estar
parados teniendo una conversación, alguna palabra en tono alto ayuda a la actuación. Lo siguiente es agacharse para abotonarse un zapato y con disimulo de prestidigitador coger el dinero en rápido
movimiento posterior y salir de la escena del crimen lo más rápido posible. Compostura del postureo distinta es encontrar un maletín con dinero que nada tiene que ver con encontrar un dinero en
billete. Por supuesto que las personas con collarín o lesiones de cervicales están en desventaja a la hora de observar. Lo fundamental es combinar nuestras dotes de actores y actrices, llevar zapatos
de cordón y afinar el instinto depredador de todo ciudadano y ciudadana que encuentra dinero tirado en la calle, con estas pautas de compostura del postureo nos encontramos con un dinero en la calle
donde rige para estos casos las leyes del mar donde lo que uno encuentra, suyo es. Advertir, para finalizar, que hay guasones que gustan de gastar bromas atando el billete a un hilo y la más reciente
de poner el billete sobre una cagarrina de perro, en zonas rurales se coloca sobre una cagarruta, lo que exige tener vista de lince o gafas progresivas.
Alí Kate
martes, 10 de enero de 2023
CUANDO NADIE NOS ATIENDE EN LA BARRA DEL BAR
Hoy trato sobre una compostura del postureo por la que todos pasamos alguna vez, varias en el mejor de los casos, como es ese turbador momento de ir a la barra del bar y
que el camarero u camarera de turno no parece vernos, oírnos o considerarnos presencia. Puede ser despiste por el trajín laboral del personal hostelero, concurrencia concurrida en ese
momento y lo que una parte de la población sufre en silencio como las almorranas, cuando ya se convierte en rutina que cuando hay más de tres clientes se pase olímpicamente de
atendernos.
Hay que decir que no suele darse con clientela esporádica, intermitente o por casualidad. Se da en clientela habitual y los motivos son
variopintos y dependen de lo retorcida que sea la psique del camarero. No ocurre con el personal femenino o camareras, cuando un cliente cae mal por gilipollas que siempre va de gracioso, el
preguntón que peca de sabiondez después con el resto de parroquianos y el típico ligón de barra que es el único sitio donde una mujer le presta atención, las camareras son profesionales que saben
cómo tratar estos elementos sin que dejen de ser clientes habituales. El camarero es otra cosa, observa durante varios días, aplicando la psicología aprendida en su puesto de trabajo y que finalmente
nos elige como víctimas propiciatorias de su indiferencia a la hora de atendernos.
Los hechos son comunes a todo tipo de latitudes y terruños. Llegas, no hay mucha clientela salvo los cuatro habituales a esas horas y
justo en el momento en que llegas se pone a charlar animadamente, sin darnos la espalda pero sibilinamente nos da de lado. Por lo general es posible saber si somos motivo de chanza tabernaria si los
clientes siguen el juego al camarero, contestando e incluso cogiéndole con familiaridad. Todos estos signos indican que se es objeto de burla y todo el mundo sabe que el camarero pasa de ti. Si
además hay pocos bares en el barrio, el camarero se aprovecha de saber que no hay rivales que le birlen al cliente. Cuando el camarero, cual torturador, ha disfrutado y saciado su afán de pasar
olímpicamente de uno, acude solícito y atento para preguntar qué se quiere aunque lleves años tomando lo mismo y casi a la misma hora, otro signo de que somos objeto de burlas, chanzas y chirigotas
entre la clientela y el perverso camarero.
El postureo ante esta situación es adoptar una postura de que nos importa un bledo su pasotismo. Simular que se hace algo con el móvil,
acercarse a donde charla el camarero con la escusa de coger la prensa o ir al lavabo y pedir en voz alta sin detenerse, es un postureo que suele fastidiar al camarero, cazado en la trampa puesto que
hay testigos de que se pidió el cafelito y si salimos del baño y no nos atiende pues queda mal ante la clientela. Otra postura es mirar fijamente al camarero pero es un postureo que el camarero
observa de reojo, porque nunca deja de observarnos de reojo disfrutando de su crueldad de pasar de uno, y si bien se consigue que no vuelva a pasar de uno para atendernos, tampoco será nunca ese
camarero entrañable y cariñoso con el cliente aunque si el café es de aceptable para arriba como que una cosa compensa la otra.
Finalizar comentando que hay posturas donde el postureo no surte efecto. Me refiero a que algunos infelices adoptan la postura de dejar
propina pero será tirar el dinero. El camarero que nos escoge como diana de su pasotismo a la hora de atendernos disfruta dos veces, una por cruel placer y la otra que tiene asegurada la propina.
Trampa funesta y disparo al propio pie por cuanto una vez que dejas propina a un camarero una vez, tendrás que dejarla siempre. Lo mejor es cambiar de bar del cafelito si no somos capaces de adoptar
una compostura con postureo digno de llamarse tal y no ser el pelanas del barrio del que se cachondea hasta el camarero.
Alí Kate
martes, 13 de diciembre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate
REUNIÓN EN LA COMUNIDAD DE VECINOS
En estas primeras entregas me detengo en general y ya habrá tiempo de entrar en particularidades. Hoy trato de la compostura del postureo en las siempre problemáticas
reuniones de la comunidad de vecinos. Hay que distinguir si es una de carácter urbano u si es rural. Hoy me detengo en el ámbito urbano donde se dan viviendas en torres de edificios con gran
afluencia de vecinos en cada portal, edificaciones de poca altura y pocos vecinos por tanto.
Independientemente del número de pisos, en toda reunión de vecinos de ámbito urbano se dan dos grandes grupos entre los asistentes,
quienes forman parte activa y de alboroto, y quienes asisten a saber de los puntos a tratar y las votaciones pertinentes. Hay que advertir que en las reuniones de la comunidad de vecinos sucede
como en los estadios de fútbol donde gentes normales y de bien se convierten en energúmenos vociferantes que insultan, denigran y hasta zarandean si se tercia al conjunto arbitral de turno. Ese
vecino educado, de rostro amable y servicial, de conversación amena en el ascensor y que gentilmente nos sujeta la puerta del portal para entrar, puede sufrir una transformación en las reuniones de
la comunidad de vecinos y ser grosero, mal hablado y hasta agresivo si se pone a mano el personal. En cuanto a las mujeres asistentes, hay que echarse a temblar si se traen una silla y papeles en la
mano, suelen ser causa de prolongar la reunión gracias a tener que repetir las cosas varias veces para que las entiendan, hecho que no suele suceder y garantiza más repeticiones de lo mismo. Hay
luego un subgrupo sin importar el género y el sexo como es el grupito, no siempre homogéneo, que cuchichea, que no para de cuchichear estorbando la audición de quien tiene la palabra. Suelen ser
tiquismiquis donde quien lleva la voz cantante en un momento dado levanta la mano y se saca actas o cartas de la gestoría de forma puntillosa, casi para iniciados, en temas que o bien ya fueron
tratados anteriormente o sencillamente sólo existen en la imaginación del voz cantante. Es sólo una pequeña muestra del universo de una reunión de vecinos que siempre nos coloca en una situación
comprometida de postureo donde se hace más necesario que nunca tener una compostura adecuada.
La primera compostura es dónde situarse sin que nos cataloguen de amigo u enemigo de la parte activa y la pasiva. Lo mejor es situarse en
medio del espacio donde se celebra la reunión de tal forma que estamos ajenos sin parecer descorteses. Tras un par de reuniones de la comunidad de vecinos de turno ya se puede distinguir al vecino
amable del ascensor convertido en energúmeno o la agradable vecina que siempre comenta el tiempo convertida en azote del horario de duración previsto. Cuidado con estas vecinas porque como nos pille
en mirada directa ya no la suelta y podemos aparentar que estamos de su lado cuando en realidad quisiéramos salir corriendo. La mejor compostura del postureo es que éste sea neutro. Una forma de
protesta es hacer muecas, sutiles y casi imperceptibles, para poder encontrar afines en la reunión que están hasta las narices de que siempre se eternice y siempre haya alguna trifulca argumental
derivada de la diversidad de opiniones.
Por regla general puede decirse que la compostura del postureo en una reunión de la comunidad de vecinos busca lograr pasar lo más
desapercibido posible, sin pararse a escuchar demasiado que no dejen de contarnos, esquivando babas de quienes vociferan a nuestro lado y tener una ruta de escape preparada por si pintan bastos
con ese vecino que entra de repente, ya algo pedo y disminuyendo la lucidez, que suelta cuatro verdades y luego dice que ya no tiene más que decir y se va igual que entró. Mantener la compostura y un
postureo de oyente, suele recibir la recompensa de que el gestor o gestora de turno acaben aclarando cuestiones que nos afectan al ver que somos consecuentes con nuestra postura no beligerante. En
cualquier caso, si es usted pudiente, lo mejor es una vivienda independiente sin reuniones de la comunidad de vecinos.
Alí Kate
viernes, 11 de noviembre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:
LA COLA DEL AUTOBÚS
Es en apariencia un acto sencillo, cotidiano para muchos, esporádico para otros y una vez en la vida para
algunos, como es hacer cola en la parada del autobús. Por lo general se llega y se sitúa uno siguiendo un orden de subida cuando llega el autobús proporcional al orden de llegada a la parada. En
horas punta de afluencia de usuarios, mal tiempo que obliga a guarecerse de la lluvia o combinación de ambas circunstancias es cuando surge la necesidad de una compostura de postureo a fin de
defender nuestros derechos de miembros de la cola en la parada.
Suele ocurrir que se da afluencia de usuarios y por instinto observamos al
personal y somos capaces de distinguir un orden, pero siempre surge esa usuaria con cara inocente sentada en el asiento de la parada que no se puede discernir si sube antes o no. Técnicamente llegó
antes que nosotros pero tampoco está en la cola y siendo responsabilidad de quien vaya antes y después de ella los obligados a cederle paso antes. Puede ocurrir que la señora sea una petarda y se
ponga a discutir siendo la mejor compostura hacerse los suecos y subir lo más rápido posible huyendo de semejante histérica.
Cuando hay mal tiempo surge otra compostura del postureo porque solemos
apretujarnos en el estrecho espacio de la marquesina de la parada, con esa mirada insolente de quienes están sentados y las de los cobijados que parecen sonreír para sus adentros mientras nos
caen inoportunas gotas en el cogote. Lo mejor es ir armado de paraguas, capucha o aguantar a pie de lluvia, que más vale mojarse que pasar el bochorno de parecer tonto con medio cráneo en la
marquesina y el otro medio a merced de la inclemencia climática.
Finalizar con la espinosa compostura del postureo ante la presencia de la
inevitable persona algo enajenada pero bajo parámetros aceptables para el sistema siempre que se tome la medicación. De primeras surge la empatía y se soportan turras del tipo de que empieza una
cháchara sin venir a cuento y dudamos entre contestar, prestar atención o mirar para otro lado. Si tenemos la fortuna de que alguien llegó antes y es víctima de la turra, la compostura es mirar para
otro lado y no mostrar interés por la turra contando los segundos para que llegue el autobús. Se da el frecuente caso de que llegamos a la parada con una amable señora que tuvo la ocurrencia de
seguir la corriente a la persona algo enajenada y trata de que le echemos un cable introduciéndonos en la conversación. Hacerse el sordo acompañado de movimientos rápidos de manos y dedos como si
fuera lenguaje de signos, sacar el móvil como si nos llamaran con el timbre en modo vibración, o sencillamente salir pitando en busca de otra parada, suelen ser las mejores composturas a la hora de
afrontar el trance. Si se sigue la corriente a la persona algo enajenada es casi seguro que la turra seguirá en el autobús, una buena forma de compostura es aparentar que se está más enajenado aún y
simular que se habla con la farola, papelera o semáforo a mano, nada de decir que nos controlan por satélite o similares porque la persona algo enajenada puede deducir que se haya ante un cofrade y
la cosa se puede desmadrar.
En resumidas cuentas, la compostura del postureo en la cola del autobús
requiere de agilidad mental para detectar quienes llegaron antes o después, perspicacia para evitar jetas que pretenden colarse saltando el orden de llegada a la parada y algo de diplomacia vaticana
para sortear turras, enajenaciones mentales controladas y las absurdas conversaciones de circunstancias con desconocidos donde la compostura del postureo en el ascensor, como ya vimos en fechas
atrás, puede perfectamente adaptarse a la cola del autobús en casos más bien excepcionales.
Alí Kate
jueves, 27 de octubre de 2022
"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:
VIAJE EN EL BUS MUNICIPAL

Otro acto de compostura del postureo que hacemos al menos una vez en la vida es el postureo a la hora de compartir asiento en el autobús municipal. Se podría escribir
todo un libro pero hoy me ceñiré al espinoso tema de sentarnos con alguien cuyas lorzas hacen que ocupe volumen que pertenece a nuestro asiento. Si nos toca un gordo al que sobresalen las lorzas,
suele hacerse el sueco y ni se inmuta pese a sentir que sus lorzas nos están importunando y robando espacio vital. Se suele auto consolarse pensando en que el voluminoso vecino de asiento se
bajará en una parada y sin embargo la experiencia nos enseña que suelen ser usuarios de trayecto largo. Si es mujer el problema no suelen ser tanto las lorzas sino que por alguna extraña razón
siempre su chaqueta, abrigo u similar nos queda pillado por el culo al sentarnos, puede ocurrir lo contrario y que ocupando el asiento de ventanilla la usuaria se siente atrapando nuestra prenda al
sentarse. Mucho cuidado de que la usuaria se mueva inesperadamente para cambiar de posición o levantarse y que se rompa la prenda lo que daría lugar a una compostura del postureo de poner cara de
haba o hacerse el sueco.
Con las nuevas tecnologías y la afición de la masa usuaria a estar alienada con los móviles, se puede dar la compostura del postureo al
pensar el usuario del asiento delantero que le estamos fisgando lo que piticlinea. Resulta difícil una compostura del postureo si, antes de que piense mal el usuario del asiento delantero, se trata
de desviar la mirada, girar la cabeza o ambas porque como todo el mundo está con el móvil da la sensación de que giramos la vista o la cabeza para fisgar. Lo mejor es compostura de postureo de
camuflaje y simular que piticlineamos con nuestro móvil.
Otra situación es el de las bufas, ventosidades o flatulencias. Resulta inevitable que en un bus atestado de usuarios alguien se tire un
pedo, no suele ser sonoro y sí altamente aromático. Si somos acompañante del propietario de la ventosidad la mejor compostura del postureo es observar de reojo haciendo la estatua hasta que otro
usuario u usuaria se percate del fétido aroma y hacer que también olemos algo. Esta compostura del postureo es básica porque quien se tira el pedo no dudará en echarnos la culpa si se ve en la
tesitura de ser descubierto. Es verdad que las mascarillas pueden evitar un efecto fétido inmediato en nuestra pituitaria pero si es de alta densidad aromática se propagará por el bus y es mejor
simular que algo huele raro mirando al pasaje a que nos tomen por el propietario de tan poca agradable fragancia. Como norma general lo mejor es coger en horas de asientos libres e ir conociendo a la
masa usuaria ya que la fija no suele dar problemas, son los pasajeros ocasionales quienes nos pueden obligar a una compostura del postureo por lorzas, ventosidades o pisadas de ropa.
No quiero dejar en el tintero el tema de los asientos reservados a tercera edad, impedidos, escayolados o el que sube en la silla de
ruedas motorizada y se pone a maniobrar obligando al pasaje que va de pie a moverse sin apenas sitio. Citar los carritos de bebé que también obligan a un reajuste de espacio. Tener compostura del
postureo en estos casos particulares no es buena táctica ya que por ley tienen derecho a joder al resto para ocupar sus plazas reservadas. Vendarse un pie, un brazo, simular cojera y embarazo sin
olvidar un buen vendaje craneal, nos permitirán ocupar estos espacios reservados sin que nos miren con reproche o nos monten una barrila por jetas.
Alí Kate
sábado, 15 de octubre de 2022
“COMPOSTURA DEL POSTUREO”, por Alí Kate:
EL CHUCHO QUE SE ARRIMA A NUESTRA SILLA
El postureo cuando acudimos a un establecimiento de hostelería tipo cafetería, bar del barrio y similares daría para escribir todo un capítulo aparte que en
realidad sería todo un tratado. Lo mejor es estudiar cada compostura del postureo en artículos varios. Hoy quiero empezar con algo que a todos y todas nos sucede unas cuantas veces en nuestra
vida como es el tema del inevitable chucho que se arrima a nuestra silla. Puede parecer, y siempre nos lo tomamos con filosofía, algo inocente, sin consecuencias. Todo lo contrario puesto que uno de
estos molestos chuchos nos puede fastidiar el consumo en el establecimiento.
Lo primero es saber distinguir el chucho de la casa del chucho de la clientela. El chucho de la casa es un animal que ya se las sabe
todas, agradecido si les das algo pese a la prohibición de la jefatura del local de darle comida. Suele ser un chucho paciente, que se arrima casi sin molestar, que se sienta mirando con cara de
cordero degollado esperando una recompensa. Suelen ser sibaritas y puede ser un buen método para saber si los pinchos que acompañan a la consumición son comestibles porque si el chucho de la casa no
gusta de los pinchos que prepara su dueño es señal inequívoca de ingredientes caducados o directamente incomibles. El chucho de la casa no molesta al cliente, es agradecido si le damos algo y nos
ignora moviendo el rabo si no damos nada, pero se aleja educadamente y ya nos ficha para otras ocasiones.
La complicación viene cuando el chucho es de la clientela. Si le damos algo podemos desencadenar la ira del dueño y si no damos nada se
puede desencadenar la ira del chucho, mascota mimada y malcriada que no duda en sacar los belfos si se le niega el pincho. Saciado su afán de comernos el pincho, calmado el dueño de la criatura y
tratando de disfrutar ajenos al chucho, llega ese comprometido momento en que el chucho, con el dueño a sus cosas y dejando semejante fiera a su canino albedrío, se pone a olisquearnos los zapatos,
calcetines y pantalones. Aquí la compostura instintiva nos hace adoptar un postureo de circunstancias. Si el chucho huele a calcetín reseco, zapatos sucios, trazas de aroma a orines o simplemente lo
hace por tocar las narices, hay que mantener la compostura del postureo del disimulo. Se trata de dar un buen puntapié el chucho sin que se entere el dueño, tirarle un pincho a lo lejos a ver si
se va tras él o directamente pedir al dueño que aleje su chucho, con el consiguiente enfrentamiento verbal con el dueño que en ocasiones puede ser más animal que su chucho.
Como norma general lo mejor es ir provisto de algún artilugio que suelte pequeñas descargas eléctricas para alejar al chucho, puede
servir una raqueta matamoscas de la tienda de los chinos del barrio, construir un pequeño artilugio casero con una pila de petaca o directamente salir de casa con los zapatos untados de pimienta
picante. Por supuesto que llevar el elemento disuasorio en los zapatos es apropiado si somos parroquianos del establecimiento y ya conocemos el percal. Para casos de desconocimiento del
establecimiento es mejor la patada con postureo de disimulo.
Hay que ver al chucho siempre como un elemento desestabilizador que en el mejor de los casos puede acabar con el perro y el dueño
ladrándonos a la oreja y en el peor en una trifulca tabernaria entre partidarios de las mascotas y partidarios de no dejarlas entrar en sitios públicos. Zapatos limpios, calcetines frescos y soltar
la gota final en el mingitorio son las mejores medidas para sortear la presencia del chucho.
Y recordar que, en ocasiones, el chucho es más racional y civilizado que su dueño y de ahí la conveniencia de tener compostura del
postureo a la hora de gestionar la situación más allá de reaccionar por instinto de empatía acariciando el chucho, diciendo cucamonas y hablarle como si nos entendiera. Sólo quiere comer
pincho.
Alí Kate
jueves, 29 de septiembre de 2022
“COMPOSTURA DEL POSTUREO” por Alí Kate:
EL ASCENSOR
Me encarga The Adversiter Chronicle una serie de artículos sobre el postureo, omnipresente en nuestras vidas aunque lo ignoremos y ni siquiera nos demos cuenta. La
pretensión, sencilla pero a la vez con sus pequeñas complicaciones, de los artículos sobre el postureo es aprender a mantener la compostura durante el mismo. Escojo por ello y como primer artículo un
postureo que conocemos de sobra, al menos las clases urbanitas, como es el postureo en el ascensor.
El postureo del ascensor depende en casi su totalidad en el tamaño y capacidad de carga del ascensor de turno. Voy a despreciar estos
nuevos ascensores de tamaño ridículo donde si metes la bolsa de la compra ya no se cabe en el mismo el portador de dicha bolsa. Proliferan en edificios ya algo viejos donde es imposible poner un
ascensor de tamaño normal y aunque tienen sus usuarios es imposible que entren dos personas por lo cual descartamos esta categoría de ascensores.
Vamos pues al ascensor de cuatro plazas donde en realidad sólo entran de forma cómoda dos usuarios. Es habitual que el ascensor pare y ya
esté alguien en el mismo y viceversa. En ambos casos la compostura del postureo exige que no se mire de reojo con esa incómoda incomodidad de estar ante alguien a quien no se conoce, ni se tiene
confianza y ni siquiera se sabe si es vecino. Ante extraños lo mejor es hacerse el despistado mirando al techo del ascensor, sacar el móvil aunque no haya cobertura en el ascensor y finalmente sacar
el socorrido tema del tiempo, tan socorrido y manido pero habitual entre vecinos del mismo edificio cuando coinciden en el ascensor. No conviene sacar temas trascendentes como la política, la
religión y temas comunales que siempre acaban de boca en boca. Por supuesto no es lo mismo una pareja de desconocidos que dos desconocidos del mismo sexo y género. El macho alfa tiende a mirar de
refilón, sobre todo si hay espejos, las cualidades anatómicas de la usuaria sin percatarse de que ella se da cuenta. La compostura del postureo en el ascensor exige de un ritual, de una liturgia
donde se desvía la mirada y el macho alfa se hace el desinteresado, lo cual capta la usuaria y se ríe por lo bajinis. El tema del tiempo, un comentario sobre la actualidad o simplemente una mirada
cómplice en silencio es la compostura adecuada para ese tipo de postureo de circunstancias.
Queda el tema de más de dos usuarios en el ascensor, que siempre produce algo de ansiedad entre encontrar sitio entre lorzas, aguantar
tufos y pestazos de colonias, fragancia de afeitado entre trazas aromáticas de sudor rancio, tabaco y hasta de bolsa de basura por no hablar de restos de ventosidades. Si se sube en compañía el
postureo adecuado es seguir la conversación en tono bajo para no molestar al resto de usuarios y si no ir directamente a poner cara de haba. En ascensores con espejos no hay que dejarse llevar por
los reflejos y si se quiere admirar la compañía permite con cierta pericia hacerlo impunemente.
Y citar las mascotas. Nada de caricias o carantoñas porque el ascensor es para las mascotas como una caja enorme y desconocida en
territorio y memoria olfativa, pueden morder, arañar y hasta defecar si se ponen nerviosos. Muchas personas se encuentran con la mascota paseando al dueño al abrirse las puertas del ascensor y
siempre se responde afirmativamente a que no molesta la presencia de la mascota, salvo alérgicos. Si es un cánido, conviene ir con calcetines limpios porque comenzará un olisqueo que puede llevar a
la mascota perruna a mearse en nuestros zapatos. Si el pelaje se ve algo sarnoso es mejor mantener una distancia prudencial porque a veces es peor el dueño que la mascota. Si el ejemplar es algo
entrado en años siempre es un buen recurso entablar un diálogo sobre qué edad tiene, esto conlleva el peligro de una solemne turra en forma de monólogo didáctico sobre la mascota, su edad, su estado
físico y que puede seguir incluso fuera del ascensor hasta el portal e incluso en la calle, dada la natural propensión del dueño de la mascota a charlar con vecinos ya que nadie
suele escucharle en casa.
Finalizo este primer postureo citando el espinoso tema de las mascarillas, fenómeno de postureo inédito y que merece artículo aparte
puesto que es algo ocasional provocado por las circunstancias y que sin embargo en sólo dos años ha creado toda una cultura y contracultura de la compostura del postureo en el ascensor, un lugar
donde salvo infancia y coloquetas el resto de los mortales somos partícipes del postureo y donde la compostura nos puede librar de esa angustia de compartir ascensor con desconocidos y
vecinos.
Alí Kate