miércoles, 13 de marzo de 2024

 

CUANDO ESTAMOS EN LA COLA DE CAJA DEL SUPERMERCADO Y ABREN OTRA

 

La compostura del postureo que trataré hoy puede catalogarse de compostura del postureo moderna puesto que se da en los supermercados y a la vez que mengua la oferta de tiendas de barrio de toda la vida y el consumismo nos empuja a comprar en el supermercado donde nos enfrentamos a las colas en caja. Esta compostura del postureo requiere visión estratégica, tanto si se es habitual del supermercado como si somos sólo clientela esporádica. Hay que rendir homenaje al ancestro de esta compostura del postureo que se daba en las tiendas de barrio donde estar en la cola era todo un arte y había artísticas composturas del postureo para intentar colarse y para intentar que nadie se nos colara, hay que citar las colas para el cine de antaño donde se daba la misma compostura del postureo. El supermercado es distinto, un escenario nuevo donde en apariencia hay que guardar cola en orden. Pero tras la aparente calma ordenada de cola, y cuando ésta es numerosa, se da el fenómeno de que abren una nueva caja con el característico sonsonete de : Vamos a abrir la caja tal, pasen en orden de cola. Si hay sólo una caja con cola, no hay mucha compostura del postureo posible, incluso con dos cajas. En ese momento en que todo el mundo observa las colas el supermercado se transforma en una jungla. La compostura del postureo comienza cuando llegamos a la cola y vemos que la hay abundante y en varias cajas. Lo primero es situarse en la cola de la caja más cercana a la posible caja que abrirán ante la afluencia de usuarios en la línea de caja. Cuando dos segundos después del anuncio de apertura comienza el trasvase de usuarios de las colas a la nueva caja hay que tener una compostura del postureo de ojo avizor, si en la nueva caja se pone primero alguien con una compra de carro repleto tal vez sea más apropiado quedarse en la cola que ir a esperar más en la caja abierta. La mejor compostura del postureo es ser conocedor del terreno y un trabajo analítico calculando si se abrirá una caja o no, estudiar las colas y quienes llevan mucho, poco u casi nada. Recordar que una cola ágil con buen profesional en la caja siempre se puede volver lenta y farragosa con esos usuarios que gustan de pagar en céntimos revolviendo en la cartera y ralentizando la cola, no hay compostura que valga en este particular caso de tocapelotas buscando céntimos ya que protestar está mal visto y nunca podemos decir que esa calderilla no buscaré, aunque den ganas de estrangular a la persona que se pone a buscar céntimos para pagar.

Alí Kate

 

lunes, 4 de marzo de 2024

 

CUANDO HAY QUE VOTAR A MANO ALZADA EN LA COMUNIDAD DE VECINOS
 
Trato hoy de una compostura del postureo compleja, y problemática casi, como es tener que votar a mano alzada en una reunión de la comunidad de vecinos. Compleja por cuanto requiere perspicacia, estar al loro que decían, para observar y proceder a un estudio de la fauna vecinal que nos rodea en tales reuniones. La compostura del postureo toma importancia cuando hay que votar alguna obra, aumentos de los gastos de mantenimiento, las temibles derramas o reclamar al típico moroso que debe tropecientos recibos de la comunidad. Lo primero es situarse, ni en primera fila ni atrás apoyado en la pared; hay que escoger un sitio que nos permita de un vistazo ver al resto de reunidos, sin que se escape la mirada hacia alguna reunida y hay que aplicar aquello de donde tengas la olla no metas la polla. Es importante la ubicación para no generar enemistades y malos rollos si votamos en contra de la típica minoría que parece no tener otra ocupación que ser tiquismiquis y tocar las pelotas en cada reunión, sin obviar que esta fauna vecinal en concreto se pasan los días conspirando en voz baja para luego seguir tocando las pelotas en la siguiente reunión. Una buena ubicación permite apreciar la cantidad de manos alzadas, si son muchas a favor, muchas en contra y así poder votar libremente sin riesgo de represalias y malos rollos vecinales que siempre son un incordio en la rutina diaria. La compostura del postureo se aplica a la hora de votar. Así, hay que ser perspicaz y rápido de reflejos y procesamiento neuronal utilizando pequeñas argucias como antes de que se empiecen a alzar las manos tocarnos la nariz, ganando tiempo para ver por donde van los votos: rascarse la nuca, rascarse una oreja o incluso frotarnos los ojos como si tuviéramos molestas legañas. Hay una compostura del postureo muy utilizada por los varones como es tener las manos en los bolsillos. Es una mala compostura del postureo porque todo observador por poco perspicaz que sea se percatará que siempre votamos el último con los consiguientes chismorreos vecinales y hasta purgas en corrillos de portal siendo tratados como un apestado. Es mejor una buena pantomima de picor en nuca y nariz, sin obviar la opción de las molestas legañas, que coger fama en las reuniones de la comunidad de vecinos. Para evitar males lo mejor es delegar el voto en otro vecino y en el peor de los casos podremos echarle la culpa de que se equivocó al votar. Quiero finalizar con una compostura del postureo que ha cobrado popularidad desde la pandemia del COVID como es taparse la boca por inoportuna tos, lo cual nos permite tener ya el brazo en casi posición de voto a mano alzada y nadie sopecha de un vercino que tiene algo de tos en estos tiempos de virus gripales. Y termino con la que seguramente sea la mejor compostura del postureo para votar en reuniones de la comunidad de vecinos como es llevar puesta mascarilla, nadie sospecha de quien se ajusta la mascarilla, se pude disimular utilizando las dos manos y hasta votar el último sin despertar grandes sospechas de subterfugio. Y aunque son composturas del postureo populares y acordes a los tiempos, cuando todo este circo se acabe se volverá a las composturas del postureo clásicas de picor en nuca, nariz y molestas legañas.
Alí Kate

jueves, 8 de febrero de 2024

 

CUANDO EN EL AUTOBÚS OCUPAN NUESTRO REPOSABRAZOS
 

Hoy abordaré una compostura del postureo que se sufre al menos un par de veces en la vida. Se da en el transporte en autobús cuando hay filas de dos asientos y los reposabrazos interiores están uno junto al otro. Problema inexistente en teoría que resulta una gran complicación en la práctica. Antes, debo decir que si hacemos memoria resulta que ya desde la más tierna infancia nos enfrentamos a que nos ocupen nuestro reposabrazos con lo cual, ya adultos, estamos inconscientemente preparados para la compostura del postureo a tratar hoy. No es lo mismo que nos toque de vecino de asiento una persona delgada cuyos brazos suelen adaptarse al tamaño del reposabrazos pero si son numerosas las personas delgadas que tienen mucha jeta y ocupan sin preguntar nuestro espacio vital del reposabrazos interior del asiento. Otra cosa es una persona gruesa y entrada en lorzas cuyo volumen de brazo hace inevitable que ocupe espacio ajeno, si es una fémina la mejor compostura del postureo es de amabilidad con galanteo, tal vez no nos enamoremos de nuestra rolliza vecina pero sí que puede ser una agradable compañía de viaje. Si se trata de un hombre, cuyos brazos tienen más volumen, la compostura del postureo requiere de diplomacia, pequeños toques de codo con codo a ver si se da por aludido sin acabar la cosa a empellones. Una buena compostura del postureo es ser puntual para subir al autobús, llegar primero y ocupar el reposabrazos ajeno a la vez que fingimos estar en el más profundo de los sueños, nadie despierta a alguien porque dormido ocupa el reposabrazos que no le corresponde. Es una compostura del postureo que sirve para cada tipo de lugar donde haya sillas juntas, butacas de garitos de mala nota y baja estofa, estadios deportivos y hasta vehículos particulares, salvo con suegras que la cortesía obliga a conceder bula para sus brazos. La compostura del postureo de liarse a codazos todo el trayecto puede acabar mal o pillarnos el nervio tonto del codo que nos deja tonto el mismo. La mejor compostura del postureo es estudiar al pasaje y sentarse al lado de una persona manca, fijándonos que extremidad le falta para que coincida con el reposabrazos interior de nuestro interés.

Alí Kate

 

jueves, 30 de noviembre de 2023

 

CUANDO ROMPEMOS UN HUEVO AL IR A SACAR LA YEMA
 
Hoy abordaré una compostura del postureo en el ámbito doméstico y que suele sufrirse en silencio y clandestinidad. Me refiero a cuando vamos a sacar una yema y rompemos la cáscara desparramándose el contenido en el fregadero. Es también una compostura del postureo propia de los varones ya que las féminas no sufren de los complejos masculinos cuando se rompe un huevo, con esa presunción casi machista de que el hombre se defiende mejor entre fogones que las mujeres y se asevera citando a cocineros de renombre mundial. Pero a la hora de sacar una yema la compostura del postureo se produce porque en la intimidad del hogar donde nunca se coge un plato sí se presume de habilidades culinarias y de manejo y tratamiento de los ingredientes. En cuanto un varón escucha que hay que sacar una yema, éste acude raudo y veloz a la vez que entona alabanzas de sus virtudes cascando huevos para sacar la yema. Se hace necesario una advertencia que es a su vez una lección: nunca sacar la yema fuera del ámbito del fregadero ya que los estragos de que se desparrame clara y yema fuera del fregadero se multiplican por diez.
Tomo de ejemplo, pues, la típica situación en el hogar donde hay que sacar una yema. Si se vive en pareja, en sus múltiples formatos, no suele ocurrir mayor incidencia porque sencillamente ya conocen nuestras habilidades y la pareja saca la yema. Estadísticamente, las parejas de reciente convivencia suelen tener su primera discusión seria cuando un miembro, con perdón, de la misma parte repetidamente los huevos para sacar la yema formando un estropicio. Cuando se vive solo es cierto que nadie se entera pero aumenta el gasto mensual en huevos y se crea un trauma latente que puede llevar a un bloqueo e incapacidad crónica para romper un huevo sin desparramar su contenido, valioso contenido en estos tiempos de carestía de la cesta de la compra. Así que nos ponemos con ganas y ánimo, recordando que ya hemos sacado tropecientasmil yemas a lo largo de la vida y sucede la Ley de Murphy que afirma que nunca rompemos un huevo hasta que se rompe. La compostura del postureo que surge de forma innata es mirar rápidamente si alguien es testigo y si lo hay soltar cualquier pretexto que justifique la torpeza. Está demostrado que cuando sucede un suceso de tal guisa, lo más probable es que el nerviosismo nos haga romper otro al repetir la operación. Si no hay testigos a la vista lo que urge es hacer desaparecer las pruebas del delito en forma de yema y clara del fregadero. Hay que tener una compostura del postureo para limpiar el fregadero de índole serena, movimientos rápidos y destilar toda nuestra experiencia en estos estropicios para que la clara no resulte indigesta al desagüe del fregadero, eliminar trazas de la pegajosa yema y mucho ojito con esponjas, estropajos y balletas no queden impreganadas de restos de yema porque delatarían nuestros actos y pueden resultar nocivas. Luego llega la compostura del postureo previsora, ya que conocedores de nuestra torpeza partiendo huevos para sacar la yema siempre tendremos huevos para reponer la pérdida y el gasto. Una provisión de huevos, de gasto ajeno a la compra en una especie de fondos reservados que no conoce la pareja, es la mejor compostura del postureo a la hora de afrontar la situación, recalco que aumenta el gasto mensual en huevos. Mi recomendación de compostura del postureo es que se tenga una media docena de huevos de extranjis en la casa o sencillamente que no andemos tocando huevos porque siempre acabamos siendo rompe huevos. 
Quiero terminar destacando que muchas regañinas de pareja en actos de sociedad como salidas con amigos y familiares, saraos varios y demás, cuando uno de los miembros, con perdón, de la pareja le escupe al otro miembro, con perdón, de la misma que no le toque los huevos, se refieren en la mayoría de los casos a los huevos rotos cuando se iba a sacar la yema. Lo mejor es no andar tocando huevos si no se tiene pericia en el manejo y tratamiento de los mismos, ya sean propios o ajenos dichos huevos.
Alí Kate
 

sábado, 21 de octubre de 2023

 

CUANDO EL ESCOTE DE LA CAMARERA ENTRA EN NUESTRO ÁNGULO DE VISIÓN
 

Hoy abordaremos una compostura del postureo propia del macho alfa como es estar en un establecimiento hostelero y nos situamos en la barra justo delante del fregadero. Hay que decir de antemano que hay auténticos profesionales en situarse en tan privilegiado lugar, inofensivo en apariencia y que suele resultar una grata sorpresa que la camarera tenga que agacharse y mostrar el escote. Son sitios codiciados cuyos titulares, entre comillas, se saben rutinas y pautas del personal femenino y no conviene por tanto desafiar la propiedad del territorio porque se puede montar un pifostio de tres pares de bemoles. Pero lo normal es que no nos percatemos de tan privilegiada azotea hasta que el escote entra en nuestro ángulo de visión. No es lo mismo que ocurra en compañía donde la mayoría de las veces estar en una conversación desvía nuestra atención, es cierto que estadísticamente está demostrado que se nos puede ir la vista de forma fugaz, casi hartera que no se entere la parienta o amiga de turno y hay un elevado número de broncas conyugales y de pareja al llegar a casa con reproches a que se ha ido la vista a las tetas de la camarera. Casos estadísticos aparte, me referiré al típico caso en que de sopetón nos encontramos con unas hermosas vistas del busto al inclinarse la camarera en el fregadero. Aunque parezca increible, ignorar tal atracción visual que atrapa el sentido puede provocar la ira de los parroquianos a nuestra vera que ven con sorpresa que se desvía la vista al televisor o se saca el móvil para apartar la tentación óptica. La mejor compostura del postureo es la naturalidad, una pose serena, controlando los impulsos inherentes al deseo y respetar que la dueña del escote está trabajando es fundamental para no dar lugar a malas interpretaciones. Una compostura del postureo apropiada es agenciarse para otra vez no pasar apuros un periódico u revista, de forma que la vista está en el papel pero nos permite una mirada indirecta sin llamar la atención, debemos tener en cuenta el refranero popular de que dos tetas tiran más que dos carretas así que que hay que ser vivos porque la vista se va en cuanto nos relajemos un poco. Si la camarera se percata de nuestra mirada a su escote se abre un abanico de posibles composturas del postureo, como un halago a tan hermoso escote con sorna picarona; mirar a los ojos y comenzar una conversación, comentar lo jodido del curro siempre es una compostura del postureo recurrente. En general la mejor compsotura del postureo es sencillamente observar dónde está el fregadero situado para alejarse del sitio con vistas privilegiadas. Alguien podría decir que se dan situaciones en que desde nuestra posición de clientes en la barra a veces se ve escote de la camarera o culo en pompa al reponer algo, pues no son composturas del postureo comparables ya que el sitio en la barra con vistas privilegiadas es estático y cualquiera en nuestra vida cotidiana podemos resultar atractivos a la vista, la barra es otra cosa y otro universo diferente. Pero hay que reconocer que, en ocasiones, una buena vista del escote de la camarera al agacharse en el fregadero nos puede proporcionar una compostura del postureo de felicidad para el resto de la jornada, eso es innegable.

Alí Kate

 

viernes, 15 de septiembre de 2023

 

APRETUJÓN INTESTINAL EN BAÑO AJENO

 

Trataré hoy de una compostura del postureo delicada y con la que toca lidiar al menos un par de veces en la vida. Hay que distinguir baño ajeno de baño en establecimiento hostelero donde la compostura del postureo es diametralmente distinta y algo opuesta. En baños de establecimientos hosteleros lo más común es la micción y si hay apretujón intestinal no se tiene el mismo decoro que en baño de casa, aunque sea ajena. El anonimato de ser clientela permite dejar el baño y su inodoro hecho unos zorros con aromas pestilentes y `firmas´ en el inodoro ya que por alguna misteriosa razón cuando el ser humano encuentra un baño de establecimiento hostelero, estaciones de tren y autobuses así como entornos de barraca en ferias y verbenas, resulta que gustamos de contribuir a dejarlo un poco más cochino. Son composturas del postureo que, si bien comparten la circunstancia del apretujón intestinal, se dirimen y afrontan con distintas composturas del postureo. 
Voy a ceñirme a la compostura del postureo cuando el apretujón es en casa ajena y no familiar, en el entorno familiar, aunque sea familia política, hay más comprensión a los ruidos y aromas inherentes al apretujón intestinal tras su evacuación. Así, nos situamos en casa ajena de visita, cena o cualquier otra circunstancia. El apretujón intestinal en casa ajena se presenta de forma repentina y sin casi tiempo de reacción, si conocemos bien nuestro reloj intestinal las señales darán tiempo a pedir excusas para ir al escusado. Una vez en baño ajeno hay que tener una compostura del postureo de agudeza visual felina para captar elementos de gran ayuda y saber de un vistazo si hay suficiente papel higiénico, un ambientador, una bayeta y lo ideal sería un estropajo, elementos que merecen su explicación. Es evidente que si somos novatos y novatas de apretujón intestinal en baño ajeno no prestemos atención y concentración a la observancia felina de los elementos anteriormente citados. Dicha observación puede realizarse de la que nos preparamos para sentarnos en el inodoro, aunque reitero que lo más que probable es que de nuevas sólo nos preocupemos por sentarnos en el inodoro y proceder a la evacuación intestinal. Una vez sentados en la taza del inodoro, la siguiente compostura del postureo es ante la primera y explosiva fase de evacuación del apretujón intestinal, de estruendo sonoro que si son horas nocturnas se transmite por tabiques y cámaras de ventilación. Una compostura del postureo simulando un ataque de tos puede ser una buena cobertura acústica aunque dada la potencia de la onda sonora de la evacuación lo mejor es evacuar de golpe y que sea un estruendo y no pequeños estruendos que parecen oírse más, uno grande y sonoro es preferible a un recital de pequeñas expulsiones.
Una vez finalizada la evacuación suele extenderse un fétido aroma, depende también de los alimentos consumidos en la digestión del apretujón intestinal. Si tenemos la fortuna de que hay ambientador la cosa se resuelve y resulta comprensible para los anfitriones que haya trazas aromáticas de una evacuación, si son anfitriones de cuchipandas semanales serán precavidos y habrá ambientador. Solemos cometer un error típico en los apretujones intestinales en baño ajeno y es que no realizamos un examen visual del inodoro levantando la tapa y la tapa del asiento donde la evacuación suele dejar las siempre incordiantes trazas fecales, conocidas popularmente como lentejas. Puede sonar a chiste, pero cuando tercia ejercer de anfitriones que levante la mano quien al ir a ocupar el inodoro u proceder a su limpieza al día siguiente de la cuchipanda de turno no ha encontrado las incordiantes y molestas a la vista de las lentejas, que una vez secas resultan hasta correosas de quitar siendo necesario estropajo metálico o lija del nueve. Por supuesto que la compostura del postureo correcta sería, teniendo elementos a mano, proceder a su limpieza que, estando frescas aún las lentejas, salen con una suave pasada de papel higiénico sin dejar mancha. Ni que decir tiene que hay que ser finos y dejar la escobilla aparentemente sin mácula que nos delate y que sea el siguiente quien pague el pato de la culpabilidad a ojos de los anfitriones.
En resumen, una compostura del postureo de varias fases que nos facilitará sentarnos de nuevo a la mesa tras la evacuación del apretujón intestinal sin prisas por marchar ante el bochorno de que alguien vaya al baño y encontrarse una desagradable hediondez a heces fecales. No quiero olvidar mencionar que es vital saber antes de evacuar que nos alcanza el papel higiénico, he dado por hecho que sí lo hay aunque siempre puede el anfitrión despistarse y por precaución sería oportuno acudir a casa ajena con un paquetito, dos si se considera necesario, de pañuelitos o recurrir a papel de periódico. Recalcar que vale más un estruendo sonoro que una serie repetitiva de baja intensidad y abrir ventana si la hay porque no son pocos los baños en casa ajena que no disponen de la misma y dejar la puerta abierta no es una opción ya que la hediondez se extendería por el resto de estancias. Si hubo estruendo sonoro y trazas olfativas hediondas, sentarse a la mesa quejándose de cualquier dolencia intestinal nos dará tiempo y provocará una animada tertulia sobre dolencias que propician que el hedor se disuelva en el aire y que nadie mencione la sonoridad provocada por la evacuacion del apretujón intestinal. Pero la mejor compostura del postureo es salir de casa habiendo hecho pis y pos, así de sencillo.
Alí Kate
 

martes, 29 de agosto de 2023

 

CUANDO LA MÁQUINA EXPENDEDORA TRAGA LAS MONEDAS
 
Abordamos una compostura del postureo en la que nos vemos varias veces a lo largo de la vida, no muchas pero al menos media docena de veces sí. Me refiero al espinoso trance de que vamos a adquirir algún producto de máquina expendedora y ésta se queda con las monedas y no suelta el producto de nuestra elección. Trataré tres casos típicos, cuando nos ocurre en un local de hostelería, cuando nos sucede en el trabajo y por último en las urgencias de un hospital. Es una compostura del postureo donde domina la pasión sobre la inteligencia que es nublada por la frustración y las prisas inmediatas que tenemos ante una máquina expendedora. No importa el tipo de productos, la máquina y su diabólico mecanismo es común a todas con independencia de si es de tabaco, refrigerios o bebidas, sin menoscabo de las máquinas expendedoras de café.
La compostura del postureo cuando en un bar nos disponemos a sacar una cajetilla de tabaco de la máquina expendedora y resulta que nos traga las monedas donde hay que tener en cuenta que desde que se implantó el mando para evitar que menores de edad adquirieran tabaco, el gremio de camareros está hasta las narices de que se las toquen con peticiones de que nos pongan la máquina. No es un aspecto baladí puesto que el primer recurso es decirle al camarero, las camareras son más amables y comprensivas, que nos ha tragado las monedas. Si le pillamos a primera hora no surgirán inconvenientes, a partir de media mañana que aumenta la intensidad de la clientela le supone un incordio y su comprensión brillará por su ausencia. La mejor compostura del postureo es preguntar a algún parroquiano de la barra si ha sucedido hoy más veces, si es algo habitual o es algo puntual en resumen, informarse de los antecedentes de la máquina expendedora antes de incordiar al camarero, que primero pondrá cara de incredulidad y nos someterá a un exhaustivo interrogatorio sobre cómo introducimos la moneda o si no esperamos a que le diera al mando. Aunque se suele recuperar las monedas, es conveniente percatarse del estado de ánimo del camarero de turno y si nos lee la cartilla aguantar el choteo de la clientela, auténticas hienas a la espera de un pardillo que les dé algo de qué hablar. Lo mejor para evitar este caso particular es comprar el tabaco en el estanco, en locales hosteleros de confianza o sencillamente dejar de fumar.
La compostura del postureo cuando en el lugar de trabajo la máquina expendedora de turno nos traga las monedas tiene sus variantes. No es lo mismo una oficina que un comedor de un taller o en entornos de trabajo funcionario. Para empezar, no hay solidaridad ninguna si nos sucede por parte de los compañeros de trabajo, que las compañeras son más inteligentes y se traen un tentempié de casa y pasan de ingerir las mierdas comestibles de la máquina expendedora. En ambientes de oficina y funcionariales todo es más civilizado: se espera que venga el operario de reponer la máquina expendedora y se le informa de las monedas que ha tragado y el operario procede a su devolución. Otra cosa es el comedor del taller donde lo que prima es tonto el último. Aprovechando la impunidad de la masa obrera se somete a la máquina a todo un repertorio de empujones, patadas, volcados y cagamentos sobre la máquina expendedora donde influye el estrés provocado por la apetencia de comer, que se acaba el tiempo del bocadillo y que siempre nos trague las monedas. La mejor compostura es buscar la manera de lograr sacar el producto, ya sea de forma disimulada o directamente a hostias, cosa chunga dada la proliferación de cámaras de seguridad. Lo mejor es mirar si algún compañero logró abrir la puerta y, si ya está abierta de forma que parece cerrada, coger a nuestro antojo, si somos un mínimo de honestos dejaríamos el importe en el cajetín de las monedas pero en todos los talleres y en todos los turnos hay algún listillo que se las coge para sí. Terminar apuntando que estas situaciones en que parece que la máquina se rebela son fuente de estrés que no brota en el instante ocupados como estamos en la compostura del postureo y que permanece larvado el resto del turno, insistir que suele ocurrir en momentos del bocadillo y cada segundo es oro para perderlo en una estúpida máquina expendedora y que nos quite tiempo de comer, echar una meada y fumar un pitillo. Son múltiples los casos de ruptura de parejas por estrés causado por las máquinas expendedoras que se quedan con las monedas.
La última compostura del postureo es cuando nos sucede en el peor sitio posible que es en Urgencias de un hospital. Depende la compostura del postureo en este caso de diversos factores. En cualquier caso tenemos la batalla perdida. El personal del hospital utiliza métodos de identificación que hace que sean insolidarios si un usuario se queja de que la máquina expendedora se queda con las monedas. Nadie del personal sanitario nos hará caso y si sometemos la máquina a técnicas de recuperación el personal de seguridad aparece raudo. Por supuesto el cachondeo del resto de usuarios que se ríen abiertamente de que otro pardillo se quede sin las monedas. Y es que en las salas de espera de Urgencias la solidaridad entre usuarios en lo que refiere a la máquina expendedora brilla por su ausencia, nadie avisa si le ha pasado y se sienta a ver quién es el siguiente, una frialdad aterradora que nos empequeñece y hace que nos sentemos resignados y ansiando venganza en forma de observar al siguiente usuario que le trague las monedas. La mejor compostura es soltar un par de cagamentos y decir airadamente que es una vergüenza el estado del sistema sanitario donde no funcionan ni las máquinas. Esta compostura del postureo nos reafirma ante el resto de usuarios en la sala de espera de Urgencias y siempre surge alguien más indignado que a raíz de nuestro comentario suelta un rollo socio-político y desvía la atención permitiéndonos tomar asiento y que se nos ignore.
Lo mejor es utilizar lo menos posible las máquinas expendedoras, asegurarnos de que funcionan y si nos encontramos ante la tesitura de tener que tirar de algún producto de máquina expendedora es pedir monedas prestadas con la excusa de que no tenemos suelto y si se las traga damos la promesa de devolverlas cuando se cambie, cosa que si es en el momento se devuelven o con la excusa de ir al baño tomar las de Villadiego. Pero lo mejor, no utilizar máquinas expendedoras que no sean de nuestra absoluta confianza.
Alí Kate
 

jueves, 29 de junio de 2023

 

CUANDO SURGE UNA INOPORTUNA FLATULENCIA
 
Hoy trataré de una compostura del postureo que posiblemente sea de las más técnicas ya que intervienen los músculos de los glúteos, cierta dosis de teatralidad y temple. Primero hay que distinguir la flatulencia inoportuna de las ventosidades, dotadas de cierto preaviso, y quien más y quien menos sabe interpretar sus intestinos y sus rutinas.
Aunque la flatulencia inoportuna sucede en distintos ámbitos de nuestra rutina vital, son especialmente problemáticas en sitios públicos, ambiente laboral y transportes masificados. Comenzaré con el típico transporte público donde además de ir con otros usuarios se suma el compartir asiento. Si nos pilla de pie, y lo mejor es coger la rutina de ir de pie lo más cerca del asiento del conductor, la mejor compostura es ir avanzando con disimulo tras expulsar los gases. El ruido ambiental y que el chófer del autobús suele llevar la radio encendida nos da cierta pantalla acústica de camuflaje si la ventosidad es de intensidad sonora baja. Quien sea habitual del transporte y de horarios de rutina diaria ya conoce la típica señora que se tira pedos y siempre se le puede echar la culpa entre jocosos chascarrillos con otros usuarios habituales, pero mucho cuidado porque si bien estas señoras llevan con dignidad el tirarse pedos, pueden reaccionar de forma hostil y tornarse agresivas si descubre que somos los autores de la ventosidad sin tener en cuenta que se trata de una inoportuna flatulencia.
Otro caso es la reunión de trabajo. Si los sillones o sillas son de ese material imitando cuero que chirría al cambiar de postura dispondremos de pantalla acústica que camufle el delator sonido si la flatulencia es violenta en su expulsión. Otra cosa es el olor fétido que puede delatarnos y la mejor compostura es sentarse cerca de una fuente de aire acondicionado que propague el aroma flatulento antes de que nadie se percate y busque al autor del atentado olfativo. Si se sienta uno cerca de la jefatura habrá que apretar hasta la extenuación y tener en cuenta que cuanto más se retenga la flatulencia más sonido hará en su expulsión. Cuidado con salir al baño y expulsar en el mismo porque puede que se propague el sonido y toda la planta sepa que sufrimos de flatulencia y nos tachen de cochinos. Lo mismo en puestos de trabajo ante escritorios porque el micrófono puede captar el sonido y colocarnos en una incómoda tesitura ante nuestro interlocutor.
Y por último, hacer cola. Situación que nos limita de movimientos en la compostura del postureo y la mejor es hacernos los escandalizados y vociferar quién ha sido el cerdo que se ha cagado. Lograremos desconcertar a la cola y nadie sospechará de nosotros, salvo que nos delate el ruido, otro que adopta la misma compostura del postureo y tiene experiencia en detectar a semejantes o que el vigilante de seguridad nos haya pillado.
Por lo general siempre funciona el hacerse el primero que huele la flatulencia o mirar con cara de inquisidor a nuestro vecino de asiento que echará la culpa al usuario de delante o al de atrás sin sospechar de nuestra persona. En caso de que nos pillen, ya sea por la sonoridad sin pantalla acústica que la camufle o bien porque la pestilencia aromática sea intensa y sin corriente de aire que la lleve y aleje el ser sospechosos de flatulencia, hay que adoptar la compostura del postureo del penitente, soltar una triste historia clínica de problemas intestinales que despierta la empatía del personal y la cosa termina en jugosas anécdotas de flatulencias. Serenidad, sangre fría y teatro, mucho teatro para sortear la circunstancia de una inoportuna flatulencia y disponer de una compostura del postureo adaptativa, si bien dentro de unas limitaciones de espacio.
Alí Kate

miércoles, 7 de junio de 2023

 

ATRAPADOS EN MEDIO DE UNA DISCUSIÓN SOBRE POLÍTICA
 
Hoy abordaré una compostura del postureo que está de plena actualidad como es que nos quedemos atrapados en medio de dos personas que discuten sobre política. Suele ocurrir en establecimientos hosteleros, espacios comunes de asueto en ambientes fabriles y en menor medida en cenas y cuchipandas de convite. Por lo general el escenario es estar tranquilamente a nuestra bola en alguno de los escenarios citados donde aparentemente todos se desarrolla con normalidad. Si coincide que en la televisión hablan analizando la actualidad política es un alto factor de riesgo al igual que el típico usuario de prensa gratuita en establecimientos hosteleros que tiene la fea costumbre de cantar los titulares en voz alta y además soltar comentarios con el riesgo de que alguien le dé una réplica. En ambientes fabriles puede la cosa degenerar a discusiones sindicalistas y en ambientes de familia en una fanfarria de reproches, insultos y hasta empellones si se tercia.
Veamos la compostura del postureo cuando estamos tan panchos en la barra del bar, o en la mesa de boda, bautizos, cumpleaños y aniversarios cuando de súbito comienzan una charla, en apariencia inofensiva para nuestra persona, los vecinos a ambos lados de nuestro taburete o mesa. La mejor compostura del postureo es aparentar estar en la inopia y en las musarañas aunque la progresiva elevación del tono de los vecinos deriva a toda una discusión quedando atrapados en medio de argumentos y cagamentos. A estas alturas los parroquianos comienzan a desentenderse de la discusión y nosotros en medio, no se puede salir pitando y menos meter baza en contra, a favor o neutral. En cualquiera que sea la compostura que adoptemos de postureo neutral, la cosa degenera hasta que nos meten en la discusión y exigiendo que tomemos partido por una de las dos posturas. No hay muchos recursos de escabullirse, con suerte una llamada al móvil que nos permita alejarnos de los dos energúmenos discutidores, una amistad que nos saluda y nos permite salir del apuro. Si tenemos la mala fortuna de no poder salir, lo mejor es una compostura del postureo comprensiva, hacer como que nos interesa la cosa y que ambos argumentos de ambas partes son coherentes, entendible y razonables; adornar nuestra labia con datos históricos, estadísticos o inventados de forma que demostremos que el término medio suele ser la mejor opción. Hay que tener en cuenta que si los argumentos son antagonistas, cerriles, dogmáticos e ideológicos, la mejor compostura del postureo es hacerse el indignado, no dejar títere con cabeza a diestra y siniestra, ofenderse ante argumentos programáticos, apurar la consumición y comenzar a enfilar la salida sin dejar tiempo a réplicas y gritar a ambos contendientes que esto con Fulanito no pasaba, ya sea monarca, presidencia y hasta dictadura, cortinas de humo con argumentos inesperados y que desconciertan puesto que afirmamos que ambos contendientes están equivocados y errados. Dispondremos de unos segundos para salir del medio antes de que empiecen ambos a despotricar y unidos olvidando diferencias políticas para concentrarse en atacarnos. Si andamos vivos no les queda tiempo de reacción y ya habremos tomado las de Villadiego cuando abran la boca para replicar.
Por supuesto que si ya conocemos al personal y de qué pie cojean es fácil evitar tener que adoptar compostura del postureo específica, el problema surge en sitios desconocidos o desconocidos a secas que abundan en época veraniega y vacacional. Lo importante es que tenemos recursos de compostura del postureo y una vez se pierde la virginidad de quedar atrapados en medio de una discusión sobre política una vez, ya no quedan ganas de una segunda y se agudizan los reflejos para adoptar una compostura del postureo apropiada porque a todas y todos nos pasa al menos una vez en la vida adulta, es algo inevitable sin importar el régimen político.
Alí Kate
 

martes, 16 de mayo de 2023

 

ENCONTRARSE UN FAMILIAR CON QUIEN HACE AÑOS QUE NO TE HABLAS
 
Hoy abordaré una compostura del postureo de apariencia simple y que en realidad es muy complicada. Todas las composturas de postureo por encuentros con personas que hace años con las que no intercambiamos palabra ni saludo merecen ser tratadas por separado, no es lo mismo el vecino en vertical que el vecino en horizontal, o compañeros de estudios, composturas del postureo todas ellas con sus propiedades únicas. Someramente, estos encuentros con no familiares suelen solventarse cambiando de acera, evitar la mirada girando la vista o hacer que nos atamos los cordones aunque vayamos en sandalias. Con los familiares la cosa se complica y la compostura del postureo en estos casos requiere de flexibilidad y reflejos para reaccionar.
Hay toda una jerarquía no escrita en las relaciones familiares y quien más y quien menos tiene un familiar con el que hace años que no intercambia palabra. En caso de cuñados y cuñadas que ya no lo son de facto ya depende de la empatía de los mismos hacia nuestra persona, las farras entre cuñados que ya sólo lo son de nombre son legendarias y de la misma forma los odios pueden ser acérrimos. Con cuñadas la cosa cambia por el factor erótico festivo del morbo y no son pocas las parejas de amantes que antes han sido cuñado u cuñada. Me centraré en el arquetipo del familiar que lo es político pero que durante el matrimonio fue un miembro más de la familia y perduró tras la separación y/o divorcio y que por circunstancias de repente se pierde el contacto durante largo lapso de tiempo, más de una década por ejemplo. Durante el citado lapso de tiempo es posible recibir noticia suyas por terceros aunque lo habitual es que si no se pulula por donde sabemos que pulula, el encuentro fortuito que provoca la compostura del postureo es inevitable porque al igual que cuando se juega a la misma combinación siempre, cada año que pasa sin tocar aumenta la probabilidad estadística de que toque, pues lo mismo con el familiar al que no hablamos desde hace años. Llegados a este punto hay que dejar fuera de la compostura del postureo el tema de odios y pendencias que provocan anómalas composturas del postureo que suelen acabar a hostias y garrotazos sin olvidar los populares machetes y pistolas de fogueo modificadas para disparar munición real. Hablo del encuentro fortuito civilizado y educado, donde la sorpresa de toparnos de frente, sin escapatoria y el fundamental detalle de que el familiar es quien se detiene y da pie al reencuentro verbal, siempre provoca el inevitable umbral de incertidumbre y decidir que compostura del postureo adoptar. El abanico de opciones de la compostura del postureo comienza con la simple de girar el cuello y seguir a lo nuestro ignorando al familiar. Otra es responder al saludo y salir galgueando mientras decimos, sin detenernos, que llegamos tarde. Finalmente queda la más habitual de saludarse, un medio abrazo u pasar el brazo por la chepa proporciona sensación de familiaridad nunca perdida que despierta la empatía y espanta los miedos del familiar al rechazo. Aquí llega el momento de una compostura del postureo campechana, borbónica si se quiere, donde invitar a un café, a charlar mientras se camina un trecho son recursos que rompen las reticencias residuales. También exige esta compostura del postureo de ser comprensivo con el detallado catálogo de dolencias que aquejan al familiar, dejando que hable sin mostrar falsa comprensión, un escucha atento y que refleja preocupación ante la lista casi inagotable. La compostura del postureo vuelve a variar en el momento de la despedida, hemos de evitar que nos pida que se acompañe a la compra o prolongar más tiempo del necesario la cháchara. Son inevitables intercambios de número de teléfono y las inevitables promesas de quedar un día o llamarse cuando ambas partes saben cuando se dice por educación. Sea cómo sea, esta compostura del postureo, que es variable y por tanto compleja, no requiere especial atención y ya digo que muchas veces las composturas del postureo se limitan a mirar a otro lado. El peligro, debo recalcar, es si el familiar logra embarcarnos y acaparar nuestro tiempo y que se pueda llegar a reproches, una compostura del postureo de paz y amor, dejando que fluya, nos hace educados amén de civilizados en la compostura del postureo.
Alí Kate
 

martes, 18 de abril de 2023

 

CUANDO AL IR A PAGAR LA TARJETA NO PASA
 
Hoy trataré de una compostura del postureo que puede afirmarse que es genuina del siglo XXI y que se ha generalizado entre la ciudadanía a raíz de la pandemia y los confinamientos, me refiero a ese momento que todos pasamos alguna vez en la vida como es ir a pagar con la tarjeta y que nos salga el fatídico aviso de que no es aceptada. Puede dividirse esta compostura del postureo en tres fases: la primera es que no le damos importancia porque seguramente es un fallo puntual que resolvemos pasando de nuevo la tarjeta o bien que nos pida el PIN; la segunda fase es cuando por segunda vez la tarjeta no pasa y se nos encienden todas las alarmas, mentalmente repasamos los gastos y nos salen las cuentas. En esta segunda fase comenzamos a saturar la caja, me refiero en el supermercado donde una interrupción por breve que sea es totalmente incomprendida por la cola en caja que empiezan a poner muecas y a bufar mientras la cajera nos mira como preguntando qué narices pasa; la tercera fase es cuando somos conscientes de que la tarjeta está muerta, temporalmente al menos, de que la cola no deja de mirarnos con caras de sicarios y la cajera se hace la tonta aprovechando para ordenar sus cosas. La compostura de postureo apropiada es quedarnos en la primera fase, actitud me refiero, e ignorar las miradas de la cola, dejar que fluya, en suma, el equilibrio mental y la serenidad para tomar decisiones rápidas, para argumentar a la cajera que hay un pequeño contratiempo mientras sacamos la tarjeta a crédito y tropecientos de intereses que llaman revolving y debería llamarse revolver por los orificios que deja en las finanzas personales.
En resumen, comprobar antes de salir a comprar y pagar con tarjeta que disponemos de saldo y tener la sana costumbre de llevar dinero en metálico como pueden ser cincuenta euros, como siempre pagamos con tarjeta nunca los gastamos y siempre los tenemos. Por supuesto que dada la inflación galopante en alimentos es recomendable llevar más de cincuenta euros sueltos. Así que viejas composturas del postureo para los nuevos tiempos, tema aparte es pagar con el móvil que merece capítulo propio. Y nunca, pero nunca, entrar en conflicto con la cola respondiendo con desafiante mirada o palabras preguntando qué cojones pasa porque la cosa se puede complicar y acabar en un tremendo barullo que nos pondrá aún más nerviosos.
Alí Kate
 

miércoles, 22 de marzo de 2023

 

EL TALADRANTE SONIQUETE DE LA MÁQUINA TRAGAPERRAS
 
Se suele hablar y divagar mucho sobre la contaminación acústica, en ciudades de transitadas avenidas por el tráfico, poblaciones y núcleos urbanos a la vera de autovías. Sin embargo, sufrimos a diario contaminación acústica como individuos que requieren una compostura del postureo. Hoy comenzaré por una contaminación acústica que solemos sufrir con resignación cuando salimos a tomar algo sentados en una mesa. Ni qué decir tiene que si llegamos al local y hay mesas libres alejadas de la máquina tragaperras hay que ser raudos y pillar sitio. Otras veces, más de las recomendables, sucede que estamos sentados en animada tertulia sin percatarnos, sin darle importancia, de que hay una máquina tragaperras a nuestra vera. De repente, aparece un individuo que, aprovechando la calderilla de la vuelta, se decide a jugar y comienza ese taladrante soniquete que nos arruina la velada. Si el tipo tiene trazas de obrero de la construcción, repartidor, almacenero e incluso vigilantes de aparcamiento en zona azul, la cosa será breve y se puede adoptar una compostura de postureo indiferente, sin prestar atención. Lo de no prestar atención tiene su intríngulis porque si quedamos en babia mirando en dirección a la máquina tragaperras puede que el individuo jugador de turno se piense que estamos al tanto para en cuanto se largue pillar premio. Situación de riesgo potencial de violencia verbal, la mejor compostura es mantener animada conversación mirando a los ojos del interlocutor, mirar el móvil, la carta, a la camarera, cualquier cosa salvo bajo ningún concepto mirar en dirección a la máquina tragaperras...
El peligro es cuando el individuo jugador de la máquina tragaperras se pone a jugar con la consumición en la barra. La mejor compostura es pirarse o cambiar de mesa porque estamos ante un auténtico ludópata que dispone de tiempo para gastar los cuartos en la máquina tragaperras, se la suda el resto de la clientela y juega y juega con gran parafernalia de lucecitas y soniquetes taladrantes, no hay nada qué hacer ante estos auténticos fastidios con patas y adicción a la máquina tragaperras...
Pero hay composturas de postureo capaces de neutralizar a potenciales jugadores de máquinas tragaperras. Un cartel impreso en el ordenador de casa con el aviso de NO FUNCIONA; desenchufar con disimulo la máquina tragaperras y ladinamente volver a enchufarla al marchar o simplemente cambiar de garito, suelen ser buenas composturas de postureo para evitar que nos amarguen la consumición y la tertulia. Y sobre todo no adoptar la compostura del postureo de jugar manteniendo la máquina ocupada porque acabaremos siendo otro inoportuno jugador de máquina tragaperras que amarga la velada del resto con el taladrante soniquete de la máquina tragaperras.

Alí Kate

viernes, 10 de febrero de 2023

 

CUANDO ENCONTRAMOS DINERO TIRADO EN LA CALLE
 

Antes que nada debo aclarar que alguien puede pensar que la compostura del postureo que tratamos hoy es aplicable a la compostura del postureo cuando el dinero que encontramos es en el interior de un domicilio, ya sea propio u ajeno, pensando que es lo mismo. No es así, encontrarse dinero en un domicilio no es lo mismo y en su momento trataremos de esa compostura del postureo en particular. Hoy toca una situación que todos anhelamos cuando escuchamos historias de gente que se encuentra un billete de los gordos en la calle. Sin embargo, cuando los dioses nos permiten disfrutar de encontrarnos dinero en la calle se cometen ciertas pautas de comportamiento. La calle es una jungla de asfalto y cuando advertimos la presencia de dinero tirado en la calle somos todos depredadores de todos, más en estos tiempos convulsos a nivel económico. Un error es dudar. Solemos quedarnos unos instantes mirando el dinero, luego se pasa a echar un vistazo rápido por si otra persona también lo ha visto. La compostura del postureo en este caso requiere no quedarse quieto, es como si alguien en la calle empieza a mirar al cielo y a los cinco minutos hay una muchedumbre mirando al cielo y hasta avistando OVNIS y OVChNIS; con el dinero pasa lo mismo, si hacemos la estatua es fijo que alguien se percatará y volvemos al modo depredador. Pero supongamos que nadie lo ha visto, aquí la primera compostura del postureo es no pararse, seguir caminando, ya en dirección al dinero, a la vez que sibilinamente observamos todo lo que nos permita girar el cuello y pararse con un pie encima del billete de forma que quede oculto. Somos personas honestas y lo primero es vigilar si alguien de repente empieza a buscar y es señal inequívoca del dueño del dinero, cierto que hay vándalos que no dudarían en fingir ser de su propiedad al ver que nos hemos adelantado. Lo normal es que, una vez quietos sobre el dinero, cogamos el móvil y aparentemos estar parados teniendo una conversación, alguna palabra en tono alto ayuda a la actuación. Lo siguiente es agacharse para abotonarse un zapato y con disimulo de prestidigitador coger el dinero en rápido movimiento posterior y salir de la escena del crimen lo más rápido posible. Compostura del postureo distinta es encontrar un maletín con dinero que nada tiene que ver con encontrar un dinero en billete. Por supuesto que las personas con collarín o lesiones de cervicales están en desventaja a la hora de observar. Lo fundamental es combinar nuestras dotes de actores y actrices, llevar zapatos de cordón y afinar el instinto depredador de todo ciudadano y ciudadana que encuentra dinero tirado en la calle, con estas pautas de compostura del postureo nos encontramos con un dinero en la calle donde rige para estos casos las leyes del mar donde lo que uno encuentra, suyo es. Advertir, para finalizar, que hay guasones que gustan de gastar bromas atando el billete a un hilo y la más reciente de poner el billete sobre una cagarrina de perro, en zonas rurales se coloca sobre una cagarruta, lo que exige tener vista de lince o gafas progresivas.

 

Alí Kate

 

 

martes, 10 de enero de 2023

 
CUANDO NADIE NOS ATIENDE EN LA BARRA DEL BAR
 
Hoy trato sobre una compostura del postureo por la que todos pasamos alguna vez, varias en el mejor de los casos, como es ese turbador momento de ir a la barra del bar y que el camarero u camarera de turno no parece vernos, oírnos o considerarnos presencia. Puede ser despiste por el trajín laboral del personal hostelero, concurrencia concurrida en ese momento y lo que una parte de la población sufre en silencio como las almorranas, cuando ya se convierte en rutina que cuando hay más de tres clientes se pase olímpicamente de atendernos.
Hay que decir que no suele darse con clientela esporádica, intermitente o por casualidad. Se da en clientela habitual y los motivos son variopintos y dependen de lo retorcida que sea la psique del camarero. No ocurre con el personal femenino o camareras, cuando un cliente cae mal por gilipollas que siempre va de gracioso, el preguntón que peca de sabiondez después con el resto de parroquianos y el típico ligón de barra que es el único sitio donde una mujer le presta atención, las camareras son profesionales que saben cómo tratar estos elementos sin que dejen de ser clientes habituales. El camarero es otra cosa, observa durante varios días, aplicando la psicología aprendida en su puesto de trabajo y que finalmente nos elige como víctimas propiciatorias de su indiferencia a la hora de atendernos.
Los hechos son comunes a todo tipo de latitudes y terruños. Llegas, no hay mucha clientela salvo los cuatro habituales a esas horas y justo en el momento en que llegas se pone a charlar animadamente, sin darnos la espalda pero sibilinamente nos da de lado. Por lo general es posible saber si somos motivo de chanza tabernaria si los clientes siguen el juego al camarero, contestando e incluso cogiéndole con familiaridad. Todos estos signos indican que se es objeto de burla y todo el mundo sabe que el camarero pasa de ti. Si además hay pocos bares en el barrio, el camarero se aprovecha de saber que no hay rivales que le birlen al cliente. Cuando el camarero, cual torturador, ha disfrutado y saciado su afán de pasar olímpicamente de uno, acude solícito y atento para preguntar qué se quiere aunque lleves años tomando lo mismo y casi a la misma hora, otro signo de que somos objeto de burlas, chanzas y chirigotas entre la clientela y el perverso camarero.
El postureo ante esta situación es adoptar una postura de que nos importa un bledo su pasotismo. Simular que se hace algo con el móvil, acercarse a donde charla el camarero con la escusa de coger la prensa o ir al lavabo y pedir en voz alta sin detenerse, es un postureo que suele fastidiar al camarero, cazado en la trampa puesto que hay testigos de que se pidió el cafelito y si salimos del baño y no nos atiende pues queda mal ante la clientela. Otra postura es mirar fijamente al camarero pero es un postureo que el camarero observa de reojo, porque nunca deja de observarnos de reojo disfrutando de su crueldad de pasar de uno, y si bien se consigue que no vuelva a pasar de uno para atendernos, tampoco será nunca ese camarero entrañable y cariñoso con el cliente aunque si el café es de aceptable para arriba como que una cosa compensa la otra.
Finalizar comentando que hay posturas donde el postureo no surte efecto. Me refiero a que algunos infelices adoptan la postura de dejar propina pero será tirar el dinero. El camarero que nos escoge como diana de su pasotismo a la hora de atendernos disfruta dos veces, una por cruel placer y la otra que tiene asegurada la propina. Trampa funesta y disparo al propio pie por cuanto una vez que dejas propina a un camarero una vez, tendrás que dejarla siempre. Lo mejor es cambiar de bar del cafelito si no somos capaces de adoptar una compostura con postureo digno de llamarse tal y no ser el pelanas del barrio del que se cachondea hasta el camarero.
Alí Kate
 
 

martes, 13 de diciembre de 2022

 

"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate

 

REUNIÓN EN LA COMUNIDAD DE VECINOS

 
En estas primeras entregas me detengo en general y ya habrá tiempo de entrar en particularidades. Hoy trato de la compostura del postureo en las siempre problemáticas reuniones de la comunidad de vecinos. Hay que distinguir si es una de carácter urbano u si es rural. Hoy me detengo en el ámbito urbano donde se dan viviendas en torres de edificios con gran afluencia de vecinos en cada portal, edificaciones de poca altura y pocos vecinos por tanto.
Independientemente del número de pisos, en toda reunión de vecinos de ámbito urbano se dan dos grandes grupos entre los asistentes, quienes forman parte activa y de alboroto, y quienes asisten a saber de los puntos a tratar y las votaciones pertinentes. Hay que advertir que en las reuniones de la comunidad de vecinos sucede como en los estadios de fútbol donde gentes normales y de bien se convierten en energúmenos vociferantes que insultan, denigran y hasta zarandean si se tercia al conjunto arbitral de turno. Ese vecino educado, de rostro amable y servicial, de conversación amena en el ascensor y que gentilmente nos sujeta la puerta del portal para entrar, puede sufrir una transformación en las reuniones de la comunidad de vecinos y ser grosero, mal hablado y hasta agresivo si se pone a mano el personal. En cuanto a las mujeres asistentes, hay que echarse a temblar si se traen una silla y papeles en la mano, suelen ser causa de prolongar la reunión gracias a tener que repetir las cosas varias veces para que las entiendan, hecho que no suele suceder y garantiza más repeticiones de lo mismo. Hay luego un subgrupo sin importar el género y el sexo como es el grupito, no siempre homogéneo, que cuchichea, que no para de cuchichear estorbando la audición de quien tiene la palabra. Suelen ser tiquismiquis donde quien lleva la voz cantante en un momento dado levanta la mano y se saca actas o cartas de la gestoría de forma puntillosa, casi para iniciados, en temas que o bien ya fueron tratados anteriormente o sencillamente sólo existen en la imaginación del voz cantante. Es sólo una pequeña muestra del universo de una reunión de vecinos que siempre nos coloca en una situación comprometida de postureo donde se hace más necesario que nunca tener una compostura adecuada.
La primera compostura es dónde situarse sin que nos cataloguen de amigo u enemigo de la parte activa y la pasiva. Lo mejor es situarse en medio del espacio donde se celebra la reunión de tal forma que estamos ajenos sin parecer descorteses. Tras un par de reuniones de la comunidad de vecinos de turno ya se puede distinguir al vecino amable del ascensor convertido en energúmeno o la agradable vecina que siempre comenta el tiempo convertida en azote del horario de duración previsto. Cuidado con estas vecinas porque como nos pille en mirada directa ya no la suelta y podemos aparentar que estamos de su lado cuando en realidad quisiéramos salir corriendo. La mejor compostura del postureo es que éste sea neutro. Una forma de protesta es hacer muecas, sutiles y casi imperceptibles, para poder encontrar afines en la reunión que están hasta las narices de que siempre se eternice y siempre haya alguna trifulca argumental derivada de la diversidad de opiniones.
Por regla general puede decirse que la compostura del postureo en una reunión de la comunidad de vecinos busca lograr pasar lo más desapercibido posible, sin pararse a escuchar demasiado que no dejen de contarnos, esquivando babas de quienes vociferan a nuestro lado y tener una ruta de escape preparada por si pintan bastos con ese vecino que entra de repente, ya algo pedo y disminuyendo la lucidez, que suelta cuatro verdades y luego dice que ya no tiene más que decir y se va igual que entró. Mantener la compostura y un postureo de oyente, suele recibir la recompensa de que el gestor o gestora de turno acaben aclarando cuestiones que nos afectan al ver que somos consecuentes con nuestra postura no beligerante. En cualquier caso, si es usted pudiente, lo mejor es una vivienda independiente sin reuniones de la comunidad de vecinos.
Alí Kate
 

viernes, 11 de noviembre de 2022

 

"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:
 LA COLA DEL AUTOBÚS
 
Es en apariencia un acto sencillo, cotidiano para muchos, esporádico para otros y una vez en la vida para algunos, como es hacer cola en la parada del autobús. Por lo general se llega y se sitúa uno siguiendo un orden de subida cuando llega el autobús proporcional al orden de llegada a la parada. En horas punta de afluencia de usuarios, mal tiempo que obliga a guarecerse de la lluvia o combinación de ambas circunstancias es cuando surge la necesidad de una compostura de postureo a fin de defender nuestros derechos de miembros de la cola en la parada.
Suele ocurrir que se da afluencia de usuarios y por instinto observamos al personal y somos capaces de distinguir un orden, pero siempre surge esa usuaria con cara inocente sentada en el asiento de la parada que no se puede discernir si sube antes o no. Técnicamente llegó antes que nosotros pero tampoco está en la cola y siendo responsabilidad de quien vaya antes y después de ella los obligados a cederle paso antes. Puede ocurrir que la señora sea una petarda y se ponga a discutir siendo la mejor compostura hacerse los suecos y subir lo más rápido posible huyendo de semejante histérica.
Cuando hay mal tiempo surge otra compostura del postureo porque solemos apretujarnos en el estrecho espacio de la marquesina de la parada, con esa mirada insolente de quienes están sentados y las de los cobijados que parecen sonreír para sus adentros mientras nos caen inoportunas gotas en el cogote. Lo mejor es ir armado de paraguas, capucha o aguantar a pie de lluvia, que más vale mojarse que pasar el bochorno de parecer tonto con medio cráneo en la marquesina y el otro medio a merced de la inclemencia climática.
Finalizar con la espinosa compostura del postureo ante la presencia de la inevitable persona algo enajenada pero bajo parámetros aceptables para el sistema siempre que se tome la medicación. De primeras surge la empatía y se soportan turras del tipo de que empieza una cháchara sin venir a cuento y dudamos entre contestar, prestar atención o mirar para otro lado. Si tenemos la fortuna de que alguien llegó antes y es víctima de la turra, la compostura es mirar para otro lado y no mostrar interés por la turra contando los segundos para que llegue el autobús. Se da el frecuente caso de que llegamos a la parada con una amable señora que tuvo la ocurrencia de seguir la corriente a la persona algo enajenada y trata de que le echemos un cable introduciéndonos en la conversación. Hacerse el sordo acompañado de movimientos rápidos de manos y dedos como si fuera lenguaje de signos, sacar el móvil como si nos llamaran con el timbre en modo vibración, o sencillamente salir pitando en busca de otra parada, suelen ser las mejores composturas a la hora de afrontar el trance. Si se sigue la corriente a la persona algo enajenada es casi seguro que la turra seguirá en el autobús, una buena forma de compostura es aparentar que se está más enajenado aún y simular que se habla con la farola, papelera o semáforo a mano, nada de decir que nos controlan por satélite o similares porque la persona algo enajenada puede deducir que se haya ante un cofrade y la cosa se puede desmadrar.
En resumidas cuentas, la compostura del postureo en la cola del autobús requiere de agilidad mental para detectar quienes llegaron antes o después, perspicacia para evitar jetas que pretenden colarse saltando el orden de llegada a la parada y algo de diplomacia vaticana para sortear turras, enajenaciones mentales controladas y las absurdas conversaciones de circunstancias con desconocidos donde la compostura del postureo en el ascensor, como ya vimos en fechas atrás, puede perfectamente adaptarse a la cola del autobús en casos más bien excepcionales.
Alí Kate
 

jueves, 27 de octubre de 2022

 

"COMPOSTURA DEL POSTUREO", por Alí Kate:

  VIAJE EN EL BUS MUNICIPAL

 

Otro acto de compostura del postureo que hacemos al menos una vez en la vida es el postureo a la hora de compartir asiento en el autobús municipal. Se podría escribir todo un libro pero hoy me ceñiré al espinoso tema de sentarnos con alguien cuyas lorzas hacen que ocupe volumen que pertenece a nuestro asiento. Si nos toca un gordo al que sobresalen las lorzas, suele hacerse el sueco y ni se inmuta pese a sentir que sus lorzas nos están importunando y robando espacio vital. Se suele auto consolarse pensando en que el voluminoso vecino de asiento se bajará en una parada y sin embargo la experiencia nos enseña que suelen ser usuarios de trayecto largo. Si es mujer el problema no suelen ser tanto las lorzas sino que por alguna extraña razón siempre su chaqueta, abrigo u similar nos queda pillado por el culo al sentarnos, puede ocurrir lo contrario y que ocupando el asiento de ventanilla la usuaria se siente atrapando nuestra prenda al sentarse. Mucho cuidado de que la usuaria se mueva inesperadamente para cambiar de posición o levantarse y que se rompa la prenda lo que daría lugar a una compostura del postureo de poner cara de haba o hacerse el sueco.
Con las nuevas tecnologías y la afición de la masa usuaria a estar alienada con los móviles, se puede dar la compostura del postureo al pensar el usuario del asiento delantero que le estamos fisgando lo que piticlinea. Resulta difícil una compostura del postureo si, antes de que piense mal el usuario del asiento delantero, se trata de desviar la mirada, girar la cabeza o ambas porque como todo el mundo está con el móvil da la sensación de que giramos la vista o la cabeza para fisgar. Lo mejor es compostura de postureo de camuflaje y simular que piticlineamos con nuestro móvil.
Otra situación es el de las bufas, ventosidades o flatulencias. Resulta inevitable que en un bus atestado de usuarios alguien se tire un pedo, no suele ser sonoro y sí altamente aromático. Si somos acompañante del propietario de la ventosidad la mejor compostura del postureo es observar de reojo haciendo la estatua hasta que otro usuario u usuaria se percate del fétido aroma y hacer que también olemos algo. Esta compostura del postureo es básica porque quien se tira el pedo no dudará en echarnos la culpa si se ve en la tesitura de ser descubierto. Es verdad que las mascarillas pueden evitar un efecto fétido inmediato en nuestra pituitaria pero si es de alta densidad aromática se propagará por el bus y es mejor simular que algo huele raro mirando al pasaje a que nos tomen por el propietario de tan poca agradable fragancia. Como norma general lo mejor es coger en horas de asientos libres e ir conociendo a la masa usuaria ya que la fija no suele dar problemas, son los pasajeros ocasionales quienes nos pueden obligar a una compostura del postureo por lorzas, ventosidades o pisadas de ropa.
No quiero dejar en el tintero el tema de los asientos reservados a tercera edad, impedidos, escayolados o el que sube en la silla de ruedas motorizada y se pone a maniobrar obligando al pasaje que va de pie a moverse sin apenas sitio. Citar los carritos de bebé que también obligan a un reajuste de espacio. Tener compostura del postureo en estos casos particulares no es buena táctica ya que por ley tienen derecho a joder al resto para ocupar sus plazas reservadas. Vendarse un pie, un brazo, simular cojera y embarazo sin olvidar un buen vendaje craneal, nos permitirán ocupar estos espacios reservados sin que nos miren con reproche o nos monten una barrila por jetas.
Alí Kate
 

sábado, 15 de octubre de 2022

 

“COMPOSTURA DEL POSTUREO”, por Alí Kate:

EL CHUCHO QUE SE ARRIMA A NUESTRA SILLA

 

El postureo cuando acudimos a un establecimiento de hostelería tipo cafetería, bar del barrio y similares daría para escribir todo un capítulo aparte que en realidad sería todo un tratado. Lo mejor es estudiar cada compostura del postureo en artículos varios. Hoy quiero empezar con algo que a todos y todas nos sucede unas cuantas veces en nuestra vida como es el tema del inevitable chucho que se arrima a nuestra silla. Puede parecer, y siempre nos lo tomamos con filosofía, algo inocente, sin consecuencias. Todo lo contrario puesto que uno de estos molestos chuchos nos puede fastidiar el consumo en el establecimiento.
Lo primero es saber distinguir el chucho de la casa del chucho de la clientela. El chucho de la casa es un animal que ya se las sabe todas, agradecido si les das algo pese a la prohibición de la jefatura del local de darle comida. Suele ser un chucho paciente, que se arrima casi sin molestar, que se sienta mirando con cara de cordero degollado esperando una recompensa. Suelen ser sibaritas y puede ser un buen método para saber si los pinchos que acompañan a la consumición son comestibles porque si el chucho de la casa no gusta de los pinchos que prepara su dueño es señal inequívoca de ingredientes caducados o directamente incomibles. El chucho de la casa no molesta al cliente, es agradecido si le damos algo y nos ignora moviendo el rabo si no damos nada, pero se aleja educadamente y ya nos ficha para otras ocasiones.
La complicación viene cuando el chucho es de la clientela. Si le damos algo podemos desencadenar la ira del dueño y si no damos nada se puede desencadenar la ira del chucho, mascota mimada y malcriada que no duda en sacar los belfos si se le niega el pincho. Saciado su afán de comernos el pincho, calmado el dueño de la criatura y tratando de disfrutar ajenos al chucho, llega ese comprometido momento en que el chucho, con el dueño a sus cosas y dejando semejante fiera a su canino albedrío, se pone a olisquearnos los zapatos, calcetines y pantalones. Aquí la compostura instintiva nos hace adoptar un postureo de circunstancias. Si el chucho huele a calcetín reseco, zapatos sucios, trazas de aroma a orines o simplemente lo hace por tocar las narices, hay que mantener la compostura del postureo del disimulo. Se trata de dar un buen puntapié el chucho sin que se entere el dueño, tirarle un pincho a lo lejos a ver si se va tras él o directamente pedir al dueño que aleje su chucho, con el consiguiente enfrentamiento verbal con el dueño que en ocasiones puede ser más animal que su chucho.
Como norma general lo mejor es ir provisto de algún artilugio que suelte pequeñas descargas eléctricas para alejar al chucho, puede servir una raqueta matamoscas de la tienda de los chinos del barrio, construir un pequeño artilugio casero con una pila de petaca o directamente salir de casa con los zapatos untados de pimienta picante. Por supuesto que llevar el elemento disuasorio en los zapatos es apropiado si somos parroquianos del establecimiento y ya conocemos el percal. Para casos de desconocimiento del establecimiento es mejor la patada con postureo de disimulo.
Hay que ver al chucho siempre como un elemento desestabilizador que en el mejor de los casos puede acabar con el perro y el dueño ladrándonos a la oreja y en el peor en una trifulca tabernaria entre partidarios de las mascotas y partidarios de no dejarlas entrar en sitios públicos. Zapatos limpios, calcetines frescos y soltar la gota final en el mingitorio son las mejores medidas para sortear la presencia del chucho.
Y recordar que, en ocasiones, el chucho es más racional y civilizado que su dueño y de ahí la conveniencia de tener compostura del postureo a la hora de gestionar la situación más allá de reaccionar por instinto de empatía acariciando el chucho, diciendo cucamonas y hablarle como si nos entendiera. Sólo quiere comer pincho.
Alí Kate

 

jueves, 29 de septiembre de 2022

 

“COMPOSTURA DEL POSTUREO” por Alí Kate:

 EL ASCENSOR

 

Me encarga The Adversiter Chronicle una serie de artículos sobre el postureo, omnipresente en nuestras vidas aunque lo ignoremos y ni siquiera nos demos cuenta. La pretensión, sencilla pero a la vez con sus pequeñas complicaciones, de los artículos sobre el postureo es aprender a mantener la compostura durante el mismo. Escojo por ello y como primer artículo un postureo que conocemos de sobra, al menos las clases urbanitas, como es el postureo en el ascensor.
El postureo del ascensor depende en casi su totalidad en el tamaño y capacidad de carga del ascensor de turno. Voy a despreciar estos nuevos ascensores de tamaño ridículo donde si metes la bolsa de la compra ya no se cabe en el mismo el portador de dicha bolsa. Proliferan en edificios ya algo viejos donde es imposible poner un ascensor de tamaño normal y aunque tienen sus usuarios es imposible que entren dos personas por lo cual descartamos esta categoría de ascensores.
Vamos pues al ascensor de cuatro plazas donde en realidad sólo entran de forma cómoda dos usuarios. Es habitual que el ascensor pare y ya esté alguien en el mismo y viceversa. En ambos casos la compostura del postureo exige que no se mire de reojo con esa incómoda incomodidad de estar ante alguien a quien no se conoce, ni se tiene confianza y ni siquiera se sabe si es vecino. Ante extraños lo mejor es hacerse el despistado mirando al techo del ascensor, sacar el móvil aunque no haya cobertura en el ascensor y finalmente sacar el socorrido tema del tiempo, tan socorrido y manido pero habitual entre vecinos del mismo edificio cuando coinciden en el ascensor. No conviene sacar temas trascendentes como la política, la religión y temas comunales que siempre acaban de boca en boca. Por supuesto no es lo mismo una pareja de desconocidos que dos desconocidos del mismo sexo y género. El macho alfa tiende a mirar de refilón, sobre todo si hay espejos, las cualidades anatómicas de la usuaria sin percatarse de que ella se da cuenta. La compostura del postureo en el ascensor exige de un ritual, de una liturgia donde se desvía la mirada y el macho alfa se hace el desinteresado, lo cual capta la usuaria y se ríe por lo bajinis. El tema del tiempo, un comentario sobre la actualidad o simplemente una mirada cómplice en silencio es la compostura adecuada para ese tipo de postureo de circunstancias.
Queda el tema de más de dos usuarios en el ascensor, que siempre produce algo de ansiedad entre encontrar sitio entre lorzas, aguantar tufos y pestazos de colonias, fragancia de afeitado entre trazas aromáticas de sudor rancio, tabaco y hasta de bolsa de basura por no hablar de restos de ventosidades. Si se sube en compañía el postureo adecuado es seguir la conversación en tono bajo para no molestar al resto de usuarios y si no ir directamente a poner cara de haba. En ascensores con espejos no hay que dejarse llevar por los reflejos y si se quiere admirar la compañía permite con cierta pericia hacerlo impunemente.
Y citar las mascotas. Nada de caricias o carantoñas porque el ascensor es para las mascotas como una caja enorme y desconocida en territorio y memoria olfativa, pueden morder, arañar y hasta defecar si se ponen nerviosos. Muchas personas se encuentran con la mascota paseando al dueño al abrirse las puertas del ascensor y siempre se responde afirmativamente a que no molesta la presencia de la mascota, salvo alérgicos. Si es un cánido, conviene ir con calcetines limpios porque comenzará un olisqueo que puede llevar a la mascota perruna a mearse en nuestros zapatos. Si el pelaje se ve algo sarnoso es mejor mantener una distancia prudencial porque a veces es peor el dueño que la mascota. Si el ejemplar es algo entrado en años siempre es un buen recurso entablar un diálogo sobre qué edad tiene, esto conlleva el peligro de una solemne turra en forma de monólogo didáctico sobre la mascota, su edad, su estado físico y que puede seguir incluso fuera del ascensor hasta el portal e incluso en la calle, dada la natural propensión del dueño de la mascota a charlar con vecinos ya que nadie suele escucharle en casa.
Finalizo este primer postureo citando el espinoso tema de las mascarillas, fenómeno de postureo inédito y que merece artículo aparte puesto que es algo ocasional provocado por las circunstancias y que sin embargo en sólo dos años ha creado toda una cultura y contracultura de la compostura del postureo en el ascensor, un lugar donde salvo infancia y coloquetas el resto de los mortales somos partícipes del postureo y donde la compostura nos puede librar de esa angustia de compartir ascensor con desconocidos y vecinos.
Alí Kate