MEMORIAS DE LA TRANSICIÓN

jueves, 29 de febrero de 2024

 

Cromos
 
Las colecciones de cromos formaban parte del universo infantil. Había los cromos autoadhesivos que se quitaba la solapa trasera, había que atinar a que el cromo no se pegara de lado y que encajara en las guías; luego estaban los que había que pegar al álbum con pegamento aunque los más populares eran los auto adhesivos. Los adultos también participaban y no era raro que en un momento dado un adulto obsequiara al llegar a casa con un puñado de sobres de cromos, no faltaba el interés en cómo iba la colección y ojear el álbum. Confieso que no era un poseso de los cromos, supongo que me daba rabia que irremediablemente quedaran unos pocos vacíos en el álbum difíciles de conseguir. Los cambalaches a la entrada y salida del colegio y los recreos eran auténticos zocos de cambalache donde se portaba un mazo de cromos repetidos que se intercambiaban, aunque siempre hubiera tres o cuatro que nunca aparecían en los sobres, obligando a comprar más, y que eran cotizadísimos. Recuerdo llevar una pequeña lista de números correspondientes a los cromos y la liturgia de mostrar el mazo, que me lo mostraran a mi y regatear por las piezas codiciadas. Había una cita en el calendario escolar que nada tenía que ver con los estudios. La cosa empezaba cuando desde las ventanas de clase, que permitían ver la verja de entrada al colegio, al ver aparecer un tipo cargado de bolsas. Sabíamos por experiencia que significaba que el señor de los cromos que repartía gratis los álbumes y unos cuantos sobres de cromos había llegado. Esos diez minutos finales de clase matutina se hacían eternos y se miraba con envidia la salida de los parvularios que rodeaban al tipo con sus adultos que venían a recogerles. Los de 4º eran los últimos en salir pero el tipo siempre tenía para repartir mientras los escolares nos abríamos pasos a codazos y sorteando a los adultos que se sumaban al reparto, temerosos del momento en que el tipo anunciara que no tenía ya más. Al final, casi todos teníamos el álbum o al menos un puñado de sobres de cromos que incitaba ir al quiosco a comprar en cuanto fuera posible el álbum. Era entretenido y divertido pegar los cromos, leer los textos que acompañaban al mismo a su pie. Poco a poco el álbum adquiría consistencia a medida que se llenaba y siempre esa rabia de que faltaran sólo unos cuantos cromos para terminar la colección. Aunque no era un apasionado escolar por las colecciones de cromos sí que disfrute de aquellos momentos y la efervescencia de los días siguientes intercambiando los cromos y tachando en la lista los que iba obteniendo que me faltaban...
Antón Rendueles
 

jueves, 25 de diciembre de 2024

 

Mi primera biblioteca pública
 
Aquel verano fue especial y ha dejado un grato recuerdo en mi memoria. No recuerdo cómo supe de que habían hecho una biblioteca pública infantil en el Parque de Begoña; recuerdo el edificio de planta pentagonal y, supongo ahora, era el típico quiosco de orquesta que sin orquesta que tocara reconvirtieron a biblioteca pública infantil. No era grande y yo era pequeño, había que subir unas escaleras y el consabido carnet, por entonces te daban carnet para casi todo. Tuve la dicha y buena fortuna de que en mi casa siempre me rodearon de lectura y veía a los adultos leer, así que cuando llegó la biblioteca pública y además infantil, no me lo pensé mucho. Quedaba cerca de casa y salía sobre las diez de la mañana, creo recordar que antes de esa hora no abría al público. El gran descubrimiento fue ver que estaban las colecciones de dos tebeos, de dos personajes de historietas que ahora llaman cómic, y nada menos que de Las aventuras de Tintín y de Asterix y Obelix. En mi universo infantil la cosa tenía su miga, no estaban editados por la editorial Bruguera y el precio de aquellos tebeos, encuadernados en tapa dura y más grandes que un tebeo normal no estaba al alcance de mi bolsillo, eran más caros y creo recordar que por entonces tampoco los encontrabas en el quiosco habitual junto al resto de tebeos de los que era lector voraz. Tenía mi pequeña liturgia cuando llegaba a la biblioteca, repasaba de nuevo las estanterías observando la oferta de libros y tebeos disponibles. Luego me iba a la estantería y cogía el siguiente número de Tintín o de Asterix. Me los devoré todos y fue el empujón definitivo para aficionarme a leer y puede que si aquel verano no hubiera descubierto aquella biblioteca igual no me hubiera aficionado a leer más allá de los tebeos, pero aquellas estanterías con libros que miraba siempre al llegar despertaron mi curiosidad lectora por Julio Verne, Salgari y compañía. La vida siguió y no tengo recuerdos de otros veranos en la biblioteca pública infantil en el parque que se estaba transformando como la ciudad y la propia nación. Ahora siempre que acudo a una biblioteca pública recuerdo aquel edificio y la magia de los libros y tebeos en las estanterías. Y sigo disfrutando ahora como entonces recorriendo las estanterías, mirando títulos y autores, mirando furtivamente la sección infantil donde otros niños y niñas acuden con sus mayores llevando en préstamo tebeos y libros infantiles. Es una de esas cosas que te da esperanza en el futuro que ya es corto y previsible en su meta final, pero en algún lugar del espacio-tiempo un niño abre los ojos con ilusión cuando lee aquellos tebeos que sólo podía leer en la biblioteca pública infantil.
Antón Rendueles

jueves, 11 de enero de 2024

 

Cambio de colegio
 
Pasar a 5º de EGB supuso todo un cambio en mi universo escolar. La decrépita casa indiana reconvertida en colegio fue mi universo escolar hasta ese momento, cerca de mi casa. Pero el nuevo curso significaba un cambio de colegio donde ya se cursaba hasta finalizar la EGB. El primer cambio es que pasé de ir andando a ir en autobús ya que el colegio estaba en la zona rural del municipio. Fue toda una novedad y casi una aventura. De repente los de 5º éramos los últimos en llegar así que dentro del clasismo del autobús, sólo podíamos ocupar los asientos que nadie quería de los otros cursos que copaban del medio para atrás los asientos siendo los asientos finales privilegio exclusivo de quienes iban a 8º. Había una broma donde siempre caíamos los de 5º y que consistía en que uno de los otros cursos se sentaba en el asiento de atrás. Las ventanillas eran de cristales correderos y cuando uno de los de 5º apoyaba la cabeza en el cristal, el del asiento de atrás corría de golpe la ventanilla y provocaba susto y dolor de oreja el resto del viaje. Quienes sufrían tal broma esperaban expectantes quién sería el siguiente en quedar con la oreja caliente. Visto hoy suena casi cruel, pero en aquel entonces sólo era parte de la liturgia de ir en autobús. Afortunadamente el autor de tales bromas acabó la EGB aquel año y la broma quedó en desuso, tal vez porque las profesoras, señoritas se las llamaba, que iban en el autobús pusieron coto a tal barrabasada, no recuerdo si fue porque alguien sufrió la broma pero el cristal también le descalabró la cabeza. Supongo que se quedó dormido con la cabeza apoyada en el crsital y eso aumentó el daño más allá del calentón de orejas. Otra novedad fue esperar en la parada para vover al colegio de tarde. Había una pequeña plazuela y se jugaba con una pelota algo parecido a un partido con equipos de tres jugadores. Había un espacio que se convertía en campo de juego y árboles que hacían de porterías y recuerdo a la que llamaban la loca de las palomas, una señóra de mediana edad con pelos desordenados y acarreando bolsas. Cuando no estaba de neura y algo desquiciada era bastante tratable a condición de que no osáramos molestar a sus queridas palomas a las que daba de comer formando un rebaño de palomas picoteando del suelo. La señora, cuando estaba de buenas regalaba poesías que ella escribía y recitaba. Todo ese conjunto de cosas nuevas supuso un antes y un después, no traumático sino todo lo contrario. A fin de cuentas estábamos en una isla escolar y del patio con tendejón pasamos a espacios abiertos, con árboles y hierba que convertían los recreos cuando no se terciaba una pachanga o estaba el tiempo revuelto en ir a lugares donde nos reuníamos el grupo de amigos. Mi sitio preferido era un viejo árbol que daba sombra a un banco de piedra, aunque todo el entorno era estupendo, pero a veces me iba al banco, unas veces solo y otras con algún amigo de clase jugando a las cartas de bólidos con sus características técnicas, ver jugar al brilé o planear algo para el sábado, ya fuera una pachanga futbolera o ir al cine a ver algún estreno del viernes. Ya iba a 5º y eso me hacía mayor aunque siguiera siendo un niño.
Antón Rendueles

miércoles, 15 de noviembre de 2023

 
Muerte de Fofó
 
Dentro del universo televisivo en mi universo infantil, el programa del circo formaba parte del mismo en la única cadena existente, en blanco y negro. Disfrutaba de todas las secciones aunque el espacio que más disfrutaba era cuando hacían un pequeño teatrillo con el señor Chinarro, un tipo normal en el delirante mundo de las payasadas. Gabi era el serio y coherente frente al delirio circense de Fofó, Miliki y Fofito, aunque Fofó era el líder para aquel niño que miraba la televisión. Un día salió la noticia de su fallecimiento y fue la primera vez que la muerte tuvo imagen y dolor, porque lloré como un niño que pierde un ser querido, aunque sólo fuera alguien que salía en televisión. No fui el único y hasta los adultos se quedaron consternados. Recuerdo que mis padres tenían en el coche una cinta de casete con las canciones del repertorio del programa y lloré, lágrimas sentidas de quien pierde la inocencia ante la muerte, sin tribulaciones, sólo el dolor y la incomprensión de que Fofó ya no estuviera. Debí ponerme pesado con la cinta pidiendo que me la pusieran una y otra vez hasta que mis padres se hartaron de escuchar una y otra vez las canciones. Recuerdo a mi madre decirme algo sobre los muertos, un cuento chino para que dejara de pedir que volvieran a poner la cinta. Luego el circo siguió su emisión aunque ya no era lo mismo, Fofó era único y un todo con el resto a los que siempre les quedó una ausencia en el programa. Y aunque era muy niño es de esos recuerdos imborrables que no resultan atenuados por el paso del tiempo y la edad, o esos otros que de alguna manera editamos en la memoria selectiva. Es un recuerdo de una impregnación que nos dejan algunos sueños que recordamos nítidamente y el dolor de aquel momento vuelve como quien mira una fotografía y echa de menos el tiempo que quedó retenido un instante en el papel y la parte de inocencia amputada por la muerte.
Antón Rendueles
 

sábado, 14 de octubre de 2023

 

OBITUARIO

por Antón Renduele

 
Carlos Pumares, periodista y crítico de cine
 
Entraba en la adolescencia, o iba dejando atrás la niñez, y la radio era parte del universo de mi habitación. Había un tocadiscos compacto, un PHILIPS, de aquellos que en un solo bloque reunían el plato del giradiscos y a la derecha un dial de radio con varias bandas en la parte superior y un reproductor de cintas de casete en la inferior. Mi padre era un manitas para cosas electrónicas, pequeñas cosas como instalar una toma de auriculares y ponerme un par de altavoces, uno a cada lado de la cama que me permitían escuchar música, cintas y la radio. El dial tenía una lucecita verde que se encendía cuando pillaba una emisora en la novedosa frecuencia modulada que prometía una calidad de transmisión nunca escuchada en onda media. Cuando llegó el compacto a la habitación sólo había una emisora en la frecuencia modulada de la región, comunidad autónoma o territorio en el nuevo lenguaje políticamente correcto. También eran años ilusionantes en la radio donde comenzaban a surgir nuevos comunicadores para una nueva sociedad que comenzaba su singladura en democracia. Pese a mi poca edad, la radio formaba parte de mi rutina y cuando llegó la nueva emisora de frecuencia modulada me enganché devotamente. Por la mañana el programa informativo y por las noches el rey era Supergarcía que comenzaba a la medianoche y finalizaba hora y media después, supongo que por ahí llegué al descubrimiento de Polvo de Estrellas y un desconocido que hablaba de cine, que pinchaba música de bandas sonoras y mantenía diálogos con la audiencia que llamaba al programa. Carlos Pumares me sedujo con su polvo estelar, refunfuñando cuando los deportes se alargaban más allá de la hora de finalizar restando tiempo de emisión al programa del Pumares. Se convirtió en uno más de mi entorno cotidiano, me acompañaba en la oscuridad de la habitación y me enseñó a ver las películas con otros ojos y otra mirada. Luego la vida siguió como siguen las cosas en la vida y dejé de escuchar el programa. Me encontraría después de un tiempo a un Carlos Pumares que ofrecía lo que se esperaba con sus aspavientos y rezongues, el personaje que no me engañaba porque yo le conocía por su voz y me era fácil distinguir cuando se estaba quedando con el personal y cuando era un berrinche, como en aquellas veladas nocturnas radiofónicas donde siempre había alguien que le pedía el título de una canción en una película sin saber el título de la misma y donde el oyente o la oyente de turno comenzaba a tararear una música incomprensible; muchas veces, la mayoría, acertaba pero de vez en cuando era imposible distinguir qué canción era aquel sonido. Siempre recuerdo cuando dedicaba el programa o parte del mismo a una banda sonora o música de varias. Me entero de su fallecimiento con una sensación de vacío, de ausencia de un referente de aquellos años en que descubría el mundanal mundo y la vida con las cosas que no tienen mucho sentido. Mi recuerdo de Carlos Pumares es sonoro, auditivo y desconocedor del personaje televisivo por el que es recordado. Se mantiene vivo en los recuerdos, gratos recuerdos de madrugadas robando horas al sueño escuchando su voz, nana de madrugada que me desvelaba hasta las tantas...
Descanse en paz.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

 
Viernes de manualidades
 
El viernes era sin duda el mejor día de la semana escolar, ya desde la mañana pero lo mejor era por la tarde donde la asignatura de manualidades era la guinda a la semana. Al menos yo iba de un talante alegre, con el fin de semana en perspectiva que duraba un suspiro antes de volver de lunes a las aulas. Recuerdo especialmente las manualidades con pinzas de tender la ropa, de rigurosa madera y no las pinzas de plástico aún algo exóticas en aquellos tiempos. La cosa era que había que ir provisto de materiales como pinceles, barniz y pegamento además de las susodichas pinzas. Alumnas y alumnos teníamos un sentido de la propiedad muy acusado con los materiales y al final había momentos de concentración en la tarea de pegar las pinzas y también de cháchara. Supongo que había algo de mágico en el proceso mediante el cual unas simples pinzas de tender la ropa se iban transformando en sillas y mesas, primero armando las pinzas y luego el proceso de barnizarlas, con el barniz rebosando en el pincel y quitando el sobrante, puedo sentir el olor y la alegría de ser viernes. El tema de las pinzas duraba unos viernes y no había quien no tuviera su cajita para guardar los bártulos de las manualidades que, en mi caso, dormirían el sueño de los justos hasta que me hicieran falta el siguiente viernes. Cuando al fin se acababa lo de construir muebles con pinzas de tender la ropa, llegaba el momento de presentarlo en casa donde todo eran parabienes y hasta se colocaban las sillas y las mesas en algún estante. Las manualidades de los viernes eran alegres y el regreso en el bus era de animación, a veces de hacer planes para ir al día siguiente al cine o jugar una pachanga por la mañana del sábado. Hubo otros trabajos de manualidades los viernes por la tarde, recuerdo nítidamente el de montar una maqueta, de las pequeñas y sin complicaciones a la hora de montar. Luego había que pintarlas y disfrutaba en la tienda de modelismo mirando las maquetas, las cajas de las mismas y aquel fascinante circuito de Scalextric que estaba montado en el bajo de la tienda. Otro trabajo era con cartulinas, donde no me defendía demasiado bien acabando con los dedos pringosos de cola de papel y un resultado final suficiente para cumplir el trámite pero no para sentirme orgulloso ni satisfecho. Y un recuerdo de las profesoras que, cargadas de paciencia, nos hacían pasar una tarde de viernes con manualidades que forman parte de los mejores recuerdos de la infancia, al menos de la mía.
Antón Rendueles
 

viernes, 8 de septiembre de 2023

 

OBITUARIO

 

María Jiménez, artista
 
Me entero con tristeza del fallecimiento de la artista María Jiménez y se le rinde homenaje en los medios de comunicación. No era fan de la artista y, sin embargo, se va una parte de mi vida porque María Jiménez forma parte de la banda sonora de mi infancia. Mi madre, y mi padre en menor medida, sí era seguidora de su arte como cantante. Cuando salía en televisión se avisaba al resto de la casa de que ya iba María Jiménez. Para aquel niño sus apariciones televisivas sobre el escenario carecían de las connotaciones de su vanguardismo rebosando sensualidad, el porno formaba parte del entorno con las portadas en los quioscos, las carteleras del cine del destape y hasta tímidos esbozos eróticos en series televisivas. Recuerdo verla en el televisor con su fuerza interpretativa, que nunca dejaba indiferente a nadie tras su actuación. También recuerdo al menos un par de discos sencillos y un LP que adquirió mi madre, con mi padre grabando en cintas de casete sus temas, entre otros, que luego sonaban en los viajes en coche. La vida siguió con los recuerdos grabados a fuego de aquellos días de mi infancia, conociendo de su vida sentimental con El Estudiante, la prematura muerte de su hija, los maltratos y una vida doméstica atormentada de quien públicamente era ejemplo para muchas mujeres de su tiempo...
Descanse en paz.

jueves, 10 de agosto de 2023

 

Partidos de fútbol de `A´ contra `B´
 
A partir de 5º de EGB los cursos se dividieron en dos grupos, `A´ y `B´, que perduraron hasta finalizar 8º. Pertenecer a uno u otro dependía del apellido, en mi caso me tocó `B´, y desde el principio existió una rivalidad entre uno y otro grupo. Un signo de la misma eran los partidos del sábado que se fraguaban a lo largo de toda la semana, preguntando quién podía ir y quién no. Al final se lograba reunir un equipo de cada clase acordando la hora y el lugar...
La hora era sobre las diez, si no me falla la memoria, y había dos terrenos de juego que podíamos ocupar durante un par de horas. Uno era en terrenos de la universidad, hoy acotados y reglados; era un campo casi normal de dimensiones, algo inclinado incluso, al que había que llegar temprano porque otros equipos lo ambicionaban y quien primero llegaba primero jugaba quedando el remedio para quienes llegaban tarde de jugar en otros campos aledaños, ya sin dimensiones de campo de fútbol. La segunda alternativa era un viejo merendero de la zona rural de la ciudad que había visto mejores tiempos como restaurante y salón de baile. Ahora había otro negocio pero quedó relegado del mismo el viejo campo de fútbol que hasta tuvo en sus tiempos un equipo local. Pero de aquella era un campo reglamentario donde no brillaba el césped y cuando llovía se convertía en un barrizal capaz de parar en seco el balón o que los porteros dejaran una bota o las dos al hacer una parada y los playeros se quedaban clavados en el barro...
No había árbitros, salvo una ocasión en que el padre de uno de la clase `A´ se empeño en arbitrar. Fue un completo desastre y hubo controversias desde el pitido uno, culminando con el chulo de mi clase mentando a la madre del `árbitro´ tildándole de hijo de una mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. Nunca volvió el voluntarioso padre a ejercer de árbitro y no recuerdo si el hijo volvió a jugar algún partido de sábado. La cosa se tomaba en serio y disfrutábamos, había incluso un compañero de clase que llegó a futbolista profesional, pese a que se llegaba al descanso con una sed de dromedario tras atravesar el desierto y los inevitables flatos...
En realidad aquellos partidos de sábado por la mañana eran la continuación del patio de recreo y sus pachangas con equipos de cinco y quedaba eliminado quien recibía un gol dando paso a otro equipo...
Me queda el recuerdo de la ansia de jugar en un campo de verdad pese a que no era muy bueno. Lo sé que no lo era porque cuando tocaba hablar antes del partido yo era de los tildados de que se cubrían solos, dando a entender que era un negado. Sólo era un niño que disfrutaba corriendo detrás de la pelota como el resto de compañeros. La culminación sería un partido `oficial´ entre las dos clases en 8º donde se cobraría entrada a familiares y público para el viaje de estudios que marcaría el final de la etapa en EGB. Mis padres me llevaron a comprar una camiseta blanca y un pantalón azul, puse el número siete en la camiseta, de rojo que destacaba en el blanco. Cuando quedaba menos de un mes para el partido, creo que dos semanas, alguien hizo una pintada alusiva a la profesora de religión entre otras asignaturas, una pintada llamándola hija de una mujer que se dedica al oficio más viejo del mundo. La medida disciplinaria fue draconiana toda vez que no se presentó el autor o autores y el resultado fue un castigo para ambos grupos y se suspendió el partido donde jugaríamos en un campo de verdad, incluso había invitados ojeadores del equipo de la ciudad. Creo que fue mi primera decepción con el mundo, soñaba en jugar, aunque fuera unos minutos, un partido de verdad y fantaseaba con meter un gol, correr celebrando el tanto. Todo se esfumó y fue un tema que se hablaba en voz baja, en el bus de regreso aunque nunca se supo, yo al menos, el autor o autores; todos teníamos sospechosos pero era de esas cosas que se hablaban casi a escondidas. La EGB terminó y nos separamos en bachillerato que el colegio no ofrecía aún para desperdigarnos por los centros educativos de la ciudad. Es curioso que, pese al tiempo ya transcurrido, tenga fresca en la memoria aquellas sensaciones, aquella decepción que me golpeó por primera vez cuando nos castigaron suspendiendo el partido...
Antón Rendueles
 

viernes, 28 de julio de 2023

 

SOLO EN CASA
 
Me gustaba quedarme solo, no siempre, pero había algún sábado, algún domingo, en que lograba que me dejaran en casa mientras mis padres salían, visitas a familiares y amistades donde la perspectiva de perderme la tele o jugar en mi habitación eran más estimulantes que estar en sitio extraño con extraños y extrañando mi casa. La televisión era la protagonista y la segundas cadena la estrella, siempre que lograra sintonizarla en condiciones y la neblina tenía que ser aceptada como precio de ver Lou Grant y, sobre todo, Más Allá.
La cosa empezaba al quedarme solo y, las horas entonces parecían eternas, encontrar divertimento hasta que empezara lo que quería ver en la tele. Un cordel convertía la escoba en un caballo y jugaba al lejano oeste para luego pasar a ver algún tebeo. Recuerdo que siempre bajaba al quiosco y compraba una bolsa de patatas fritas que gustaba de devorar leyendo una historieta. Otro pasatiempo era ojear los libros del salón, las fotos e ilustraciones que siempre me hacían leer un poquito más. En ocasiones me dejaban dinero y entonces bajaba a la cafetería un portal más allá y pedía para llevar un par de sándwiches de jamón y queso. Los hacía la cocinera en una plancha y siempre le quedaban jugosos, con la mantequilla fundida en su justa medida y el queso blando y elástico a medio fundir. Al final la tarde que parecía eterna y no pasaban las horas llegaba a su fin cuando sonaba el tintineo de las llaves en la cerradura y volvía la normalidad, la casa ya no era el escenario del lejano oeste y volvía la liturgia de un domingo ya de noche, víspera de volver al colegio y ansiando volver a quedarme solo en casa...
Antón Rendueles
 

domingo, 16 de julio de 2023

 

OBITUARIO

 

F. Ibáñez, dibujante historietista
 
Ha dejado este mundo el último de una estirpe de dibujantes de historietas, de cómic se dice ahora reconociendo la categoría de quienes forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones de españoles. Yo tuve la suerte de disponer desde mi tierna infancia de los volúmenes de la Editorial Bruguera donde se recopilaban historietas de dibujantes, auténticos humoristas gráficos, que eran compañeros de F. Ibáñez. Recuerdo como en las historietas nos permitían compartir su amistad y que Raf era tacaño a la hora de pagar los cafés, Vázquez era un sablista y Escobar recordaba los carruajes de caballos de sus tiempos. Se disfrutaba de los dibujos de los personajes y de los diálogos en los bocadillos, donde el humor esquivaba lo políticamente incorrecto y que los policías eran gendarmes...
F. Ibáñez ha sido un maestro del humor, capaz de caricaturizarse a sí mismo y caricaturizar el mundo. Crecimos como personas mientras Mortadelo y Filemón crecían y ganaban en densidad en sus historietas. “Mortadelo y Filemón contra el Gang del Chicharrón” es una historieta que recuerdo con especial impregnación ya que F. Ibáñez creó todo un universo en constante crecimiento como la infancia de entonces. Sus historietas y sus personajes se movían en la realidad pero impregnada de humor, las historietas se entregaban de forma semanal en los tebeos del quiosco y regalar en navidades, cumpleaños y comuniones un tomo de historietas de Editorial Bruguera era siempre apuesta certera. Recuerdo a mi padre meterse en el baño con uno de aquellos tomos, voluminosos de páginas que fueron menguando con los años y sucesivas reediciones, y luego charlar sobre la historieta de turno...
Su pérdida es la del maestro que te acompaña desde que tienes uso de razón, miro el puñado de tomos de historietas que han llegado hasta aquí, no son aquellos que tenía, pero me reconforta siempre verlos en el estante, esperando que vuelva a coger uno y meterme en el universo de F. Ibáñez mostrando la realidad con sentido del humor, de forma inteligente que despertaba las neuronas sin ser conscientes...
F. Ibáñez era un dibujante que disfrutaba de su oficio y que era consciente de que sus creaciones llegaban a la mente de sus lectores, que nos refugiamos en su universo y recordamos aquellas historietas y su evolución, añorando al resto de la pandilla de amigos que disfrutaban de su oficio y se reían de sus miserias que eran las de toda una nación, de humor que trasciende fronteras y que quienes éramos infancia éramos felices con sus creaciones...
Descanse en paz.

jueves, 13 de julio de 2023

 

Día de playa
 
Aunque era muy niño, guardo un recuerdo nítido de los días de playa. Supongo que el recuerdo ha reunido en uno aquellos años en que era muy niño aún...
Me ponía contento cuando me decían que me llevaban a la playa y llegaba el momento de sacar mis cachivaches playeros: un cubo con su pala y su rastrillo. Me encantaba jugar con la arena y recuerdo llevar pequeños cochecitos de metal que eran auténticas reproducciones a escala de modelos del mercado. Unos eran de metal, la mayoría, pero me viene a la mente uno de mis favoritos que era de plástico, un Land Rover que montaba una grúa de remolque en la parte trasera, con todo tipo de detalles y la atractiva rueda de repuesto sobre el capó delantero. Por alguna razón los adultos que me acompañaban siempre cogían primero el cubo para hacer un cubo de arena, más tarde ya vendrían cubos con forma de castillo aunque yo recuerdo que el mío era el cubo clásico. Era para mostrarme cómo se hacía y, visto ahora desde la atalaya del tiempo, creo que disfrutaban por un instante jugando con la arena igual que pasaba con algunos juguetes...
Hacer el cubo de arena tenía su ciencia y sus arcanos para un niño como era yo. Lo fundamental era sacar arena húmeda para rellenar el cubo y había dos opciones, ir a la orilla lo cual requería ir acompañado de un adulto y la opción más entretenida de cavar un hoyo donde estaban las toallas y a la vista de los adultos hasta llegar a la arena húmeda. Salían fetén con arena de la orilla y la arena del hoyo no siempre garantizaba la consistencia necesaria. Cuando lograba un cubo de arena, trataba de perforar el mismo. Esta afición a crear túneles en los cubos de arena para que mis cochecitos de juguete lo atravesaran me hizo ir un paso más allá para convertirme en ingeniero. Ahora el cubo de arena era parte de algo más ambicioso como un auténtico tramo de carretera con sus puentes y sus túneles, labor que me hacía pasar el tiempo volando. Para un observador sólo era otro niño jugando en la arena pero en mi abstracción jugando era toda una carretera donde, ahora sí, mis cochecitos de juguete podían circular como los de verdad. No me faltaba una gorra hecha de paja que se ve en una vieja foto, añeja sería más acertado, y me viene al recuerdo una gorra de marinero que me encantaba, de visera con un ancla en el frontal de color blanco y de la que no conservo foto. Son recuerdos de años de infancia fundidos en una día de playa ideal, con esa impregnación que tienen algunos sueños que no se desvanecen o se difuminan y, que al contrario, parecen tener cada vez más nitidez.
Antón Rendueles
 

jueves, 1 de junio de 2023

 

La fábrica
 

La fábrica formaba parte de mi universo infantil, uno de mis primeros recuerdos conscientes es ir de la mano de mi tía a llevarle la fiambrera con el almuerzo a mi abuelo siendo muy niño. Mi padre también trabajaba en la fábrica y en cierta forma todo giraba alrededor de la misma. Trabajaba a turnos que llamaban 7-2-7-2-7-3, siete días de trabajo y dos de descanso salvo cuando salía del turno de mañana los viernes y el descanso duraba hasta el lunes siguiente que entraba a las diez de la noche. En el turno de noche, se acostaba en mi habitación porque la ventana daba al patio del edificio sin el bullicio de la calle. Muchas veces entré sin hacer ruido a coger algo antes de salir al colegio y muchas veces me hizo deberes de manualidades en aquellas noches donde el trabajo era más relajado. El descanso largo significaba también que estábamos todos en el fin de semana, él sólo disfrutaba de un fin de semana al mes de asueto. Solía llevarme al cine en el descanso largo, aunque creo que llevarme era una escusa para ver a Terence Hill y Bud Spencer, me llevó a ver La guerra de las galaxias en su estreno y recuerdo que fue en sesión de tarde. Los domingos con mi padre de descanso, el fin de semana en general, los disfrutaba viéndole trajinar en algo, como cuando me fabricó un avión a hélice con un tubo de pasta de dientes, el motorcito de algún juguete, una radio vieja de bolsillo y cable eléctrico. El avión colgaba del tendal de la cocina, que iba de extremo a extremo de la misma, y se manejaba la velocidad con la rueda del dial de la radio, de aquella mi padre estaba estudiando electricidad aunque ignoraba el motivo y aquel juguete era un ejercicio de aplicar lo aprendido. Le recuerdo también grabando cintas de casete de la radio, haciendo alguna chapuza en casa y siempre que el lunes se iba a trabajar de noche sentía esa pena que se siente en la infancia sin saber porqué. La fábrica era su trabajo y su universo, en las conversaciones domésticas se hizo famosa su costumbre de acabar con algún ejemplo de la fábrica. Y recuerdo con una sonrisa cuando picaban al timbre en el tramo final de la noche antes de la madrugada porque se había quedado dormido, iban cada turno en un coche él y cuatro compañeros de trabajo. Tiempo después, cuando yo mismo trabajé en la fábrica, comprendí en toda su magnitud cómo mi padre trabajó robando horas al descanso por apurar el mismo, las largas noches en el frío de las naves al calor de una hoguera improvisada en un barril entre faena y faena, los turnos matadores donde ansías el descanso largo y todo el micro universo de la fábrica. Asistí décadas después a su jubilación, un pin dorado fue la recompensa de cuatro décadas de su vida en la fábrica junto con sordera inducida en el ambiente de trabajo y alguna mierda en sus pulmones que contribuyó a que como fumador el riesgo potencial de cáncer de pulmón se convirtió en realidad. Mi padre era uno de miles que se fue como cientos de ellos, la fábrica sigue funcionando, sigue siendo un trabajo que merece la pena aunque te robe algo de tu alma y contribuya a envenenar el organismo y atrofiarlo, pero es el alma de la ciudad que se vuelve urbe de servicios casi renegando de su pasado y presente industrial...

Antón Rendueles

miércoles, 17 de mayo de 2023

 

Primera Comunión

 

Cumplir siete años marcaba una novedad en la vida infantil porque significaba que había que hacer la Primera Comunión, supongo que los adultos me hablaban de ello. Mi entorno familiar era católico, había que serlo, pero no de misa y demás, no faltaban rezos nocturnos en alguna ocasión y estampitas pero, ahora que hago memoria, lo más venerado era un San Cristóbal al que se le endosaba una moneda que tenía un orificio en el medio, ya ni recuerdo su valor. Supuso la preparación para la Comunión una alteración en mi vida infantil, era un incordio ir la tarde del sábado a catequesis y perder mi rutina televisiva, con una mezcla de emoción ante lo desconocido e inquietud de entrar en recinto de la iglesia. Por entonces la catequesis se impartía en una sala rectangular con bancos de iglesia donde me sentaba. Una joven nos instruía en las preguntas del Catecismo, un montón de preguntas y sus respuestas que nunca me motivaron. Mi mente se evadía porque al final todo se reducía a memorizar durante la semana las preguntas y respuestas que luego nos interrogaba la joven de pelo largo. Entre medias tocaba comprar la ropa, no fue de marinero y sí de chaqueta con un jersey de cuello cisne que me agobiaba sentir en la garganta. El niño que aparece en la foto sujetando el crucifijo me mira a veces en el pasillo, supongo que igual que le miro yo en la foto. Un sábado, no hubo sesión de catecismo y nos llevaron al interior del templo, una iglesia encasquetada en el asfalto que aún persiste aunque el local rectangular dio paso a una nueva edificación. Recuerdo que nos tuvieron ensayando el recorrido a realizar a la mañana siguiente. Luego fuimos pasando por el confesionario que afronté con cierto reparo infantil, supongo que algo acojonado de formar parte de algo que me era ajeno como partícipe. He olvidado lo confesado, supongo que no tenía pecados o al menos consciencia de ser pecador y el confesor me despachó rápido con un par de rezos. El pecado llegó al día siguiente porque los adultos se durmieron y tuve que vestirme sin mucha ceremonia y nada de parsimonia. De la entrada al templo recuerdo dos cosas, el cura que controlaba los bancos con una mirada furibunda y una niña que me dejó desconcertado un segundo de lo hermosa que estaba, pero no hubo tiempo de sentir el despertar, había que encaminarse a recibir el sacramento y, creo, que me alegré de perderme el grueso de la misa ni tuve pesadillas con la mirada furibunda del sacerdote que vigilaba los bancos. Y luego llegaba el banquete de Comunión, recuerdo ir entre los comensales, pocos y familiares, tengo una foto donde sonrío abrazado a mi, entonces, joven abuela. Fue un día inolvidable y perdí la aprensión a las iglesias y los curas, no era tan temible ni terrible la cosa aunque memorizar aquel Catecismo si lo recuerdo de forma atroz, berrinche infantil de salir de la rutina. Ahora la Primera Comunión no es tan universal como lo era entonces por obligación aunque los adultos creían de forma sincera y peculiar, lo cual era más común de lo que deseaban las autoridades eclesiásticas. Pero mientras el país se encaminaba a la democracia, la infancia era ajena a las vicisitudes políticas porque muchas y muchos de los adultos no tuvieron la infancia feliz que, dentro de sus medios y posibilidades, nos brindaban por aquel entonces. Al final sólo quedan los recuerdos y hay que estar siempre agradecido de que lograran que sea un recuerdo feliz y dichoso.
Antón Rendueles
 

 

martes, 11 de abril de 2023

 

Semana Santa de palmas y bollos
 
Ya no era la España de misa y sacristía que tanto se publicaba y se oía, pero Semana Santa aún conservaba aires de antaño. En mi universo infantil significaba vacaciones tras una batería de exámenes y se comenzaban las vacaciones entregando las notas en casa. Lo primero era rendir visita a los padrinos, un matrimonio ya mayor que vivían fuera del casco urbano, un entorno rural que se dice ahora. Sigue siéndolo aunque la ciudad ha avanzado y las viejas caserías conviven con nuevas edificaciones y servicios urbanitas. Yo tenía sentimientos encontrados ya que mi abuela siempre me contaba que había trabajado para ellos de adolescente. Vivía en la propiedad realizando faenas donde procuraba en ocasiones arrancar minutos al sueño. Aún se refería a ellos como los amos y yo tenía sentimientos encontrados cada Semana Santa en domingo de ramos. Me hacía ilusión y esperaba ansioso el bollo que llegaría el domingo siguiente. Debieron de tener varios y varias criadas y criados, jornaleros de faenas y jornaleras domésticas porque recuerdo con nitidez una algarabía de niños y niñas, con los adultos repartidos haciendo corrillos. Padrino les llevaba al llagar con inmensos toneles que parecían gigantes para el niño que era. Al llegar les saludaba a ambos, él afuera departiendo y ella en la cocina recibiendo pasteles y ramos de flores. Pero todo empezaba de viernes porque tocaba comprar ropa, camisa, pantalón y zapatos. También puros, Montecristo, que era una marca de postín, suponía, lejos del humilde Farias que se fumaba mi abuelo mientras echaba la partida. Una docena de pasteles y la palma, larga y esbelta con un lazo azul, eran los presentes ineludibles.
Entre domingo y domingo, los días eran de jugar con la puñeta de que no había cine ya que éste cerraba jueves y viernes santo, pero yo disfrutaba cada día. Cuando llegaba el domingo y tocaban al timbre, yo sabía que era el bollo. Había visto desde hacía días escaparates de las abundantes pastelerías que había entonces con sus figuras de chocolate, magníficas y deseables. Recuerdo que siempre era la misma liturgia: el bollo era raquítico según los adultos y se preguntaban el motivo de tal tacañería. El pastel, la tarta, es cierto que era de reducidas dimensiones y la figura de chocolate era sencilla aunque yo disfrutaba ajeno a las cuitas de los adultos. Según cumplía años y adquiría sesera, comprendí que aquella decadente casería era otro mundo que había dejado de existir y que emanaba sus últimas bocanadas, sin amos ni sirvientes, servidumbre más bien, donde adolescentes como mi abuela escapaban de un hogar de posguerra y había que luchar por todo. Sin embargo nunca escuché ni sentí rencor, eran los amos porque habían sido los amos y se ofrecía el padrinazgo de su nieto como muestra de respeto. Todo eso había muerto y entre unos y otros lograban que llevar la palma fuera un agradable momento. Yo pensaba, no que fueran tacaños, era que tenían tantos ahijados y ahijadas que debía ser un follón encargar tantos bollos. Tampoco queda nadie ya y el recuerdo siempre arrincona lo malo. Pero nunca dejo de irritarme cuando oigo, recordando, a mi abuela decir que eran los amos...
Antón Rendueles

jueves, 23 de marzo de 2023

 

El kiosco
 
El kiosco era parte del universo infantil y siempre caía algo de los adultos para comprar lo que ahora llaman chuches. Recuerdo en especial aquel kiosko de forma pentagonal, los dos escaparates frontales estaban dedicados a las revistas, prensa y tebeos que yo esperaba con ansia cada semana. Los tres escaparates restantes estaban destinados a las revistas para adultos, que dicen ahora, y que entonces se llamaban revistas porno. Mientras los adultos se ponían al día en temas erótico-festivos, la infancia veíamos algo natural aquella explosión de revistas con desnudos en su portada. Pero mi atención era pillar gominolas, nunca me atrajeron las pipas aunque eran tremendamente populares y dejaban un rastro de cáscaras de pipas. Lo normal era pillar algo para el recreo, incluso había un kiosco al lado del colegio, uno de esos en el portal de un edificio. Fue en ese kiosco donde me enteré de la muerte del dictador, con la foto de Franco ocupando toda la portada del periódico.
Al salir de clase se volvió costumbre pillar algo, unos caramelos, incluso en fechas navideñas previas a las vacaciones de navidad era posible adquirir unas porciones de turrón. En verano estaban los flases, o flagolosina, que podía tomarse bebida o meterlas en el congelador de casa para consumirla en helado. Por supuesto que cada semana compraba un tebeo, mi padre gustaba de los mismos y en cuanto quedaba libre les echaba un vistazo. Al final el kiosquero de turno era casi de la familia, ya sabía mis preferencias, y disfrutaba comprando en el kiosco.
Ahora aquel kiosco de forma pentagonal es una especie de mini café con sillas y mesas fuera. El de al lado del colegio ya no existe y nuevos edificios ocupan el lugar del colegio y el kiosco. Queda el del barrio y cuando paso por el mismo me detengo en su escaparate. No ha cambiado mucho salvo por los responsables que ya no son los que conocí y posiblemente ya hayan fallecido, es ley de vida.
Antón Rendueles
 

sábado. 18 de febrero de 2023

 

Carnaval
 
Miro una vieja foto donde se ven tres niños disfrazados, yo soy el que va de indio y mis dos compañeros de colegio de vaqueros. No nos falta nada, plumas, sombreros, cartucheras con revólveres y un hacha en mi caso. Estamos en el patio del viejo colegio donde cursaba los cuatro primeros cursos de la EGB y del que sólo queda el recuerdo tras el derribo de la casa que lo albergaba...
Por aquel entonces yo ignoraba que el carnaval estaba vetado a los adultos y disfrutaba del mismo, supongo, como un feliz e inocente escolar. Mi madre me llevó un par de días antes a un negocio de alquiler de disfraces que todavía sigue funcionando. Iba nervioso, trataba de disimularlo, ya que era mi primer disfraz, y también el primero en ser consciente de entrar en un mundo desconocido y cuando nos pasaron al interior y nos llevaron a una habitación repleta de percheros con disfraces, sencillamente flipé...
Había que elegir un disfraz y no sabía cuál. Recuerdo que me llamó la atención uno de miembro del grupo musical The Beatles al que no le faltaba la guitarra, otro de oso que me llamó la atención y finalmente el de apache, siempre pensé desde que lo vi que era de indio apache, que a mi madre le pareció bien porque podía llevar ropa debajo y no pasar frío...
Todo ese recuerdo está en la foto, no sé que ha sido de los dos compañeros disfrazados como yo. A uno le perdí la pista al dejar el colegio para seguir la EGB y el otro fue amigo hasta la adolescencia, aunque luego fuera una profunda decepción. No recuerdo mucho más de ese día pese al estímulo para la memoria de la foto, supongo que el colegio organizó alguna cosa. Sea cómo sea, adultos ya los tres que contemplamos, al menos yo, a los adultos disfrazados con trajes elaborados, disfrutando del jolgorio como niños y pienso en que triste debía ser un sitio donde los adultos no podían disfrazarse pero que creaban magia carnavalesca para que la disfrutara la infancia, aunque sólo fuera para hacer el indio como hacía yo.
Antón Rendueles
 

miércoles, 4 de enero de 2023

 

Noche de Reyes
 
Se acercaba la fecha mágica de la Noche de Reyes y siempre me provocaba sentimientos encontrados, el ansia por los juguetes ya que fuimos una generación que disfrutó de tener juguetes y la revolución que supuso el plástico para la industria desterrando aquellos coches de lata del que hablaban los mayores. Por otra parte, significaba el traumático fin de las vacaciones escolares y comenzaban las clases, creo recordar que invariablemente comenzaban el día siete, en todo caso no había tiempo para disfrutar de los regalos...
Los adultos colaboraban en mantener la magia de esa noche. Escribir la carta era todo un ejercicio de pedir regalos para todos, de forma inocente y pura como niño que era. No faltó llevar la carta alguna vez en persona pero creo que generalmente la echaba en uno de los buzones reales. Era tan intensa esa sensación de noche especial, de no querer dormir para verles llegar y despertar cuando el resto de la casa aún dormía y descubrir los regalos. Despertaba a mis padres y les contaba que me habían dejado carbón, respondían somnolientos que mirara bien, y encontraba los regalos en la salita...
Creo que sigue siendo lo mejor de las navidades, superando a la ya implantada costumbre de Papá Noel, los Reyes Magos tienen magia, sólo hay que ver a la infancia ilusionada, con esa reconfortante sensación de que hay cosas que no cambian. Cambian los juguetes pero la infancia es la misma, tal vez viviendo sin saberlo su última Noche de Reyes con la inocencia que admite la magia como algo real y tangible al despertar el día seis. El país cambiaba entre la incertidumbre y la zozobra y sin embargo los adultos lograban que la Noche de Reyes fuera especial. Luego llegaba el regreso a clase, con esos adornos navideños convertidos en algo grotesco y fuera de lugar, añorando los días pasados y las fiestas...
Era feliz la Noche de Reyes cuando era niño.
Antón Rendueles
 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

 

Día de los inocentes
 
Era una fecha especial dentro de las navidades y las vacaciones escolares en las mismas. Supongo que mi primer contacto con el día de los inocentes y las inocentadas fue por los tebeos, Zipi y Zape solían ser los heraldos de que se acercaba el día y en sus historietas de esa semana siempre aparecía en la historia alguien a quien le pegaban un monigote de papel en la espalda y se paseaba, sin saberlo ni percatarse, entre las risas de la gente. También marcaba un hito en las vacaciones, pasado el trajín de la nochebuena, con la nochevieja en boca de todos donde contemplaba y escuchaba fascinado a mis padres que salían esa noche a un mundo desconocido, obligado a estar la última noche del año frente al televisor esperando ansioso que salieran los números de humoristas, despertar al día siguiente y abrir con curiosidad infantil las bolsas de cotillón que me guardaron de la cena...
Por aquellos días la oferta a mi alcance infantil para conseguir cosas de broma era abundante, Randa era el nombre de una juguetería, algo rara para mis entendederas, donde siempre podía adquirir azucarillos con mosca que echaba en las tazas de mi entorno; estaba el Frío y Calor, diabólico invento que había que colocar disimuladamente en un asiento donde iba a sentarse el culo objeto de la broma, primero con una sensación de frío en el trasero que cambiaba paulatinamente a un ardor que parecía que ardían las nalgas del inocente o la inocente de turno. Otro punto disponible todo el año era el vetusto quiosco, en más vetusto soportal, enfrente del Cine Albéniz, un cine decrépito donde ponían reposiciones y muy visitado en verano y vacaciones de navidad. Lo regentaba un paisano al que apodábamos El Pedos por la costumbre de liberar gases intestinales. Vendía de todo lo que un niño podía desear, caramelos, chuches que llaman ahora y también unas bombas fétidas que años después fueron prohibidas por tóxicas. Siempre que iba a ese cine, sin importar la época del año, comprar al Pedos formaba parte de la liturgia y siempre había alguien que soltaba una de esas tóxicas bombas fétidas. Otro artículo, también prohibido años después, eran los polvos de estornudar, un polvillo peligroso para cuanta pituitaria estuviera en el radio de acción, generalmente se soplaba una pequeña cantidad amparados en la oscuridad de la sala en ese mágico momento en que se apagaban las luces de la sala y había dos o tres segundos de oscuridad mientras empezaba el metraje. Eran peligrosos hasta para quien los manejaba y sus efectos eran casi inmediatos...
Otro clásico era el falso paquete de chicles donde asomaba un chicle que se ofrecía al inocente o la inocente de turno que lo cogía con los dedos y al sacarlo una pinza aprisionaba los dedos. Hay que citar los petardos para cigarrillos que requería de introducir previamente y con cuidado de no alterar el aspecto exterior del cigarrillo. Lo mejor era colocarlo introduciendo un poco el explosivo para que no explotara nada más encenderlo, era una aventura agenciarse la cajetilla, colocar el explosivo y volver a dejarlo todo como estaba sin que nadie se percatara...
Creo que mi último artículo del arsenal de bromas era el falso dedo vendado que salía disparado al inocente o la inocente de turno. He de confesar que en mi entorno ya se sabían mis bromas de memoria y la ansiedad e ilusión con la que esperaba el día de los inocentes. Me hace gracia que la mayoría de aquellos artículos fueran declarados peligrosos, que lo eran, y prohibidos con la llegada de reglamentos y leyes que terminaron con aquellas bromas. Que ahora un niño o una niña en edad infantil tengan acceso a aquellas materias de broma es impensable y hasta ilegal, lo cual me parece bien porque los polvos pica pica eran un peligro y las bromas fétidas altamente tóxicas. Siempre me quedé con las ganas de hacer la broma del caldero con agua en la puerta entreabierta pero el temor al posible castigo era mayor que las ansias de la broma...
Antón Rendueles
 

sábado, 12 de noviembre de 2022

 

El partido de los sábados
 
El alumnado de cada curso se dividía en dos clases, A y B, lo cual acarreaba cierta rivalidad a lo largo del periplo de la EGB. Dar patadas al balón era el medio definitivo de demostrar superioridad de A sobre B y viceversa. Cuando había buen tiempo, pese a que me tocó mojarme más de una vez, los viernes quedábamos para medirnos el sábado en alguno de los campos de fútbol más o menos reglamentarios disponibles aunque ya desde el jueves se corría la voz de quién quedaba para jugar. El campo de la Universidad era donde solíamos jugar tras un curso en que nos encontramos clausurado el campo perteneciente a un establecimiento hostelero en decadencia y popular en otros tiempos que nos sonaban lejanos.
Había que desplazarse en autobús sin que faltara el típico compañero rebelde que se colaba por la puerta trasera. No por pagar el billete pues era de clase pudiente, supongo que le estimulaba el hecho de hacer una hazaña. Quedábamos temprano para nuestros cánones y a las diez y media de la mañana ya estábamos correteando, disfrutando de sentirnos futbolistas por noventa minutos, tiempo donde acababan surgiendo los molestos flatos, parar unos minutos para saciar la sed y trotar arriba y abajo, con polémicas de jugar sin árbitro y si la diferencia de goles era bochornosa la cosa se iba degradando hasta que cansados y sudados poníamos punto final al encuentro...
Al regreso, con el hambre asomando tras el esfuerzo, se comentaban las vicisitudes del partido, picándonos en comentarios y dichosos sin saberlo regocijándonos en nuestra infancia ya adolescente. Nunca tuvimos ningún percance y sí recuerdo un partido en el que un padre que acompañó a su hijo se ofreció para arbitrar. Supongo que era una vocación frustrada por que el tipo lo vivía, pitando falta cada tres segundos, anulando goles por fuera de juego y en plan profesional. Recuerdo el recuerdo porque el perillán que siempre se colaba sin pagar el billete por la puerta trasera del autobús terminó enzarzado con el `árbitro´, ya se olía el encontronazo tras varias decisiones arbitrarias, con el resultado de que en un momento dado le llamó hijo de puta. Recuerdo que pensábamos por lo bajinis, y luego comentado en el viaje de regreso en el autobús, que ya era hora de pararle los pies al árbitro de las narices que no tenía ni idea de arbitrar. Nunca volvió a ofrecerse para hacer de árbitro y hasta es posible que su hijo no volviera a quedar para el partido de los sábados...
Antón Rendueles
 
 

miércoles, 26 de octubre de 2022

 

Clases mixtas
 
Tuve la fortuna de ser escolar en un colegio que tenía clases mixtas, concepto ya trasnochado salvo en colegios de índole religiosa o regidos por la Iglesia. De aquella el concepto era innovador como lo era la EGB o Educación General Básica ahora denostada por unos y admirada por la mayoría que tuvieron su periplo escolar por la misma. Cuando escucho a gente ya madura denostar la actual educación obligatoria me recuerda y me viene al recuerdo cuando siendo escolar algún adulto hablaba de la reválida como mejor que la EGB, arcanos extraños a mis infantiles oídos. La educación es fundamental para formar a los y las adultos de mañana y que hoy la mujer sea igual en cuanto a oportunidades, algunas sólo en teoría aún, con los hombres. Y la EGB fue el primer paso...
Recuerdo el patio donde el espacio permitía que los niños jugaran al fútbol y las niñas a sus cosas, con sus mandilones rosas. Por alguna razón recuerdo una de las ocasiones en que se juntaban niños y niñas a jugar, seguramente habían echado por la tele algo de Los Tres Mosqueteros porque simulábamos llevar espadas y recuerdo a una niña que me dejó prendado, obnubilado, pero no por amor a primera vista ya que éramos infancia aún, me dejó maravillado su pelo rubio en trenzas e incluso no he olvidado su nombre, del que ahora no me quiero acordar y aparto rápido el recuerdo porque hace años, pocos en comparación con entonces, la vi ya mujer caminando en la acera de enfrente. La reconocí por sus facciones aunque ya no tenía el pelo como cuando era niña. Prefiero cortar el recuerdo y recortar la parte final de ver el cambio...
De 5º a 8º crecimos juntos y de vez en cuando me tropiezo en redes sociales, desde la ventanilla de un autobús con piso adaptado, un semáforo en rojo, con rostros conocidos de la etapa de EGB tan cambiados como yo, alguno peor para ser sincero y ellas conservando algo en la mirada. No era ni mejor ni peor que ahora, eran otros tiempos, otra sociedad que sigue siendo la misma y otros planes de estudios obligatorios. Es una pena que la EGB no sea vista objetivamente en todos sus ángulos, puede que a nivel educativo tuviera carencias o defectos, pero forjó personas sin distinción de sexo, antesala de los logros para los distintos géneros porque aquellas niñas eran pioneras sin saberlo y puede que la mayoría fallezcan sin ser conscientes del camino que sin saberlo fueron viviendo abriendo paso.
Antón Rendueles
 

sábado, 10 de septiembre de 2022

 

ISABEL II, monarca del Reino Unido

 
Ha fallecido uno de los personajes históricos que forma parte de la vida de varias generaciones como es la ya difunta Isabel II, Reina de Inglaterra. Un reinado de larga duración que en mi caso abarca desde mi nacimiento. Veo que la noticia ha eclipsado a la actualidad y en todo el planeta se suceden los homenajes, tanto en aquellas naciones donde era Jefe de Estado hasta en estas latitudes donde siempre hay cierta inquina, la normal entre dos naciones que históricamente se han enfrentado durante siglos y siempre la sombra de la colonia británica en Gibraltar. No creo que fuera del ámbito de sus súbditos y compatriotas sea querida y despierte simpatías como  Reina pero es un personaje histórico, una de esas cosas en la vida que hace sentir estabilidad en un mundo inestable. De nacimiento noble pero sin aspiraciones de cuna para ser reina, llegó al trono a consecuencia de la abdicación de su tío en su padre. Siempre me fascinó desde la primera vez que la vi vestida de uniforme, creo que era de enfermera militar, en la imágenes en blanco y negro de la época. Y siempre ha estado ahí, se han ido otros y otras hace tiempo, pero siempre era reconfortante ver a Isabel II abrir el parlamento británico, la fastuosidad imperial cuando iba en carroza, los escándalos con su nuera y tantas y tantas imágenes de la monarca. Y lo cierto es que siento pena de saber que ya es Historia, formando parte de mi historia y de la historia de millones de personas...
Descanse en paz.

jueves, 1 de septiembre de 2022

 

Vuelta al cole
 
La llegada de septiembre anunciaba el fin de las vacaciones escolares de verano. Faltaban unos días y no había en televisión anuncios de ropa, material escolar y demás consumismo propio del regreso a las aulas. De aquella, era una liturgia acudir con mi madre a comprar el material. La E.G. B. era pródiga en textos escolares y recuerdo la librería abarrotada de libros y ese aroma a celulosa que se graba en el recuerdo y vuelve cuando ahora abro un libro nuevo. Había libros para todas la materias y disponía el librero de una lista de colegios, cursos y materias que requerían diferentes textos para estudiar lo mismo. Posiblemente la compra más fascinante era la del estuche, todo un arte su elección y que yo disfrutaba, saboreando cada modelo, catalogando su contenido de lápices de colores, la goma de borrar, un tajalápiz y la regla con su cartabón. Recuerdo la fascinación ante el estuche doble cuyo contenido parecía infinito. No faltaba la maleta, aún no habían llegado las mochilas y recuerdo a los adultos refunfuñar por su peso. Ya en casa, mi padre forraba los libros que quedaban en perfecto estado de revista. Yo miraba las portadas, ojeaba el interior y leía lo que me parecía interesante. Miraba el libro de matemáticas con sus arcanos desconocidos, el libro de geografía donde me obnubilaba mirando los mapas donde venían los productos de cada región y buscar la mía. Al final todo quedaba listo y miraba el material escolar que también parecía mirarme a mí con una mezcla de ansiedad por empezar un nuevo curso y de tristeza con enfado por el fin de las vacaciones, del verano y los días despreocupados de la infancia...
Antón Rendueles
 

miércoles, 17 de agosto de 2022

 

Recreativos
 
El primer contacto con las máquinas recreativas era un local de tales que estaba cerca del colegio pero alejado a la vez por las calles. Tenía un compañero de clase que entraba en él. Para el niño que era entonces era un sitio que me acogotaba bastante. Recuerdo que las paredes estaban repletas de máquinas de petacos, también conocidos como billares electrónicos y ahora como pin-ball. Había otras que me llamaban la atención, una máquina con una escopeta donde había que disparar certeramente a un oso, si no recuerdo mal, que desfilaba por la pantalla. Era un sitio que me inspiraba temor, tenía metido en la cabeza que no era recomendable, supongo que el motivo de tal miedo era que se veía a jóvenes algo mayores fumando y el tipo que llevaba el local me resultaba un tipo extraño, casi delincuente. Sólo era un niño en un ambiente nuevo y extraño que le inspiraba temor...
Un día, en un bar y restaurante cuyos responsables eran amistad de mis padres fui testigo de cómo cambiaban la máquina de ping-pong, extrañamente magnética en su atractivo sin elementos mecánicos, con una pantalla de televisor y un juego de diabólica simplicidad, por una nueva. La recuerdo colorida y cuando vi por primera vez encenderse la pantalla y aparecer extraterrestres que había que eliminar con un cañón que se desplazaba de izquierda a derecha y viceversa y que tenía el vanguardista nombre de Space Invaders fue toda una experiencia. Era el heraldo de una nueva era en los recreativos, en las máquinas recreativas, que visto ahora me hace sentir afortunado aunque veo anuncios de video consolas y video juegos que me hacen sentir la vejez, entendida como tal que la tecnología se convierte en algo desconocido, orgulloso del recuerdo de ser testigo de su nacimiento pero ya totalmente analfabeto de los videojuegos...
Aquellas navidades la Noche de Reyes me dejó una ATARI. Es difícil expresar cómo se conjugaban la imaginación y la fascinación para ver naves espaciales en triángulos o esquemáticas reproducciones de edificios que sólo eran figuras geométricas. Era un mundo nuevo de entretenimiento y supe que era un privilegiado al ver que mis amigos no podían disfrutar de una en su casa...
Hoy todos aquellos recreativos se valoran por compradores de nostalgia y coleccionistas de cosas obsoletas y cuando veo una tienda de artículos retro donde proliferan juguetes de mis tiempos y sistemas de videojuegos como ATARI, me pregunto qué niño, niña y mayores jugaron y sintieron aquella fascinación que sentía yo. También recuerdo a mis mayores que me ofrecieron la oportunidad de disfrutar cuando eran tiempos de incertidumbre y a la vez de ilusión por el futuro que para la infancia ya era presente tecnológico sin saberlo.
Antón Rendueles
 

sábado, 16 de julio de 2022

 

Maquetas
 
Me entero tarde, mal y nunca de que ha cerrado un local comercial, una juguetería de las de toda la vida a estas alturas de la misma. En realidad era un establecimiento especializado en modelismo y aunque no soy de los vecinos que conocían a los dueños sí que tengo relación con el establecimiento desde que era niño...
Mientras la sociedad encaminaba el rumbo hacia la democracia y asentaba la misma, atacada por el terrorismo de ETA y añorantes de la dictadura franquista, el mundo infantil disfrutaba de la sociedad del bienestar. El piso de mis abuelos estaba a unos cincuenta metros del local de la juguetería. Siempre tenía cosas magníficas y me enganchó a ser asiduo del escaparate una caja de una maqueta de las naves de una serie de televisión, Espacio 1999. Es el primer recuerdo que tengo de algo que veía en la televisión como serie. Muchas veces estaba con mis padres o familiares fuera de casa y yo empezaba a dar la tabarra para que me llevaran a casa. Cuando llegaba tarde, siempre me paraba en la puerta de una sidrería que tenía la televisión al fondo del local y podía ver si había empezado o no. La historia era fascinante, es curioso que lo recuerde pese a que esa época de recuerdos es una nebulosa, pero recuerdo la trama: la Luna se salía de la órbita terrestre y vagaba por el espacio llevando de habitantes a los terrícolas atrapados en la base lunar. Me fascinaba ver la nave sobrevolar los parajes lunares y sólo en 2001 Una odisea del espacio sentí la misma fascinación viendo las naves sobrevolar la Luna...
Cuando te traían los Reyes Magos una maqueta, como regalo de cumpleaños o detalle de un familiar que venía de visita de Pascua en Ramos, es que habías llegado a otro nivel en tu crecimiento. En mi caso, la primera maqueta me la regalo un compañero de colegio en un cumpleaños. Era una maqueta de algo de lo que se hablaba y que para un niño fascinado con la conquista lunar fue un sueño hecho realidad: una maqueta del futuro transbordador espacial. Había visto en la tele algo, un 747 llevando una nave sobre su fuselaje, con cohetes de lanzamiento que era reutilizables, una bodega de carga que permitiría llevar un laboratorio espacial. El futuro, siempre fascinante en la infancia...
Con esa maqueta que me regalaron comenzó una nueva etapa en mi relación con la juguetería. En su escaparate siempre había varias cajas de maquetas, de aviones, barcos y vehículos militares que salían en las películas. Pude montar la maqueta sin grandes complicaciones, por su sencillez, para alguien a quien no fascinaban las clases de manualidades salvo porque era la última clase del último día de la semana escolar y a la salida esperaba todo un fin de semana para jugar...
Mi padre, pensando que era afición incipiente al modelismo lo que sólo era fascinación por todo lo que fuera la conquista del espacio, me acompaño a la juguetería. No soy capaz de describir con palabras el universo que se abrió ante mí cuando de la mano de mi padre bajé a la plata baja del local y de cuya existencia era desconocedor. Toda la planta baja era un templo, una catedral gótica desde mi talla infantil consagrada a las maquetas. Grandes, enormes y supongo que mi padre notó algo porque esa Navidad recibí un circuito de Scalextric. No era el fascinante circuito montado en el bajo con detalles como personal de pista y cuenta vueltas...
Sólo hice tres maquetas, la ya citada del transbordador espacial; un diorama que me tuvo horas para montarlo donde se veía un Jeep estadounidense con todo lujo de pequeños detalles que había que montar y la de un barco ballenero que fue la última. Seguí visitando el escaparate y, ya como cliente, compré los botecitos de pintura y un par de pinceles. A lo largo de los años he visto multitud de maquetas y siempre me he detenido cuando he podido a contemplarlas con deleite, imaginando el proceso de montaje y admirado de quienes tenían verdadera afición, pero nunca me abandona la fascinación de aquel niño, de la memoria de mi pequeña historia dentro de la Historia...
Antón Rendueles
 

viernes, 1 de julio de 2022

 

Efemérides
 
Se ha celebrado la cumbre de la OTAN, una cita histórica dado el actual panorama de guerra en Europa y me viene al recuerdo otras efemérides. Tengo fresco el recuerdo de la primera vez que el grupo Supertramp y los Rolling Stones tocaron en España. Fue con motivo del Mundial Cultural paralelo al Mundial 82, un escaparate de un país que se enganchaba de nuevo al tren de la Historia dejando atrás una larga dictadura...
Tras el mundial llegaría el horizonte de Barcelona 92, pero antes la atención se fijaba en un festival de la OTI o de Eurovisión, ansiosos de ver a España con el resto de naciones que subían a los podios y hacían ondear la bandera, cosa que por estos lares no era bien vista con protagonismo de banderas regionales, recuerdo que se puso de moda llevar en la pulsera del reloj la bandera que te identificaba. Llegó el primer premio Oscar al cine español con la ciudad de protagonista, madrugamos o simplemente no nos acostamos para ver la final de baloncesto olímpico contra los EEUU, sabiendo que se perdería pero con ansia de ver cómo se les plantaba cara...
En este nuevo siglo han pasado tantas cosas en veinte años que todo aquello queda sepultado en el recuerdo. Es un orgullo que la imagen que transmitimos es la de un país europeo más, lejanos aquellos tiempos de complejos históricos donde las efemérides se recordarían. Todo ello teñido de la presencia del terrorismo y luchando en la vida diaria con reconversiones obligadas para entrar en el club europeo. No puedo olvidar el bochornoso espectáculo televisado del intento golpista del 23-F y que fue el impulso definitivo para que la sociedad española se abriera a los cauces democráticos. Ahora hay otra efemérides que marca un punto de inflexión en nuestras vidas, la guerra es un hecho y nos preparamos para ella y se recordará la cumbre de Madrid como ahora se recuerdan otras fechas históricas como punto de inflexión. Ahora puedo sentir el vértigo que sentían en aquellos tiempos los adultos, es un vértigo que te empapa y se apodera de los sentidos, de presagios que asustan sólo de pensarlos y sin embargo seguir tirando como todos los días.
Antón Rendueles
 

jueves, 23 de junio de 2022

 

OBITUARIO

 

 

JOSÉ LUIS BALBÍN, periodista

 

Se ha ido de este mundo una leyenda del periodismo en España y creador del no menos legendario programa La Clave, un espacio de debate televisivo que iluminó a los espectadores desde 1976 a 1986. El plató era minimalista con la presencia central de José Luis Balbín y rodeado de sillas con los invitados de turno. Hay quien dice que fue un programa que hizo televisión pública como servicio de información, de divulgación de ideas y debate de argumentos, tan alejado de lo que es hoy en día una tertulia. Yo era un niño cuando comenzó el programa. Me atrajo porque, tras una presentación inicial de los invitados y el tema a tratar, se emitía una película. Ya tenía inculcada la afición al cine por mis mayores, pero Balbín siempre emitía películas que no se emitían normalmente, acostumbrado como estaba a tardes de cine de indios y vaqueros, de hazañas bélicas; noches de sábado con películas más serias. Pero la película del programa siempre era distinta, a veces informaba de que tal película no podía emitirse por problemas de derechos de emisión lo cual aumentaba mis ansias de verla. Mientras duraba la presentación solía jugar oyendo de fondo las presentaciones y los comentarios. Sin embargo, entre 1976 y 1980, fueron muchas las veces en que me quedaba al coloquio, no porque mi mente infantil estuviera madura para comprender lo tratado, es que la película tenía que ver con el tema a tratar y durante el debate posterior solían citarse aspectos de la película para ilustrar los distintos argumentos. Descubrí que una película tenía matices desconocidos para profanos, para niños como yo que sólo veía una película que me gustaba. Muchas veces me quedé dormido en el sofá y mis mayores me veían algo friki por ver La Clave. Al crecer, fui consciente de que disfruté de un momento histórico de la televisión y del propio país. Seguí las andanzas profesionales de José Luis Balbín, leía sus artículos, traté de ver la segunda etapa del programa pero ya no era tiempo de jugar esperando la película y todo había cambiado. Debo dar las gracias a José Luis Balbín por su programa, por ser parte de mi formación ya que aprendí a escuchar a antagonistas políticos, me inició en la curiosidad por temas de adultos que son en realidad humanos como los sentimientos, las emociones, lo que nos impulsa y motiva, lo que nos destruye y lo que nos da esperanza. Y también descubrir un montón de películas que terminaron de forjar mi amor al cine, me deja recuerdos de una época donde el VHF convertía en muestra de fe sintonizar la señal, siempre con niebla o interferencias, de imágenes en blanco y negro, de color después...
Descanse en paz.
 

 

sábado, 18 de junio de 2022

 

El hipermercado
 
Tengo un recuerdo grabado a fuego de aquellos años. Era un sábado, por la tarde ya entrada aunque no recuerdo qué día o qué estación era. Siento a veces la tentación de mirar por Internet o hemerotecas digitales para poner fecha a recuerdos como éste mas nunca lo hago, sería como matar la magia nebulosa del recuerdo...
La autovía era un heraldo de los nuevos tiempos, acortó distancias y tiempos entre localidades del centro de la región, ahora lo llaman territorio pero sigue siendo lo mismo; de repente la autovía creaba un gran espacio poblacional y económico, surgió en el centro de la región lo que entonces se llamó el hipermercado. Era algo vanguardista, novedoso, fascinante. Era lo que veíamos en cine y televisión como símbolo de progreso, el mágico escaparate del cine en la infancia. Recuerdo que iba expectante en el asiento de atrás, mirando por la ventanilla la autovía, coches adelantando y adelantando coches. Entonces, de repente, un inmenso edificio de más inmenso aparcamiento. Era lo bastante niño para subir en un carro, no tan pequeño para sentarme en él y si lo suficiente para disfrutarlo unos instantes...
El interior me resultó asombroso, inmenso una vez más, completamente distinto a las tiendas y el mercado donde hacía los recados de la compra del sábado para mi abuela. Era como una nave espacial. Luminoso de techo altísimo. Me quedé fascinado viendo un mostrador refrigerado a lo largo de una de las paredes. Metía la mano sin introducirla y sentías un frío helador cuando pasabas el límite del mostrador. Latas de bebida, refrescos, tartas heladas que no había visto nunca...
Se convirtió en una liturgia ir al hipermercado y disfrutaba como un niño. Luego, en posteriores compras, pude descubrir sus pasillos, los distintos mostradores pero la alegría consumista de los adultos era contagiosa. Recuerdo el aparcamiento repleto de vehículos, las colas en las cajas con carros llenos de compra, la liturgia de devolver el carro tras descargar la compra en el maletero. Después, en la ciudad, aparecieron otros signos del cambio de los tiempos que merecen su memoria particular pero que debo citar, como una hamburguesería o una sala multicines. Las tiendas que conocía iban desapareciendo y surgían nuevos comercios como el de los congelados, pequeños supermercados que crecerían hasta devorar las tiendas como en las que hacía los recados de la compra del sábado...
Ahora sólo hay que tener conexión a Internet para disponer de la mayor superficie de venta del mundo como es el propio mundo. Lejos de ver un consumismo compulsivo, es la ilusión que despertó aquel hipermercado de la región, territorio para seseras sensibles, la misma ilusión que veo en el consumismo por Internet, ni bueno, ni malo, ni mejor, ni peor que aquel consumismo del final de una década que cambiaba con el país como ahora cambia con el planeta.
Antón Rendueles
 

martes, 24 de mayo de 2022

 

La Hoja del Lunes
 
Tengo un periódico en mis manos y he viajado en el recuerdo. Siempre crecí con la figura del periódico, los adultos lo leían, al menos lo miraban. Unos la prensa local con los sucesos y noticias, también las esquelas que miraban con fruición que yo no entendía, la cosa de los muertos aún era un misterio que miraba de reojo, casi a escondidas en una mezcla de miedo y curiosidad. Recuerdo a mi abuela leyendo El Caso y sus crónicas de sucesos que tan popular era antes, cuando las noticias eran las crónicas de los y las reporteros...
Mi afición a la leer prensa escrita encontró el empujón definitivo cuando empecé a ir al fútbol, con mi abuelo primero y con amigos posteriormente. Mis mayores me permitían hacerme socio y no me perdía un partido, entonces la jornada de fútbol era dominical y a la misma hora todos los encuentros. Para mí la cosa continuaba de lunes porque me gustaba leer la crónica del partido, me sentía parte del partido descrito en la crónica. Esperaba con ansia leer si ponían tal o cual cosa ocurrida en la grada, ver si coincidía mi opinión del encuentro con lo visto por el corresponsal...
Los lunes no había prensa, se editaba una Hoja del Lunes que me fascinó desde que lo leí la primera vez. Por alguna razón a los adultos no les iba mucho esa prensa de los lunes, distinta en formato y tipografía, incluso las noticias eran de otra manera y los artículos y crónicas también. No entendía el motivo, tampoco era lector de la prensa a diario, nunca de hecho salvo alguna cosa que llamara la atención o que me mandaran ver algo que podía despertar mi interés...
Recuerdo ir al kiosco y comprar el número de ese lunes, aficionarme a leer articulistas que más tarde con el tiempo supe que era pseudónimos, devoraba con avidez la crónica del partido hasta que terminaba leyendo todo el ejemplar, triste cuando se acababa la lectura y deseando ya tener entre mis manos la hoja del lunes siguiente...
Un día dejó de publicarse, la vida siguió y cogí la costumbre de al menos una vez a la semana leer prensa escrita, sentir el papel y mirar titulares, detenerme en un artículo y quedar absorto en su lectura.
Antón Rendueles

sábado, 23 de abril de 2022

 

Domingos de salida al baile de boda
 
Era un restaurante a las afueras de la ciudad, ya en zona rural pero cerca gracias a disponer de coche. Teníamos parientes por parte de mi madre y salir a merendar para posteriormente entrar al salón del restaurante donde se celebraban banquetes de boda. Tras la comida y los cafés con los obsequios de la pareja nupcial a los invitados, puros, cajetillas con seis cigarros de tabaco rubio que era toda una exquisitez donde el consumo lo dominaban DucadosGoya y Farias, tabaco negro en suma en aquellos años donde las marcas americanas se compraban de contrabando, tras el café sonaba la orquesta tras apartar mesas y disponerlas para el baile y posterior merienda una plantilla de tres o cuatro camareros de la zona que se ganaban unas perras trabajando de camareros en las bodas y celebraciones de fin de semana. Repuestas las fuerzas con la merienda, se abría el baile a la clientela del restaurante que gozaba de gran popularidad y siempre rebosaba de familias y grupos de gente en la barra del bar y en las mesas en el exterior...
Me fascinaba ver la liturgia de encontrarse con amistades y parientes que hablaban de gentes y cosas que un chico urbanita como era yo le sonaban a cosas ajenas a la vida en la ciudad. Deambulaba por el salón mirando bailar a los adultos, sin comprender el motivo de que los camareros se afanaran en encontrar pareja de baile, también ellos disfrutaban de la gentileza de los novios en permitir que todo el mundo disfrutara de su fiesta. La orquesta, casi siempre era la misma, desgranaba su repertorio de pasodobles y música bailable. Las parejas de más edad bailaban casi como autómatas, las parejas jóvenes se movían distinto y los susurros a la oreja eran habituales y desprendían calor comparado con la frialdad de los mayores bailando...
No era difícil encontrar otros niños y niñas que nos acabamos juntando para jugar a cosas que ya no recuerdo, supongo que a darle patadas a un balón, el escondite y cosas así. El tiempo pasaba rápido y era toda una cacería conseguir algo de los restos de merienda que poblaban las mesas, largueros de quita y pon con las ruinas del banquete...
Supongo que en el fondo tenía ganas de volver a mi mundo y cuando sonaba la del viejo y la vieja que se van a Albacete ya sabía que la cosa tocaba a su fin. El popurrí final de temas populares era el canto del cisne del baile de boda. Se cogían chaquetas de los respaldos de las sillas y se aplaudía a la orquesta y a los novios. Los camareros volvían a su trajín de forma rápida y eficiente mientras nos íbamos y nos despedíamos a pie de coche de parientes y amigos que yo no conocía salvo a tres o cuatro personas que me eran familiares y con las que había contacto...
Luego llegarían otros domingos y al final dejamos de ir, supongo que llegó un momento en que aquel mundo fue sustituido por otro, por una nueva década donde unos eran mayores y yo comenzaba a ser también mayor. Puede que algún domingo haya preferido quedarme en casa y los jóvenes se casaron o simplemente dejó de ser habitual salir un domingo a merendar e ir a un baile de boda, llegaron otros entretenimientos, otra década y otras formas de celebrar las bodas, supongo.
Antón Rendueles

sábado, 5 de marzo de 2022

 

OTAN
 
Veo en la pantalla del televisor los estragos de la guerra en Ucrania por la invasión a gran escala de tropas rusas sobre el citado país. Las imágenes en blanco y negro de la invasión de Polonia en 1939 y de Varsovia atacada por la aviación nazi han cobrado nueva vida en un nuevo escenario bélico, en una nueva ciudad y en color en tiempo real. Nunca escuché historias en mi círculo familiar sobre la guerra. Sólo mi abuela materna me comentó una vez que le pregunté que recordaba ser niña corriendo asustada de la mano de su hermano pequeño y de su madre intentando escapar de los bombardeos. Los siguientes recuerdos son de posguerra, apagando luces y quedando a oscuras cuando sentían a los visitantes nocturnos que entraban en las casas y se llevaban a alguien que tardaría en volver y alguno que no volvió jamás...
Recuerdo guerras vistas por la televisión, guerras lejanas en Centroamérica, en Camboya y un día en Afganistán, con aquella URSS que era una incógnita en su mundo comunista imperial, pero nunca sentí el miedo de vivir una guerra...
Se montó un gran jaleo con el tema de la entrada en la OTAN después de que Felipe González ganara las elecciones para el PSOE prometiendo, entre otras cosas, 800.000 puestos de trabajo y salir de la OTAN, donde habíamos entrado deprisa y corriendo antes de las elecciones. Supongo que estaba expuesto a la propaganda de Occidente frente a la URSS, o tal vez que me gustaba leer y ver documentales comprendiendo a temprana edad que estaban los soviéticos y estábamos los capitalistas en una amenaza constante del conflicto nuclear. Siempre me gustó la conquista espacial, sabía a grandes rasgos las personas de von Braun y Korolev, los padres de la conquista espacial cuyos cohetes también servían para llevar ojivas nucleares. Era imposible querer saber de la conquista espacial y no empaparse de la II Guerra Mundial, así que cuando llegó la polémica de si OTAN Sí u OTAN NO, me pareció que permanecer era una buena opción. Admiraba a Rusia y su historia, supongo que me fascinó en cierta forma como España y Rusia frenaron a Napoleón y que ser extremos de Europa, la lejanía y la diferencia como naciones nos hacía en cierta forma hermanos...
Me he dado cuenta de que aquella Rusia que desembocó en la URSS era tan enigmática en este lado del Muro de Berlín como descubro que es la Rusia bajo el régimen de Putin, aislada del exterior, reprimida en el interior y exportando la guerra sin motivo más allá de un nacionalismo nostálgico de la grandeza imperial zarista. Hicieron una revolución para escapar del yugo del Zar y la mansedumbre, cayeron en el totalitarismo comunista, sacrificaron millones de vidas luchando contra el fascismo nazi y aprendieron lo que es la derrota en 1989. Y ahora sólo cambia la tecnología, que lejos de hacer sociedades libres es utilizada como mordaza para conducir a un pueblo a la guerra contra una nación hermana y engañando a su ciudadanía con eufemismos como fuerzas de paz, operación militar especial, el nazismo que gobierna Ucrania...
Siempre me sentí afortunado de vivir en una era de paz, sí que había guerras lejanas, ajenas y casi hasta exóticas, pero nunca tan cerca...
Soñaba ver a la Humanidad volver a pisar la luna, una nueva carrera espacial que en realidad será nuestro primer paso a un futuro que ahora suena a delirio como antaño era delirio creer que habría artefactos que nos permitirían comunicarnos en tiempo real con imagen y sonido...
Nada une o destruye más que una guerra, incluso hay quien opinaba que una guerra en Europa cada veinte años era saludable. Los populismos de izquierda y de derecha, los nacionalismos y las palabras altisonantes han pasado a tener la importancia real que tienen en realidad: ninguna porque la guerra es real, está aquí. Y aunque no se involucre la OTAN, tarde o temprano habrá enfrentamiento si es que Rusia no se libera del yugo del régimen de Putin. En 1936 la inacción de las democracias ante la agresión fascista en España y en 1938 cediendo a las pretensiones de Hitler fueron duros aprendizajes que casi un siglo después tenemos que aprender y recordar. La OTAN es necesaria porque es el baluarte armado de las democracias, con sus defectos y sus injusticias, pero siempre mejor que cualquier otro sistema alternativo. Rusia no es Putin, pero la democracia sí es la OTAN...
Rezó por nuestras tropas y por el pueblo ucraniano y el pueblo ruso. Ya no me importa ser incinerado nuclearmente, al menos no tanto como en aquellos días de guerra fría que se calentaba en guerras lejanas. Quisiera envejecer y vivir, disfrutar de las cosas como siempre hice, soñar con futuros, añorar lo ido. Pero es mejor ser conscientes de que ahora, en Ucrania, el totalitarismo ha cogido nuevas energías retrocediendo a ciudades asediadas, invasiones militares avasallando naciones vecinas, imponiendo el lenguaje de las armas a la diplomacia y la cooperación internacional...
Si Rusia no es capaz de vencer a la tiranía que la oprime, sólo la OTAN podremos pararle y puede que entonces sea demasiado tarde para toda la Humanidad y la Luna siga siendo ese sueño con el soñaba y que nunca llegó como tantos sueños arrebatados en tantas guerras precedentes, quién sabe.
Antón Rendueles

martes, 8 de febrero de 2022

 

La televisión
 
Estos días atrás me he visto obligado a cambiar mi viejo televisor, ha soportado el paso del tiempo con prótesis como un TDT, ocupando el espacio que antes ocupaba el reproductor de VHS, restos de un tiempo tecnológico...
Mientras el técnico hablaba y hablaba durante la instalación de las prestaciones del nuevo televisor, más un ordenador o una tableta de proporciones gigantescas que el aparato al que estoy acostumbrado desde que era niño, cuando era el encargado de sintonizar canales, los dos canales más bien, que el receptor recibía...
Era el primer televisor en color, presidiendo el salón donde sofá, mesa, sillas, todo parecía orientado a la contemplación de la pantalla. Tenía un cajetín con ruedecillas para sintonizar aquel número de canales impresionante, como en las películas americanas solo que aquí sólo se sintonizaban dos cadenas y una de ellas, la segunda, con interferencias y niebla. Todo precisaba de manejar aquellas rueditas para conectar el vídeo, la videoconsola y más tarde mi primer ordenador personal...
Decían que pasar tantas horas como pasábamos la infancia ante el televisor nos haría adultos tarados, casi psicópatas inducidos por la violencia en la pequeña pantalla, dicen lo mismo ahora de los videojuegos y de Internet. Creo que ahora la infancia y la juventud ven los contenidos que desean, que siempre son los que se nos muestran y a los que nos otorgan acceso. Pero al igual que antaño, recurro a la infancia de mi entorno familiar para terminar de comprender los misterios de la televisión en la era digital. Reconozco que la televisión, el aparato, es una pasada de calidad de imagen y prestaciones, aunque prefiero la radio, el reproductor de música a centralizarlo todo en la televisión, es una cuestión cultural y de entorno tecnológico...
Las noticias siguen siendo la mismas, no hay intrépidos reporteros en Camboya, Salvador o Nicaragua, pero sigue habiendo conflictos y el aislamiento audiovisual a la carta impide ver las malas noticias, eso no ha cambiado mucho salvo que ahora el aislamiento es individual, como colonos en un planeta ajeno donde el vínculo con el planeta de origen fueran las telecomunicaciones...
El viejo televisor parece mirarme en el pasillo junto a la prótesis del aparato de TDT, la repanocha cuando se pasó la emisión de señal televisiva a la nueva tecnología y ahora integrado en el aparato. Pero me sigue fascinando la televisión y no soy capaz de fascinarme con las nuevas tecnologías televisivas, me son tan extrañas y casi tan ajenas como el aparato de vídeo lo era para mi abuelo...
Supongo que es la inevitable nostalgia ante un mundo que ya no existe y es un ejercicio doloroso e inútil agarrarse al pasado, queda el recuerdo, queda la memoria. Pero ahora el viejo aparato espera ser recogido para su tratamiento como residuo tecnológico, o en un mercado africano reconvertido en aparato operativo y puede que un niño, una niña, se ilusionen como yo me ilusionaba de niño...
Quién sabe.
Antón Rendueles
 

miércoles, 26 de enero de 2022

 

La guerra
 
Fuimos una juventud afortunada, existía el servicio militar obligatorio, pero nunca nos tocó una crisis bélica, quedaban todas muy lejanas...
Estaba la invasión de Afganistán y a este lado del muro la Guerra Fría convivía con un incipiente consumismo, paz social y prosperidad en comparación con otros continentes. Al otro lado del muro casi todo era un misterio para este lado. Sabíamos que no era lo mismo, pese a que el cine y la literatura, sin menoscabo de la omnipresente televisión y la radio, aumentaba el misterio de la URSS con sus misiles. Vietnam con sus protagonistas medio tarados unos, traumatizados los otros y humanistas algunos, poblaban las producciones cinematográficas. Sí recuerdo un anuncio para alistarse en la Armada, que te llamaba o algo similar. Las tardes de sábado eran películas bélicas donde al inicio de la misma los productores agradecían la colaboración de la U. S. NAVY para rodar y utilizar sus buques y aviones...
Luego estaba Centroamérica, con Nicaragua en boga por el triunfo del sandinismo, que décadas después han reconvertido a los revolucionarios en capitalistas dictatoriales. Honduras y la Contra sin olvidar El Salvador donde las imágenes eran brutales, pero quedaba lejos...
Y vendría un conflicto extraño, lo recuerdo nítidamente porque era el último año del EGB con sus ventajas a la hora de coger la coctelera en el autobús y se preparaba con ansiedad el viaje de fin de curso. Un buen día Argentina y Gran Bretaña se enzarzaron en un conflicto por las islas Malvinas. La propaganda a este lado del muro siempre recalcaba el conflicto capitalismo-comunismo y no contemplaba que dos naciones a este lado del muro se metieran en una guerra entre ellos...
Recuerdo imágenes de tropas argentinas atrincheradas mientras la Royal Navy era despedida con banderas británicas. Por alguna extraña razón, en los comentarios de colegio sabíamos que los británicos eran superiores a los argentinos...
Acabó pronto y han quedado grabadas a fuego las hazañas de los pilotos argentinos humillando la flota enemiga con sus osados ataques, los gurkas afilando sus cuchillos, los Harrier y el ahora deshonrado hijo de la reina pilotando un helicóptero, pero quedaba lejos...
Europa viviría una guerra a principios de los 90´s en la antigua Yugoslavia con el martirio de la ciudad de Sarajevo, la foto del miliciano pateando un penalti con la cabeza de una mujer en el suelo asesinada horas antes, lo curioso es que seguía quedando lejos pese a estar aquí al lado...
Veo imágenes de despliegue de tropas rusas y de la OTAN, Ucrania defendiendo su soberanía confiada en sus aliados de la coalición, también Polonia creía que sus aliados serían freno al expansionismo nazi...
Y por alguna razón, este conflicto queda muy cerca.
Antón Rendueles
 

viernes, 10 de diciembre de 2021

 

De comics, tebeos y súper héroes
 
Fuimos una infancia afortunada, al menos los pudientes urbanitas y donde progenitores de la llamada clase obrera daban a sus retoños comodidades y consumismo de clase media, la diferencia estaba en el salario y tener pluriempleo. En mi caso disfruté de bienestar y de poder comprar todas las semanas un tebeo que mi padre también leía cuando iba al baño...
Estaban los tebeos, mayormente de la aquella mítica  Editorial Bruguera donde agudos humoristas gráficos y dibujantes de tebeos nos inculcaban a base de risas y cosas entre líneas, lo cual explica que los adultos también disfrutaran de las historietas, como aquel Carpanta que hacía reir y a la vez, sin saberlo, nos hablaba del hambre, extrañado hasta que supe el motivo de qué en el mundo de Carpanta y Zipi y Zape hubiera gendarmes y no policías. Mortadelo y Filemón eran las estrellas con su evolución a la par que la nación y sus habitantes, las chapuzas del Pepe Gotera y Otilio, el igualico que el difunto de su aguelico del Agamenón, La familia Cebolleta, Las Hermanas Gilda, Anacleto el agente secreto y la familia Trapisonda que formaban un grupito que era la monda, me hicieron reír y abstraerme gratos momentos. Era de los frikis, que se llama ahora a estas cosas, que releía y releía los tebeos...
Los comics eran otra cosa y siempre recuerdo cómo me las arreglaba para conseguir echar un vistazo a 1984 y sus historias de un futuro tormentoso, era otro rollo, otras historias tan ficticias como los tebeos pero también era augurios de futuros. Recuerdo una historia, era la primera vez que gracias a un vecino un par de años mayor, puede que tres, me dejó un día. La historia iba de un tipo en una casa de campo, no recuerdo el argumento pero sí el final donde se veía un trozo de la Tierra convertida en asteroide con la casa y su habitante en la superficie, un trozo de un mundo...
Ahora hay súper héroes en todas partes y dispositivos que permiten reproducir películas y series. En aquellos tiempos el soporte era papel y los tebeos de súper héroes exigían ser amante de historias que continuaban en el siguiente número y seguir las peripecias de Supermán, Batman y Spìderman. Circulaban bajo pupitre en el colegio y se devoraban en la intimidad de la merienda, sin embargo nunca me aficioné a ser friki, me gustaba Superman y me encantaba Spiderman mas no tenía costumbre de gastar el dinero en ellos que reservaba para los tebeos y la llegada de Súper López calmó mi euforia por los súper héroes, al menos pagar por verlos y dejaba su adquisición a cambalaches de patio de recreo, algún regalo en fecha señalada y préstamo en la biblioteca pública...
Algún día habría que reconocer los méritos de Ibáñez, Escobar, Vázquez y resto de dibujantes que entretenían a infancia y adultos, que se lanzaban pullas en las historietas haciéndonos partícipes del buen rollo entre colegas, que nos mostraban una sociedad donde lo absurdo era posible por ser reflejo de la realidad y todos crecimos con aquellos personajes e historietas. Ahora hay películas y series de algunos de ellos y de otros se han intentado hacer versiones cinematográficas de más o menos fortuna, en mi caso reconozco que están muy bien hechas y sin embargo cada vez que la televisión escupe alguna imagen de las mismas, siento nostalgia con alegre serenidad recordando los buenos momentos que me hicieron pasar en soporte gráfico de papel...
Gracias a todos ellos, creadores, artistas, genios en lograr la risa y ácidos en su justa medida para burlar la censura, les hecho de menos en estos tiempos de adulto porque tendrían mucho que decirnos camuflado en el absurdo mundo del comic, tebeos en aquellos tiempos.
Antón Rendueles
 

viernes, 19 de noviembre de 2021

 

Domingos de partido
 
El domingo de partido lo notaba porque, tras la comida, ya me preparaban en el sentido de vestirme y peinar. Era muy niño y la liturgia formaba parte de mi universo infantil. Debía salir al encuentro de mi abuelo que salía después de comer a echar la partida. Era un restaurante, aquellos restaurantes de expositor refrigerado en el escaparate que daba a la calle mostrando en sus entrañas piezas de chuletón de ternera y otras delicias en crudo que estimularan a los viandantes y clientes. En el interior estaban dispuestas las mesas reconvertidas a mesas de juego, por entonces comer fuera tenía sus horas y las partidas las suyas. Sentados cuatro jugadores en cada mesa, flotaba el humo de los puros Farias y el aroma a coñac Soberano que emanaba de las copas, con una franja roja en las mismas que servía de guía de cantidad. Creo que desde entonces es que no me gusta el barullo con los naipes y pese a los intentos de mi abuelo por introducirme en los encantos y arcanos del mus, la brisca o el tute, nunca fui pupilo aventajado, aprendía las normas y reglas, hasta la señales con nariz y toques de oreja, pero nunca jugué fuera del entorno familiar. También se jugaba al dominó, con el golpe de las fichas, el misterio de ver a los jugadores alinear las fichas, sí me gustó el dominó en cambio...
Solía llegar al final de las partidas y se emprendía el camino al estadio, a considerable distancia para ir a pie, pero siempre se hacía a pie en tertulias ambulantes que iban en aumento a medida que se avanzaba camino. Sólo había una grada con asientos y digna de llamarse tal, aún no se soñaba con la ampliación que trajo el Mundial 82. Dentro del estadio había una especie de cantina donde se surtían los espectadores de mini botellitas de coñac o de puros. También se recogían unas almohadillas que servía para descansar las posaderas en el duro cemento de la grada, los asientos eran cuadrados de raya gruesa y un número en medio que indicaba el socio con derecho a sentarse y no ser plebe sin asiento como ocurría en las tres gradas restantes, mi abuelo iba a la zona noble de la plebe con los palcos sobre la cabeza y que eran territorio misterioso y prohibido par mí...
Nunca ganamos una Liga siendo niño pero nunca estuvimos tan cerca como en aquel tiempo, donde después de las dos y media las mesas de restaurante se convertían en mesas de partida entre amigos, vecinos, conocidos y compañeros de trabajo, con la televisión apagada, una radio de fondo y trajín de platos en la cocina, de humo de puro flotando en el ambiente y el dulzón aroma del licor en las copas que inunda la memoria de aquellos tiempos de universo infantil en que mi abuelo formaba parte del mismo y la liturgia de los domingos de partido es un lugar reconfortante cuando surge la nostalgia por quienes ya no están pero crearon una sociedad donde los niños seguían siendo niños cuando ellos y ellas apenas tuvieron infancia...
Antón Rendueles
 

jueves, 4 de noviembre de 2021

 

OBITUARIO

 

por Antón Rendueles
 
Georgie Dann, compositor y cantante
 
Ha fallecido otro de los iconos que forman parte del universo de mi infancia, el artista Georgie Dann. Su presencia en televisión era de aquellas cosas que hacían que todo fuera normal, ajeno a las inquietudes de los adultos, de los convulsos avances hacia la democracia. Y la televisión formaba parte de la normalidad de las cosas. La presencia de Georgie Dann era habitual es especiales de nochevieja, esa noche del año donde la televisión emitía el especial donde yo esperaba ansioso la actuación de los humoristas y la mesa con dulces navideños...
Georgie Dann era junto con Rafaela Carrá y Luís Aguilé de aquellas actuaciones que se anunciaban por el que estuviera en la salita al pie de la tele, con mi abuela aún recogiendo y trajinando en la cocina, o los adultos disfrutando de una cena de sábado. Generalmente era yo quien estaba de guardia al pie de la tele y recuerdo a mi madre que nunca se perdía sus actuaciones. Ahora es más bien recordado por sus canciones de estribillos pegadizos y letras más o menos cachondas, pero mi recuerdo es un Georgie Dann que cantaba canciones normales, no recuerdo ninguna salvo un tema que se lanzó al mercado y con letra referente a las Olimpiadas de Moscú de 1980, donde España participó pese al boicot de Occidente a la URSS por la invasión de un entonces lejano y absolutamente desconocido país llamado Afganistán...
Recuero nítidamente que mi madre llegó un día a casa con el sencillo, `singuel´ decían los finos y esnob de la época imitando el inglés. Por entonces la URSS era una cosa misteriosa y desconocida y Georgie Dann supo aprovechar el momento con una letra amena y casi amable hacia Moscú. Pero lo que me fascinó de verdad era que en la portada del sencillo, Georgie Dann vestía una camiseta Adidas elaborada con un tejido fascinante que brillaba, lejos de las camisetas de deporte habituales que se gastaban de aquella. A mi padre le tocó grabarla un par de veces en aquellos recopilatorios caseros a base de grabar en cintas vírgenes, una prehistoria de los actuales DJ´s que, por lo que recuerdo, fascinaba a los adultos: grabar las canciones favoritas tocando las teclas de puesta en marcha, pausa y cambio de disco en el plato. Luego se escuchaban en el coche y también ahí Georgie Dann entraba a formar parte de los recuerdos...
A mi no me gusta especialmente su época de letras veraniegas, estribillos repetitivos y resultones con letras cuchufletas, no es el recuerdo que tengo de su faceta artística. Sigue siendo ese cantante que gustaba a todo el mundo y se asomaba en la pantalla del televisor y corría a avisar de que cantaba Georgie Dann...
Descanse en paz.

miércoles, 13 de octubre de 2021

 

El cementerio
 
La muerte era algo casi abstracto, cosas que pasaban a la gente mayor, pero que no afectaban mi universo infantil. Dentro del calendario de la infancia, visitar el cementerio era algo habitual dos o tres veces al año. Era un cementerio pequeño de parroquia rural y la aventura de salir de la ciudad para visitar el cementerio era estimulante, los programas de Jiménez del Oso en aquella segunda cadena llena de neblina y con dificultad para sintonizar ya me habían familiarizado con el tema del más allá aún siendo niño...
Los mayores se afanaban en limpiar y poner decoro en las lápidas, yo sólo reconocía la de mi bisabuela y la recordaba a la puerta de la pequeña terraza en la cocina donde me hacía leer y practicar la lectura, luego supe que ella no sabía leer, pero la recuerdo corrigiéndome..
Mientras los adultos estaban a sus muertos, yo recorría las pequeñas calles que formaban las hileras de nichos. Me impresionaba una esquina de la tapia donde se acumulaban restos florales marchitos y de podredumbre fétida si te acercabas demasiado, escobones y demás cosas que se utilizan en un cementerio como una vieja escalera. Miraba las lápidas y jugaba a encontrar apellidos comunes, cosa habitual por el parentesco, pero arcanos misteriosos para un niño...
Cuando volvía con los adultos, mi abuela repasaba las lápidas y puedo escuchar como me dice quienes eran, pero para mí eran sólo desconocidos, a veces por un instante imaginaba cómo sería ir a visitar una tumba de mis seres queridos y tenía que apartar el pensamiento con un escalofrío infantil y enseguida buscaba distracción...
El colofón era tomar un refrigerio en el bar cercano al cementerio. Mis adultos lograron que no vea los cementerios como algo triste, salvo cuando toca enterrar a un ser querido, y conservo la costumbre de darme una vuelta cuando piso uno, al menos cuando pisaba y no eran las ruedas mis piernas...
Ahora, cuando veo las lápidas, ya sólo pienso que estaré un día y me reuniré con los ausentes, y sin embargo siempre recuerdo aquellas excursiones que me despertaba fascinación, respeto, temor y sed de aventura ante lo desconocido pese a que ahora los nombres de las lápidas me resultan conocidos, como la muerte.
Antón Rendueles
 

martes, 7 de septiembre de 2021

 

De romería

 
Era un momento periódico en mi universo infantil y cita obligada cuando entré en la adolescencia, pero guardo el recuerdo infantil de ir por estas fechas de romería. El trajín comenzaba ya desde el fin de semana, de la compra de los sábados que le hacía a mi abuela. La víspera el trajín era en la cocina donde se afanaba en cocinar y duraba hasta bien entrada la noche. Tortillas de patata, filetes empanados, empanada...
Se madrugaba para ponernos en carretera, sinuosa y con tráfico en una de esas carreteras nacionales de la que se decía que soltaron a un burro para trazar la misma. El viaje duraba sus buenas dos horas, creo a recuerdo fugaz, y puedo ver el aparcamiento en que se convertía el prado, repleto de coches y familias con las cestas de la comida. Era tradición ver la procesión a su salida de la iglesia para luego buscar sitio, un buen sitio, donde tender las cosas y sentarnos en la hierba...
Había ambiente de fiesta, sonido de gaita, olores a dulces de los tenderetes y la liturgia de ir a comprar avellanas...
Para un niño urbanita resultaba fascinante el olor de la romería y sus sonidos, aunque también representaba el final del verano escolar y sentía esa extraña sensación de que se acababa lo bueno. Vecinos de antaño en el pueblo se saludaban y recuerdo la liturgia de los saludos cada año en la romería. Puedo ver rostros que ya no están y hace décadas que no he vuelto a la romería, pero el recuerdo es una forma de viajar aunque se empañen los ojos al recordar las ausencias...
De pronto recuerdo que estamos en pandemia y no habrá romería y, si la hay, será descafeinada como todo en esta nueva normalidad.
Antón Rendueles

sábado, 14 de agosto de 2021

 

Noche de los fuegos

 

Escucho ruido de fuegos artificiales en el exterior y por un instante me he olvidado de la pandemia. Me desplacé a la cocina y traté de otear, pero fue un espejismo más de la nueva normalidad. Otro año sin fiestas, sin verbenas ni noche de los fuegos. Supongo que alguien ha tirado unos voladores pero la sensación es agridulce y el pensamiento se evade a otras noches de los fuegos...
Era un día especial desde que me despertaba, tarde según el horario escolar, pero eran las vacaciones de verano, la frecuencia modulada en las ondas de radio había llegado a mi receptor y, aunque me acostaba a horas cristianas, permanecía despierto en la cama, con la puerta cerrada y ese silencio en que se escuchan ruidos que pasan desapercibidos durante el día. Aquel verano me dio la venada de devorar novelas de Agatha Cristie que vendía a módico precio el kiosquero de la estación de autobuses. También tenía la radio y cuando cerraba la novela de turno y apagaba la luz, con los ruidos ausentes en la casa indicando que todos descansaban ya en el reino de los sueños, me dejaba llevar por la voz del locutor hablando de temas y asuntos paranormales, alertas OVNI y casas encantadas que ahora gozan de difusión tanto en radio como medios digitales y la televisión, pero de aquella sólo en horas nocturnas se trataban aquellos temas. Recuerdo la fascinación que me causaba escuchar a radio aficionados en varios puntos de la península vigilando el cielo nocturno, también sembraron la semilla del interés por la conquista del espacio. Es curioso cómo recuerdo con tanta nitidez y no soy capaz de ponerle una fecha concreta...
Ya digo que la expectación de la noche especial del verano me acompañaba desde que despertaba, todo era como todos los días pero se palpaba lo especial en el ambiente, dando la tabarra a mis mayores con los fuegos. Cuando llegaba por fin la hora de salir a contemplar las composiciones a base de pólvora y artificio, y siempre que hiciera una noche apropiada aunque no sé la razón pero recuerdo aquellas noches siempre con buen tiempo para disfrutarlos, la lluvia aparece en recuerdos posteriores...
El arenal estaba repleto de gentío, de familias completas, casi completas y a trozos. Las luces de las embarcaciones cerca de la orilla daba la sensación de una ciudad flotante que se quedaba a oscuras cuando empezaba la descarga inicial. Durante más de treinta minutos la mirada sólo se fijaba en la trayectoria de los fuegos, su explosión de luz y sonido, aplaudiendo y con gritos de admiración cuando culminaban formando lágrimas de colores, palmeras y figuras varias. Apuraba el espectáculo pirotécnico deseando que durase un poco más porque ya quedaba poco de vacaciones y la noche de los fuegos marcaba un hito, una muesca de un verano más que por entonces no captaba...
Hace calor de una noche de verano en agosto, la ciudad bosteza ruido de tráfico nocturno, el eco de un vehículo que pasa queda eclipsado por el siguiente, luego silencio hasta que se repite el paso de otro vehículo mientras la televisión escupe imágenes de refritos de algo ya visto y no hay olor a pólvora, ni familias, amigos, conocidos y parejas que toman algo antes de volver a casa tras los fuegos. Pienso en los que se han ido en esta pandemia, desconocidos sí, pero lamento su ausencia como se lamenta la ausencia de otra noche de fuegos sin fuegos.
Antón Rendueles

 

viernes, 23 de julio de 2021

 

Olimpiadas

 
Han comenzado las que seguramente pasen a la posteridad como Olimpiadas de la pandemia en Japón. Tal vez por las circunstancias, he recordado todo el día las Olimpiadas que recuerdo de la niñez. Montreal 78 está grabada a fuego, supongo que por Nadia Comaneci y sus medallas en gimnasia, pero poco más. De Moscú 80 recuerdo la medalla en vela, creo...
Pero mi verdadera primera olimpiada fue Los Ángeles 84, con el hombre cohete, el hechizante estadio olímpico y por supuesto Carl Lewis. Pero sobre todo, el recuerdo de la final de baloncesto ante los anfitriones, auténticos atletas profesionales de la NBA...
Recuerdo que la gesta de llegar a la final, tal vez algo menos meritoria por la ausencia de la URSS y sus aliados en la Olimpiada, boicot de revancha por el de cuatro años antes en Moscú de los EEUU y sus aliados; pero estábamos en la final aunque la diéramos por perdida antes de disputarla. Sin embargo, millones de españoles trasnocharon, robaron horas al descanso, madrugaron y se sentaron ante el televisor para ver a España jugar la final...
Es difuso mi recuerdo de si me despertaron o aguanté despierto, pero sé que me dormí en el sofá antes del descanso. Fue un momento importante, hacía falta aquel sentimiento patrio con la guerra al terrorismo de ETA y el GAL, la ausencia de triunfos en otros deportes salvo hazañas individuales que eran la excepción que marcaban la regla...
Hace ya décadas de aquella noche, los Juegos Olímpicos llegan con un año de retraso, sin público en los graderíos y deportistas sin recibir el aliento de ver sus nombres coreados, de aplausos a sus hazañas y el homenaje por sus gestas cristalizadas en medallas. Hoy la selección de baloncesto es de las favoritas y la avalan sus gloriosos resultados en citas anteriores. ETA y el GAL son historia pero han sido sustituidos por una clase política que vive del nacionalismo y engañar a sus votantes...
Ya nadie me despertará para ver tal o cual final porque ya están donde vamos cuando no despertamos más...
Antón Rendueles
 

sábado, 10 de julio de 2021

 

¡Venir, que canta la Carrá!
 
Veo en las noticias la popular despedida que Roma ha tributado a la fallecida artista italiana Rafaela Carrá. Confieso que en mi vida adulta no he seguido su carrera, era de esas figuras artísticas incombustibles al paso del tiempo, de las modas y del consumismo de las discográficas. A lo largo de la singladura vital, sabía de ella por verla en televisión fugazmente, que seguía al pie del cañón conservando su belleza y su acento italiano...
Sin embargo, mi mente viaja al recuerdo de la infancia, cuando todos nos sentábamos delante del televisor. Rafaela Carrá conseguía que, siempre me tocaba guardia ante la tele, avisara a mis mayores de que vinieran a la salita, porque actuaba ya la Rafaela Carrá. Recuerdo sus coreografías, su vestuario, pero no recuerdo una canción concreta aparte de recordar sus canciones. Puedo visualizar la tele en blanco y negro, pero son más los recuerdos en color y el estribillo de que hay que ir al sur para hacer bien el amor, frase que hoy no llama la atención pero toda una declaración de intenciones y emancipación en aquellos tiempos que algunos tratan de corromper y difuminar como logro magno de la sociedad...
Es curioso que días antes de su fallecimiento , y mientras me empujaban a la farmacia, mandé detener la marcha para ver un anuncio de un circo que llegaba a la ciudad. Estaba la cara de Fofito y me dio una extraña sensación de melancolía que despertó al enterarme de la marcha de la Carrá. Ella y los payasos de la tele viajan en el mismo crucero por el proceloso mar de los recuerdos y, supongo, me hizo percatarme más intensamente del paso del tiempo y de su brevedad cuando se otea el final, al menos se percibe que el camino por recorrer no es tan largo como el ya recorrido...
Rafaela Carrá sigue viva en varias generaciones y su popularidad y cariño del público de todas las edades, colores y pelajes le rinden homenajes...
Yo siento que he perdido, uno más, otro personaje de mi niñez que parecían eternos pero se van inexorablemente, adaptarse y morir.
Antón Rendueles
 

jueves, 23 de junio de 2021

 

Fin de curso

 

Era un estudiante mediocre, del montón, de esos que aprobaban en la horquilla entre el 5 y el 8, entre el suficiente y el notable según la nomenclatura de entonces, sin que se imaginara siquiera el concepto de progresa adecuadamente o los exámenes tipo test. Había que atinar con la respuesta y según el grado te puntuaban, pero cuando llegaba el fin de curso tan deseado por mí, todo aquello quedaba atrás, feliz en mi mundo.

Tras el frenesí de los exámenes finales y sin ninguna para recuperar, disfrutaba de cada instante y ese aire ausente que inundaba el colegio, con días muertos antes del gran día de salir y no volver hasta el próximo curso. Se abría un horizonte de jugar, cine, televisión y toda la liturgia de entretenimientos veraniegos. Además, mis padres me permitían exigir un regalo por pasar el curso y ansiaba llegar al escaparate de la juguetería y elegir algo que pudiera pedir. Mis padres, la mayoría de su generación en el entorno social, habían carecido de tales recompensas pero en aquellos años de Transición yo tenía, y me consta que no era el único caso, asimilado que era normal que te compraran algo por aprobar, salía en los tebeos como Zipi y Zape. Santa inocencia, supongo, pero era parte de la liturgia de fin de curso con las libretas llenas, los libros gastados por el uso y el resto de utensilios que se guardaban y me olvidaba de ellos...

Veo desde la ventana la salida de un colegio y por los gestos y movimientos del bullicio escolar supongo que la sensación sigue plenamente vigente en tiernas edades. Ahora hacen fiesta con los adultos merendando, música y alegría. Es una reconfortante sensación que, pese a las turbulencias de los cretinos políticos de turno, la infancia es feliz. No toda ni en todas partes, pero sí en esta esquina del planeta y eso significa que hay una sociedad que pese a todo sigue adelante pero a la vez no dejan que desaparezca la magia. Como cuando acabado el curso mi padre me llevaba al cine en sesión de noche y yo no era consciente que arañaba horas al descanso, o mi madre que siempre encontraba tiempo para atenderme y atender mis demandas, mi abuela con su trajín cotidiano y a la vez atendiendo a su pequeño nieto.
Es bonito recordar en días como hoy aunque ya sea en la atalaya final, pero qué mejor sitio que la altura para ver el camino andado y recorrido. Son tiempos turbulentos como eran aquellos y lo son siempre que se junta crisis con crisis pero ajenos los inocentes a las cuitas teñidas de lo que sea de turno como ha sido antes y tiene pinta de que será...
Antón Rendueles

jueves, 29 de abril de 2021

 

OBITUARIO

 

Michael Collins, astronauta y miembro de la tripulación del Apolo XI

 

Se nos ha ido de este mundo otro miembro de la histórica tripulación del Apolo XI que fueron los primeros humanos en pisar la Luna. Amstrong se llevó la gloria de la primera pisada en el satélite, Aldrin quedó inmortalizado en la foto y Collins se quedó pilotando el Módulo de Mando orbitando la Luna y cada vez que orbitaba la cara oculta de la misma, se convertía en el ser humano más aislado de la Historia.

Yo era un niño fascinado por la carrera espacial pero siempre, no sé el motivo, siempre me fascinó más Collins que el resto de la tripulación, fascinantes como él, pero siempre he tratado de imaginar cómo sería sentirse solo, absolutamente solo en el espacio. Ahora que la NASA prueba un helicóptero en Marte, aunque no existe el presente en el espacio que nos auguraban de aquella como futuro, China prepara su estación espacial y Rusia tiene la intención de orbitar la Luna permanentemente, es un símbolo de lo vanguardista que fueron las misiones Apolo. Hay cretinos que afirman que nunca llegaron, que las comunicaciones no estaban lo suficientemente avanzadas. Hay cientos de argumentos y pruebas de que sí llegaron, pero se olvidan de una fundamental y es que la URSS lanzó al mismo tiempo una misión robótica...

Siempre me pregunto qué pensaría la tripulación del Apolo XI de todas estas teorías y especialmente Michael Collins al que le negaban su soledad en el espacio, ya digo que siempre fue mi astronauta favorito de la tripulación y cuando soñaba ser astronauta no me imaginaba alunizando, quería ser Collins y algo mío se muere con él, aunque tal vez sólo sea sentir el paso del tiempo.
Descanse en paz.
Antón Rendueles
 

viernes, 9 de abril de 2021

 

 Fútbol en la plazuela

 

Anclado en mi falta de movilidad, las ventanas son un escaparate al mundo donde cada una muestra un trocito de realidad y hace que la mente vuelva al pasado. Me ha ocurrido estos días atrás en que brillaba el sol. Una de las ventanas me permite ver, a media distancia, las puertas de un colegio, observar fugazmente tras otear el cielo y ver si hay nubes, a los alumnos hacer tiempo antes de entrar. Copan los bancos para sentarse y todos parecen ensimismados ante sus pantallas digitales. De repente me he dado cuenta de que no juegan a la pelota y me transporté a mis tiempos de escolar donde una pelota formaba parte primordial del universo infantil. No era parte de una infancia dura o simplemente con carencias donde una pelota de trapo era un juguete valioso. Nosotros ya éramos consumistas de bienestar y el cine y la pelota sólo eran parte del conjunto de un abanico de entretenimientos y juegos que formaban parte de la vida diaria, ajeno al trajín político de la vida de los adultos...
El campo de juego estaba delimitado por la anchura de los árboles que servían de portería. En una banda el límite era la fuente y del otro el camino de los transeúntes. Hace un tiempo hice una salida al exterior y el coche se detuvo para que quien conducía realizara unas gestiones en una sucursal bancaria cercana. Me quedé sin remedio esperando aparcado el coche en zona no habilitada para tal, pero un inválido en coche mal aparcado despierta la compasión de la autoridad sancionadora que permite y tolera una parada breve hasta que el conductor regrese. Pude ver el terreno de juego que en realidad es parte de una plazuela. Sigue una fuente y siguen los árboles que hacía de postes y largero sin tal en forma de ramas de hojas verdes. Puede ver que el espacio es mínimo y ya no hay infancia que vea un terreno de juego donde no lo hay...

Almorzaba rápido para poder estar casi media hora antes en la parada del autobús escolar al igual que mis compañeros. No todos jugaban y preferían esperar en la acera, pero un grupo variopinto de todos los cursos, no más de media docena poco más o menos, que convertimos en liturgia el jugar un partido hasta la llegada del autobús. Aunque entonces era más grande, lo cierto es que había que hacer equipos de tres y quienes marcaban primero se enfrentaban a otro. El objetivo era ganar para seguir jugando pero la cosa dependía de lo jugones que fueran en el equipo. Había partidos que parecían no acabar nunca y se miraba impaciente la hora para calcular si daría tiempo a entrar otra vez antes de la llegada del transporte..

Estaba el tema de quién traía la pelota. No eran de trapo o parcheadas como las generaciones precedentes. La ideal era una pelota más pequeña que una de fútbol pero no faltaban de todos los calibres y diseños: las ligeras y de buen bote típicas de llevar a la playa de coloridos diseños; la oficial del Mundial de Argentina, el mítico Tango de ADIDAS y que despertaba envidia infantil, sana, porque era lo máximo en balones de fútbol; el viejo balón que perdía aíre a cada puntapié y que podía ser un coñazo; la de pequeñas dimensiones para futbito era la ideal para el terreno de juego. Y por supuesto la socorrida pelota de tenis que se utilizaba con mal tiempo que impedía llevar un balón porque era un incordio cargar con él en días intempestivos.
Los tiempos han cambiado y ahora son simuladores, videojuegos y redes sociales los entretenimientos antes de ir al colegio o esperar el autobús. Vistos desde la ventana es cierto que parecen alienados, casi inmóviles donde sólo el baile de dedos sobre la pantalla indica que hay actividad frenética. El mundo de los adultos sigue igual de azaroso con la diferencia de que el mundo digital unifica a todos...
El terreno de juego se ha hecho pequeño y yo grande aunque me gusta pensar que puedo por un instante volver a ser pequeño en un campo de fútbol donde juego antes de la llegada del autobús.
Antón Rendueles
 

jueves, 4 de marzo de 2021

 

Algaradas estudiantiles
 
Suele darse por terminada la Transición política a comienzos de los 80´s, pero el país seguía en transición, no en La Transición que quieren inducirnos como si hasta ahora hubiera seguido el proceso político, era una Transición económica porque España quería integrarse en la Comunidad Económica Europea, ese estado previo a lo que hoy conocemos como Unión Europea...
Había que adaptar todo el motor económico de la industria y en la región se sentía especialmente esa reconversión industrial con industrias de astilleros, minería y siderúrgicas. La mayoría hacía lustros que eran deficitarias como empresas privadas y fueron rescatadas y sufragadas sus pérdidas por el Estado y Europa, aquella Europa que se miraba con una mezcla de esperanza y temor, no quería semejante monstruo subvencionado por el Estado, los miles de empleos perdidos eran un daño colateral que había que asumir. Era el fin de una época, de criar los hijos y prepararles para un trabajo para toda la vida...
La masa estudiantil no éramos ajenos, la reconversión industrial causaba estragos, pero disfrutábamos de la vida con aficiones que nuestros mayores no habían podido permitirse en su juventud, pero eran tiempos de libertad, de consumo camino del consumismo y el instituto no era muy estimulante para zangolotinos estudiantes...
En una de las manifestaciones por la reconversión la masa estudiantil nos sumamos a ella, la mayoría porque era librarse de los tostones de las clases, los profesores iban en su mayoría de veteranos curtidos y quien seguía el ritmo de las clases pues bien y quienes se quedaban rezagados pues también. Así que cuando nos decían que si nos uníamos a las protestas, el pensamiento no era muy reivindicativo que digamos, íbamos y nos sumábamos a la masa manifestante, era divertido y estimulante, formabas parte de un proceso que ocurría en tiempo real. Lo malo es que un señor, viajante de joyería de los que llevan su oficina y su valioso muestrario en el coche, se vio metido en su automóvil en medio de la algarada de consignas, silbidos y demás. La masa empezó a mover el coche, una vacilada tonta y estúpida pero amparada por el jolgorio manifestante. El tipo se puso nervioso y sacó su arma, una pistola con licencia que por aquel entonces era posible conseguir para ciertos profesionales. El disparo mató a un estudiante, nunca creí que fuera con intención de matar, se dieron una serie de circunstancias donde una parte perdió la vida porque la otra parte perdió los nervios...
Hubo al día siguiente un funeral con homenaje de presencia de la masa estudiantil. Mentiría si dijera que el suceso no me afectó, me hizo pensar y meditar sobre lo absurdo de la muerte y lo absurdo de quienes zarandearon el coche, supongo que nadie pensó que el tipo llevara una pistola, sólo era un divertimento más y me alegré de que no estaba ni siquiera cerca, íbamos de camino del instituto a la manifestación...
Éramos un grupo variopinto de zangolotinos y malos estudiantes, no que no pudiéramos aprobar, pero una de las cosas en común era que no estábamos motivados. Así que algunas clases las pirábamos, habíamos encontrado un garito regentado por un paisano y cuya hija le ayudaba en el negocio, una chica de nuestra edad a la que vacilábamos un poco por dos motivos fundamentales; uno era la chica en sí y que, acostumbrada a los jubiletas en la partida y la clientela entrada en años para una joven, siempre se mostraba dispuesta a seguirnos la guasa y además, segunda razón, al tercer día ya contábamos con su complicidad para gorronear los sabrosos pinchos que su padre ponía en el mostrador de chorizo, jamón y alguna vez sardinas. El padre tardó un tiempo en darse cuenta de la complicidad, a fin de cuentas éramos una clientela fija, pero llegó una tarde en que nos ventilamos la bandeja entera, debía ser viernes que era el día más alegre de la semana en este aspecto...
Y llegó otra manifestación, no recuerdo el motivo exacto pero el entorno del instituto se llenó de lecheras de los zerotes y un teniente de la policía mostraba en su cara restos de algaradas por la reconversión el día anterior ya que llevaba una tirita, tampoco su cara era muy alegre, pero soportó estoico nuestra guasa cuando alguien de la masa estudiantil le preguntó si era consecuencia del día anterior. El profesorado estaba dividido y en esta ocasión nos advirtieron de que no había permiso para asistir a la manifestación. Lo cierto es que nadie hizo caso y nos lanzamos a la salida. Estábamos en corrillo la pandilla de zangolotinos malos estudiantes cuando se nos acercó la delegada de clase. Denotaba personalidad propia en su aspecto, con esa belleza en la mirada de las miopes tras las gafas, estaba mona pero era de otro universo, el de la inteligencia aplicada al estudio y moverse con personalidad propia. Supongo que nos gustaba a todos y cuando vino hacia el grupo nos quedamos desconcertados. Nos dijo que ella quería dar clase, la necesitaba para aprobar ya que tenía algunas dudas, nosotros escuchábamos embelesados y nos propone que asistamos a clase porque el profesor dijo que si no había un mínimo de alumnado en clase no se daba la misma. Con al delegada el grupo cumplía el cupo, nos miramos todos un instante y cumplimos la máxima de que dos tetas tiran más que dos carretas porque nos pasamos el trimestre pirando esa clase, sabedores de que era inútil asistir a una asignatura que se iba a suspender y quedar pendiente...
Sólo recuerdo su sonrisa cuando accedimos a su petición y que ese trimestre todos los del grupo aprobamos la asignatura, siempre he pensado como posibilidad probable que el profesor se lo tomó como solidaridad con el profesorado, pero aprobamos la asignatura y nunca he olvidado a la delegada de clase, siempre me ha quedado esa curiosidad que a veces siente un hombre por una mujer...
Fue una muerte innecesaria y me quitó las ganas de apoyar manifestaciones estudiantiles que comparadas con las de ahora en Barcelona eran inocentes y sin grupos que se ocultaban entre la masa para sembrar su mesiánico caos que acabe con el Sistema. Aquel estudiante murió para nada y por nada, muchísimo menos por nadie...

Antón Rendueles
 

martes, 23 de febrero de 2021

 

Marte

 

He visto, con la misma emoción de cuando era niño, las imágenes de la llegada a Marte del robot Perseverance, hoy se cumple además el cuarenta aniversario del fallido golpe de Estado donde la sociedad española, con el Rey a la cabeza, supo neutralizar y superar la tormenta de dictadura que intentaron desatar el teniente coronel Tejero y sus compinches. Hoy que la sociedad se enfrenta de nuevo a ataques a la democracia española, curiosamente de quienes gozan de su libertad gracias a la reacción unánime del 23-F, la conquista espacial resulta un bálsamo y me retrotrae a la misma en aquellos años de una nueva década...

Eran los años del transbordador espacial, de su llegada al estado operativo y las primeras misiones. Ya desde que tuve uso de razón, la conquista espacial me fascinaba y devoraba con avidez las imágenes y la información que lograba llegar a mis manos. Prometían que hoy, el futuro en el pasado, la Luna sería un hervidero de actividad humana con bases permanentes, pero nunca llegó ese futuro hasta hoy donde hay programadas misiones lunares en esta década...
Pero Marte era fuente de misterio y fascinación para un niño que creía en las promesas de los adultos. Sabía que se habían enviado misiones robóticas y fallado muchas de ellas, pero recuerdo nítidamente cuando tuve conocimiento de las misiones Viking de la NASA, o las sondas Venera de la URSS, siempre tan hermética con imágenes de mala calidad, pero el Viking era otra cosa. Ver la sonda en la superficie, con su diseño fascinante y fotos a color era entrar en la consciencia de que existían otros mundos y era posible llegar allí...
Y por supuesto estaban las fotos tomadas en órbita como aquella mítica de la cara de Marte, un rostro que parecía mirarme a los ojos abriendo la puerta a la posible existencia de una civilización en Marte. Los programas radiofónicos o el Más allá televisivo de Jiménez del Oso me transportaban a un futuro que deseaba ver, inconsciente de que era la tecnología y el avance en conocimientos lo que impulsa la conquista espacial, era un niño y como tal el futuro parecía lejano con la mítica fecha del 2000, como si ese número llevara implícito que todas aquellas cosas que prometían estarían cumplidas. Sonrío para mí mismo recordando mi inocencia, fascinado por querer saber qué había más allá de la atmosfera terrestre. Sabía, no sé el porqué, que no eran planetas con seres de otro mundo ni aquellas impresionantes naves que el cine y los cómics auguraban, pero por alguna extraña razón el año 2000 era la fecha donde lo que hoy, entonces, eran ambiciosos planes de exploración y colonización serían la realidad...
Esta nueva década sigue prometiendo cosas en la carrera espacial, ahora la fecha mítica es 2050, pero ya sé que las cosas no van tan rápido, que habrá antes que establecerse en la Luna y su órbita, pero los robots son ya una realidad y me tomo con calma cósmica la impaciencia de que llegue ese momento. Posiblemente no vea la llegada de la Humanidad a Marte y sí que tengo alguna probabilidad de ver la primera base permanente en la superficie de la Luna, seré un anciano y tengo la certeza de que volveré a ser un niño viendo las imágenes, pero la conquista espacial es algo que me hermana con el resto de habitantes, siempre en nuestras guerras y odios pero donde siempre hay rayos de esperanza aunque las misiones lleven banderas distintas y allá donde vayamos llevaremos nuestras cuitas, pero de momento llegar a Marte sigue siendo un logro que nos hermana como humanos y si podemos llegar a Marte es que sabremos salir adelante pese a todo.
Antón Rendueles

 

martes, 12 de enero de 2021

 

Porno
 
En aquellos tiempos de bocanadas de libertad tras liquidar Juan Carlos I, y desmantelar, la dictadura franquista, se produjo en mi mundo infantil, y en la mayoría de la generación, una iniciación al sexo de la que carecieron nuestros mayores hasta entonces: el porno.
La iniciación comenzó, no recuerdo exactamente pero supongo, en aquellos kioscos de forma pentagonal con sus correspondientes cristales escaparates. El frontal y a derecha e izquierda era dominio del kiosquero y de la prensa diaria, suelta a nivel de mostrador, y las revistas de entonces llamadas más de actualidad que prensa rosa como se estila hoy en día...
Los dos siguientes cristales escaparates eran dominio de fascículos, revistas varias y sobre todo de los tebeos. Vienen a mi mente imágenes de leer las portadas de los tebeos, un momento que esperaba dentro de mi ignorada rutina infantil. Y quedaba el cristal escaparate último, el que dominaba la parte trasera y que era todo un muestrario de revistas pornográficas con fotos que los finos llaman ahora explícita y que en realidad eran fotos de mujeres desnudas y sabrosos titulares de nombres cachondos. Era imposible mantenerse al margen, al menos para un niño donde el kiosco era parte del paisaje familiar y además las revistas porno pronto fueron dueñas de más cristal escaparate. No recuerdo comentar nada con mis amigos aunque todos estábamos expuestos al porno en nuestro entorno y mirar e ir al kiosco toda una liturgia...
Era curioso que para ir al cine ser menor de edad era impedimento para ir a ver una película catalogada de para mayores cuando ahora un simple anuncio de champú en horario familiar contiene más pornografía, si nos ponemos censores, que la mayoría de aquellos títulos que los adultos veían en sesión de noche y ni siquiera colocaban fotos de escenas en el exterior junto a la cartelera...
Había un sinfín de revistas, recuerdo Lib porque una mañana de sábado estaba colocando algo que me mandó mi abuela encima del armario de la cocina. Me subí a una banqueta y tenía que palpar porque mi visión y mi altura no me permitían ver el techo, así que palpando palpando me encontré con tres revistas apiladas. Las miré fascinado porque eran de las que estaban en la parte de atrás del kiosco y donde siempre había algún tipo mirando las portadas. Se me grabaron a fuego dos cosas, un relato de una lectora, era fascinante el universo de lectoras y lectores que mandaban fotos hechas a sí mismas y mismos, que narraba lo grandes que eran sus tetas, así lo transcribo, y que cuando iba en autobús lleno de gente o alguien al pasar le rozaba un pecho se le ponían los pezones duros y entraba en una excitación que debía calmar en la soledad de su casa. Fue algo impactante y puse raudo las revistas en su sitio y callé como un muerto mi aventura lectora prohibida para mis ojos...
Por supuesto que volví a mis furtivas lecturas al Lib aunque al final me decantaba por Sal y Pimienta, no era con afán onanista por mi edad, pero la lectura de aquellas cartas, ver las fotos y que fueran gente corriente, gordas, gordos, con atributos sexuales masculinos donde la variedad de chuchurríos era abrumadora, me hizo entrar en los secretos del sexo sin saberlo...
Un día las revistas ya no estaban y volví a mis rutinas. No nos traumatizamos ni fuimos psicópatas, si bien el porno era terreno adulto, el erotismo iba en aumento en el cine, la televisión y hasta la lectura. Nuestra maldad sexual era ver correr a Benny Hill detrás de jóvenes en ropa interior...

Antón Rendueles

miércoles, 30 de diciembre de 2020

 

Fin de año

 

Siempre me proponía, al menos la infantil esperanza, de que esperaría despierto a que mis padres llegaran de la cena de fin de año, el cotillón de Nochevieja...
La llegada de las campanadas de fin de año siempre me produjo sentimientos encontrados. El misterio de la cena a la que iban los mayores se mezclaba con el sabor agridulce de que también marcaba esa noche un hito en las vacaciones escolares de navidad, que ya quedaban pocos días, comparado con la alegría del inicio de las vacaciones donde todo eran promesas de días de jugar, estar en familia y cenar juntos sin tener que estudiar o madrugar. Sabía que sólo quedaba la noche de reyes y a los dos días volver a la escuela...
Pero era una jornada especial donde me pasaba el día haciendo prometer a mi madre que me traerían una bolsa de la cena, repleta de cosas como matasuegras, gafas postizas, gorros de papel y demás que encendían mi infantil imaginación donde la noche era una incógnita que me atraía como un remolino. Pero una vez aceptada la idea de que me estaba vedado ese mundo incógnito, al menos durante esa etapa de mi existencia, volvía a la alegría navideña donde no faltaba ir a recados ya que mi abuela cocinaba menú especial. Pero yo ansiaba que llegara la cena y luego ver la televisión donde esperaba pacientemente a que fueran desfilando los y las artistas del programa especial de fin de año. Miraba impaciente la pantalla esperando que salieran los humoristas y pese a mis propósitos de vigilia me quedaba finalmente dormido antes de que finalizase...
Me despertaba y salía raudo a mirar si me habían dejado las bolsas de cotillón que yo abría con ansia, fascinado por su contenido y abstrayéndome de la realidad por unos instantes. Son gratos recuerdos que tal vez afloran con más intensidad en este tiempo de peste vírica que padecemos, no habrá cenas de cotillón, hace ya tanto tiempo que no espero encontrar las bolsas al despertar que aumenta la intensidad del recuerdo como si hubiera sido un sueño...
A fin de cuentas, los recuerdos están hechos del mismo material que los sueños.
Antón Rendueles

jueves, 10 de diciembre de 2020

 

MÁS ALLÁ”

 

Anclado como estoy a mis piernas muertas, la televisión se convierte en un escaparate y no puedo dejar de maravillarme de la cantidad de canales, plataformas disponibles e incluso hacer una parrilla personalizada, previo pago, claro...
Viendo en las noticias las últimas del Rey emérito, mi mente ha viajado al recuerdo y he recordado, de manera tan nítida que me asusta un poco, cuando él era un joven monarca y yo un niño...
La tele ya era en color pero la segunda cadena era en blanco y negro. Además se sintonizaba mal, lo cual me hacía maldecir como maldice la infancia y pelearme con las ruedecillas de la sintonización. Por alguna razón, que escapaba a mis entendederas, los adultos no eran capaces de dominar los arcanos de la sintonización...
Me gustaba quedarme solo en casa los domingos. La segunda cadena destilaba series como Lou Grant, pero sobre todo esperaba con una mezcla de temor y de ansia de saber el programa del profesor Jiménez Del Oso con su inquietante cabecera, sus inquietantes temas pero sobre todo que hablaba de cosas del espacio, aún recuerdo la cara en Marte. Pero también de ocultismo, de cosas que sólo podía escuchar en la radio de noche a horas que se suponía ya debía de estar dormido aunque la radio tardaría en ser mi amiga un par de años...
Lo de sintonizar la segunda cadena era un calvario, nunca nítida y siempre con neblina en el peor de los casos y estable con periodos de baile la mayoría. Me encantaba y me horrorizaba a la vez la cabecera con aquella faz que parecía devorar todo a su alrededor. El profesor con su hablar pausado y el bolígrafo entre sus manos mientras contaba el relato de los hechos...
El profesor ya no está, el niño hace tiempo que se ha ido y la televisión ya no existe como era entonces y hasta el joven Rey es ahora una persona con sombras y oscuros que afronta el final de sus días, porque su reinado ya es Historia. Ahora hay otro joven Rey, otra manera de ver televisión y la infancia sigue siendo la reina de los arcanos de sintonizar digitalmente....
Pero me queda la radio, que sigue en horas nocturnas que arranco al descanso y donde otras voces rinden homenaje el viejo profesor indagando en todos aquellos temas que él trataba cuando la segunda cadena era en blanco y negro, que sintonizaba mal y yo maldecía como maldice la infancia....
Antón Rendueles

martes, 6 de octubre de 2020

 

Sobre la monarquía

 

Leo en la prensa las declaraciones de la señora Corina, cortesana a la antigua usanza que destapa secretos de alcoba de Juan Carlos I aderezado de otras sabrosas declaraciones que, aunque suenen a amante despechada, retratan un perfil de la persona que ha supuesto un duro golpe para los monárquicos y para la propia institución que saldrá fortalecida de todo este huracán de alfombras levantadas sobre la persona de Juan Carlos I porque no me creo los gritos y algarabías pidiendo la corona y el fin de la monarquía constitucional en España...

Es indudable que las generaciones nacidas en la década de los noventa en adelante tienen una imagen ahora mismo distorsionada de la figura real del rey emérito y sin duda una fuerza electoral que ya tratan algunos de teledirigir en sentido de forzar un cambió de régimen. Pero en aquellos días la figura del Rey Juan Carlos I era natural para la infancia, ajenos a los terribles vientos que sacudía a la nación camino de la democracia. Recuerdo un par de leyendas urbanas que se transmitían en los corrillos del patio del colegio, sin duda escuchados furtivamente a los adultos cuando los adultos pensamos que la infancia no nos escucha...

La más comentada era que el Rey se escapaba de palacio a lomos de su moto y oculto tras un casco y no faltaba que la reina estaba enrollada con uno de la Guardia Real. Recuerdo que tenía la sombra de la duda y me costaba pensar que la reina Sofía tuviera rollo con alguien que no fuera su esposo, cábalas dentro del universo de la infancia donde cualquier cambio podía alterar el mundo en que vivía. Recuerdo también que dentro de la vorágine política que lo empapaba todo, siempre la figura del Rey se elevaba por encima de los demás y en los entierros por las víctimas del terrorismo asesino indiscriminado de ETA, en las recepciones reales, en sus discursos, imágenes que se sucedían en noticiarios televisivos, su figura era algo que transmitía tranquilidad, no porque fuera un precoz simpatizante de la causa monárquica, era un niño donde el orden de las cosas me resultaba ajeno, pero algo instintivo me decía que el Rey formaba parte de aquel orden que me permitía una infancia feliz. Verle la noche del 23 -F terminó de fusionar en mi mente, sin saberlo en aquellos momentos, que la monarquía era garante de algo que no sabía qué...

Ahora, ya lo sé. Puedo entender que se defienda la tesis de un régimen republicano, aunque me cueste creer que se respetara la figura del presidente o presidenta de turno en una nación sujeta a las peripecias de un territorialismo histórico que ahora se tiñe de nacionalismo en lo peor de sus manifestaciones en forma de daño a la sociedad, tanto de cada uno de los territorios como del conjunto del Estado.

Felipe VI, al igual que antes su padre, se ha ganado mi respeto y mi apoyo tras su discurso por la intentona secesionista del prófugo Puigdemont y sus secuaces que apostaron todo a dos cartas: engañar a la sociedad catalana y a sus propios votantes y vender la secesión a nivel internacional. Han fracasado esta vez, pero sólo la Corona es garante del orden constitucional en último término. El cambio de régimen que pregonan como la nueva panacea a los problemas que nos acosan sólo distrae recursos y tiempo a una recuperación a todos los niveles que hay que afrontar cuando se logre neutralizar la pandemia mundial del coronavirus y no creo en los repúblicos que anuncian la nueva república porque no son leales a España y su Constitución y tampoco lo serán a la república si llegara el momento.

Estoy profundamente decepcionado por la figura humana de Juan Carlos I, pero Felipe VI tiene mi lealtad y un defensor de la Constitución. Como demócrata puedo comprender que se ansíe un régimen republicano pero no voy a consentir como ciudadano que se imponga una minoría por decreto lo que no consigue en las urnas.

Antón Rendueles

jueves, 17 de septiembre de 2020

 

Ir a por recados

 

Días atrás salí al exterior, la movilidad reducida implica ser asistido en las salidas y salgo poco. Me llevaron en coche a dar un garbeo y pasé por los lugares que formaban mi mundo. Ya no existe la verja del colegio ni el kiosko donde aquella mañana de noviembre no había el trajín de madres, escolares y profesoras, sólo el kiosko y aquella portada de un periódico con el rostro del dictador ocupando la primera plana y el rótulo de que había muerto. La verja no existe porque ya no existe el colegio, tampoco el kiosko que ahora es un bajo comercial en el nuevo edificio que sustituyó a los de mi memoria...

 

Mandé parar el vehículo cuando pasamos por lo que fue mi barrio durante un tiempo que no soy capaz de cuantificar pero al menos más de cinco años. Sigue el edificio donde vivían mis abuelos, que para mi perplejidad infantil eran algunas madres que veía en el colegio mayores que mi abuela, tal vez por eso siempre la llamé por el nombre. Sentía terror de pensar que envejecería rápidamente si la llamaba abuela, que se convirtiera de la noche a la mañana en la típica abuela mayor que proyecta una mente infantil cuando dice abuelo y abuela. Qué ridículos parecen ahora aquellos pensamientos de mal agüero...

El viejo mercado, de dos plantas y sótano, ya no existe aunque su estructura alberga ahora un centro comercial decadente desde que lo inauguraran. El viejo mercado era un gran edificio con entradas en cada cara de los lados de su forma cuadrangular. Era decrépito porque sólo funcionaba la primera planta al público con puestos de venta de todo tipo, incluyendo una licorería, una cantina y periódicamente una señora que vendía melones en el exterior de su entrada principal que albergaba bajo techo dos andenes de autobuses. En mi mente infantil ya intuía que vivió tiempos mejores. La segunda planta era toda una aventura cuando en ocasiones me armaba de valor y subía al mismo, sucio, desatendido y donde los puestos vacíos y sucios parecían poblados por fantasmas que nunca llegas a ver pero que sientes que ha quedado una impregnación, pero es verlo con los ojos de ahora, en aquel entonces era una aventura y un temor innato ante la presencia de jeringuillas de yonkis en el suelo. En el sótano había almacenes cerrados, algunos de los cuales eran utilizados para guardar cosas de sus dueños que regentaban puestos en la primera planta. Tenía un kiosko, del que ya hablé en otras ocasiones...

Pero el sábado era día de bajar a los recados para mi abuela, interrumpiendo mi ocio de juego, pero había que hacerlo. Primero la carnicería, siempre con cola de señoras enormes y atendida por dos hermanas más enormes aún. Distintas vísceras estaban expuestas en el expositor y tal vez es desde entonces que no las consumo. Odiaba las colas, señoras que parecía que no acababan nunca de pedir o la que siempre se me colaba por delante. Ya con bolsas había dos opciones, subir la compra y volver a bajar o hacerlo de un tirón, cosa que hacía siempre que podía pero que a veces por el peso de la compra me obligaba a tener que hacer dos o tres viajes...

La ciudad ha cambiado una vez más y el paisaje que no veo por las ventanas de mi confinamiento me lo dice entre lágrimas de ejes comerciales con comercios que ya no existen o los rostros con mascarillas. Aquellos también eran tiempos de zozobra aunque ahora las juventudes del siglo XXI desconozcan lo que ocurrió, pero sí ocurrió porque forma parte de mis recuerdos, de mi memoria, de la memoria de todos pese a la desmemoria interesada de unos pocos.

Antón Rendueles
 

martes, 25 de agosto de 2020

 

Regreso al colegio tras las vacaciones de verano
 
Hay expectación con el regreso a las aulas, en teoría, el ya cercano mes de septiembre. Recuerdo cuando era tierno escolar y deseaba que las vacaciones duraran más, esperando siempre que hubiera un imprevisto en forma de indisposición de la señorita, porque antaño las profesoras eran señoritas aunque alguna fuese ya más una momia pululando por las clases. Que faltara una profesora suponía una jornada tranquila sin quisquillosos deberes, eternos dictados o farragosas clases de manualidades...
El regreso al colegio y comienzo de un nuevo curso era toda una liturgia que mi madre realizaba en lo que era una confortable rutina para mi mente infantil pero también señal inequívoca de que se acababan las vacaciones de verano. A la hora de comprar libros siempre íbamos a la misma librería donde tenían un listado de los libros y material que requerían en los distintos colegios. Recuerdo fresco en la memoria el olor a papel, a librería donde se iban apilando amenazadoramente los libros que tendría que usar en el nuevo curso...
El mejor momento para mí era el de elegir lápices, rotuladores y ceras ignorante como era entonces de que suponía un desembolso extra para la economía doméstica mas mi madre lograba que todo fuera mágico, infantil en inocencia aunque yo estaba enfadado por dentro ante el fin del verano...
Una vez en casa era mi padre el manitas a la hora de plastificar el libro, enfundar el mismo en plástico para que aguantara todo el curso. Observaba a mi padre tomar medidas, cortar y pegar con papel de celo. Una vez listos los iba metiendo en la maleta y sacando con ese ansia que daba estrenar nuevos libros de texto que yo leía con avidez cuando quedaba solo, tal vez por eso los miraba poco durante el curso en lo que era un futuro brillante en la carrera de Burrología...
Ahora es otra escuela, otras profesoras y algún que otro profesor, el plan de estudios no es el mismo y si mi generación no pudo ver el sueño de la televisión como medio de estudio sí parece que las generaciones digitales podrán ver hecho realidad la tele asistencia al colegio aunque no haya aún Internet en todas partes y material informático para todo el alumnado, pero está ahí y llega para quedarse...
La verdad es que a rebufo de la pandemia se están instalando cosas que eran impensables hasta el pasado mes de marzo como el tele trabajo, reducción de las jornadas laborales, aplicaciones que nos monitorizan para los servicios comerciales, sanitarios, sociales y lúdicos. Si esto hubiera pasado siendo yo escolar creo que hubiera sido feliz con el parón, estaría enfurruñado por el fin de las vacaciones pero ignoraba que lo que sería para mí una felicidad sería para mis adultos sinónimo de miedo, temor y precauciones, vivir con miedo...
Si quienes tenemos ahora el rango de adultos no somos capaces de lograr lo mismo, que cuando hayan pasado dos décadas quienes eran infancia recuerden todo este circo como unas extraordinarias vacaciones de verano más largas de lo habitual, habremos defraudado y mancillado el legado de quienes ahora mueren encerrados en su habitación de la residencia, que se quedan en casa por prevención ante nuestra irresponsabilidad colectiva, que asisten perplejos a los ataques a la democracia y a una juventud que nacida en libertad hace gala de la misma pero ignorando cómo pueden serlo gracias a sus mayores...
Aún hoy, cuando adquiero un libro, sumerjo mi rostro entre sus páginas y el olor a papel me devuelve a la librería donde mi madre conversa con el librero que va apilando el material escolar mientras yo estaba en mi mundo.
Antón Rendueles

miércoles, 15 de julio de 2020

 

Juan Carlos I, Rey de España

 

Resulta difícil explicar cómo se queda el cuerpo cuando se escuchan, se oyen y se ven los tejemanejes financieros del Rey emérito y es buen momento para recordar lo que significaba en una infancia no del todo ajena a lo que ocurría aunque nuestros mayores nos proporcionaban una tranquilidad angelical en ese aspecto...

Supongo que visto ahora, y con la fortuna de haber tenido una infancia feliz sin grandes sobresaltos más allá de los normales, era imposible estar ajeno. La televisión pública, única existente en las periferias territoriales, daba una imagen institucional del monarca y más tras la intentona golpista del 23-F, pero en los años anteriores la imagen que tenía era la de un rey que transmitía una imagen de confianza pese al terrorismo, los tiempos revueltos de la transición, los intentos extremistas de perturbar la paz social...
Crecimos con las infantas y el,príncipe, la realeza de la reina Sofía y el Rey, parte de un todo del que sentías que formabas parte y nos igualaba a otras naciones que salían en la tele. Recuerdo que se cerraba la emisión y sonaba el himno con imágenes de fondo y el monarca aparecía natural, como si fuera una parte de todos...
Es indudable que el respeto hacia su figura salía de forma natural, siempre por encima de las miserias y tragedias. Asimilé que la monarquía era parte inherente al mundo que me rodeaba. No había especial adoctrinamiento, todo lo contrario, en el colegio aunque aquella tarde en que caminaba hacia mi casa y vi a la gente agolpada en el escaparate de una tienda de electrodomésticos sobre las seis de la tarde con sus miradas fijas en las imágenes que escupían los televisores del Congreso raptado en la intentona golpista, fue un brusco despertar y Juan Carlos I se ganó el agradecimiento, cariño y respeto de la ciudadanía, conceptos desconocidos para quienes nacieron en los años ochenta e inimaginable para las generaciones digitales, pero la infancia que vivimos aquellas jornadas grabamos a fuego la figura institucional, sin saber qué era entonces, del Rey.
Resulta curioso que el Rey que devolvió en su reinado la paz y prosperidad al pueblo español termine sus días apareciendo como un monarca pesetero, con líos de faldas, posibles delitos fiscales y en tela de juicio su derecho a pertenecer a la familia real. Supongo que es humano pero,al igual que nos sucede con los progenitores, no nos gusta verlo, supongo...
Dejando aparte revelaciones de una mujer que en el momento de las mismas suena a mujer despechada que aumenta y exagera los hechos, está claro que la justicia deberá dilucidar si hay algo ilícito e ilegal pero el daño en forma de desilusión no lo mitiga el hecho de que es la mayor prueba de que estamos en democracia con instituciones que velan y salvaguardan la misma incluyendo la monarquía que está por encima del propio Rey emérito...
Los Juancarlistas han dejado de serlo y posiblemente nunca han sido monárquicos, el estamento militar sentirá la desilusión de ver el lado humano de su comandante en jefe, la ciudadanía asistimos en silencio a cainitas intentos de recuperar votos y de paso derribar la monarquía constitucional para instaurar su idea de república como si estuviéramos en 1931. No me gustan los repúblicos que gobernarían esa república y me afianza en la idea de que la monarquía constitucional es la garante del sistema que nos permite libertad de expresión pero también ser uno como ha demostrado la pandemia durante los pasados meses.
Felipe VI tiene un doloroso deber como Jefe de la Casa Real y su padre es sabedor de sus obligaciones si le pillan en hechos delictivos. Aunque al final la realidad sólo nos muestre un hombre que gustaba de manejar dinero y que cometió un delito fiscal agravado por su cargo en la jefatura del Estado mientras nos pedía responsabilidad y austeridad, el daño ya es irreparable en lo que concierne a la etapa final de su existencia y es deber de la ciudadanía que nadie trate de imponernos su Arcadia republicana que viendo como son con la monarquía hace dudar y mucho de cómo serán en su república...
A un Rey se le es leal hasta el fin pero él debe ser leal a su pueblo y dar el paso de rendir cuentas a la ciudadanía por su propia iniciativa. La idea del exilio es absurda pero hubo un tiempo en que si se defraudaba al pueblo que eran sus súbditos el monarca tenía una salida honrosa, el último servicio a la patria porque muerto el perro se acabó la rabia...
Juan Carlos I tiene un sitio propio en la Historia y los corazones de quienes vivieron en su reinado. Como ciudadano ha defraudado a sus leales, fieles y agradecidos por su figura institucional, el ocaso de un monarca que pertenece al siglo XX pero que perdió el tren del siglo XXI. Puede que no sea más que otro caso en que una cortesana desvela secretos de alcoba y el ciudadano Juan Carlos confíó en la lealtad que le tenían como Rey Juan Carlos I, será el tiempo y la Justicia quien lo diga.
Antón Rendueles

martes, 7 de julio de 2020

 

OBITUARIO

 

Ennio Morricone

 

Nos ha dejado el compositor y director de orquesta italiano Ennio Morricone, cuyas composiciones para la gran pantalla forman parte de la banda sonora vital de varias generaciones entre las que se incluye la mía. Mi generación creció con el cine como parte de su vida en la infancia, escuchando a los adultos que hablaban de cines de verano, de mitos en blanco y negro, de cines de arte y ensayo. Nuestro cine ya era en color y las de indios y vaqueros atraían a los adultos, se emitían por televisión y se escuchaban las bandas sonoras en la radio pero también se compraban las cintas en expositores de bares y gasolineras donde era imprescindible tener una de Ennio Morricone y sus composiciones para las del Clint Eastwood rodadas en Almería.

Si se mide el paso de una persona en este mundo por su influencia en sus semejantes durante su vida, Ennio Morricone ha influido con su música de una manera que logra que siga vivo ahora que ya no está. Mi primer contacto con él y su obra fue asistiendo a ver La muerte tenía un precio, no era un estreno pero recuerdo la sala abarrotada vista desde el entresuelo. La sala quedó unos segundos a oscuras y de súbito comenzaron a sonar los acordes mientras en la pantalla se veía una escena con filtros de luz donde cabalgaba una silueta de un jinete y su caballo mientras los títulos de crédito se sucedían con disparos entre unos y otros, pero sobre todo la música que sonaba donde se integraba en las imágenes, se instalaba en la memoria sin defensas posibles, era una música sencillamente perfecta y formando parte de las imágenes que escupía el proyector...
Desde entonces me hice creyente de las bandas sonoras de Ennio Morricone. Al enterarme de su fallecimiento sin poder recoger en persona el galardón Princesa de Asturias, he ido a mi pequeña biblioteca musical y he puesto un CD de sus bandas sonoras para el cine de vaqueros y siempre regreso a aquella tarde o noche en que mis padres me llevaron al cine y le escuché por primera vez, es un recuerdo feliz y es gracias a su música...
Descanse en paz.
Antón Rendueles

miércoles, 17 de junio de 2020

 

FSLN y La Contra

 

Es curioso como los recuerdos se quedan anclados en la memoria, archivados en alguna neurona o molécula química que afloran a la superficie ante una foto, un texto, una añeja noticia televisiva, es curioso...

Me ha ocurrido, una vez más, leyendo la noticia sobre el fallecimiento de un personaje mítico de la Guerra Fría a finales de los 70´s y los 80´s, nada menos que el Comandante Cero, nombre de guerra de Edén Pastora y cuya figura permanece indeleble en mi memoria junto a su camarada, primero; antagonista después y, por lo que leo, terminó sus días con un puestín en el gobierno delirante de un más delirante Daniel Ortega que pasó de paladín de la revolución a palaciego presidente autoritario de derechas bajo el barniz de revolucionario de izquierdas...
La Guerra Fría se libra en todo el mundo pero Centroamérica y Afganistán se habían convertido en los puntos calientes, dándose la circunstancia de que ambos teatros de operaciones estaban en los patios traseros de las dos superpotencias. España se instalaba en la libertad tras una prolongada, y nociva hasta nuestros días, dictadura y el gobierno de Adolfo Suárez flirteaba con el movimiento de los paises no alineados. Una de las consecuencias era tener que soportar dibujos animados del otro lado del telón de acero, infumables y pésimos. Otra consecuencia televisiva era que se recibía información de ambos bandos en conflicto y en ese sentido era posible ver tanto la nueva Nicaragua revolucionaria y triunfante como a La Contra, una contraguerrilla financiada y apoyada por EEUU...
Mi memoria con aquella Nicaragua ilusionante para algunos y de incertidumbre para la mayoría, comienza con una imagen, creo que del programa Informe Semanal, donde se veía un enorme helicóptero de fabricación soviética vaciar de sus entrañas a un pelotón de guerrilleros, ya ejército, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el no menos mítico FSLN. Por entonces lo soviético era casi un arcano misterioso y ver aquella enorme aeronave me causó sensación aunque no sabía ni sé ahora el porqué, supongo que efectos de la inevitable propaganda, pero este primer recuerdo desentierra otro que es en realidad el primero de todos. Este recuerdo que aflora es el Festival de la OTI donde ganó el conjunto nicaragüense de Carlos Mejía Godoy & Los de Palacagüina con la canción Son tus perjumenes mujer, canción muy popular en una España que salía del oscurantismo sexual y una canción que hablaba de alegorías sobre la anatomía de la mujer caló en todos los estratos sociales, yo recuerdo el cachondeo de que los pechos eran cántaros de miel...
La canción daba una imagen nueva y de modernidad, al menos el sueño, de Nicaragüa. A partir de estos dos primeros recuerdos, la imagen de Nicaragüa es la de la Guerra Fría, de Edén Pastora convertido en héroe de Occidente contra la influencia soviética, le recuerdo entre el follaje de la selva con su fusil. Eran los buenos, eran de los nuestros, combatían el imperialismo soviético contra quienes combatían contra el capitalismo estadounidense...
No puedo olvidar a El Salvador, otro país mártir de la Guerra Fría u Honduras, base de apoyo y retaguardia de La Contra donde las imágenes de horror y destrucción eran las mismas pero en nuestro bando. Resulta que podíamos ser tan crueles como los soviéticos y comprendí sin comprender en consciencia aún que yo estaba en medio y, como todos los que estaban en el medio, sólo era parte de una ficha de un macabro tablero de ajedrez nuclear...
Siempre me he detenido en las noticias que hablaban de Nicaragüa. He visto como lo intentaron y cómo se prostituyó la revolución contra la tiranía, el delirante proyecto de Daniel Ortega de abrir un canal alternativo a Panamá con apoyo chino, su gobierno de mafia familiar, de despotismo ilustrado en la revolución de una Nicaragüa del pueblo pero sin el pueblo y lo que arrample para mí...
Puede que ahora sea lo mismo, de otras formas y maneras, pero lo mismo en lo referente a muerte, miseria, servidumbre económica y dirigentes que ven al pueblo como parte de sus propiedades. Seguramente sea lo mismo porque cada generación tiene sus filias y sus fobias, pero leer que Edén Pastora murió siervo de Daniel Ortega ha sido un poco decepcionante o más bien la guinda del pastel de la decepción que Nicaragüa supuso como ejemplo de país que deseaba tomar las riendas de su destino...
En España si supimos hacerlo aunque ahora parezca que ni siquiera lo hicimos viendo la memoria anclada en la Guerra Civil de los dirigentes políticos...
Ahora ya tenemos nuestra guerra y nuestros miles de muertos en la misma pero hay quien sigue en la Guerra Fría por interés particular y no el interés general que ambos bandos pregonan con tonos de 1936...
Aunque no lo sepan o no quieran o no puedan verlo, son tan historia como el FSLN y La Contra.

viernes, 15 de mayo de 2020

 

Otros confinamientos

 

Nuestros mayores, que ahora caen como moscas a manos del coronavirus, nunca dieron motivos para estar confinados o en estado de alarma. Ni siquiera el 23-F con la intentona golpista fue motivo de tales medidas. Sin embargo sí recuerdo otros confinamientos que, como niño que era, disfrutaba a diferencia del confinamiento actual donde te alegras de los muertos porque son menos que otro día o que miras con temor que el goteo de bajas supera al de ayer...

Recuerdo el confinamiento por paperas, pero sólo trozos de recuerdo que se hilvanan para formar un conjunto. Recuerdo que era doloroso, que estaba repunante y que dolía. Puedo verme jugando con unos muñecos de los Aristogatos que regalaban en el interior de aquellos, para un niño, enormes paquetes de detergente de lavadora...
Mi siguiente recuerdo de confinamiento fue el sarampión, donde todo mi entorno trataba de aliviar mi obligado confinamiento. A mi padre colocando un filtro rojo para que pudiera ver la televisión y recuerdo perfectamente aquella pantalla de televisor cubierta del papel rojo que teñía las imágenes...
Por último, ya adolescente, un ingreso en observación durante unas navidades. Recuerdo a mi compañero de habitación que no paraba de eruptar debido a sus dolencias y que siempre se disculpaba. Durante el confinamiento hospitalario descubrí el maravilloso mundo del enema, vocablo del cual desconocía su significado cuando el médico indicó tal procedimiento a la enfermera. Cuando la vi llegar con el aparato y me ordenó ir al baño y procedió al procedimiento, descubrí lo que significaba y que tras un enema tienes tres o cuatro segundos antes de que te pille fuera del baño y provoques un escándalo con los intestinos bramando por evacuar...
Me pregunto cómo recordaré este confinamiento, parte de una memoria colectiva que ha impregnado de una u otra forma a las generaciones que la vivimos. Un mismo hecho recordado de tantas maneras distintas como las personas que lo recordaremos...
Triste final para quienes lograron que fuéramos infancia y que tras ser tildados estos últimos años de franquistas o de continuación del sistema de la dictadura sufren la alta mortandad del coronavirus...
¿Sabremos ser dignos de honrar su memoria?
Antón Rendueles

martes, 24 de marzo de 2020

 

La Guerra Civil deja de ser nuestra guerra

 

Siempre ha sido difícil ser patriota en España desde 1936. La guerra y la posterior dictadura afianzaron a una parte de los contendientes pero el mundo surgido en 1945 exigió no hacer demasiada propaganda de la Guerra Civil o Cruzada en lenguaje oficial de la época. En la Transición, la infancia y juventud crecimos viendo películas de la II Guerra Mundial que ensalzaban los valores patrióticos, que merecía la pena sacrificarse por la patria. En las norteamericanas, los títulos de crédito al finalizar la película agradecían la colaboración de la U. S. Navy, pero pese a que salían todas las naciones contendientes y el heroísmo y el valor se reconocía incluso a los nazis y japoneses, nunca España salía, nunca nos sentíamos identificados aunque sintiéramos, inducidos, el fervor de los valores que llevaron al triunfo sobre el totalitarismo fascista.

En aquellos años posteriores a la muerte del dictador y la llegada de la democracia, supimos que hubo españoles en aquella guerra que para unos era el verdadero comienzo de la segunda mundial, para otros la antesala de la misma y unos cuantos que no tenían nada que ver. Todos los símbolos de ambos bandos estaban celosamente guardados por las generaciones posteriores, la libertad hizo rezumar las heridas no cerradas hasta hoy. Nunca se pudo sacar la bandera como en otros países, rendir solemnidad al himno nacional...
De niño no entendía todo eso que me causaba una especie de disyuntiva, un no poder encajar las contradicciones. Al final, creo, hemos tenido que vivir con el patriotismo casi oculto, con patriotismos que son regionalismos acusando continuamente y remontando nuestra culpa a aquella guerra tan lejana para un niño hasta que fue adulto. Nunca se recordaba a los caídos de ambos bandos, se les siguió utilizando para atormentar a discreción, se nos negó sentirnos orgullosos de nuestra Historia para engrandecer, cuando no inventar, partes de la misma excluyendo al conjunto.
Supongo que igual que un incendio puede acabar con otro, hacía falta una guerra para que los españoles de todas y cada una de las regiones sintiéramos que somos los mismos que han hecho milenios de Historia, unidos como siempre ante el invasor, esa España tantas veces narrada y comentada por propios y extranjeros en todas las épocas donde siempre intentamos destruirnos pero somos una coraza combativa si nos invaden, no una muchedumbre sedienta de celebrar patriotismo en las victorias deportivas. Esta vez, cuando todo termine, podremos decir con orgullo que esta guerra fue nuestra guerra dentro de una guerra mundial, que esos héroes y heroínas que cada tarde recibe nuestro aplauso, desde el humilde gremio del kiosko hasta las Fuerzas Armadas, podrán lucir orgullosos y orgullosas las medallas, que nadie podrá volver a decir que España es un Estado fallido, franquista o inexistente, somos una nación que amamos nuestra tierra chica pero que acudimos a la llamada del deber cuando hace falta.
Desde 1808 la nación española no volvió a ser movilizada y nuestras guerras pasaron a ser guerras civiles. La paz desde 1939 nos ha unido a lo que hoy es la Unión Europea por un camino que no fue fácil y donde ser español era ser acomplejado por los de fuera pero también entre nosotros tomando nuestras las guerras civiles y lastrando a cada generación con más rencor y memoria selectiva. En 2020 hemos despertado de nuestra somnolencia, hemos sacudido por necesidad los lastres ante la evidencia de un enemigo que no distingue. Somos aliados con el resto de naciones del mundo en una guerra que nos cambiará como sociedad y como conjunto.

Es una sensación contradictoria pero cada día de fallecimientos y contagios nos une a todos los territorios de la nación española y sus habitantes, ojalá cuando llegue la hora de repicar las campanas de la victoria y haya que afrontar la difícil posguerra estemos a la altura de los tiempos de los que somos las y los protagonistas.

Venceremos y es lo peor que les puede ocurrir a los populismos separatistas: una nación volcada en el esfuerzo bélico y el surgir del patriotismo, el valor y el sacrificio de España cuando es llamada a las citas con la Historia.
La diferencia es que esta vez será nuestra Guerra y nadie podrá apropiarse la victoria ni la derrota porque ésta no es una opción.

martes, 18 de febrero de 2020

 

Tardes y noches de cine (VI y final)

 

El universo cinematográfico llegó a su culminación con la salidas al cine con los amigos. Ir al cine era una opción habitual y su gasto debía ser soportable para mis mayores ya que nunca me escatimaron darme dinero, generalmente mi madre, pero todo mi entorno estaba dispuesto siempre a darme algo aunque yo no era consciente, feliz en mi mundo, de si mi afición al cine les ocasionaba inconvenientes, todo lo contrario y siempre animándome a ir al cine...
La salida al cine con amigos solía ser los sábados y siempre que hubiera película a tiro en época de vacaciones asistiendo a reposiciones en un cine que vivió épocas más gloriosas y reconvertido a sala para títulos ya caducos de su estreno hacía lustros cuando no décadas...
Las colas de sábado con título taquillero eran algo formidable y estar una hora antes solía ser habitual y siempre surgía el inevitable compañero de clase al que colaba en la cola, práctica habitual que no despertaba las iras siempre que se hiciera de forma elegante y no abusiva, es decir, podías colar a uno u dos pero colar a más despertaba iracundas protestas...
A mí me gustaba mirar las fotos de la película que exponían en el exterior y hacer cola, aunque era un incordio, también era una liturgia que formaba parte de la salida al cine...
Cuando mi hermano Marco ya era un niño, pude prescindir de mis amigos para ir al cine y disfrutaba de que me acompañara al festival de cine de la ciudad, o ir con mi hermana a pasar una tarde de cine. Eran los momentos que más disfrutaba y cuando íbamos los tres resultaba inevitable y casi obligatorio darnos un buen homenaje de hamburguesas...
Casi sin darme cuenta, los amigos se fueron difuminando y comencé a ir solo al cine y, sin darme mucha cuenta tampoco, aquel universo cinematográfico fue desapareciendo en el periplo vital...
En aquellos tiempos los veteranos y veteranas hablaban de su juventud e infancia cinematográfica con referencias al blanco y negro así como títulos que ahora denominan clásicos. Ahora soy yo el que viaja al recuerdo y es más fácil percatarse de la magnitud de la importancia de que la infancia y juventud de aquellos ilusionantes tiempos cargados de incertidumbre par los adultos fuera par nosotros una época de recuerdos gratos, de inocencia que se iba perdiendo, de afortunados de disfrutar del bienestar que los adultos no tuvieron...
Ahora que aquellas películas y sus protagonistas van envejeciendo y dejando este mundo, las veo por televisión alguna vez y supone dos placeres: ver una película recordando su estreno y volver a aquellos tiempos de ilusionante futuro que son este ilusionante presente, cargado de incertidumbre como entonces aunque el cine ya no sea como entonces, lamento eterno de generaciones precedentes de aficionados y aficionadas al cine que también nos recuerda que el tiempo pasa para todos...
Incluso para aquellos y aquellas anclados en los viejos tiempos.

Antón Rendueles

viernes, 7 de febrero de 2020

 

OBITUARIO

 

KIRK DOUGLAS
 

Ha dejado este mundo el último de una saga de actores y estrellas de Hollywood que me acompañaron en mi infancia y juventud cuando el cine por la televisión era ya algo inherente a mi mundo. No disfruté de su época dorada pero, al igual que el resto de féminas, pero mi madre me hablaba de sus películas cuando emitían una por la televisión y nos sentábamos en la salita a ver a Kirk Douglas...
Para mí, de aquella, su nombre me inspiraba el mismo respeto y ansias de ver sus películas como con el Burt Lancaster. Es cierto que me perdí al Robert Mitchum, otro actor del que me hablaba mi madre, tal vez porque los sábados por la tarde primaban los títulos de aventuras y de indios y vaqueros, géneros ambos donde Kirk Douglas era protagonista en muchas...
Años más tarde, la lectura de sus memorias me acompañó un tiempo. La infancia, los comienzos, la lucha como profesional del cine y un bagaje vital que me hizo comprender porqué Kirk Douglas era una estrella de Hollywood...
Actor de raza, tanto su físico como rostro eran herramientas que sabía utilizar con maestría. Su sonrisa podía pasar de cínica a seductora en un pestañeo de ojos mientras que con girar un poco el cuello su mirada podía ser asesina para transmutar en emoción. Encandilaba a las damas, era modelo para galanes y un héroe de acción para toda una generación que nos criamos con la televisión como un miembro más de nuestro entorno con el cine de telón de fondo...
Por otra parte es un actor eterno por varios papeles de títulos míticos donde su interpretación es sencillamente inigualable, por no decir insuperable, y se da la circunstancia de que cuando hacen alguna nueva versión de Espartaco le sea imposible al espectador separar la imagen de Kirk Douglas, por poner un ejemplo que se repite en sus papeles en el género del oeste. De esos actores y actrices que nunca han tenido un mal papel aunque a veces la película fuera un bodrio, pero es muy difícil encontrar una mala interpretación de Kirk Douglas logrando traspasar a las generaciones que le descubren su magia y atractivo de estrella de Hollywood...

Adios a un veterano hombre de cine y figura omnipresente en quienes hemos caminado un trecho del camino de la vida con sus películas y su existencia, que enamoraba a las madres y que llenaba la pantalla del televisor con su rostro mientras disfrutaba de su película con ojos abiertos de niño y que paladeo de vez en cuando ya de adulto...
Descanse en paz.
Antón Rendueles

jueves, 23 de enero de 2020

 

Tardes y noches de cine (V)

 

A finales de la década de los 70´s se produjo un hecho en mi mundo que poco a poco iba perdiendo la inocencia pero aún disfrutaba de la misma, ajeno a las movidas de los adultos pese a que se iba culminando el proceso de desmantelar el sistema franquista para pasar a una democracia. Coleccionar pegatinas era una afición entre escolares y las de los incipientes partidos políticos eran parte fundamental de la colección...

Un día llegó a casa el primo Kiko y mi mundo alcanzó una nueva perspectiva. Era primo de mi madre pero era un joven resuelto que se abría camino y era como tener ese hermano mayor que veía en las películas, alguien con quien hablar de temas y cosas que no hablabas con los tuyos. Descubrí muchas cosas el tiempo que permaneció en casa, mis primeros contactos con la música donde las guitarras de Status Quo están grabadas a fuego ya que fue mi primer contacto con el rock; era una ayuda para quien era torpe en manualidades y era una compañía que amén de tolerar mis absurdeces me llevaba al cine en sesión de noche...
Esperaba con ansia que llegara la noche de ir al cine con el primo Kiko. La sesión de noche aún era casi un misterio par mi mente y luego estaba esa emoción del regreso a casa charlando sobre la película. Era emocionante, divertido y también pedagógico, una introducción al mundo que me esperaba pero que gracias a él fue una transición tranquila y la perdida de mi inocencia infantil...
Le acompañé a ver El lago azul, una película que entonces resultaba sorprendente y casi vanguardista donde narra la historia de una pareja de niños que han perdido en un naufragio a sus familias y sobreviven junto con un viejo marinero en una isla a la que van a parar tras el naufragio. Narra el paso de la niñez a la edad adulta de dos jóvenes que crecen solos tras fallecer el marinero y van descubriendo el sexo y las cosas de la vida aislados en su inocencia. Hay una escena, ya creciditos los protagonistas, donde están bañándose en el lago y la chica tiene su primera menstruación que tiñe el agua de sangre ante su sorpresa y susto...
Yo susto no llevé porque sencillamente ignoraba la causa de tal escena y que la protagonista tampoco la supiera aumentó mi curiosidad. A la salida, ya caminando de regreso, interrogué al primo Kiko sobre el motivo de la sangre en el agua. Aún veo su cara mirándome en una mezcla de sorpresa y de risa, creo que pensó que me estaba quedando con él, pero era yo el inocentón...
Un día siguió su camino y dejó de estar en casa, lo cual me causó no pena porque sabía que un día se iría, pero dejó huella en mi memoria, y en la cinematográfica y musical fue mi gurú sin saberlo...
Muchas veces me acuerdo de aquellos tiempos y su estancia en casa formando parte de la memoria de aquellos años donde los adultos y los jóvenes como el primo Kiko miraban al futuro con incertidumbre pero transmitiendo magia a la infancia en el sentido de guiarnos sin odios ni reproches al pasado y en mi caso poder entrar a ver cine para menores acompañados...
Pero mi primera menstruación, fue con el primo Kiko que trataba de explicarme la presencia de sangre en el agua cuando Brook Shields se bañaba en el lago y al igual que yo no entendía la sangre en el agua...
Antón Rendueles

jueves, 5 de diciembre de 2019

 

Tardes y noches de cine (IV)

 

Es curioso como el ejercicio de recordar logra que la densidad del mismo aumente y, si bien no escenas completas, si logro visionar fotogramas. Abandonaba la inocencia de la mano del cine mudo en la tele y las salidas al cine con adultos pero debo también dedicar unas líneas a la aparición del vídeo doméstico...

Consorte del protagonismo del televisor en el salón, para mí fue primero una novedad que miraba en escaparates cuando iba o volvía del colegio aunque he de confesar que dedicaba la contemplación de escaparates para el regreso. Pero puedo ver con nitidez a aquel niño que observaba el enorme aparato Philips anunciado por Pelé y fueron infinidad de hogares donde la infancia era la única capaz de desentrañar el complejo ejercicio de programar el vídeo para grabar. Ahora comentan que es la infancia quien configura los modernos cachivaches digitales, pero, de aquella, programar un vídeo era todo un misterio insondable y un engorro para la infancia de la casa que no comprendía a qué venía tanto lío...
En todo caso, su llegada al hogar y los primeros establecimientos de alquiler de películas supuso un par de raciones extras a mi dieta cinematográfica. Poder acceder a películas que no pude ver en su estreno, por la clasificación de las mismas en función de la edad que regía entonces, me proporcionó ver mi cine, mis actores y mis actrices favoritas...
Decían que el cine se vería asesinado por la llegada del vídeo pero, visto ahora, logró el acceso al séptimo arte a toda una generación que no tenía que ver con el cine de sus antecesores mas también propició el acceso a películas de los 50´s en adelante y aunque no era lo mismo que ir al cine, no dejaba de ser un acto de ver cine...
Al final a todo se acostumbra uno y el vídeo se instaló definitivamente en la sociedad pero también, pese a volverse más simple programar una grabación, el vídeo doméstico se utilizó masivamente para ver películas.
Antón Rendueles

jueves, 3 de octubre de 2019

 

Tardes y noches de cine (III)

 

Ser de aquella infancia en aquellos tiempos donde iba germinando la pasión por el cine, a ver películas pero también sin darme cuenta a la cultura cinematográfica, había títulos prohibidos para un niño que apenas había hecho la comunión y un monstruo horroroso sin nombre ni rostro que dictaminaba si una película era para todos los público o si era para menores acompañados, menores de catorce y el intransigente sólo para adultos...

Miraba fascinado a mis padres salir de casa para ir al cine después de cenar, en esa hora maldita para un niño en que se acerca irse para la cama y dejar de jugar o ver la tele. Era como ver partir a un destino misterioso con una más misteriosa película prohibida para los ojos infantiles. Mi padre era más escrupuloso a la hora de llevarme al cine y era con mi madre donde vivía esa emoción ante lo prohibido como era de aquella para un niño una película con la catalogación para mayores de mi edad y mi madre tratando de convencer al acomodador que cortaba las entradas de que me permitiera pasar...
Las películas de Bud Spencer y Terence Hill están unidas a la memoria de mi padre que me llevaba a la sesión de noche. A mí me encantaban y a él le gustaban. Cuando ahora miro alguna unos minutos, debo dejar de verlas porque viajo al recuerdo y asoma la pena, así que me quedó con unos minutos de metraje hasta que vuelvo a sentir la mano de mi padre cogida de la mía caminando de regreso a casa y comentando las peleas y escenas graciosas. Mi madre me inculcó la admiración por un entonces tildado de fascistoide y mediocre director que no era Clint Eastwood, de la pasión por Steve McQueen y su muerte prematura, de ser asiduo del Charles Bronson, todos ellos jóvenes aún; también por clásicos me influyó mi madre en el amor al cine como son ahora una Sissi emperatriz, de Christopher Plummer...
Al día siguiente de que ambos salieran de velada cinematográfica, les preguntaba por la película y recuerdo nítidamente, en una cena en casa con un matrimonio amigos de mis padres, escuchar fascinado como comentaban sobre Mad Max cuya cartelera me fascinaba. Sin duda mi conocimiento venía de haber escuchado algo en la tele o en alguna revista, pero es un título representativo de aquellos títulos prohibidos para un niño...
También tenía dos tías, una hermana de mi padre y la otra de mi madre, me sacaban a veladas cinematográficas de títulos prohibidos donde conseguían convencer o yo aparentar la talla para que me permitieran pasar, así vi El expreso de Chicago donde la hermana de mi madre me tapaba los ojos ante un apasionado beso y mi otra tía, una hermana casi ya que sólo me llevaba diez años, bregando porque me permitieran pasar a ver Grease...
Por alguna razón yo era consciente en mi inocencia de que era un niño afortunado de poder disfrutar del cine. Los adultos hablaban de censura y de cines al aire libre, pero mi generación urbanita era la del cine en color y una televisión ya presente en los hogares y que era entonces un apoyo a cultivar la afición, de ver películas en blanco y negro, de escuchar hablar de los rodajes, de las estrellas y ver los promocionales con escenas que me hacían soñar con el film, de ir a verlo si no era prohibido para un niño, de ver si me llevaban y de verles ir a verlas...
Fue un mundo que dejé atrás muy rápido como rápido es crecer para un niño aunque entonces parecía casi eterno. Llegó sin avisar la hora de ir al cine con los amigos, llegó el vídeo y la posibilidad de ver cine en casa pero a veces siento la necesidad de volver a aquellos tiempos de forma reposada si es un pensamiento, fugaz si es viendo una película y agradecido siempre de que me llevaran al cine, aunque nunca se lo dije a ninguno.
Antón Rendueles

martes, 6 de agosto de 2019

 

Tardes y noches de cine (II)

 

El entorno y la televisión eran la toma de contacto con el cine si eras infancia. Por alguna razón recuerdo la noche en que murió el dictador, no por apego o conocimiento de su persona, era ignorante de esa realidad; pero puedo volver a asomarme a la puerta de la salita y veo a mi abuelo sentado en el sofá y atento a la televisión mientras esa noche emitían Obejtivo Birmania, creo recordar ese título pero sé que fue la primera vez que tuve consciencia de ver a Errol Flynn y recuerdo una escena de los soldados americanos en la jungla y como uno amputa un dedo al cadáver de otro soldado. También recuerdo a mi abuelo sentado en el sofá atento a Fred Astaire y Ginger Rogers mientras se deslizaban por la pista de baile...

De aquella la televisión era sólo un canal, había que hacer birguerías de sintonización para pillar el segundo canal que siempre se veía entre niebla estática y dificultades para sintonizar. El caso es que en ocasiones la programación se alteraba por distintos motivos y entonces, para alegría de mi ser, echaban hasta que se subsanaba el problema un bloque de dibujos animados pero también de cine mudo. Chaplin, Laurel y Hardy o Harol Lloyd desfilaban por el niño espectador que era y supongo que en cierta forma fueron esos pioneros quienes acabaron de lograr que germinara mi amor al cine, a ver películas. Las tardes del fin de semana eran otro motivo de alegría, películas la tarde del sábado entre indios y vaqueros, sin olvidar citar La Clave de Balbín y sus películas los viernes, pero la noche del sábado también era un criadero de cinéfilos futuros. Tengo un recuerdo agradecido a Manuel Martín Ferrand y su noche de cine los sábados. Fue en una de sus películas que pasé auténtico terror nocturno por causa de una obra cinematográfica...
Martín Ferrand, antes de dar paso a la proyección del título de turno, siempre nos introducía en la historia de la película con atrezzo acorde a la misma. Recuerdo que emitían una de guerras napoleónicas y el pequeño ejército imperial francés en figuras de soldaditos de plomo. Pero esa noche tocaba el estreno televisivo de El planeta de los simios con el Charlton Heston. Yo estaba solo ante la pantalla, mi padre curraba de noche ese fin de semana y mi madre se había dormido junto con mi hermana. Vi la película en un continuado estado de shock visual desde el inicio con la nave espacial y tras el amerizaje ver el cadáver de la tripulante momificado. Al acabar la película, el Martín Ferrand hizo una explicación sobre el fabuloso maquillaje que daba  al reparto aspecto simiesco con una caracterización. Pero al acabar y apagar el televisor para dirigirme a mi habitación, a oscuras porque conocía el piso de memoria, sentí miedo, sentí terror...
Luego me maravillé de la magia del cine igual que me maravillaba de la magia de los tebeos y de los libros y de la radio...
Tantas y tantas magias que quedaban por descubrir, pero esa noche comprendí que me gustaba ver cine y sentí ese vértigo que se sentía ante una película que iban a emitir. Cuando vi ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú en La Clave, creo que sufrí episodios de alucinaciones porque me convertí en devoto del Peter Sellers y seguidor de los trabajos de George C. Scott...
Cuando ahora emiten o tengo oportunidad de volver a visionar alguno de aquellos títulos que forjaron mi amor al cine, me doy cuenta de que disfruté mucho, de que disfrutaba de aquellas dos horas de evasión y fue mi entorno quien terminó de soldar ese amor llevándome al cine. Pero mentiría si veo completas aquellas películas de indios y vaqueros, no lo hago porque quiero guardar ese recuerdo grabado a fuego; como mucho miro unos minutos de metraje pero porque son el billete para un pequeño crucero por aquella época donde, al igual que la tele, la sociedad española se teñía de color tras una etapa gris, aunque yo ya era carne de democracia tanto por generación como por haber llorado al ver el final de Charles Laughton en Esta tierra es mía como sólo se puede llorar cuando se es infancia ante algo que te emociona. No voy a decir que deberían emitir de nuevo todo aquello, sería una auto lamentación patética y sigo creyendo en la magia del cine, sólo que ahora es por dispositivos móviles más que en la televisión, pero simplemente son los inevitables nuevos tiempos ante nuevas generaciones en un mundo que se renueva tecnológicamente, un buen tema sin duda que se hubiera tratado en La Clave...
Antón Rendueles

miércoles, 17 de julio de 2019

 

La conquista espacial

 


No vi la llegada del hombre a la Luna, al menos no recuerdo ser testigo televisivo aunque sí recuerdo que la conquista espacial me fascinaba desde que tengo recuerdos ...
Puedo ver nítidamente con ojos de niño el acoplamiento Apolo-Soyuz y hasta el cartelón que servía de cortinilla mientras enlazaban la señal televisiva. Tal vez era por entonces que tenía un juego, uno de pistas que se unían y creaban un pequeño circuíto donde un cochecito se movía. Pero lo que me tenía completamente obnubilado durante momentos enteros, y grabado a fuego en mis recuerdos de aquellos años, era la caja del juego donde el cochecito lo pilotaba un chico con sombrero de vaquero y levantaba las ruedas delanteras en una duna lunar. Yo miraba fascinado la caja y me preguntaba qué había, si algún día podría ir en boogie por la Luna...
La televisión pasaba de blanco y negro al color y eran varios los programas que emitían imágenes de lasa fases del cohete, de los astronautas y tengo vagos recuerdos de la Skylab...
Seguía creciendo y miraba fascinado la juguetería especializada en modelismo, con sus cajas de maquetas en el escaparate. Por esa época emitían Espacio 1999, una serie que emitían semanalmente donde la Luna se salía de su órbita y vagaba por el espacio con los habitantes de una base lunar. Vista ahora, el calificativo más bondadoso es que es inocente, pero la seguía fielmente y pillaba rabieta si no llegaba a tiempo. Sin embargo Star Trek y similares no me fascinaban ni me gustaban; yo sabía que las naves espaciales eran cohetes por fases, que no había de momento seres que habitaran otros planetas pese a la inquietante foto de Marte con el rostro humano en Sidonia...
En aquellos años de la segunda mitad de los 70´s y con continuidad en los 80´s, un niño como era sólo tenía tres medios de saciar su curiosidad por la conquista del espacio: por un lado prensa y revistas pero yo me decantaba, pese a que devoraba cualquier artículo y reportaje sobre el tema, por la tele con el profesor Giménez Del Oso y su Más Allá donde se emitían imágenes en blanco y negro de sondas soviéticas y norteamericanas; y luego estaba la radio a la que me enganché pronto y recuerdo las Alerta OVNI donde siempre me quedaba dormido...
Un día en el escaparate apareció una nueva maqueta, era el futuro ya presente: el transbordador espacial que auguraba una nueva era que se quedó en simples pero vitales para ir más allá, vuelos orbitales. En realidad comenzó la era de los satélites comerciales, que los militares fueron los primeros, que llega a nuestros días. Por el camino el ascensor espacial, el inicio de las misiones robóticas a Marte y otros planetas, se cumplieron unas y no pasó de ciencia divulgativa el primero...
Anclado de piernas y convertida la tele en ventana al exterior, disfruto de documentales sobre la conquista espacial y hay que recordar la conquista soviética del espacio con la mítica MIR a la que vi lanzarse al espacio y años más tarde caer desintegrada desde la órbita. El mundo ha cambiado, disfrutamos de los avances que se hicieron para llegar a la Luna pero no hemos vuelto, no como me prometieron entonces y dudo que sea como me prometen ahora. La motivación de empresas privadas basadas en el turismo espacial son falacias sólo para carteras millonarias y supongo que una vez más, tras los exploradores, serán los mineros los protagonistas....
El mundo que vio la llegada del hombre a la Luna no es el mundode aquellos días y miro con una mezcla de vergüenza ajena y pavor cultural que haya mentes que piensen que la tierra es plana y que aquello era un montaje cinematográfico. Antaño era la Iglesia quien censuraba el conocimiento del universo de estrellas que nos rodea, ahora son jóvenes nacidos en la era espacial quienes defienden la falsedad no con palabras, sino con el fanatismo que da el atrevimiento de la ignorancia supina...
Tal vez no estamos aún preparados para dar el salto de crear asentamientos y posiblemente el ser humano que pise Marte lo hará a distancia con un dron capaz de hacer cosas de un humano...
He querido ver la Luna pero está nublado y los recuerdos se evaden, mezclando años y hechos en una amalgama atemporal y sin cerrar los ojos, observo con ojos de niño aquella caja de un coche encabritado entre las dunas de la Luna, no pudiendo evitar en un último halo de despedida pensar que en alguna generación futura los niños jugaran en su superficie aprendiendo los rudimentos de la ingravidez en una luna igual que hoy son nativos digitales...
Pero sé que no llegaré a verlo.
Antón Rendueles

martes, 11 de junio de 2019

 

OBITUARIO

 

NARCISO IBÁÑEZ SERRADOR,

director de cine y realizador de televisión

 

Ha fallecido días atrás quien es un referente de la memoria colectiva de varias generaciones que mamaron la televisión analógica. Memoria de quienes eran jóvenes, adultos, mayores e infancia, recuerdos de veladas nocturnas de viernes donde los habitantes de la casa se reunían mientras sonaba la canción de inicio de Un, dos, tres, responda otra vez...

No me ha pillado de sorpresa enterarme de su fallecimiento, la última imagen que recuerdo de su persona era el de un hombre vapuleado por la salud; sin embargo Chicho Ibáñez siempre está presente en esos recuerdos de entonces, el concurso duraba un montón y para un niño eran horarios prohibidos por semana, sus contenidos convertían el concurso más en un cabaret de provincias que en un concurso puro, aunque todo giraba alrededor de los premios que se iban sucediendo a medida que las parejas concursantes descartaban opciones. Había ocasiones en que una pareja concursante no nos caía bien y te alegrabas si se llevaban la calabaza, si aquella otra pareja tan simpática conseguía el coche por no hablar del premio gordo en forma de piso u apartamento...
Escuchaba estos días a una reconocida profesional del medio televisivo que añoraba y deseaba que se hiciera una televisión como aquella de nuevo, falaz deseo por cuanto aquel mundo del Un. Dos, tres...ha desaparecido y su audiencia no volverá...
En una sociedad televisiva desde los años 60´s, que se vayan de este mundo los y las profesionales que hacían posible la fábrica de las ilusiones en aquellos años de censura, inquietud política e incertidumbre social que respiraba libertad tras una larga dictadura, siempre pone el alma triste, al menos en mi caso que sólo puedo hablar de Chicho como tele espectador que fuí, primero un niño asustado pero que gustaba de las historias de terror, luego con el concurso que era parte inherente de los viernes en el universo escolar y donde sábado y domingo eran una promesa de diversión y no ir al colegio...
Un día el concurso dejó de emitirse, ya no éramos tantos en el salón y la tele estaba cambiando al igual que yo...
Descanse en paz.
Antón Rendueles

miércoles, 8 de mayo de 2019

 

Tardes y noches de cine ( I )

 

Escucho en el noticiero televisivo, esa ventana que me muestra el mundo, que en la última década se han cerrado seiscientas salas de cine, cines que se decía antaño aunque no parece que haya transcurrido tanto tiempo...

El cine que tuve la fortuna de disfrutar, asequible a las clases populares a diferencia del teatro y la ópera, de un tiempo donde ir al cine formaba parte de la cultura y las costumbres. Era además asequible, las tardes de sábado o en fechas vacacionales era norma no escrita tener la opción de ir al cine. Pero en mi entorno siempre se fomentó la pasión por ver una película. Creo haber evocado en alguna ocasión el entrañable recuerdo de ir con mi padre al estreno de La Guerra de Las Galaxias y siempre que podía me acompañaba a ver una del Terence Hill y el Bud Spencer...
El cine era un entretenimiento para adultos y no adultos, aquellos avisos de para todos los públicos, o menores de catorce acompañados donde tener posesión del DNI era una etapa iniciática y salvoconducto al cine vedado hasta entonces a mis ojos. Mi madre y mi tía eran especialistas en colarme siendo menor aunque siempre intuí que el bueno del acomodador hacía la vista gorda salvo cuando la película tenía escenas escabrosas de destape inmoral, casto y puro a los censores de hoy en día...
El cine en la noche era territorio adulto al que en ocasiones podía asistir, la mayoría no y recuerdo las preguntas que hacía a mis padres sobre Mad Max. Pero mientras la sociedad llenaba sus pulmones de libertad, las carteleras se llenaban de títulos del llamado destape, que duraban semanas y semanas en cartelera; un cine donde las películas tenían títulos como Delicias Turcas y el cartel rezaba para rigurosamente mayores de 18 años...
Pero las tardes, sobre todo la primera sesión, era cosa de la chiquillada, de la juventud adolescente, de colas desde temprano para ver sagas galácticas o Marlon Brando de padre de Supermán. La rabia de ver que ese viernes había uno o dos estrenos pero aún seguían echando las que ya había visto, porque las películas se estrenaban de viernes y duraban... Duraban meses en cartelera que se hacían eternos...
Recuerdo siete cines, aunque ahora que me paro en ello, creo que nunca estuvieron todos a la vez, al menos fueron desapareciendo, casi sin darnos cuenta, casi sin enterarme, de volver a la ciudad y saber que habían cerrado otro cine...
Antón Rendueles

jueves, 18 de abril de 2019

 

Mal educados en la Guerra Civil

 

Resulta desmoralizante y estremecedor ver como los nacionalistas radicales y los ultraderechistas, acompañados a veces en los coros por el resto del espectro político, agitan y entonan con el lenguaje de 1936 y se apropian de los muertos, de los símbolos y de las banderas. Yo no crecí en el recuerdo de la Guerra Civil. Mi entorno era el de la masa silenciosa, el pueblo que sobrevive pasados los jinetes del Apocalipsis. Me enteré ya adulto de que mi bisabuela materna estuvo en la cárcel y su hija, mi abuela, decía que era muy niña pero recordaba ir de la mano de su madre junto con su hermano corriendo para escapar de los bombardeos...

Pero nunca se habló o era tema la guerra de conversaciones de los adultos. Me enteré de la muerte del dictador porque aquella mañana venía en la portada de los periódicos en el kiosko al lado del colegio, así que cursé el 80% de la EGB ya en democracia...

Mas creo que mi generación, supongo que le pasará a la mayoría, fuimos mal educados por familia y sistema de la E. G. B. sin menoscabo de la televisión pública. En mi caso, mi familia tenía que ocupar su mente en vivir y que creciera sin la niñez interrumpida y darme una educación, dentro de sus posibilidades, que me permitiera ser lo que quiera ser en la vida. En el colegio, porque salvo una avinagrada profesora de francés, luego siempre la imaginé como guardiana de las SS en un campo de concentración, el profesorado nunca me adoctrinó y sí me estimularon al conocimiento aunque ya desde bien temprano se veía que estaba destinado a la carrera de la Ciencia de la Burrología. La televisión pública por realizar documentales, programas y series tratando de mostrar los hechos que pasaron...

De todo ello, resulta que cuando me hablan, leo u escucho de la guerra y de rojos y azules, de nacionales y republicanos, de fascistas y comunistas...
Yo sólo veo españoles y españolas, hijos de su época, una Era donde Europa calentaba armas o miraba para otro lado. Una sociedad de su época histórica, pero ya historia. Saber colocar la España de 1936 en su contexto, requiere una labor de educación de la sociedad en las aulas, pero supongo que eso no interesa porque entonces la propaganda institucional de los nacionalismos radicales y las falacias de la Arcadia franquista se vendrían abajo como un castillo de naípes, como un gigante con pies de barro...
España tiene muertos en las cunetas, en los campos de batalla del frente ruso, en los cementerios de las tierras hermanas en América y refugio del exilio, en los cementerios de soldados que lucharon encuadrados en las fuerzas francesas de liberación, en las cenizas que forman parte de la tierra en Polonia, humildes mortajas de los sacrificados industrialmente por los campos de la muerte y el exterminio; en los dosieres de las entretelas de la guerra, y de tantos y tantas que ni se sabe dónde yacen sus restos. Supongo que en estos días de extremos políticos que se retan y se santigüan seguros tras el colchón de la ciudadanía que forma la masa silenciosa y sacrificable, pensar en los españoles como tales y parte de la Historia, es contraproducente: nadie te entiende, nadie piensa así, nadie te escucha...
Se oyen y se leen tantas y tantas barbaridades que casi te quitan las ganas de ir a votar, pero es evidente que los extremos se han movilizado y no votar sería un pecado. Hay que hacerlo, y libremente aunque ya nadie hable de listas abiertas, si de verdad queremos rendir tributo a los hombres y mujeres que murieron en nombre de la democracia y recordarles a todos y todas porque eran compatriotas, con las ideas y los ideales de su tiempo, ni buenos ni malos porque el paso del tiempo todo lo amalgama. Confío en la juventud, cierto que parecen maleables, pero irán a votar o al menos me gusta pensar eso, aunque no distingan ni observen el pasado y el consumismo les ponga gafas de aumento con realidades virtuales, aunque no confío tanto en mi generación, fuimos tan mal educados que nos duele conocer cómo murieron en la Guerra Civil porque eran españoles y no clasificamos a los muertos en buenos y malos, eso fue cuando estaban vivos, eso fue el pasado siglo y ya son las y los grandes olvidados en los anales de la II Guerra Mundial, que empezó en la Guerra Civil Española...
Antón Rendueles

viernes, 1 de marzo de 2019

 

OBITUARIO

 

Por Antón Rendueles

 
Xabier Arzalluz, político

 

Ha fallecido uno de los políticos referentes de La Transición y toda una figura dentro del nacionalismo vasco. Me enteré hace unas horas mientras escuchaba la radio y alguien se refería a él como una persona culta, patriota vasco y figura política que siempre supo hasta dónde podía y no podía llegar y creo que es verdad pese a mi visión desde la periferia de la periferia pero una figura pública que es imborrable de la memoria porque su nombre, su presencia y su voz era constante en los medios durante aquellos años sangrientos en que ETA asesinaba prostituyendo el ser vasco durante generaciones, pasadas y por desgracia venideras, que tardarán en cauterizar.

Creo recordar que le vi la primera vez en La Clave, supongo que esperando pacientemente que terminaran la cháchara para poder ver por fin la película; recuerdo su voz en la radio y su cara en las noticias, un tipo que en la periferia de la periferia resultaba áspero, casi catalogado de etarra y de permisivo con ETA. Sin embargo es cierto que una vez superado el repelús de la duda entre etarras y españoles, era un gran político ante un micrófono, tenía algo si le concedías un minuto de razonamiento donde algo te decía que estaba aportando algo de luz, aunque no me daba cuenta entonces de que sólo trataba de proteger el País Vasco de una guerra civil que era terrorismo para el resto de España.
Escuchaba ayer al señor Urkullu declarar en el juicio a quienes perpetraron institucionalmente el intento de secesión ilegal de Cataluña como testigo. Una declaración honrada, acorde a su cargo y representación y no he podido evitar pensar en aquellos tiempos donde Arzalluz era el azote del Reino y Cataluña un remanso de paz, siempre pidiendo y quejándose consiguiendo, pero era ETA y Arzalluz el peligro. Ahora, en su fallecimiento, son los catalanes los revoltosos y el PNV un partido del siglo XXI que sabe su camino, el peligro de los nacionalistas radicales tanto vascos como españoles y que los tiempos los marcan los tiempos. Arzalluz sabía que la oportunidad pasó en 1941 pero fracasó a los pocos años ante el reconocimiento de la dictadura por EEUU y la OTAN...
Visto ahora, creo que siempre le juzgué mal pero era inducido subliminalmente y que si el Reino de España está en el tren de la historia y parte de la fraternidad europea a la par que las naciones occidentales, con sus virtudes y sus defectos, es porque el rumbo que trazaron era el correcto, sin renunciar a sus aspiraciones nacionalistas pero siempre renunciando a la violencia.
Descanse en paz.

martes, 12 de febrero de 2019

 

Juicio por la Democracia

 

Ha comenzado el juicio a los principales responsables, con la ausencia de su líder que sigue en su auto exilio a gastos pagos y hechos impunes, de la algarada secesionista a base de legislación ilegal, todo ello bajo el siempre maravilloso barniz de los derechos ciudadanos oprimidos y vejados por un Estado de índole de dictadura franquista. También he visto al señor Joan Tardá portavoz de ERC amenazando con una foto de los acusados que será material escolar, supongo que en la Arcadia catalana que trata de seguir vendiendo a su electorado. Yo no quiero amenazarle, también las palabras y los hechos de los suyos formarán parte como forma el golpe de Tejero porque ahora asistimos en tiempo real a lo que antes se conocía con el retraso de la tecnología de comunicación tras horas e incluso días. Yo he visto en tiempo real como se las gastaba la señora Forcadell pasando la democracia y sus instituciones por el forro secesionista ilegal pagado con fondos de todos y todas. He visto a uno de los acusados la noche antes del referéndum secesionista e ilegal presentarse al mundo a través de la CNN como titular de ministerio de exteriores catalán. He visto a los CDR hacer kale borroka, la señora Colau y su demagogia de quedar siempre bien...

He visto y escuchado al presidente catalán defender la vía eslovena y he viajado en el tiempo al fin de la Guerra Fría y la ilusión de Clinton Presidente que auguraba una nueva Era. Todo se vino abajo en los Balcanes. No recuerdo que hizo Eslovenia, Croacia o Serbia pero recuerdo la limpieza étnica como arma de combate, a un psiquiatra demente dirigir una guerra de extermino al contrario, el martirio de Sarajevo, esa es la vía del Señor Torra que reclama protección para asistir al juicio, que anima a los CDR que sólo son fanáticos copiados del modelo etarra por sus diseñadores. No es España la franquista España que denuncian, es la España que salió adelante cuando los tiempos en 1981 hubieran sido a favor de los golpistas de haber logrado un mínimo éxito y donde se aplicaría que el enemigo del comunismo es nuestro aliado que regía por aquel entonces el mundo. Sacan pecho este primer día del penúltimo acto de La Transición pero esas cámaras y taquígrafos serán testigo de la memoria histórica. Tejero era ridículo y retrógrado porque lo vimos en directo. En Cataluña una parte de la clase política catalana ha intentado una secesión ilegal que se ha financiado a base de dinero público. El juicio político, que no es éste porque somos una democracia, lo harán sus votantes dentro de veinte años. El juicio social se ve en las calles cuando el mensaje de la ultraderecha cala y se busca agua mineral que no sea catalana o se acusa a toda Cataluña por el engaño de unos pocos y pocas a su propio electorado. Hoy un orgulloso izquierdista tirando a anarquista afirmaba que no le gustaba ni era bueno ver a la ultra derecha, yo le digo que es igual de nociva la ultra izquierda y que hacen lo mismo que el prófugo Puigdemont y su camarilla que no es otra cosa que engañar y decir medias verdades para colar discurso demagógico. Su único logro es haber resucitado al rancio franquismo que financia a sus nietos reconvertidos al neo fascismo y que al igual que la izquierda explota la crisis y sus efectos anímicos. Son ellos quienes siguen en 1936 por motivos de estrategia y han adoctrinado a dos millones para hacer limpieza étnica de forma política y legislando ilegalidad para sostener su gran estafa política y son culpables aunque no les condenarán por ello, y lo saben o se hubieran fugado con el apoyo de las democracias europeas a sus ansias, pero era todo una cara fantasía que no convenció a nadie salvo a quien previamente han fanatizado en el odio del nacionalismo, que sólo tiene el color de la sangre sea cual sea el nacionalismo.
Antón Rendueles

martes, 22 de enero de 2019

 

OBITUARIO

 

Lolo Rico,

creadora y directora del programa La bola de cristal

 

Me toca hacer una de esas reseñas que me afectan personalmente y supongo que le sucede a más personas porque la Historia la escriben grandes hombres y mujeres pero sobre todo los vencedores. Pero luego hay otras historias que son las propias, esas que nunca figurarán en los libros ni se estudiarán en las facultades, las historias anónimas y Lolo Rico, creo que le sucede a más personas o al menos a mi generación pero son más, fue en aquellos años 80´s, de 1984 a 1988, una persona que nos preparó para ser o intentar ser libres.

De aquella seguíamos por estas tierras patrias con sólo la televisión pública, envidiando a las autonomías con televisión autonómica que por alguna razón nos fascinaban porque emitían series molonas, películas recientes y quién recuerda qué más nos fascinaba. La ciudad ardía en el fuego inextinguible de la reconversión industrial y se palpaba en las aulas. Pero los sábados era la franja horaria de la juventud que dejaba la infancia y de la infancia que se adentraba en la juventud. La bola de cristal era algo nuevo, un nuevo concepto de ilustrar sin adoctrinar, de mostrar sin esconder y de mirar sin quedar ciegos. Guiones que hablaban un lenguaje común a todos y todas que veíamos el programa, la movida en la tele y que te hacía partícipe de algo en común, propio y singular pero plural en su variedad.
Creo que le debo mucho a Lolo Rico, igual que se lo debo al genial Ibáñez y su camarilla de colegas y a todos esos actores y actrices que nos hicieron crecer sin ver diferencias, tomando la vida con un sentido del humor que se ríe de la propia muerte, que a través de la pequeña pantalla y por una vez, el inventó servía para lo que su creador soñaba cuando imaginó un mundo donde la televisión transmitiría conocimiento, saber y ciencia. Se nos ha ido alguien muy importante como siempre lo fueron aquellos y aquellas que enseñaban a la infancia y a la juventud donde alguno y alguna pasaron a la Historia pero no contaron su historia y rara vez mencionaron a quienes les instruyeron.
Las personas como Lolo Rico que adquieren la responsabilidad de usar la televisión para la divulgación y preparar las mentes del mañana pueden elegir varios caminos y en este caso su senda nos mostró el mismo. No voy a caer en glosar su biografía porque no la conozco, pero revisando fechas veo que fue guionista de Un globo, dos globos, tres globos, momento en que acabé de caer de la burra porque fui consciente de que Lolo Rico fue parte de mi formación en una época televisiva que ya no existe donde la cadena pública cumplía su función. Luego la vida siguió y dejé de ver la televisión los sábados por la mañana, pero las canciones, los personajes, las interpretaciones y los guiones me han acompañado siempre y estoy seguro de que no soy la única persona que si piensa en su pequeña y anónima historia podrá apreciar el trabajo de Lolo Rico.
Descanse en paz

sábado, 29 de diciembre de 2018

 

NOCHEVIEJA

 

Uno de los logros de la sociedad de nuestros mayores durante La Transición, ahora que veo con tristeza como la infancia es adoctrinada y utilizada por los nacionalismos en general y el nacionalismo secesionista catalán en particular y meditando con tristeza esa máxima de que una niña y un niño adoctrinados serán mañana adultos fanáticos, poco importa que sea de forma política o religiosa, serán fanáticos y estarán predispuestos al enfrentamiento y la guerra...

Pero en aquellos años la infancia disfrutábamos de las navidades, ajenos en nuestra inocencia a los turbulentos cambios y gracias a que nuestros adultos, jóvenes y viejos, nunca tergiversaron y emponzoñaron a la infancia con política. Al menos yo no tengo ese recuerdo y tampoco recuerdo algo semejante en los programas televisivos, todo lo contrario...
Para aquel niño la Nochevieja marcaba el ecuador de las vacaciones escolares, aún lejanas en su final pero ya consumidas en su mitad. Los jóvenes padres y madres se iban esa noche de cotillón, ese universo enigmático que tanto fascinaba y que significaba pasar la velada con los abuelos, promesas de traer bolsas llenas de confeti, matasuegras, gorros de fiesta navideña, todo ello del enigmático cotillón que duraba toda la noche...
Pero en casa, tras la cena y esperar con ansia las uvas, llegaba el momento de trasnochar viendo la tele, noche de carta blanca en lo que respectaba a irse a dormir y el juramento de aguantar despierto hasta el día siguiente aunque la noche terminaba con el programa especial de TVE...
Eran programas fascinantes para un niño, con gente en mesas y el escenario de gala dando paso a interminables actuaciones musicales. Interminables para un niño que aguardaba con ansia la aparición de humoristas y sus chistes. Cosa aparte eran las realizaciones del entonces inefable Valerio Lazarov que saturaban la retina llevando casi al mareo...
Aquellos que se llaman nacionalistas y dirigen a las masas, saben perfectamente el pecado social de adoctrinar a la infancia. Aquellos adultos venían de cuatro décadas de nacionalismo y dictadura pero supieron coger el tren de los tiempos y tuvieron el acierto, la sabiduría o la buena fortuna de intentar dar a su infancia unas navidades que son sobre todo unas fiestas de adoración a quienes nos sucederán y transmitan ese espíritu años tras año, navidad tras navidad porque es la época en que más se notan y se añoran las ausencias. Unos niños y niñas que cantan villancicos a la vez que son utilizados para fines políticos, llámese dictadura fascista o nacionalismo, no son niños y han dejado de ser infancia pero no lo saben, sus adultos puede que lo sepan pero ven en la navidad otra forma de sacar músculo y mostrar su poder...
Debe ser muy triste, por eso nos dieron aquella infancia, ser adulto y no tener recuerdos navideños de inocencia infantil, resulta curioso que conquistadas las libertades políticas y el asentamiento firme y decidido de la democracia, se utilice a la infancia y que sus adultos no sólo lo permiten sino que lo ven válido...
Los años pasan al igual que las navidades y no hemos aprendido nada del siglo XX.
Antón Rendueles

viernes, 14 de diciembre de 2018

 

Aquella recreativa de Space Invaders

 

Poniéndome al día de lo escrito por otros kameraden de redacción, aunque sea a distancia y nunca tome un café con ellos porque añoro cuando iba con mis piernas y no empujado, leo el artículo de Kitapayá y sus consuelos con vídeojuegos. El vídeo que acompaña su artículo trata de la historia de los tales juegos y me ha hecho volver a los viejos tiempos de La Transición. Es algo que hace que valore aún más a la sociedad de mis mayores y sus generaciones que navegaban en la incertidumbre y sin embargo, en mi caso y en el de la mayoría, fuimos una generación privilegiada de infancia dentro de las posibilidades que tenían de hacernos privilegiados en comparación a su infancia, tal vez porque los abuelos la vieron truncada y los padres y madres querían lo que ellos no pudieron tener...

Mi trocito de historia de La Transición trata hoy de esa época, el dictador llevaba momia ya unos dos o tres años, hablo a ciegas porque la nebulosa del recuerdo tapa la nitidez de las fechas, pero si lo marca el recuerdo de la máquina recreativa, pero empezaré por el principio:
Por razones, que no vienen al caso pero sí a cuento de, laborales de mis mayores, mi padre en esa apisonadora y trituradora de almas que era el trabajo a turnos y en horas robadas al descanso pluriempleado mientras que mi madre, al igual que tantas mujeres de su generación, abrían senderos de camino laboral e independencia que da el trabajo que sólo una generación antes estaba mal visto y en la mayoría de las oportunidades eran caminos vedados a la mujer...
El caso es que algunos días de la semana yo comía en un bar, era restaurante pero era tal su decadencia que ya era más un viejo bar que una vez fue restaurante, con un decrépito mostrador refrigerado que era escaparate donde una vez hubo chuletas, chuletones y pescados, la hidalguía hispana heredera de la que retrataba Cervantes aplicada al gremio de la hostelería, restos desconocidos para mí del esplendor de otras épocas, pero que mi ojos de niño sólo veían como algo con el polvo del tiempo del que siempre huye la infancia por instinto...
La pareja que lo regentaba era acorde con esa sensación que emanaba del conjunto del local, él con los estragos de excesos de alcohol y ella una joven belleza marchita que predispone a pensar que debió de meterse mucha caña, pero eran majos supongo y la verdad es que recuerdo con placer los recuerdos de sus guisos...
Tenían una máquina recreativa, recuerdo que no había aún máquinas tragaperras o tal vez había una de las primeras pero no recuerdo soniquetes machacones o frutas girando, supongo que lo recordaría porque recuerdo perfectamente la máquina recreativa del juego del Ping-Pong. Ya parecía algo cutre, desgastada por trotar en otros locales y la enorme pantalla de tubo y las dos rayitas...
No me fascinó mucho, yo era de máquina de petacos, muñones por muñecas para el futbolín y poco más. Veía cómo jugaban porque tenía que esperar hasta que me servían la comida pero no sé, supongo que ya conocía la máquina, seguro que sí, pero nunca me fascinó. Así fue durante un tiempo...
Entré como siempre ya hambriento y maldiciendo que hubiera que volver a clase en poco más de hora y media, así que comer en el restaurante tenía el encanto de un mundo inexplorado con la seguridad de que era territorio conocido por mis mayores y, reitero, el trato de aquella decrépita pareja de hosteleros en su decrépito restaurante conmigo fue familiar en el trato y nunca me sentí en lugar extraño...
Según entré en el restaurante noté que ya no estaba la máquina recreativa, lo noté de refilón y seguí el recorrido al final de la barra tras saludar a los parroquianos para preguntar qué había. Lo siguiente que recuerdo fue girar la vista, enfocar la salida y ver desviada mi atención por una nueva máquina recreativa que me daba la espalda al entrar y logró que no me percatara de su presencia hasta ese momento...
Era la Anunciación de una nueva Era que ahora disfrutamos y desarrollamos. Era luminosa, había bichos alienígenas y una nave que pilotar para destruirlos, eso veía aquella mirada de niño en lo que en realidad eran monigotes en hilera que iban descendiendo hasta el nivel de un colorido aparato geométrico que disparaba una raya vertical y hacía ¡chuii! cada vez que salía disparada...
Ahora son, por no variar, tiempos revueltos que reducen todo aquello a simplezas y adjetivos que etiqueten una cosa que era franquismo, pero es falso porque fui testigo y no había eso que dicen, Franco estaba muerto y enterrado al igual que lo estaba siendo su régimen político de dictadura. Eran tiempos de gestos serios en los adultos, de conversaciones de las que te apartabas por instinto y te ibas a jugar porque habían creado un mundo para sus hijos...
Quiero pensar que sigue habiendo niños y niñas que juegan y están en su mundo mientras los adultos hacemos el canelo y dejamos de ver para sólo mirarnos el ombligo porque sí sé que en otros sitios hay niños y niñas que al igual que que los que entonces eran adultos, no tienen infancia porque deben sobrevivir. Quiero pensar que hay infancia feliz que un día mirarán atrás y cuando les digan que sus mayores y la época de su infancia eran tiempos grises, puedan decir que no, que había democracia y que pese a todo, tuvieron una infancia privilegiada dentro de sus posibilidades...
Me gusta pensar así cuando todo se vuelve gris y ceniza una vez más, supongo.
Antón Rendueles

jueves, 8 de noviembre de 2018

 

Día de los difuntos

 

Ha entrado noviembre de forma lúgubre como tiene por costumbre pese a que las nuevas generaciones no vean la fecha como algo tétrico y doloroso, convertida por el consumismo en otro motivo de alegría y alborozo con la excusa de la infancia. Noto a mis contemporáneos que o bien se suman a la fiesta o bien reniegan de celebraciones para caer en la introspección que causa el doloroso recuerdo de la ausencia...

Recuerdo mi primer muerto, el primer cadáver que observé de cerca. Era un velatorio de los de toda la vida pese a que hoy en día suene antihigiénico acostumbrados como estamos a que haya un procesamiento delegado en la funeraria del cadáver. Pero entonces la gente se moría en casa o la mandaban a morir con los suyos y había que limpiar y vestir el cadáver. El ataúd con el cuerpo del difunto en una habitación donde se le despedía. Años después y ya adolescente lo viví en mi casa y supe cómo era la noche en vela, pero en el momento que evoco en la memoria yo era muy niño, tanto que mi vista sólo alcanzaba el lateral del ataúd...
Me llevó mi abuela, sin duda era una amistad o conocido del barrio ya que la casa estaba casi enfrente del edificio de mis abuelos, no recuerdo nada de la gente que vi pero tengo grabado a fuego el momento en que me dejaron solo con el cadáver. Quiero recordar que debí de sentirles hablar porque me armé de valor y me puse de puntillas para poder observar el cadáver, un mundo nuevo y prohibido para un niño que se vio ante la oportunidad de indagar como sólo se indaga durante la infancia, esa mezcla de ansiedad ante lo desconocido, de la aventura de pisar un terreno también desconocido y el miedo, más temor que miedo, a que me pillaran, a que el muerto hiciera algo...
Vencí mis temores y creo que me subí en algo aunque no recuerdo que fuera una silla. Al ponerme de puntillas pude observar un rostro anciano sin vida, como si la piel arrugada y el rictus de su rostro fueran una máscara de goma...
Creo que intuí que aquel cadáver era como un cascarón vacío y cuyo contenido en vida ya no estaba allí por lo cual perdí el miedo a que el muerto hiciera algo y, ni corto ni perezoso, me encaramé en algo que no recuerdo y en un rápido movimiento le toque la punta de la nariz con el dedo, hecho lo cual me desencaramé como alma que lleva el diablo y me incorporé al grupo de adultos con mi secreto a cuestas...
Yo, en el día de los difuntos me gusta recordarlos vivos, no me fascinan los cementerios y siempre que voy, en lugar de reconfortarme, sólo me recuerda que es un pudridero. Sin embargo, si me recreo en cuando estaban vivos, con lo bueno y lo malo, sé que siguen ahí, puedo volver a escucharles, sentirles, alegrarnos, enfadarnos y ponernos tristes. Así que supongo que seguir la tradición anglosajona con calabazas y niños y niñas disfrazados de muertos vivientes no sólo es sumarse a los nuevos tiempos sino que aquellos tiempos de velatorios en casa se vuelven reconfortantes porque viven en nosotros que transmitimos su recuerdo a quienes nos siguen...
Antón Rendueles

martes, 25 de septiembre de 2018

 

Aquel primer reloj digital

 

Me han regalado un móvil, dispositivo que se resume en un ordenador que además sirve de teléfono. Lo miraba y recordé mi primer cachivache digital allá por finales de los analógicos 70´s. Era noche de Reyes Magos y recuerdo nítidamente el CASIO, totalmente distinto a lo que conocía por un reloj. Las manecillas no existían, era información horaria en una pantalla de cristal líquido que además decía la fecha, tenía cronómetro y cuatro botones en lugar de una rueda; anticipando el futuro que ni siquiera llegaba a imaginar como lo es y vivo hoy. Aquel reloj anunciaba una nueva era, pero para mí aquel momento fue inolvidable...
El reloj venía en compañía de la que fue mi primera calculadora, de números de verde casi fosforito en la pantalla, puedo volver a encender fascinado la calculadora y probarla sumando, restando, dividiendo, pulsando funciones que eran entonces en mi mente desconocidos arcanos matemáticos...
Creo recordar aunque no lo recuerdo exactamente que todos tuvimos nuestro regalo digital pero tengo grabada la calculadora que recibió mi padre, pequeña y delgada que también tenía alarma, pero no recuerdo el resto de regalos de aquella noche...
Era un buen diseño y sigue plenamente vigente aunque ahora prime más el gusto y la moda de relojes de esfera y bisutería a precios de edición limitada aunque yo sigo con el CASIO, tengo otros relojes, un par, y si bien uno no funciona el otro da la hora en ocasiones de celebración o vestir bien un domingo pese a que no me visto de tal desde hace lo que parece una eternidad. Pero el confinamiento no me impide maravillarme de cómo avanzó la tecnología. Eran tiempos de borrascas políticas igual que ahora y sin embargo aquellos padres y madres nos permitieron una infancia y adolescencia libre de problemas y tal vez sea la hora de que esta generación privilegiada honre su trabajo y sacrificio mejorando el presente aunque tachen sus trabajos y sacrificios de entonces de inútiles y fascistas...
Miro la hora, miro las noticias escupidas por el televisor y miro la ventana pero quiero quedarme un poco más en el recuerdo, sentado perenne que aún se maravilla como aquel niño ante el regalo digital...

Antón Rendueles

martes, 24 de julio de 2018

 

Asignatura de religión

 

Leso estos días que el catolicismo en España es protagonista de titulares, por un lado el debate de si la asignatura de religión debe puntuar como el resto de las asignaturas y por el otro el siempre pendiente tema de qué hacer con El Valle de Los Caídos así como sacar del mismo los restos del dictador a lo que la familia se opone y busca amparo en la Iglesia.

 

Tuve la suerte o la desgracia de que no me tocara la época del nacional-catolicismo en la escuela, pertenezco a la generación de la EGB y por entonces la asignatura de religión, la católica, apostólica y romana, fuera una asignatura más. No tengo especial recuerdo de los profesores y profesoras que la impartían durante aquella época de mi niñez, pero recuerdo la catequesis para la primera comunión y mis recuerdos se funden en uno donde se mezclan el aburrimiento, lo absurdo de las respuestas del Catecismo y tener que memorizar éstas y las preguntas. Ya en bachillerato la asignatura era un trámite que se solventaba acudiendo a las clases, comportamiento correcto y simulacros de examen porque sabíamos que aprobaríamos...

 

Lo malo de las religiones es que si no eres creyente su conocimiento resulta decepcionante y demasiado humanas para ser divinas. La Iglesia ha ordenado y mandado durante siglos pero ha sido la democracia quien ha traído prosperidad y desarrollo aunque sin desterrar las guerras. Por ello considero más importante educar en valores democráticos que en cerriles fanatismos religiosos, pero es mi opinión que es un voto...

 

Del Valle de Los Caídos recuerdo haber estado de niño y me acuerdo de un par de rancias fotos que atestiguan que estuve allí. Era parada obligatoria en los viajes de vacaciones si pasabas por Madrid pero se ha convertido en lugar de culto al fascismo y como creyente en la democracia es hora de cerrar la Transición con el desmantelamiento de un monumento cuyos cimientos se hunden en la sangre derramada en la Guerra Civil. Hablan de hacerlo museo de la guerra, pero antes hay que erradicar el culto fascista y posiblemente dinamitar la colosal cruz que lo preside, se hizo en Alemania con la cruz gamada y necesita hacerse en España con esa falsa cruz cristiana...

 

Miro la silla de ruedas y medito aquellos tiempos donde una neblina gris de sotana y sacristía sobrevolaba el ambiente donde se desarrollaba mi niñez y visto ahora en la distancia, los problemas actuales parecen fácilmente superables si nuestros mayores pudieron y supieron limpiar de sangre de la guerra nuestras vidas. Es mi generación quien cerrará el libro de La Transición y ello pasa por poner a la religión dentro de su ámbito y los restos del dictador fuera de su monumento a la victoria y derrota de los españoles. Podemos y debemos hacerlo, sin excusas o argumentos ya caducos. Hace tiempo que los protagonistas han muerto pero nos empeñamos en tenerlos vivos cuando el tiempo hace su inexorable paso y el mundo ya no es aquel mundo donde se buscó el consenso y la paz social pero ambos valores siguen y han de seguir vigentes porque lo contrario nos llevaría de nuevo a la guerra y el odio al vecino que justifica el derramamiento de sangre, ya sea por política o religión...

 

Algunas cosas nunca cambian y no somos capaces, o no queremos, de cambiarlas.

Antón Rendueles

martes, 22 de mayo de 2018

 

Un fascista presidente de Cataluña

 

He visto en las imágenes del noticiero de las tres una madre que estando en una playa catalana con su hijo, éste le preguntaba si se había muerto alguien al ver cruces plantadas en el arenal. La mujer se indignó y procedió a retirarlas airadamente y airadamente otra respetable señora que velaba por las cruces plantadas en la arena se enfrentó a ella...

 

Puedo entender a ambas señoras, puedo entender al niño que relaciona con fundamento las cruces con la muerte y los difuntos aunque le costará entender que las cruces no sean tumbas y sí una puesta en escena para denunciar un totalitarismo que sólo existe en las mentes de quienes son utilizados por la casta secesionista que utiliza al electorado de ideas independentistas, le costará entender que en el mundo de los adultos hay gentes que viven de la política y a base de demagogia y propaganda inoculen el virus del odio, del racismo, de la supuesta superioridad moral, ética y cultural a base de irritar y aburrir a quienes no están cegados por el odio inducido desde que se es niño...

 

Del señor Puigdemont ya no me sorprende nada, huyendo hacia adelante en un camino a ninguna parte salvo el camino de pagar por su traición a la sociedad catalana en particular y la española y europea en general que, según las crónicas extranjeras, ha visto en la elección del nuevo presidente de Cataluña el verdadero rostro de un intento de ruptura a base de legislación ilegal, aprobar la misma y engañar a sus votantes con un derecho a votar que nunca se negó y sí una consulta ilegal en las urnas para aprobar una ilegalidad, es así de simple. El resto de cortina de humo que logró engatusar a parte del electorado no independentista en base a que España es en realidad una dictadura y que los españoles son franquistas, sólo es eso, una cortina de humo que impide ver el horizonte y se inventa un presente falso a base de propaganda digna del régimen nazi...

 

El recién elegido presidente de Cataluña es un político de ideas racistas, de verbo combativo donde lo de menos es el ideal, podría haber estado en Burgos en 1936 insultando a Unamuno, en la dirección de los gulags de Stalin o como jefe regional de partido saludando a Hitler en Nuremberg...

 

Mirando la noticia en el televisor me acordé de un veterano de la Guerra Civil que tuve el placer de conocer cuando aún podía moverme con mis piernas. Le vi por primera vez en la barra de un bar, una de esas barras de bar en núcleos rurales donde el vicio se transmuta en acto social, de charlar con los vecinos, de tertulias tras una partida de cartas, de invitar a una ronda o dos si se tercia. Ya era mayor, de rostro arrugado y con esa socarronería vital que suelen tener los soldados veteranos y de los que tenemos constancia en memorias y entrevistas en documentales, un cinismo con humor de quien ya no cree en los políticos, las ideologías o los ideales porque han visto mucha mierda, muchos muertos y tuvieron que luchar en la paz donde el rencor, el odio, la rabia de los vencidos y la soberbia de los vencedores convertían la vida en una lucha diaria...

 

Yo estaba en la barra y él a mi lado, aunque nunca habíamos cruzado palabra y ni siquiera habíamos sido presentados. De súbito comenzó a escorarse hacia mí, ese escorarse de quien ha tomado una copa de más, quizás. Le ayudé a incorporarse antes de que se hundiera en el suelo cual Titanic en alta mar y desde ese momento me brindó su amistad, breve porque fallecería al cabo de dos años. Una característica de su ser socarrón era contar chistes de Franco, otra era que iba a su aire y siempre me llamó la atención que pese a todo era un hombre con la sabiduría que da el tiempo y pude apreciar que no eran los demás quienes mantenían la distancia, era él quien brindaba su compañía sin rogarla y me atrevo a decir que sin necesitarla por lo que aprecio más que me otorgara su amistad.

 

Era un joven en edad de ser movilizado cuando estalló la Guerra Civil en 1936. Las circunstancias le obligaron a servir a la República y los derroteros de la guerra a servir también en el bando franquista. Contaba anécdotas de viejo soldado, poco sobre el derrumbe del frente que le obligó a cambiar de bando, de narrar cómo viajó en un camión con soldados nazis, que eran amables y con camaradería a diferencia de los italianos que no paraban a recoger soldados que pedían que les llevaran. Nunca me habló de política, de ideales o de banderas aunque su silencio y echar un trago cuando contando una anécdota esta se cortaba porque ya había llegado al frente. No sé a que altura de nuestra reciente amistad y a la sombra de la madrugada en la barra de un bar le pregunté si él era repúblicano o nacional y su respuesta siempre era la misma: fuí rojo, fuí azul y no soy amarillo porque no tengo cirrosis.

 

Viendo las noticias y el enfrentamiento civil en Cataluña al que se ha llegado gracias a una casta política que engañó a su electorado con una secesión ilegal en base a leyes ilegales aprobadas saltándose la legalidad vigente, supongo que miraría la televisión y tras echar un trago con la mirada perdida en algún lugar del espacio tiempo, contaría el chiste de Franco según el cual un día el dictador pescando se cayó al río y un lugareño que estaba allí se tiró a salvarlo. El dictador en agradecimiento le dijo al lugareño que pidiese lo que necesitara que como muestra de gratitud se lo otorgaría pero el lugareño en lugar de dádiva le pedía al dictador que no dijera a nadie que le había salvado porque entonces irían a por él los del pueblo...

 

La inocencia infantil relaciona con razón cruces en la arena con muertos sin reparar en el color de las mismas que desde el intento de secesión ilegal ya no es un color de reivindicación de supuestos derechos supuestamente vulnerados, es el amarillo de la cirrosis política producto del vicio de saciar la sed de poder y vivir como estadistas cuando sólo son oportunistas disfrazados de patriotas catalanes.

 

Hubo un tiempo en que ser niño e ir a la playa era para jugar y divertirse y sólo los cementerios tenían cruces, enhorabuena a la casta política secesionista que han logrado igualarse a quienes dicen repudiar y donde el presidente de Cataluña representa ideas fascistas y racistas aunque ahora comulgue por interés con los anarquistas. Estoy seguro que mi amigo veterano de la Guerra Civil les escupiría cuatro verdades sobre la guerra y terminaría contando un chiste de Franco que les sacaría los colores. El problema de la casta secesionista catalana es que juegan a declarar la guerra promoviendo el enfrentamiento civil y no les importan los muertos, unos serán mártires y otros esbirros dignos del matadero...

 

Igual que ETA al otro lado del espectro político.

Antón Rendueles

jueves, 10 de mayo de 2018

 

OBITUARIO

 

JOSÉ MARÍA IÑIGO

 

Fallecía días atrás el periodista y comunicador José María Iñigo cuya faceta profesional y humana loan familia, amistades y colegas del gremio. En mi caso, la noticia de su muerte y escuchar las loas, me ha hecho recordar, pensar y meditar. Me he dado cuenta de que se suma otra ausencia a las ya ausentes y creo que es posible que le suceda a mi generación que tuvimos una infancia donde el aparato de televisión reinaba en el salón cuando nos congregábamos la familia a ver la tele, una tele en blanco y negro que dio paso al color y donde sólo se veía la primera cadena de la televisión pública y se sintonizaba mal la segunda...
Pensar en que al igual que la infancia de hoy en día maneja la tecnología digital sin falta de saber programación, mi infancia era la de los usuarios de la tecnología televisiva analógica donde a diferencia de los adultos no necesitábamos el manual de instrucciones para sintonizar, buscar canal para el reproductor de vídeo y poner en hora el reloj digital. Dicen que fue un innovador y se ha ido cuando se anuncia el fin de la televisión y su visionado que hemos conocido porque ahora la tecnología permite que cada televidente elija, no ya su canal o una hora para ver repetido un programa, sino el medio por el que se emite. El salto del reloj digital calculadora a los actuales terminales de bolsillo que además son teléfonos, lo está haciendo el medio audiovisual. Una trayectoria profesional que ha vivido la época en que TVE se modernizaba al igual que un país...
He meditado sobre el cómo es que alguien a quien tengo en recuerdos difusos, de los que cuesta ponerle fecha y abarca todo un periodo despierte tales sentimientos de pérdida. Otros presentadores y presentadoras de la época también dejan este mundo y no despiertan, salvo el lógico toque de curiosidad de saber de quien no sabías desde hacía lustros, esa percepción de perder a alguien cercano. Creo haber hallado la respuesta y es que José María Iñigo era uno más de aquella familia que se congregaba a ver la televisión. Ahí residía su magia porque en los recuerdos ya nítidos capaces de ser fechados y en mi periplo vital, ni lo seguí especialmente ni tuve oportunidad de verle, sencillamente escuchaba otros programas de radio o veía otros canales de televisión. Por supuesto que me lo tropezaba, casi, leyendo algún diario, escuchando sin oir una emisora donde intervenía y siempre esa sensación de recuerdo del mundo feliz que disfruté en mi infancia recordando su mostacho y sus casi greñas con patillas, asombrado de que perdiera el pelo y engordara pero alegrándome de verle de nuevo...
Siento su fallecimiento como algo propio porque forma parte de mis recuerdos, recuerdo el famoso hecho de doblar cucharas, recuerdo debutar a un trío de humoristas novatos en la tele con un hilarante entremés parodiando a Miguel de La Cuadra, recuerdo a los míos y me aferro a su ausencia...

 

Descanse en paz.

viernes, 20 de abril de 2018

 

¿Puedo perdonar a ETA?

 

Es noticia que la banda terrorista pide perdón y dicen las crónicas que es el paso previo a su disolución. Yo no soy vasco, no tengo seres cercanos y a medio camino que hayan sido víctimas de la espiral de violencia y asesinatos que provocó la banda terrorista, pero ha formado parte de mi existencia como el filo de un cuchillo al rojo vivo que sin causar herida directa sí se notaba el calor terrorífico y candente. Se cierra otra página de La Transición cuyas tapas se cerrarán cuando de vaya de este mundo D. Juan Carlos I, pero es un capítulo que estaba abierto cuando debería haberse cerrado a la vez que se cerraba el ataúd de la dictadura franquista. Hasta ese momento cualquier interesado en saber la historia de ETA podía encontrar argumentos y razones en su contexto histórico en la Guerra Fría, pero de ahí en adelante no era un movimiento de liberación que financiaba la URSS, incluso el mundo dejó de ser de dos colores pero el color de la sangre que dejaba el rastro del terrorismo no variaba, el dolor, la angustia, esas imágenes en los noticieros de una falacia que abría una brecha en la sociedad española pero sobre todo en la sociedad vasca...

 

Piden perdón y no sé si puedo perdonar aunque soy consciente de que debo perdonar. Atrás quedan para la historia los atentados y el sufrimiento, las víctimas y los verdugos que nunca alcanzan la paz porque siguen vivos mientras que sus víctimas están enterradas, mutiladas o marcadas de por vida. Es la hora de la concordia, de aceptar que entren al tablero de juego, de verles ocupando cargos públicos, del desasosiego de ver a los verdugos pasear en libertad por las calles, de homenajes a verdugos, de lágrimas de las víctimas y de seguir la vida. Veo a la infancia en el parque y pienso que ya no sentirán el filo de ese cuchillo y crecerán sabiendo de lo ocurrido por los libros de historia, de memorias o de ensayos sobre el periodo cuyos culpables piden perdón, un hecho sencillo el de pedir perdón pero que nunca fue una posibilidad real...

 

Tengo un vínculo con el concejal que fue ejecutado de manera brutal y gratuita, una demostración de la capacidad de asesinar a sangre fría en forma de ejecución de tiro en la nuca. Sufrí el accidente que me dejó sin movilidad en aquellas fechas y viví la angustia que sintió todo un pueblo sin distinción de aldeas natales, manos blancas como grito silencioso de basta ya...

 

Debo perdonar porque así lo exige el guión como lo ha exigido en ocasiones anteriores en otros pueblos, en otras épocas pero yo no puedo perdonar lo que hicieron y me han obligado a soportar toda mi vida así que no quiero imaginar el dolor y la indignación de los familiares y víctimas de su sed de sangre derramada por la causa, causa inútil y delirante.

 

¿Tú puedes perdonar a ETA? Yo aún no lo sé.

Antón Rendueles

viernes, 9 de marzo de 2018

 

UN VIEJO CINE

 

Formaba ya parte de la ciudad en mi joven generación, un cine como tenía que ser un cine con escenario, telones, palcos, entresuelo y butaca de patio aunque cuando abrieron la primera sala multicine en la ciudad el viejo cine y teatro, al menos de nombre, quedó eclipsado por la fascinación de un nuevo formato de salas de cine que igualaba a la ciudad en la modernidad que había en otras ciudades...

 

Mientras los mayores bregaban en la lucha diaria, tuve la fortuna de disfrutar desde pequeño de la magia del cine. La clase obrera cogía hábitos de clase media urbana en sus hijos y disponer de dinero apara ir al cine los sábados y todas las tardes posibles de las vacaciones escolares formaba parte de mi mundo, ese mundo egoísta por la ceguera de la infancia que no sabe lo que cuesta ganarse un céntimo, una deuda que nunca pagaré salvo en agradecimiento a mis mayores por permitirme disfrutar del séptimo arte...

 

Puedo cerrar los ojos y mi mente se eleva sobre mi cuerpo medio paralizado para recorrer de nuevo el hall del cine, entregar la entrada y asomarme, siempre, con avidez de espectador ante una nueva película, un nuevo estreno alejado de los mayores que hablaban en programas de cine en radio y televisión cuando no el Garci hablando de Casablanca, el Sabina de una de romanos o el Pumares en noches que se robaban al sueño para poder escuchar su programa nocturno...

 

Mi cine ya era en color, con películas dirigidas al público joven que dejaba la infancia, con escenas eróticas que abarcaban nueve semanas y media o guerreando en las galaxias. Pero ese amor al cine y su mundo continuaba ante el televisor...

 

Ahora el viejo cine será una hamburguesería según leo en la crónica y encuentro cierto sentido, cierto alma en el viejo cine que como tal forma parte del recuerdo vital de generaciones de espectadores y de quienes entonces éramos infancia y adolescencia y que ahora será también recordado aunque sea como establecimiento de comida basura porque las hamburguesas son deliciosos manjares para la infancia y adolescencia como entonces las películas del Eastwood eran cine basura de tintes fascistas según la crítica pero quienes íbamos al cine sabíamos que eran buenas cuando acudíamos a su estreno.

 

Cine, cine cine, que los sueños cine son, que cantaba un poeta...

Antón Rendueles

viernes, 9 de febrero de 2018

 

Sueños de ser astronauta

 

Lo confieso, de niño quería ser astronauta. Ahora que, postrado, la televisión se ha convertido en una ventana al exterior y en cierta forma puede que sea astronauta sólo que del espacio interior, cosmos de pensamientos, de vencer las ganas de acabar y de explorar un nuevo mundo como es el de la discapacidad. Pero de niño y mientras el mundo seguía su andadura, me quedaba absorto viendo las imágenes y quería ser uno, quería ir más allá y nos prometieron, nos prometían, que ahora habría colonias en la Luna y misiones de larga duración en Marte pero han pasado cincuenta años...

 

Mi primer recuerdo es un juguete, era una pista donde se desplazaba un coche en forma de buggy con un chico al volante, una pegatina en los cristales, y sombrero de vaquero, hasta recuerdo que los trozos de la pista eran de distinto color y que el coche hacía cabriolas, pero no recuerdo jugar con él. Lo que si recuerdo es la caja donde aparecía un paisaje lunar y el buggy con su alegre conductor y mientras miraba la foto mi mente se enamoraba de ser astronauta, y deseaba ser ese chico y conducir en las arenas lunares. Hay otro juego, que yo no tuve pero sí algún amiguito de entonces que era el rescate o recogida en el mar de la cápsula Apolo. Unos años más tarde me regalaron por un cumpleaños una maqueta del transbordador y pensaba con ilusión que sin saber cómo la exploración y conquista de espacio continuaba...

 

No han cumplido su promesa y el transbordador sólo era el primer escalón de una escalera que no veré finalizada aunque estos días atrás he visto el segundo escalón que es recuperar los cohetes y que aterricen de nuevo en vertical, hoy una realidad pero un problema que ha tardado medio siglo en resolverse y ser plenamente operativo cuyas imágenes han pasado a mi banco de datos de memoria con las imágenes de antaño que vuelven cada vez que leo una necrológica de alguno de los astronautas que estuvieron allí, que condujeron un vehículo lunar, que eran la avanzadilla, pero nunca hemos vuelto desde entonces...

 

Supongo que simplemente la cosa va más despacio pero aunque ahora sea una iniciativa privada el caso es que hay la intención y el convencimiento de volver algún día. Ahora estamos enviando sondas robotizadas a otros mundos y estamos en plena explotación de la órbita terrestre, algún día se explotarán los recursos fuera de la órbita terrestre, colonias de seres humanos que crearán una nueva filosofía de vida en otro planeta, pero no veré nada de eso, seguiré recordando el acoplamiento entre una nave estadounidense y otra soviética, del Skylab y las esperanzas en el transbordador que se volatilizaron con el accidente del Challenger...

 

La imagen de esos dos cohetes reutilizables aterrizando de regreso en vertical a la base de lanzamiento son una puerta que se acaba de abrir y los dioses han querido que sin saberlo pudiera verlo en tiempo real, el contrapunto a las imágenes en la memoria de aquellas en que veía cohetes lanzados con cargas mortíferas que acabarían con todos los sueños. Si aquellos mensajeros de la muerte nuclear hicieron avanzar nuestra tecnología hasta los niveles actuales, tal vez estos que son mensajeros de exploración y conquista nos aporten una nueva era que hará cambiar el mundo. Pero es una intuición y un deseo más que un hecho pero aunque se tarden otros cincuenta años en volver a la Luna sé que iremos aunque hará mucho tiempo que habremos dejado este mundo.

Antón Rendueles

martes, 23 de enero de 2018

 

MALTRATO

 

Es uno de los recuerdos más nítidos de entonces que se mezcla con otro par de ellos, en uno recuerdo a mi vecina de la puerta de enfrente que me daba cuando me veía unos deliciosos pastelitos rellenos de mermelada, recuerdo a los adultos que eran altos pero es que yo era pequeño...

 

El siguiente recuerdo de esa hoja del álbum de la memoria es subiendo la escalera e ir cobrando el recibo de la comunidad, para un niño que vivía en un primero subir hasta el quinto era toda una aventura, explorar los pisos superiores y subir aquellas escaleras. Entonces llega el otro fotograma que completa el trío de recuerdos, un recuerdo que, confieso, ha venido a mi mente muchas veces a lo largo de mi existencia consciente y que siempre de forma inevitable aparto bruscamente y lastra los otros dos...

 

Las paredes y los techos no amortiguaban los sonidos de forma eficaz, como suele suceder con las paredes y los techos, pero recuerdo con nitidez que los gritos y golpes, quiera recordar que eran nocturnos pero mis neuronas ya están allí de nuevo y de nuevo desde mi pequeña altura e infantiles entendederas veo, y hago lo mismo, a mi madre quedarse quieta, como yo hacía cuando escuchaba los gritos, los golpes y toda aquella parafernalia sonora de dominio y sumisión que imperaba de aquella época avalado por el machismo que impregnaba la sociedad, recuerdo perfectamente aquellos gritos de energúmeno y los golpes que resuenan y resuenan en el fotograma como banda sonora. Si me pillaba a solas también me quedaba quieto, paralizado un segundo o dos ante aquella distorsión en el piso de arriba que anunciaba un mundo hostil lejos aún de mis entendederas y la felicidad de la que me rodeaban mis adultos que nunca chillaban y mucho menos golpeaban, pero eso yo no lo sabía aún y aunque a veces mis adultos discutían y no me gustaba, ya fui inconscientemente consciente de que en el piso de arriba existía otro mundo y entonces vencía mi parálisis y volvía a jugar porque un día no habría refugio, un día yo sería alto, un día...

 

Aquí los fotogramas ya convertidos en película del recuerdo saltan, encontrármela en la escalera, pero no recuerdo al que era su marido, tal vez un mecanismo de defensa ha hecho que le olvide sepultado de tanto enterrar este viaje al pasado...

 

Recuerdo a mi madre y no soy capaz de recordar si había alguien más o me hablaba a solas en voz alta, pero estaba indignada y aumentaba la misma a medida que los golpes y gritos no lograban apagar las súplicas de su mujer. Ahora hay un salto, el recuerdo se difumina y se vuelve blanco, vacío hasta otro salto temporal en la memoria que ya no tiene nada que ver con este recuerdo. Por alguna razón pienso que ese fue el último día de gritos de energúmeno y aquellos golpes que me sonaban atrozmente como sólo puede serlo la atrocidad de pegar, machacar la carne y dominar a otro ser humano.

 

Respiro aliviado y enciendo un cigarro mientras contemplo el mundo desde mi ventana. La recuerdo hermosa, es el primer recuerdo que tengo de apreciar la belleza de una mujer, recuerdo su cara, melancólico su rostro que ahora sé que era pena y dolor; era joven y tenía el pelo en melena y creo que era negro. Siempre que en clase de religión, televisión o libros tocaba algo acerca de la Virgen me venía aquel rostro. La religión me abandonó, sin negar que nunca le fui fiel, pero aún ahora, cerca de la estación terminal ya, veo un santuario o una procesión, creo que si los artistas que tallan, pintan, poetizan o simplemente quieren plasmar el rostro del bíblico personaje, pintarían siempre el mismo su hubieran visto como yo aquel día a la vecina del segundo, rostro del amor machacado a golpes y gritos de energúmeno...

 

La vida siguió y tal vez el recuerdo virginal es del día que se despidió de mi madre. No he sabido más de ella ni tampoco he preguntado aunque siempre he querido saber si se supo algo de ella. Otras personas ocuparon el piso de arriba, la vecina que me regalaba deliciosos pastelitos rellenos de mermelada murió un día y el quinto piso ya no era un viaje de exploración al espacio profundo, fui creciendo en altura pero nunca olvidé aquel rostro que vuelve cada vez que escupen una noticia de un suceso por maltrato y espero que el energúmeno que vivía en el piso de arriba y zurraba a su esposa, joven, hermosa y supongo que alguna vez enamorada de él, muera en soledad metafísica y suplique su perdón...

 

El mío nunca lo ha tenido.

Antón Rendueles

viernes, 12 de enero de 2018

 

UNAS NAVIDADES MENOS

 

Visto ahora en perspectiva, creo que fui afortunado en el tema del paso del tiempo. Una infancia feliz y privilegiada por el sacrificio de los adultos para que a la infancia de la casa no nos faltara de nada dentro de sus posibilidades hizo que fuera despreocupado respecto al calendario. Vacaciones escolares, cumpleaños y fiestas eran mis referencias...
Pero el tiempo me pesaba si me proponía coleccionar algo o la espera a que salieran los tebeos semanales siempre me agobiaba aunque entonces no era capaz de comprender y ver el agobio. Tal vez ahora que el calendario se jalona de aniversarios de difuntos, ahora que busco un calendario a fin de año, ahora que tengo agenda aunque sea más por memoria que por compromisos, es ahora que más me gustan las navidades. Escucho y oigo cada navidad lamentos y pesadumbre, hastío sin haber comenzado de unas fechas que se sobrellevan con pena y dolor tratando de que la infancia las disfrute con ilusión. Mis mayores lograron que mis navidades fueran felices y tengo gratos recuerdos...
Y es cierto que las navidades son algo macabras si te paras a pensarlo, casi hipócritas convertidas en una excusa para consumir de forma ordenada y crediticia. Faltan miembros a la mesa, unos ausentes y otros idos y la televisión se convierte en compañía, en recuerdos aún más intensos y más grotescos se vuelven los programas, pero me gusta la navidad con la diferencia en realidad de que antaño las esperaba con ansia cuando terminaban y ahora cuando terminan sólo pienso que una navidad menos y me pregunto si viviré para las siguientes...
Quién sabe.
Antón Rendueles

jueves, 23 de noviembre de 2017

 

La Guerra de Las Malvinas

 

Sigo con angustia y esperanza el rescate del submarino desaparecido, sin noticias desde el mismo, en Argentina. Me sucedió los mismo con los mineros en Chile que finalmente pudieron ser rescatados sanos y salvos, ver en directo a otros semejantes sepultados bajo tierra o bajo las aguas del mar siempre despierta un miedo ancestral, supongo; es una forma horrible y angustiosa de morir en mi opinión...

Mientras leo noticias del rescate o veo imágenes en televisión del mismo, me resulta imposible atajar los recuerdos que me trasladan de nuevo a la llamada Guerra de Las Malvinas, un enfrentamiento armado y con declaración de guerra entre Argentina y Reino Unido. Es un recuerdo especial porque de alguna forma me tocó ya que a mediados de aquel curso escolar llegó al aula un chico argentino. La guerra aún era un concepto virgen en nuestras mentes donde sabíamos de la invasión y los preparativos británicos para acudir al rescate de su colonia.
Me resultaba extraño ver a dos países occidentales enfrentarse entre sí cuando la propaganda de la Guerra Fría en aquella España democrática y en el resto del orbe occidental sólo hablaba de enfrentamientos entre Occidente y la URSS. El desenlace tras la llegada de la flota británica fue rápido dando la sensación de que Argentina no había opuesto mucha resistencia, pero en el patio de recreo discutíamos sobre si era superior el Harrier de despegue vertical o los Mirage argentinos.
Creo que de alguna forma vimos con fascinación como el misil dejaba tocado y casi hundido lo más nuevo de la armada llegada desde el viejo mundo pero sólo con el paso del tiempo llegué a comprender que pese a su corta duración fue una guerra intensa para ambos bandos, uno con el nacionalismo y el orgullo nacional utilizado para maquillar la dictadura en sus estertores y los otros unidos por el orgullo de defender la patria aunque sólo defendía el colonialismo y la explotación como propios de los recursos naturales de la colonia perdida en el fin del mundo, al menos cerca de su fin continental.
Me he acordado de todo ello y sigo charlando en el autobús escolar con aquel chico argentino al que bombardeábamos a preguntas, de bromas de que si España entrara en guerra utilizaría SEAT 600 artillados, así de superflua era nuestra percepción de una guerra que era lejana y cercana a la vez; teníamos simpatía por ambos bandos y cuando llegó el final creo que suspiré aliviado porque fue evidente desde las primeras operaciones de desembarco que los soldados de leva argentinos no eran oposición para los gurkas nepalïs cuya fama les precedía y verles afilar sus cuchillos ya daba miedo, al menos un miedo infantil, ese miedo infantil que no sabes que lo causa pero que lo intuyes por instinto que luego educamos a medida que crecemos y nos volvemos adultos...
Espero que la tripulación regrese sana y salva a tierra.
Antón Rendueles

jueves, 28 de septiembre de 2017

 

Joan Manuel Serrat no es fascista; la pureza patriótica sí lo es

 

Es cierto que en esta era de comunicaciones digitales las noticias engordan como la levadura y al final pueden resultar un buñuelo de aíre, pero para alguien como yo, atrapado en unas piernas que no andan ni caminan y que ni siquiera son capaces de sostenerme, el acceso por Internet a las noticias y poder comparar titulares se convierten en una rutina diaria, un no pensar y concentrarme en la lectura de la actualidad...
Lo digo porque alguien ha etiquetado a Joan Manuel Serrat de fascista y ya se debate si hay o no una campaña, si se aprovechó para lucir tipo por parte de otros artistas y salir en la foto; absurdeces que no se paran a analizar el hecho, no si hay una campaña o no, sino que alguien ha llamado fascista a un patriota catalán porque no se suma al delirio demagógico e ilegal de los salvapatrias de turno...
No entro al debate ni caigo en la trampa de sus argumentos porque estoy postrado y porque la miopía basada en la tergiversación histórica, la creación de mitos y toda una parafernalia alrededor de los mismos, una demagogia que sólo esconde una forma rentable de vivir de la política, en la fanatización amparada por las autoridades competentes desde la infancia y en acusar de traidores a quienes no comulgan con el credo oficial y sobre todo no entro al debate porque opino y creo que los nacionalismos son nocivos y nefastos para la sociedad que los incuba y les hace intolerantes...
Los nuevos portaestandartes de la pureza patria pregonan a diestro y siniestro que somos un sistema franquista, que La Transición sólo ha sido y es un ejercicio de franquismo, que somos culpables quienes ya crecimos en democracia, la misma que nuestros adultos nos legaron, la misma que les ha permitido ser libres para gestionar y cuidar el patrimonio cultural propio y parte indeleble del conjunto con tantos siglos de historia que sólo recordamos la histeria...
Serrat ha sido y es un defensor, un difusor y un abanderado de Cataluña, del catalán y de la idiosincrasia única del pueblo catalán. Si pienso mal acabo razonando que quienes si aplican un régimen de connotaciones franquistas son los mismos que enarbolan la bandera del fin de la opresión española sobre Cataluña; convirtiendo la Guerra de Sucesión en un conflicto entre Cataluña y Castilla, historia que huele a naftalina, historia que no se enseña y se oculta cuando no se inventa si es necesario...
Ahora entiendo aquel momento en que me apeo del autobús escolar y hay un montón de adultos arremolinados ante el escaparate de la tienda de electrodomésticos donde una televisión escupía imágenes de Tejero amedrentando a toda una nación a golpe de pistola. Pero la vida siguió igual al día siguiente y volvimos a la escuela, y seguimos recorriendo el camino de la infancia porque triunfó la democracia y el régimen constitucional que nuestros adultos habían decidido...
No puedo consentir ni tolerar que se llame fascista a Serrat porque es llamar fascistas a mis adultos de entonces y grito desde mi impotencia que fascistas son ellos, no quienes como ciudadanos eligen esa opción, me refiero a los políticos que los utilizan, a toda la ciudadanía sin importar edad...
No es Serrat el fascista, son quienes se lo llaman por motivos de un nacionalismo basado en la pureza patriótica y que utilizan la máxima de que una mentira inculcada desde la infancia y repetida mil veces, termina siendo verdad y esa verdad es rentable políticamente, ni más ni menos.

Antón Rendueles

viernes, 15 de septiembre de 2017

 

Franco murió en 1975 y esta democracia no es su régimen

 

Mi único recuerdo del dictador y de su dictadura es sólo uno. De la dictadura poco puedo afirmar, era un niño pequeño; de su muerte puedo dar fe porque recuerdo con toda nitidez estar a la puerta del colegio, estaba cercano a casa y mis mayores ya me dejaban ir solo...

Recuerdo que me sentí extraño porque no había el habitual gentío de escolares esperando a que abrieran la verja algunos acompañados de familiares. Sabía que pasaba algo porque la noche la pude pasar viendo Objetivo Birmania en horas ya tardes para un pequeño escolar, y recuerdo a mi abuelo también pegado al televisor aquella noche ignorante yo de que pasaba algo importante y que marcaría mi futuro...
Estaba en esas de extrañeza cuando me acerqué al aledaño kiosko donde compraba lo que ahora llaman chcuches y, sólo debo concentrarme un poco, veo la portada de aquel periódico colgado en el exterior del kiosko con la foto del dictador ocupando toda la portada y el titular: FRANCO HA MUERTO.
La vida siguió y volvimos a la normalidad del colegio, no recuerdo cuántos días después de la muerte del dictador. Las carreras delante de los grises, el destape, las primeras votaciones democráticas para elegir representantes, los asesinatos de Atocha, las tertulias en La Clave que veía porque luego echaban película, todo ello forma parte de mis recuerdos pero colaterales, sin que nunca perturbaran mi inocencia infantil y sin que los adultos la interrumpieran hablando de la política de entonces que trabajaban por crear una democracia que yo y mi generación hemos disfrutado plenamente. El único recuerdo que mantengo de la política entonces sólo se remite a mi abuelo al que escuché varias veces, pero sin recordar las fechas, que había que votar al PSOE...
Dicen los jóvenes metidos a política y mantenedores del mito de la II República, que todos aquellos recuerdos son falsos, que Franco es cadáver pero que esto no es una democracia, que es un régimen heredero del franquismo y como tal deslegetimado y que todo lo que he vivido hasta ahora es falso, que no es democracia...
La ignorancia es atrevida y la juventud es osada, no les reprocho que sean tan fanáticos que no lo ven o que incluyan a las generaciones de mis abuelos y de mis padres como franquistas sin saberlo porque votaron en las votaciones para aprobar la Constitución, que participaron en las citas electorales y que trabajaron para que mi mundo no fuera tan gris, intolerante e inquisidor como el mundo que a ellos les tocó vivir. Se equivocan estos nuevos defensores de la utopía en etiquetar, catalogar y reprochar...
Puedo entender que el recuerdo de la Guerra Civil sea doloroso en sus familias pero no concibo que estando preparados como están y con las oportunidades que disfrutan acusen a mi generación de franquistas y nuestra democracia de régimen franquista.
España puede ser cualquier cosa que queramos ver, pero somos una democracia donde nos inculcaron respeto y cuidado de la diversidad que formamos y nadie está en condiciones de afirmar y querer hacer ver que es mentira, la prueba es que ellos dicen y hacen al igual que yo y nos ampara la Constitución, máxima norma democrática.
El resto es política interesada para mantenerse en el poder, y eso sí que no es democracia.
Antón Rendueles

lunes, 7 de agosto de 2017

 

OLIMPIADAS DE BARCELONA 92

 

No creo que La Transición fuera tan breve como dicen los libros de historia, lo he comentado en anteriores artículos; yo diría que estuvo marcada por distintos hitos hasta hace bien poco con la derrota de ETA. Dentro de esos hitos hubo dos significativos en el ámbito deportivo: Mundial 82 y Barcelona 92...

El Mundial fue el escaparate al mundo tras el fin de la dictadura franquista y su régimen. Pese al fiasco deportivo que cortó de cuajo recuperar la bandera sin connotaciones franquistas por parte de la ciudadanía, como felizmente sucedió al ganar el Mundial de Sudáfrica veintiocho años después, organizativamente fue un éxito así como el Mundial Cultural paralelo al futbolero. Sin embargo era casi un esfuerzo ver el evento como algo propio de un sentir en comunión democrático en la población...
La Olimpiada de Barcelona en 1992 sí fue una comunión en el sentido de que era la democracia desde su inicio quien trabajó porque Barcelona fuera sede, además, como era el evento universal por antonomasia, los partidos nacionalistas catalanes no ponían el grito en el cielo por ver la bandera española, a fin de cuentas un tumulto de banderas permite que nadie se ofenda...
Recuerdo el plan A.D.O.; recuerdo el Seat Ibiza y el movimiento olímpico que junto a Miguel de La Cuadra Salcedo y sus rutas por el periplo de lo que fue el imperio español en el Nuevo Mundo inoculaban en mentes infantiles y jóvenes la riqueza de nuestra diversidad tanto como colectivo en patria común como desde un sentido etnográfico. Las Olimpiadas en Barcelona era el grito de alegría de vivir de una nación y sus naciones, antes reinos que otra cosa.
Reconozco que me cuesta reconocer en las noticias, en los debates y en los métodos de coacción totalitaria revestida de secesionismo aquella Barcelona universal, en constante evolución y antorcha de progreso y modernidad que llega a renegar de quienes hacen grandes a una ciudad: sus visitantes vacacionales o como gusta de llamar el sistema, turistas.
Me alivia que aquellos jóvenes voluntarios olímpicos sean ahora adultos y sepan ver sin connotaciones políticas una bandera que deportistas de todos los lugares del reino pasean orgullosos de triunfo y de sentir que ese trapo con franjas de colores es el respaldo de los aficionados. Aquel voluntariado formó y forjó pilares que no sé cuánto perdurarán en el tiempo pero que a día de hoy son realidad: el espíritu de no cerrar las puertas a lo extranjero y sí conocer a nuestros semejantes, de trabajar sin recompensa monetaria por cosas que nos identifican a la par que nos benefician a todos y tener una mente abierta que sólo el contacto con otras culturas y su realidad logra hacer posible...
Mi generación estaba orgullosa como sólo la inocencia infantil puede estarlo de aquella bandera que representaba a nuestra selección, pero la del voluntariado olímpico y lo que la Olimpiada en sí significó, fue, es y será siempre suya, siendo de todos, pero suya.
Pero a veces pienso que mientras España cogió aquel tren que pasó durante dos semanas de verano, Cataluña y una parte de su clase política nunca han pasado del Mundial 82...
Ojalá esté equivocado.
Antón Rendueles

viernes, 14 de julio de 2017

 

Ejecución de un ciudadano

 

Se han cumplido dos décadas de la ejecución y asesinato de tiro en la nuca del ciudadano Miguel Ángel Blanco y puede que haya alguna mente pensante que su asesinato a manos de un comando de ETA en 1997 queda ya fuera de la Transición, pero teniendo en cuenta que ETA era un asunto pendiente de la dictadura franquista creo y puedo catalogar los hechos como dentro de la Transición.

Aquella triste jornada y las horas de cautiverio antes de su asesinato y ejecución sirvió para que una parte de la ciudadanía silenciosa de toda España y sobre todo del País Vasco se unió en catarsis para decir basta ya. No fue esta muerte gratuita el fin del terrorismo etarra pero sí el principio del final. Miguel Ángel Blanco éramos todos y todas y por tanto objetivos de una ETA ya condenada a la inanición internacional y el colapso interno. El llamado Movimiento de Liberación Vasco, concepto político caduco y obsoleto desde 1989, se quitó su máscara cívica de apariencia e intenciones y quiso poner en jake al Estado mediante el vil y cobarde ajusticiamiento de un inocente, de un ciudadano...
Veinte años después ETA trata de tener un fin honorable, incluyendo apoyos internacionales y puestas en escena que para quienes vivimos la ejecución de Miguel Ángel Blanco resultan macabras y casi obscenas a la dignidad, un último estertor de la banda terrorista cuyos herederos cívicos y políticos dentro del juego democrático han de ser aceptados en el tablero de juego, generosidad democrática una vez más. Cuando siento rabia y odio cada mes de julio al recordar al concejal quiero pensar que él hubiera trabajado por la paz y la concordia, con generosidad que no tuvieron con él sus asesinos al ver que las demandas imposibles que reclamaban eran imposibles de verse cumplidas, pero eso ya lo sabían desde el mismo momento de plantearlas...
Es un artículo corto, un corto pero sentido homenaje a su memoria y a la memoria de aquellos años de muertes inesperadas en cualquier momento, un artículo corto como corta fue su vida arrebatada prematuramente en nombre de una ideología, vacía y falsa como todas con el paso del tiempo.
Antón Rendueles

martes, 20 de junio de 2017

 

Último día de clase

 

Mi ventana tiene vistas a un centro escolar, lo que antes se llamaba párvulos y me resulta inevitable meditar sobre el tiempo pasado que gracias a mi ventana el mismo no transcurre, al menos mientras observo el patio de recreo con infancia correteando, curso tras curso sin que la infancia se vaya...

Reconozco que me alivia y ahora que comienzan las vacaciones escolares de verano, observo como corretean con sus adultos disfrutando de la jornada, otra cosa son los zangolotinos del instituto ya poco infantiles, al menos me da que no se ven así aunque jueguen a tontear sentados en la zona de juegos del minúsculo parque público aledaño a la escuela. Resulta inevitable el salto en el tiempo y recordar días como hoy, cuando el tiempo parecía ser eterno en época escolar y fugaz en el periodo vacacional, tardes de cine, de lectura y de viajes. Nuestros mayores nos hicieron gozar de esa magia que tienen hasta cierta edad los días de verano. No lo añoro, es un ejercicio inútil y doloroso hacerlo porque no volverá pero es agradable sentir la brisa de los buenos recuerdos y estoy agradecido a mis adultos...
Por entonces no me apesadumbraba el tiempo y su transcurrir, no contaba las semanas o las estaciones y medía por lapsos de exámenes, vacaciones navideñas, de semanas santas y de santas semanas con festivos salpicando el calendario. Me pasó siempre tan rápido que no guardo especial recuerdo de un día de fin de curso en especial salvo el del último verano que me tocó recuperar matemáticas y la primera vez que conscientemente sentí el filo de la espada sobre mi nuca, tal vez porque suspender significaba retrasar el instituto y me resultaba inconcebible...
Yo envejezco curso tras curso pero desde mi ventana veo un colegio por donde no transcurre el tiempo porque es infancia sin rostro, parecen hormiguitas y siempre me pregunto qué serán el día de mañana...
Creo que les echaré de menos, como todos los veranos en que me asomo a la ventana y no les veo.
Antón Rendueles

sábado, 27 de mayo de 2017

 

OBITUARIO

Por Antón Rendueles
 
ROGER MOORE,
actor e intérprete del personaje James Bond 007
 
Nos ha dejado días atrás otro icono de la cultura popular, una imagen asociada en varias generaciones al mítico personaje James Bond 007 que ha dado lugar a una saga, la primera bajo los cánones actuales, que perdura en el tiempo y que siempre crea cierta polémica cuando se cambia al actor que lo interpreta. Pero mis recuerdos sobre él me llevan al amor que mi madre me transmitió por el cine, también mi padre, pero Roger Moore gustaba a las madres, era un seductor y en aquella España que se asomaba a la etapa final de la dictadura las películas de 007 eran para mayores de dieciocho años, atrevidas sus escenas de alcoba y a la vez el primer cómic llevado a la pantalla y fiel al personaje.
Es curiosa la memoria y no puedo hablar de sus otros trabajos, para mí siempre ha sido el agente del servicio secreto al servicio de Su Majestad, distinto pero no tan diferente de las pautas que sembró Sean Connery aunque Roger Moore nunca renegó de un personaje. Él ya era popular de trabajos anteriores pero mis recuerdos no los abarcan. Se entregó en su interpretación al mismo de tal manera que en aquella sobre una plataforma en el Mar del Norte donde rescata a los rehenes, era inevitable la comparación y decidí mantener esa fascinación que despertó en mi infancia, con la llegada del vídeo doméstico alquilar las películas de la saga era inevitable y recuerdo como mi madre sucumbía siempre a la admiración. Es cierto que la saga de la época de los 60´s y 70´s ha envejecido mal, resulta algo grotesco verle con pantalones de pata de elefante en La espía que me amó y siendo adolescentes nos echamos unas risas en el cine con Panorama para matar, creo que así se titula, cuando salta al río y se le ve la faja que le ocultaba las lorzas, pero seguía siendo 007.
Queda su recuerdo y sus películas, quedamos nosotros los espectadores aunque el polvo del tiempo acabe siempre posándose tapando los matices...
Descanse en paz.
Antón Rendueles

jueves, 11 de mayo de 2017

 

"Memorias de la Transición"

 

Violencia de género

 

Ahora se denomina violencia de género y resulta desmoralizador que siga ocurriendo, que todos los días los noticiarios en algún lugar del mundo consumista tengan que informar de la muerte de una mujer a manos de quien una vez la enamoró...

No recuerdo si el dictador había ya fallecido pero fue entre 1975 y 1976, incluso puede que 1974 porque mi recuerdo se torna un visor, un holograma donde la perspectiva, la distancia y el ángulo de visión son las de un niño, aquel al que la vecina de la puerta de enfrente regalaba un pastelito y que en ocasiones subía a cobrar los recibos de la comunidad y subir hasta el quinto y último piso era casi una aventura sólo superada por subir al último piso en ascensor en casa de mis abuelos. Vuelvo a subir las escaleras y es como si mis piernas volvieran a la vida, etéreo en la memoria...
Hoy leyendo el periódico y un suceso más de violencia de género me acordé de ella, la recuerdo joven y hermosa, al menos en mi mente infantil ha quedado el recuerdo de verla hermosa y seguramente era ese halo en la tristeza de la mirada de una mujer maltratada que hace vida normal de puertas afuera aún sabiendo que sabíamos de las palizas, los gritos y las broncas de su marido. Eran una pareja joven pero él era un sarnoso hijo de perra y recuerdo a mi madre golpear el techo con la escoba, recuerdo a la joven hablar con mi madre en la escalera y apagándose el recuerdo puedo verla llorar. Nunca supe más de ellos, se fueron y el piso fue vendido y todo quedó empañado por nuevos recuerdos y el despertar a la vida, pero hoy, no sé porqué, su recuerdo ha brotado y reconozco que siento tristeza y veo el pensamiento de aquel niño que por instinto captaba sin comprender una anomalía, una perturbación de su felicidad infantil que le proporcionaban sus adultos...
Eran otros tiempos, tiempos de machismo inherente al matrimonio, de amas de casa abnegadas y de jóvenes que vivieron un infierno de puertas para adentro y no tan jóvenes, permitido y amparado por los estamentos y donde ir a una comisaría a denunciar que tu marido te pega era una profanación de los más hondos pilares de la sociedad surgida tras la Guerra Civil...
También me tocó la violencia de género pero en sentido contrario y siempre me hizo gracia aunque no comprendiera en ese momento que la violencia en una pareja también se manifiesta de ella a él. Vivían en el siguiente portal pero las terrazas del patio de luces eran contiguas sólo separadas por una reja de baja altura. Ponía al marido como trapo a grito pelado logrando que toda la vecindad de ventanas y patios nos enterásemos de lo inútil, de lo inútilmente inútil que era su marido, compartiendo sus amenazas de meterle una hostia...
Recuerdos de la infancia salpicados de sufrimientos ajenos, machismo y violencia doméstica siempre hubo, son tantos los casos de maltrato, abusos sexuales y trato denigrante a las mujeres que hacen perder la fe en el sueño consumista de la democracia, sin saber en qué se falla aunque sepamos que es un problema de educación, pero estamos tan lejos de esa uniformidad que nos venden de ciudadanía concienciada en el ecologismo, el amor a los animales, a la vida sana y de respeto mutuo con intervenciones para implantar la democracia y los derechos humanos que suena a farsa...
Pero aún así, nuestros mayores entonces lograron cambiar la sociedad y es nuestro deber mantener y extender ese legado pese a quien afirme que la Transición fue un error porque olvida a todas las vecinas del segundo piso que viven un infierno de puertas para adentro y no se dan cuenta de que disfrutan de un legado que no es propiedad de nadie sino de todos y todas, los que nos antecedieron y los que nos sucederán para que, aunque injusto, su mundo sea un poco mejor como lo es ahora comparado con antes...
Ley de vida.
Antón Rendueles

lunes, 27 de marzo de 2017

 

Unión Europea

 

Observo con temor como la candidata francesa Le Pen anuncia ante sus fans, son tesis demasiado extremistas y caducas desde que fueron derrotadas en 1945 aunque en España sufrimos un estertor durante cuarenta años más, que de alzarse con la victoria en las urnas sacará a Francia de la Unión Europea. Digo sufrimos pensando en colectivo de patria, aunque no se sientan tal todas las patrias ibéricas conformadas más por la orografía que por inercias políticas inmemoriales..

Pero quienes vivimos la entrada en Europa en 1986, y sobre todo quienes éramos jóvenes, la dictadura parecía haber ocurrido en un tiempo lejano, la lejanía fugaz de la infancia, y la Transición estaba superada, hemos tenido que envejecer para percatarnos de que acabó con el reinado de D. Juan Carlos I, del que ahora destapan las vergüenzas de humano poderoso pero cuyo reinado ha sido inmejorable teniendo en cuenta las circunstancias que tuvo que afrontar...
La llamada Movida, el acceso al consumismo dirigido al ocio y una cada vez más globalización a este lado del Telón de Acero, nos hacían sentirnos parte de la Era. No teníamos complejos como tuvieron nuestros mayores en comparación al resto de Europa y la sociedad de entonces logró que no tuviéramos traumas proporcionados por sentirnos atrasados y catetos...
Yo recuerdo la firma en 1985 porque se utilizó una valiosa mesa, por el camino una brutal reconversión industrial, miles de parados y el fin de las subvenciones industriales preparando privatizaciones que serían postraumáticas para toda la región y España en general...
Pero llegó el 1 de enero de 1986 quedando en la memoria grabado a fuego el IVA y la humorada de Martes y Trece parodiando a Encarna Sánchez y el letrero del IVA detrás medio descolgado...
Es curioso, al menos me lo parece observando la realidad desde la postración en una silla de ruedas, que sean Francia y Reino Unido, vencedores sobre los fascismos europeos, quienes sesenta años después enarbolen banderas y tesis que son todo lo contrario de lo que siempre quisimos, nos vendieron o simplemente quisimos creer, que fuera la Unión Europea...
Yo debo estar a favor de la UE por la sencilla y egoísta razón de que en el sistema que aspira a crear la señora Le Pen yo sería considerado un subhombre, una carga para el Estado, prescindible por medidas legislativas y creo que sobran argumentos.
Ya ocurrió...
Antón Rendueles

 

____________________________________________________

 

 

jueves, 9 de marzo de 2017

 

Huelgas de estudiantes

 

Veo en las noticias que los colegios e institutos hacen huelga por una ley de educación o algo así. Por otra parte el día es de verano pese a ser sólo marzo, la ciudad tiene una luz especial y, asomado a la ventana, vuelvo a caminar por las calles y recuerdo los tiempos de instituto. Eran tiempos de reconversión industrial y la región y la propia ciudad sufrían la hemorragia de pérdida de puestos de trabajo y entre algaradas y manifestaciones la onda expansiva llegó a las aulas...

Era salir de la rutina y nos sumamos con algarabía ocupando aceras y calles. Las furgonetas policiales se hacían ver al igual que la cara de hastío de los antidisturbios ante aquella jauría de adolescentes que no hacíamos más que estorbar. En una de esas manifestaciones un joyero se puso nervioso en su coche y disparó su arma con la fatal consecuencia de que mató a un estudiante.
No recuerdo su nombre, ni siquiera le conocía pero al día siguiente todos los estudiantes de instituto de la ciudad acudimos al funeral. Era joven y la muerte aún era algo circunstancial como mi experiencia vital y al poco tiempo ya lo había olvidado y todo aquello quedó enterrado en la memoria hasta hoy que me he asomado a la ventana y escuchado en las noticias que había huelga de estudiantes.
Maniobro con la silla por el salón y me sirvo una cerveza mientras miro la vieja enciclopedia de consulta que utilizaba en aquellos tiempos, miro las fotos de mis muertos y suspiro para mis adentros mientras me consuelo con la luz del sol que se filtra insolente por las cortinas y al igual que entonces, los pensamientos lúgubres se desvanecen ante la promesa de un verano que marcaría un antes y un después, un ahora que es mañana y fue ayer...
Antón Rendueles

 

 

lunes, 23 de enero de 2017

 

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 

MI PRIMER PRESIDENTE

 

He visto días atrás la ceremonia de investidura del nuevo presidente de EEUU, el señor Donald Trump, y no he podido evitar recordar, echando la mirada al pasado, el primer presidente de mis entendederas: Jimmy Carter.

Pero mis recuerdos son difusos y me resulta difícil distinguir los reales o las ensoñaciones derivadas de los residuos de los mismos, pero recuerdo entre escenas televisivas de la revolución iraní, imágenes de la lanzadera espacial y a mi abuela cantando, siempre cantaba en aquellos tiempos, abnegada pero no resignada en que sus nietos fueran felices en la infancia. Hace ya tiempo que no está pero ahora, recordando, sigue cantando mientras faena en la casa y prepara la comida y vuelvo a ver las dimensiones como cuando era niño...
Al final el presidente Carter, tal vez con conceptos demasiado avanzados y secundarios en el contexto de su presidencia en plena Guerra Fría, ha terminado asociado a mi recuerdo con la imagen de un cacahuete, no es que hable de coña, pero ahí está. Luego vino Ronald Reagan y los recuerdos televisivos son en color con la guerra de Salvador de fondo, el Frente Sandinista, la invasión de Afganistán por parte de la URSS, el sonido tecno que asomaba a la sociedad de consumo...
He leído y escuchado de casi todo referente al nuevo presidente, asisto con temor atávico de quien gusta de la historia como el populismo inherente a toda época de crisis económica vuelve ataviado de ropajes nazis y fascistas y recuerdo a mi abuela compartiendo sus recuerdos de niñez donde con su hermano, cogidos de la mano de su madre, corrían mientras sonaban las sirenas de alerta y los disparos, es lo que recordaba con nitidez y siempre lo recordó durante su vida, tal vez por eso veo la guerra con temor infantil, la sabiduría del adulto que sabe que la guerra es sólo muerte y destrucción, miedo de que si las tesis xenófobas y racistas volvieran a imponerse en la democracia la juventud y los adultos estén dispuestos a sacrificar su bienestar por defender la misma o entregarían el bagaje solicitado por los nuevos y nuevas mesías políticos, mirando para otro lado cuando las leyes fueran cambiadas, cuando las leyes básicas de la democracia fueran alteradas o sustituidas por leyes totalitaristas y nacionalistas, cuando vinieran a mi casa y por ser minusválido fuera internado porque soy un subhombre y no merezco vivir por ser una carga para el Estado...
¿Harán algo o cambiarán la libertad por la seguridad del consumismo y bienestar a base de llevar la guerra a otros países, a que se maten otros en lugar de nosotros?
Los políticos que, sin serlo, alcanzan el poder como Donald Trump, poco importa que por errores propios de sus rivales, tienen dos caminos: el fracaso en formas de algaradas que pongan nerviosos a quienes le apoyaron y le maten o sencillamente le defenestren, o que por las circunstancias y algo de suerte que siempre acompaña a estos tipos logre mantener a la plebe contenta mientras se impone una estética de propaganda imperial...
No quiero pensar que la república estadounidense ha dado ya el paso a ser un ente imperial, me niego a que la humanidad se sumerja de nuevo en una de esas oscuras etapas históricas que si bien logran desarrollar la tecnología es a cambio de millones de almas inmoladas en nombre de la falsa democracia...
Pero mi primer presidente fue Jimmy Carter y supongo que lo hizo bien porque nunca estalló una guerra nuclear y aquellos niños de entonces tuvimos una infancia sin tristezas ni traumas demasiado severos y ahora somos adultos...
Si ahora fuera de nuevo aquel niño que mira a su abuela faenar, tendría tanto que contarle, que preguntarle, pero entonces, como entonces, antes de abrir la boca, la escucharía cantar una canción de Antonio Machín...
Antón Rendueles

 

jueves, 29 de diciembre de 2016

 

OBITUARIO

 

CORO DEL EJÉRCITO ROJO

He de confesar que nunca he asistido y ni siquiera escuchado a una actuación o una audición de los Coros del Ejército Rojo, otro teclado será quien loe sus méritos, alabe su calidad técnica y añore sus interpretaciones. Mi relación y conocimiento del coro viene de la Guerra Fría donde hacía honor a su nombre ya que en la psique de Occidente, y que nos inculcaban subliminalmente desde parvularios, sus integrantes eran la vanguardia, cultural pero vanguardia, del ejército al que pertenecían, a esa sombra de poder militar y nuclear que la URSS ejercía sobre Europa...

El coro permanecerá aunque el fallecimiento trágico en accidente aéreo de sus componentes marcará un antes y un después en el imaginario colectivo, como si la muerte coral fuera la última actuación de un genuino representante de la antigua URSS. Porque de alguna manera era necesario el sacrificio colectivo del conjunto para que pueda decirse que hubo un coro de la época de la superpotencia y un después en que hay un patrimonio de la ciudadanía rusa y de Rusia como nación...
Descansen en paz sus componentes y descanse en paz otro de los escasos restos aún en pie de una leyenda, ya, que es el mundo de la Guerra Fría y la extinta URSS.
Antón Rendueles

 

 

lunes, 28 de noviembre de 2016

 

OBITUARIO

 

FIDEL CASTRO, dictador comunista cubano

 

El fallecimiento de Fidel Castro y su funeral va a suponer asistir en plena era digital a un viaje en el tiempo para asistir al último rescoldo de la Guerra Fría que seguía vigente. Contra todo pronóstico, el dictador y su dictadura lograron sobrevivir al colapso de la URSS y el efecto dominó sobre las naciones bajo su influencia. China ya no es aquella de la Guerra Fría y Corea del Norte supone una aberración del comunismo con cargos hereditarios en la jefatura, una mezclá de sangre azul y culto al líder, pero no modelo soviético ya en ambos países.

Comienzo así esta reseña porque Fidel ya era el Comandante de la revolución cuando vine a este mundo. Su imagen era Cuba aunque a medida que fui creciendo y leyendo sobre aquella mítica revolución cubana cada vez quedaba más claro y evidente que sólo era un dictador que no dudaba en eliminar adversarios y luego mitificarlos...
Postrado en la silla de ruedas, la televisión por cable me permite viajar por el mundo aunque siempre consciente de que la lente televisiva emite una imagen distorsionada de las cosas que precisa procesar la información desde otros ángulos, en mi caso prensa escrita y radio. Si se despoja de propaganda la imagen de Cuba lo que queda es un país que ha pagado caro enfrentarse a la potencia que es EEUU en esa relación de amor y odio que mantienen desde 1898 donde los cubanos luchaban por su independencia de la metrópoli y los EEUU les apoyaban como parte de su expansión continental siguiendo la doctrina del presiente Monroe...
Resulta triste ver que la imagen final es la de una ciudadanía en aquellos paraísos soviéticos adoctrinada en una utopía que el régimen cubano ha legado como una aberración de la teoría llevada a la práctica, donde los presentadores de la televisión cubana lloran emocionados y las frases de Castro se memorizan, estudian y sacan conclusiones delirantes salvo para quienes viven en el gulag de la llamada democracia socialista, sin alternativa y sin esperanza; un mundo perdido que hoy comenzará a difuminarse cuando el último icono celebre su funeral.
Fidel Castro fue un producto de su tiempo, traicionó su revolución desde el mismo momento en que se puso en brazos de la URSS dejando un país que tiene el reloj, no atrasado, retrasado...
Le deseo que descanse en paz aunque no puedo evitar pensar que estuvo a punto de provocar una guerra mundial atómica y que yo no hubiera venido a este mundo, nunca habría visto un amanecer, un atardecer, un primer beso, una primera dolorosa pérdida...
Descanse en paz.
 

jueves, 3 de noviembre de 2016

 

"Memorias de la Transición"

 

EL PÁJARO BLANCO

 

Cada vez me maravillo más de la mente humana, ahora que estoy postrado en una silla de ruedas me percato, soy consciente, de como mi mente de forma ajena a mi consciencia pero influyendo en ella, me hace caminar sin falta de piernas por escenarios grabados en mi memoria...

Hoy he salido a la calle, ya sé que me diréis, como me dice el terapeuta, que debo socializarme, salir al exterior, al asfalto...
Asumir que mis piernas están muertas, todo se reduce a eso, todo reducido al mero hecho de asumir y aceptar la silla de ruedas. Supongo que lo hago sin querer, un mecanismo de adaptación supongo...
El caso es que he salido al exterior, he viajado en autobús, una de esas ventajas de una sociedad refalfiada en el consumismo y su bienestar inherente: los autobuses de altura variable que se inclinan de lado y permiten subir la silla de ruedas por una rampa, incluso puedo abrochar un cinturón de seguridad, cosas comunes que se tiñen de integración y sólo te recuerda que eres una anomalía, un extraño entre extraños... Un minusválido, una máquina defectuosa con grado de minusvalía...
Hacía eones en mi memoria y casi un lustro en el calendario que no observaba la ciudad desde un autobús municipal. La ciudad ha cambiado, tal vez lo correcto sea mutado, no sé si a mejor o peor, supongo que simplemente cambia como cambian las personas que la habitan. La ruta pasa por la vieja estación de tren ahora convertida en museo. Pero en mi recuerdo es la Estación del Norte y estoy en el andén con mis mayores esperando el Pájaro Blanco que iba a Blimea...
Luego llegó la autovía y el viaje en coche sustituyó al tren. No recuerdo mucho, sólo que era de color aluminio, que llegaba a Blimea y que representaba algo que en mi inocencia infantil sólo llegaba a percibir como una sensación extraña por no encontrarle significado...
Vista desde la ventanilla del autobús municipal, anclado a su interior por el cinturón de seguridad que me recuerda lo vulnerable que soy en comparación al resto de usuarios que viajan conmigo, la vieja estación parece más pequeña de lo que la recuerdo en mi memoria...
Tal vez sea que yo era el pequeño, el canijo... Tal vez la ciudad ha crecido, lo intuye mi mente... tal vez sea que aún puedo sentir el ansia de ver partir el tren, su blanco aluminio exterior, el misterio de verle pasar y sin embargo no recuerdo su interior...
Me bajé en la parada y ya quería volver a casa...
Antón Rendueles

martes, 30 de agosto de 2016

 

OBITUARIO

 

GENE WILDER, actor

 

Siempre produce tristeza cuando una actriz o un actor nos dejan, pero tal vez, sólo tal vez, cuando se trata de quienes lograban arrancarnos una sonrisa o una carcajada con sus actuaciones, cuando logran que sus rostros queden grabados a fuego en la memoria y el recuerdo de sus escenas siempre es motivo de alegría, tal vez sea más dolorosa la sensación de ausencia aunque queden sus películas que se irán marchitando en el olvido a medida que los espectadores también dejemos este mundo...
En mi caso personal Gene Wilder está grabado a fuego en mi memoria por dos motivos. La película creo que se titulaba El Expreso de Chicago, una comedia que entonces era para adultos y menores acompañados y transcurría en un tren. Fue la primera vez que le vi actuar, no recuerdo a la chica protagonista y apenas logro vislumbrar con esfuerzo un rostro borroso que me hacen dudar entre nebulosos recuerdos de otras actrices. Yo iba acompañado de mi tía paterna y en una escena los protagonistas se besan apasionadamente y mi tía me tapó los ojos. Así que mi primer recuerdo de niño que dejaba de serlo en una película para adultos, cuando el mundo está rodeado de adultos y ansías crecer aunque ahora te arrepientes de tal ansiedad y que es sólo el paso del tiempo, está ligado a Gene Wilder...
Ya se encargan los eruditos de loar su trayectoria profesional con Mel Brooks, prefiero compartir mis recuerdos de ambos, de cola del cine un sábado por la tarde, de historias de comedia y el actor desplegando sus recursos, haciéndome reír y lograr esa magia del cine que te hace pararte en el tiempo que dura el metraje olvidando el mundo exterior. De comentar en el patio del colegio las escenas...
Cuando pude ver El jovencito Frankenstein mi admiración y devoción por Gene Wilder fue total ya para siempre. A la derecha de Peter Sellers en mi panteón particular, su actuación en el título citado es magistral, logra al igual que el Sellers en El guateque que la sonrisa no se vaya del rostro del espectador y un brote periódico de carcajadas pero por el humor que destila su actuación. Gestos, miradas, movimientos de cejas, de manos, todo al servicio del personaje...
Personalmente, en una obra menor, creo que logra sintetizar todo su arsenal de recursos y su mejor actuación en No me chilles que no te veo en coprotagonismo con un ya deteriorado Richard Pryor donde Gene Wilder interpreta magistralmente a un invidente y no puedo olvidar esa pequeña joyita, versión de una película francesa, que es La mujer de rojo aunque sólo sea porque todos nos enamoramos y deseamos a Kelly Lebrock que nunca volvió a estar tan hermosa en la pantalla...
Se ha ido un hombre que logró transmitir su humor, que hizo reír a toda una generación que crecimos en su compañía y sobre todo un actor que amaba su oficio y logró transmitir ese amor por el cine sin darnos cuenta hasta tiempo después...
Descanse en paz.
Antón Rendueles
 

 

jueves, 30 de junio de 2016

 

OBITUARIO

 

BUD SPENCER, actor de cine

 

Una de las consecuencias del inexorable paso del tiempo es la inevitable pérdida de seres que formaban parte del universo de la infancia pero que trascienden el lapso de la misma para acompañarte ya de adulto como es el caso de los actores de cine, de un actor de cine como era Bud Spencer.

Compañero inseparable en la mayoría de los casos de Terence Hill pero también estrella popular por sí mismo en papeles en solitario, a veces con historias menos blancas, grises de vida diaria en Nápoles y su violencia soterrada por el lumpen y los bajos fondos pero aún de comisario serio y película seria, transmitía a la cámara esa bondad, esa generosidad de que hacía gala en sus personajes, unas virtudes grabadas a fuego en las mentes infantiles y refugio de esperanza en los adultos de la época...
Bajo los parámetros de hoy en día donde prima la acción con sangre salpicada, rotura de huesos y mandíbulas sazonado todo ello con ráfagas de disparos que hacen saltar vísceras, puede que los mamporros que daba Bud Spencer en sus películas puedan ser tildados de incitación a la violencia, pero sabíamos que no era tal porque no era el mamporro lo importante, era la coreografía de los mismos y la veracidad que le daba el actor con gestos faciales, miradas y movimientos de los labios de los que era virtuoso. No importaba que película tras película los receptores de los mamporros fueran los mismos, se nos hicieron familiares y ya sabíamos de antemano sin disminuir el afán por ir a ver la película quién acababa recibiendo mamporros de una u otra manera: sujetándole Bud Spencer con una mano mientras repartía con la otra, quién iría por la espalda con un taco de billar o un madero que se rompía en sus espaldas para pasmo del agresor o repartir mamporros a dúo con su compañero Terence Hill...
Deben disculparme que me reitere en los mamporros como tales pero es que leyendo acerca de su fallecimiento leí en algún sitio que era protagonista del cine de mamporros, no lo era, él era el del cine de mamporros donde el director Steno aunaba comercialidad, rentable para los productores, con buen pulso narrativo y tramas que no eran ni simples ni enrevesadas, eran creíbles y aceptables plagadas de personajes familiares al espectador: aventureros, policías, mafiosos, retratos de otros personajes cinematográficos pero sin llegar a ser caricaturas.
Me gusta pensar que quienes disfrutamos en su momento de sus películas somos un poco mejores de adultos porque temas como la generosidad sin recompensa, el valor de la amistad e incluso la maldad utilizada como redención le hicieron un personaje universal, no infantiloide pero sí de inocencia casi infantil, un gigante bonachón que sólo sacaba sus puños por buenas causas a las que le empujaba su compañero pese a que de primeras los personajes de Bud Spencer parecen mercenarios, buscavidas que sólo miran por sí mismos y esperan el golpe que les saque de la miseria, galante con las mujeres, seductor a la cámara.
Otro que se ha ido, puedo cerrar los ojos y vuelvo a estar libre de la silla de ruedas y escucho a mi padre decir que están echando una del Bud Spencer y el Terence Hill y que si quería ir a verla y yo quería como quería él pero ya no me llevará porque ya no puedo caminar, porque mi padre ya no está y Bud Spencer no hará más películas de mamporros...
Descanse en paz.
Antón Rendueles

sábado, 4 de junio de 2016

 

OBITUARIO

 

CASSIUS CLAY, boxeador

El boxeo formó parte de mi infancia, al menos tengo recuerdos de ver a mi abuelo sentado en el sofá ante la pantalla en blanco y negro, me vienen a la memoria recordando ese instante de recuerdo los nombres de Urtain y Perico Fernández...

Y es que ha fallecido no un boxeador, el boxeador; sé que debería llamarle por su nombre de adopción, Muhammad Alí, pero en la retina de los contemporáneos que le vieron alcanzar la gloria pugilística será siempre el legendario Cassius Clay, en el Olimpo junto a Pelé por citar un ejemplo gráfico. Ambos no eran los mejores de la historia pero pasarán generaciones y seguirán siendo leyenda.
Cassius Clay fue un ciudadano de su tiempo en una sociedad estadounidense convulsa y en lucha por los derechos civiles de los afroamericanos que se estaban ganando su reconocimiento como iguales vertiendo su sangre en el sudeste asiático. Pero el activismo nunca les fue perdonado a él mismo, Jane Fonda o los atletas en la Olimpiada de México que escuchaban el himno estadounidense con el puño en alto reclamando el black power...
Sólo le he visto boxear a Cassius Clay en viejas cintas de vídeo porque aunque no te guste el boxeo en el sentido de ser aficionado y seguidor, ver a Cassius Clay es ver boxeo en estado puro, buscando la mandíbula, revisando las grabaciones donde se manifestaba ante los micrófonos antes de un combate. Cassius Clay forma parte del imaginario colectivo porque fue el primero de los boxeadores en percatarse del poder mediático de los medios de comunicación...
Otros escribirán con conocimiento de causa sobre su trayectoria, su implicación política y su degeneración hasta su muerte, pero por alguna extraña razón forma parte de mi vida, creo que de todos, pero sí al menos de la mía, porque vuelvo a la estancia donde mi abuelo ve la televisión en blanco y negro que retransmite una velada de boxeo y mientras escucho a mi abuelo describiéndome lo bien que lo hace Perico Fernández le pregunto interrumpiéndole que opina de Cassius Clay porque lo he visto en foto en algún sitio y me mira, para, tras un segundo de silencio, contestar: era el mejor.
Descanse en paz.
Antón Rendueles

sábado, 21 de mayo de 2016

 

OBITUARIO

 

MIGUEL DE LA QUADRA SALCEDO

periodista y divulgador

 

Nos ha dejado una de esas personas que tiene un significado especial para quienes crecimos en la Transición y, gracias a su faceta de divulgador, sembró la semilla en miles de mentes adolescentes y jóvenes de la pasión por la historia, del conocimiento mutuo entre distintas culturas y la hermandad de formar parte de un legado común a todos los habitantes del planeta Tierra.
Mi primer recuerdo suyo, debo bucear en la memoria profunda, me hace surgir un recuerdo difuso y poco nítido pero sí fuertemente impregnado de verle en blanco y negro, pero es un recuerdo que puede no ser tal y sí el afán de recordarle en su faceta de periodista como intrépido corresponsal de TVE, pero no lo recuerdo...
Si recuerdo, con la televisión ya en color, su protagonismo en un delirante concurso donde hacía de avatar de los concursantes viajando en helicóptero y encontrando pistas o pruebas de algo, la verdad es que del concurso recuerdo poco pero ya entonces era un profesional popular de carácter aventurero y que mereció, ahí está el catalizador del recuerdo de su imagen en el concurso, que Martes y 13 cuando eran un trío le parodiaron con un antológico número de humor donde Miguel era representado con un helicóptero de juguete en la cabeza...
Luego se preparaba el quinto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón y Miguel forjó un proyecto que trascendió el ámbito de la celebración, de ser una actividad más, para trascender el mismo logrando reconocimiento por su labor divulgativa, uno de esos programas culturales que casi nunca seguimos pero sabemos que está ahí, que aunque lo ignoremos siempre que llega una nueva edición y merece unos minutos en las noticias, nos sentimos reconfortados porque pese a los vaivenes de la rutina diaria sabemos con certeza, sabíamos, que Miguel de la Quadra Salcedo se encargaba de llevarlo a cabo.
Se nos ha ido un personaje familiar, una persona humana y profesional pero sobre todo un divulgador que aunque su obra perviva tras su muerte, nos hace sentir un escalofrío porque tenemos la intuición de que se acaba una era, una época, una etapa de nuestra vida donde algo de nosotros muere también. Ha muerto de enfermedad pero si hubiera sido por accidente las reacciones hubieran sido igual de sinceras y dolorosas como cuando un mes de marzo se nos fue, cuando éramos niños y adolescentes, ese otro divulgador que era Félix Rodríguez de la Fuente.
Sólo podemos estarle agradecidos por enseñarnos, por compartir su afán de aventura, su profesionalismo y su capacidad de hacernos soñar con él en sueños que se hacen realidad gracias a la constancia, el esfuerzo y el trabajo diario...

Descanse en paz.
 

Antón Rendueles

martes, 26 de abril de 2016

 

"CHERNOBYL", por Antón Rendueles

 

 

Me pide The Adversiter Chronicle que escriba sobre el accidente en la central nuclear de Chernóbil del que se cumplen ya treinta años. Lo cierto es que revisar titulares y ver vídeos de la ciudad aledaña es sumergirse en el tiempo, del tiempo que pudo haber terminado, de ciudades arrasadas por la radiación de un holocausto nuclear; sin embargo, sólo tres años después la espada de Damocles que se cernía sobre el planeta estaba rota por su parte soviética, que era decir el comunismo como vector de la revolución mundial del proletariado...
Resulta difícil transmitir a las generaciones posteriores a 1989 lo que significaba vivir la infancia, adolescencia y primera juventud en la Guerra Fría. En 1986 el mundo temblaba en Centroamérica donde guerrillas auspiciadas por la URSS combatían gobiernos crueles y déspotas apoyados por Estados Unidos. La Guerra de Vietnam era historia y el nuevo frente se libraba en Afganistán, sitios lejanos todos ellos para un joven español, ya europeo por estar en la Unión Europea y aún resonaba en nuestras cabezas el chiste de la croqueta de Martes y Trece...
La URSS era ese gran misterio de desfiles en la Plaza Roja con un nuevo dirigente que prometía un cambio de rumbo no sólo para su nación, para toda la Humanidad mientras su antagonista sacaba cinematográfico pecho con esa fantasía que entonces era terriblemente posible y nadie dudaba de que fuera a ser realidad: la iniciativa de defensa estratégica en base a satélites interceptores de ICBM en órbita sobre la tierra...
Los ordenadores habían llegado al consumo hogareño y mientras tecleábamos líneas de comando todo parecía posible. Las películas nos mostraban una URSS de dirigentes semi ancianos y burocracia opresiva, de armamento superior a Occidente que siempre se lograba desbaratar a tiempo y, si no, estaba James Bond, bueno, estaban porque hubo varios esa década aunque el Timothy Dalton nunca terminaba de convencernos. La música era un sonido nuevo, sintetizado en torres de sintetizador y el tecno pop entraba en su época dorada...
Entonces Chernóbil estalló pero no lo supimos entonces... recuerdo la noticia del telediario y es curioso el mecanismo mental del recuerdo, de algunos recuerdos que sin ser grabados a fuego se quedan ahí, en un estante privilegiado...
La primera noticia que tuve fue el anuncio de que se detectaban niveles superiores de radiactividad, de una nube de, y sin darnos cuenta, sin que se informase al resto del mundo al instante como estamos acostumbrados ahora, de repente y sin saberlo, la URSS quedaba herida de muerte por un disparo a sí misma...
El resto ya lo conocéis.

Antón Rendueles

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 

Dimisión de Durán Lleida

 

He leído en la prensa que ha dimitido el político catalán Durán Lleida, afirman que engullido por la movida secesionista que engulle a sus mejores patriotas y reparte poltronas en base a lamentos, algarabías y escabechinas internas. Reconozco que no sigo la política, alguna noticia con titular que me motive a seguir la lectura o simplemente curiosidad, un comentario en la radio o imágenes con rótulos y altavoz silenciado. Me he aislado voluntariamente tras quedar postrado a la silla de ruedas y no alterno para hablar de política con amistades, supongo que perdidas hace tiempo, desde que mis piernas no me llevan a votar...


Duran Lleida me ha acompañado en mi periplo vital, creo que fue en La Clave que le conocí como ciudadano pero el recuerdo es difuso aunque sí recuerdo claramente a Anasagasti, pero igual es de verlo recientemente en uno de esos programas que una televisión pública sin dinero presupuestario recurre a imágenes de archivo en programas nostálgicos. Después le he seguido desde la distancia geográfica y coordenadas políticas, pero creo que desde prácticamente adolescente, siempre he procurado escucharle en sus intervenciones como diputado, una voz coherente, magnánima con sus antagonistas donde aportaba el sentido común y el afán de eficacia que distingue a los catalanes.

En mi humilde opinión, desde el desconocimiento del votante, Durán Lleida es de esos políticos que en época de verdadera crisis surgen como estadistas pero que en época de paz suelen estar constreñidos ya sea por ideología o por el partido, pero siempre fue un socio de fiar, es de esos políticos que los escuchas, ves su trayectoria y su coherencia logrando que a la hora de decidir el voto el votante se diga, me diga a mí mismo, que pena no poder votarle y que pena que no vayan en las listas cerradas más como él...

Sé que muchos dirán que no merece tantos halagos, pero en un sistema de voto de listas abiertas posiblemente no sería un cadáver político. Es de esos catalanes que aumentan la leyenda y el oropel de Cataluña como catalizador de modernidad y progreso para toda España, pero también viceversa porque siempre supo en su coherencia que España podía aceptar la singularidad territorial y política de la autonomía catalana, lector de los tiempos que nunca tensaba la cuerda pero sabedor del arte de dar un golpe en la mesa no para imponer o amenazar, para dejarse de memeces y buscar soluciones...

Hablo desde el corazón porque pienso sinceramente que este bienestar que disfrutamos que permite chorizos que esquilmen las arcas públicas y políticos que ven en la secesión la manera de seguir viviendo del contribuyente, se echará de menos esta legislatura la presencia y la inteligencia política unida a un talante negociador de un político de raza. No pierde Cataluña uno de sus mejores patriotas y embajador de catalanismo, pierde España un político leal dentro de la discrepancia pero objetivo en sus análisis.

Le doy las gracias por sus servicios al señor Durán Lleida, no como español que aplaude la colaboración de un catalán que no se siente tan español como yo, se la doy como ciudadano y le agradezco este presente y creo que el futuro es más incierto ahora que ya no está. Supongo que cuando no esté en este mundo las loas y reconocimientos llegarán, españoles y catalanes, porque un político de verdad logra en su muerte que sus antagonistas y sus aliados se unan al dolor de su pérdida...
Antón Rendueles

 

lunes, 28 de diciembre de 2015

 

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 

DÍA DE LOS INOCENTES

Las vacaciones escolares de Navidad se escurrían por el calendario. Atrás quedaba la cena, el discurso del Rey, el turrón que empapaba la boca y la familia, poca pero unida sentados a la mesa. Tardes de cine, de televisión y salidas a compras eran el pequeño mundo de quien dejaba de serlo para entrar en la adolescencia...

 

Pero el 28 de diciembre era especial, un día marcado que esperaba todo el año, cuando los años no eran días en el calendario y las semanas podía ser eternas como en época de exámenes o a la vuelta de vacaciones, o efímeras como eran las semanas de vacaciones. Supongo que toda mi generación vivía ese día, eramos consumidores compulsivos de los tebeos de Bruguera y Zipi y Zape, Carpanta, Mortadelo y Filemón, Rompetechos...

 

Y tantos y tantos personajes de un puñado de dibujantes que nos indujeron subliminalmente a tener sentido del humor, apreciar lo absurdo de la vida y que siempre por estas fechas acaba alguien con un monigote de papel en la espalda colgando para chanza de transeúntes en sus historietas. Alguien debería algún día de hacer una tesis sobre cómo influyeron aquellos personajes y sus historietas a tener espíritu tolerante y educaron con humor lejos de la sombra de la Guerra Civil que acechaba inquietántemente el mundo de los adultos en aquella Transición, sería un justo homenaje a los dibujantes y siempre que veo a Ibáñez en algún artículo de prensa o revista no puedo dejar de pensar que es el último de una estirpe de humoristas nacidos al calor de la censura, trabajar para vivir y un agudo sentido de la observación cotidiana, olvidados injustamente en esta etapa de la revolución digital y de comunicaciones en tiempo real con audio y vídeo...

 

Además de predisposición a gastar inocentadas se daban dos aspectos para vivir plenamente la jornada: mi hermana y mi primo, que es mi hermano, ya tenían entendederas para ser sufridores de las mismas y sobre todo ser cómplices a la hora de gastarlas a nuestro entorno. La ciudad disponía de dos establecimientos emblemáticos a la hora de adquirir arsenal de bromas, Randa, la tienda de artículos en la zona de la Plaza de San Agustín, ahora convertido el espacio en centro comercial , donde ya no hay andenes que dejen y recojan pasajeros y no existen las tiendas que conocí...

 

El otro sitio era el kiosko de El Pedos enfrente de lo que era el Cine Albéniz, en uno de esos portales antiguos, con su boina y su voz de la que apenas se entendían las palabras y al que siempre se le gastaba la broma de pedirle una bolsa de gamusinos y empezaba a buscar y refunfuñar mientras te ofrecía bolsas de pipas, caramelos o regaliz porque no tenía los gamusinos... Supongo que hace tiempo que cría malvas como mis piernas atadas a la silla de ruedas o el viejo barrio donde el esqueleto de edificios es el mismo de antaño pero no su alrededor, cambiado y familiar, tétrico y reconfortante al viajar por la memoria...

 

Siempre recopilaba un buen arsenal como bombas fétidas, petardos para cigarros y el mítico frío y calor que lograba que ardiera el culo del incauto. En casa, en una caja, esperaban su ocasión el dedo vendado de pega, el paquete de chicles que era una pinza que te atrapaba los dedos y cosas así. Teníamos una cagada de pega, muy realista en color y textura visual además de buenas proporciones y que hizo a nuestro abuelo cagarse en todos los muertos de la perra porque al levantarse a orinar esa mañana de Santos Inocentes había una hermosa cagada al pie del inodoro...

 

Tal vez la vida sea una tragicómica broma y el destino un bromista en manos de un niño que recorta un monigote de papel para hacer una inocentada...

Antón Rendueles
 

martes, 17 de noviembre de 2015

 

"Memorias de la transición", por Antón Rendueles

 

AUTONOMÍAS

Observo desde la atalaya de ser una máquina defectuosa, un lisiado cuya calidad de vida depende del ajeno: accesos, facilidades para la silla de ruedas, condescendencia que es más dolorosa que si te dicen estorbo...
Supongo que mi generación ve las autonomías como algo normal y cotidiano, esa es su virtud, el que un manchego, un vasco, un riojano y un catalán amen su terruño, su cultura regional. Cataluña siempre era algo propio y común pero que se percibía como algo especial. Los vascos eran serios y trabajadores mientras que los catalanes eran juiciosos y sofisticados...
Mi primer recuerdo de amor al terruño data de los años inmediatos a la muerte de Franco, no comprendía ver en las noticias a gente correr delante de la policía, pero sin comprender, sí entendía que se amara la patria chica de cada uno. Mi mente que ya dejaba la infancia y entraba en la adolescencia, se sentía orgulloso de ser asturiano y era normal para mis entendederas que Cataluña saliera a la calle con sus banderas, que aquel señor mayor, casi anciano, que volvía a su tierra fuera recibido con algarabía...
Los mayores hicieron posible que no nos enteráramos de que era la Generalitat, la represión de los vencedores sobre los vencidos. Tal vez mi virtud era que me gustaba el cine porque me inculcaron afición al mismo, y me tragaba los debates de La Clave porque echaban buenas películas para mi bisoño entender de cine...
Recuerdo a Anasagasti, recuerdo a Durán y trato de recordar a tantos, tal vez porque solía quedarme dormido o jugando mientras duraba el debate antes de la emisión de la película acorde al tema, tal vez sufrí una influencia subliminal como el feto que percibe sonidos que son música que su madre le pone para estimularle, pero nunca vi algo extraño o ajeno a que existieran las CCAA.
En la Transición se pusieron en boga algo que ahora es normal y cotidiano: que los gerifaltes de lo que sea lleven pins con la bandera de su país o terruño. Pero de aquella fuimos pioneros en España en hacer ver nuestra identidad; era un pin de poner en la correa del reloj, que casi inevitablemente solía ser digital, toda una novedad tecnológica por cierto; representaban las banderas de las distintas comunidades y recuerdo mi orgullo infantil cuando mi padre me regaló una que lucí orgulloso el tiempo que tardé en fijarme en otra cosa...
Luego estaban las pegatinas en los coches y abalorios magnéticos, puede que los vascos tuvieran la ETB, los gallegos la TVG y los catalanes C3, las envidiadas televisiones autonómicas para quienes sólo teníamos las dos de TVE con una desconexión regional una vez al día, pero los adhesivos con alegorías y frases de asturianía lucían un montón en los coches...
Ahora todo aquello que formaba el mundo que me rodeaba y donde mi inocencia se resistía a ser engullida por inmersión en la cruda realidad, ahora, todo aquello cobra sentido. Tal vez estuvimos ciegos a lo que implicaba para el futuro que es nuestro presente dejar que las tesis nacionalistas fueran introducidas en el código de valores supremos de convivencia, de que el racismo ideológico vulnere la lógica de las urnas...
Las cosas y las personas cambian logrando a veces que la sociedad avance en bienestar y el mundo sea un poco mejor, aunque es curioso que el mundo se limite a nuestra confortabilidad. Pujol es un chorizo como la Pantoja, pero además siempre trató de inducir al resto de españoles a la culpabilidad de oprimir Cataluña, suena tan vacío ahora que da pena, asco y dolor.
Escucho a personas humanas de mi entorno, el limitado entorno en que me refugio del lastre muerto que son mis piernas, hablar muy agresivamente y preguntarse para qué sirvieron las comunidades autónomas. Siempre me callo para no replicar que eran necesarias, que vertebra el marco etnográfico de zonas geográficas y que alcanzado su techo es hora de avanzar a un estado federal, tal vez la primera monarquía federal de la historia.

 

Pero esas serán las memorias de otra generación y yo me conformo con disfrutar de los hechos históricos todo el tiempo que pueda, que la vida es una rueda...

martes, 29 de septiembre de 2015

 

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 
AQUELLA NOCHE DE LOS TRANSISTORES
 
Opino que uno se siente parte de un todo cuando una parte sufre fractura con riesgo de amputación y duele, ese dolor de saber que se rompe el juguete o cuando se rompe el amor o se rompe la esperanza de volver a caminar con las piernas propias, supongo que desde mi perspectiva el no al secesionismo se ve con alegría...
 
Tal vez por eso adquirí hace unos días una radio, presentía que el tramo horario comprendido entre el cierre de los colegios electorales en Cataluña y el fin del recuento serían intensos y lo quise vivir escuchando la radio y alejarme de los gallineros televisivos...
Se notaba en las conversaciones de familiares y visitas, también en las calles, que había expectación, algo distinto a lo de siempre que por lo general no despierta el interés a los comunes de los mortales inconscientes de que un voto, su voto, puede cambiar el rumbo. Mi memoria histórica sólo percibió algo así hace ya un buen puñado de lustros: el 23-F de 1981.
Aquella tarde el autobús escolar me dejó como siempre en Los Campos y me gustaba ir caminando por la calle Uría hasta el escaparate del comercio de electrodomésticos, me gustaba ver aquel escaparate porque...
 
No recuerdo el porqué, pero si noto, fresca y embriagadora, la sensación de placer de contemplarlo, aún veo el reflejo de aquel niño que aquella tarde se sorprendió del número de personas clavadas delante del escaparate mirando una televisión, es la primera imagen que tengo del Congreso aquella jornada de noche casi eterna para los adultos...
 
Recuerdo... recuerdo que entonces el niño se acordó, o tal vez sea el adulto que es ahora y es su recuerdo que se sublima con aquel otro del escaparate, la noche de la muerte de Franco en que emitieron Objetivo Birmania y el impacto que me causó ver como cortaban el dedo de un japo para quedarse con su sortija... Aquella noche recuerdo a mi abuelo delante del televisor en blanco y negro y a mi abuela, mi dulce madre más que abuela en su amor, bregando en la cocina pero es un recuerdo de la infancia y poco nítido en comparación al 23-F...
Aquella noche mientras dormía, los adultos escuchaban la radio y cuando años después ya era radio oyente, de esos raros que para las grandes noticias prefiere la radio, siempre añoré no ser consciente del mundo que me rodeaba aquella noche y no participar en la liturgia de la radio en estado puro...
Así que me armé de valor y casi una semana antes del domingo de elecciones autonómicas catalanas bajé en mi aparatosidad de silla de ruedas a un comercio cercano y adquirí una radio, una réplica barata fabricada en China. Era consciente de que en esta era digital no sería una noche larga, casi ni sería de noche, cuando el escrutinio arrojara el veredicto. También adquirí una vela y la encendí en homenaje a mis difuntos, puse la radio y escuché hasta el dictamen final de las urnas.
Ya tengo mi noche de radio, dentro de cuarenta años se recordará la jornada como ahora se recuerda aquella tarde de golpe de estado la noche de los transistores. Cuando éste terminó, los adultos supieron crear el entorno democrático para que los que ahora somos adultos, y seguimos dándonos de zurriagazos entre nosotros como antes ellos, pudiéramos seguir haciéndolo...
No ha ganado nadie, siempre se pierde con la ilegalidad, pero todos hemos perdido algo de inocencia, de que el peligro es real, de que los adultos del ahora sepamos dar a los que son infancia un mundo y una sociedad donde los votos siempre se impongan a la fuerza de las armas, sean reales o metafóricas en argumentos y credos.
Así que tengo mi noche de radio que algún día contaré ya anciano a alguien infinitamente más joven que tal vez busque respuestas e incluso puede que le ayude a plantearse preguntas y le diré que aquella noche mi pregunta era si los políticos estarían a la altura de las reclamaciones de la ciudadanía... Supongo que lo sabré entonces pero en realidad, ahora que lo pienso, tal vez lo mejor sea que nunca lo sepa y nadie venga a preguntarme...
Quién sabe.

jueves, 23 de julio de 2015

 

OBITUARIO

 

JOSÉ SAZATORNIL “SAZA”, actor

 

He visto en el noticiero durante el almuerzo la noticia del fallecimiento de uno de los iconos de generaciones de españoles, incluso de aquellos que reniegan de serlo...

Le tributan como homenaje adjetivos tales como actor de reparto y cómico, como si con ello se quisiera además de rendir tributo resaltar lo polifacético de sus registros, pero personalmente no estoy de acuerdo. Atado a una silla de ruedas, una de mis aficiones es revisar viejos títulos y siempre termino incluyendo en esas patéticas revisiones La escopeta nacional, donde el actor realiza una interpretación magistral del catalán universal, ese que sabe adaptarse a los tiempos y desea la prosperidad propia porque es la prosperidad del conjunto. Pero es porque José Sazatornil era un actor pura sangre como lo era Peter Sellers con la diferencia de que su aspecto nunca fue impedimento y no necesitaba caracterizarse porque con la misma cara, los mismos gestos, su interpretación del personaje de turno lo hacía distinto en cada uno como sucedía por ejemplo con José Luis López Vázquez y tantos otros que colaboraron con su arte y su talento a que miles de espectadores se identificaran con sus personajes riéndose de sí mismos y haciendo más llevadera la dura vida cotidiana.
 
Si se revisa su filmografía, nunca tuve la oportunidad de saborearlo en una función de teatro, ha interpretado a todo tipo de españolitos, de los que les tocó vivir en un mundo sin libertad pero donde saboreaban cada resquicio, pero sin encasillarse en uno en concreto como por ejemplo hizo Paco Martínez Soria, como dije antes, le bastaba un gesto, un movimiento corporal o de gesticulación con las manos para llenar de matices diferenciadores un personaje que en otras manos sería copia de anterior.

 

No considero justo llamarle actor de reparto, que lo era, porque Saza en el mismo ya arrastraba espectadores en la sala, era como un nuevo estreno de Clint Eastwood con la diferencia ya dicha de que no se encasillaba en un arquetipo.

 

Sirva este homenaje póstumo de agradecimiento a José Sazatornil y a quienes le acompañaron en los repartos porque se ha muerto algo de nosotros pero quedan sus interpretaciones y su recuerdo porque si no hubieran existido tal vez no dispondríamos de un talante que afronta las adversidades con humor, porque otra muestra de su talento era que Saza era capaz de hacerte desternillar de risa o de ponerte serio y meditabundo. Tal era su arte y su talento.

 

Descanse en paz.

martes, 5 de mayo de 2015

 

OBITUARIO

 
JESÚS HERMIDA, periodista
 
He leído un comentario en una red social a raíz del fallecimiento de Jesús Hermida que las pérdidas inexorables de las personas que nos acompañaron durante la infancia hace que ésta se termine perdiendo...
 
Los recuerdos anclados a mi memoria, igual que mi cuerpo anclado a una silla de ruedas, me traen un Hermida en blanco y negro, joven y muy americano de los EEUU, su persona era distinta y su estilo era distinto al resto de bustos parlantes que salían en la tele dando noticias. Luego, le recuerdo en color y de mañana, y recuerdo como si fuera ahora, como si todo aquel mundo condensado en un instante d erecuerdo volviera a ser presente fugaz, que pensé que su estilo era barroco y que era un tipo inteligente que trajo sin inventar nada nuevo el modelo televisivo USA.
 
Pero mi gratitud hacia él no es por lo periodista que era, otros ya se encargan de rendirle tributo como profesional, mi gratitud es porque nunca hubiera soñado con ser astronauta ni hubiera preferido seguir las noticias de la conquista del espacio antes que aprender el Catecismo, nunca hubiera soñado sin su voz, sin su estilo y la fascinación que transmitía cuando cronicaba sobre el viaje del hombre a la Luna.
 
Poco antes de quedar postrado en la silla de ruedas con mis piernas muertas, encontré en una feria de libros, sección segunda o más manos, un libro suyo. No recuerdo el título pero creo que era algo del programa Apolo de la NASA. El estilo era de un joven que vivía y saboreaba un instante de su vida que nunca olvidaría, el españolito que el decía en la ciudad de las estrellas que era Orlando...
 
El libro pecaba quizás de pecado de juventud del autor, pero sólo porque me resultaba chocante tal entusiasmo pero que visto ahora que no hemos vuelto a pisar la Luna ni hay bases permamentes para colonizarla, supongo que era terriblemente consciente de que estaba viviendo historia...
 
Descanse en paz.

martes, 14 de abril de 2015

"Memorias de la Transición"

 

Unas memorias de Antón Rendueles

en exclusiva para The Adversiter Chronicle

 

EL UNIVERSO DE MORTADELO Y FILEMÓN

 

He visto estos días atrás en los noticieros que Ibáñez ha sacado un nuevo título de las aventuras de Mortadelo y Filemón, y no soy capaz de abstraerme de los recuerdos del pasado...
 
Para mi generación los tebeos formaban parte del universo y en mi caso siempre estuve bien surtido ya que a las compras semanales del DDT, Pulgarcito y demás productos de la editorial Bruguera se sumaban los tomos de Magos del Humor que siempre me regalaban por Navidad y cumpleaños...
 
Recuerdo a mi madre que me traía por sorpresa un tebeo y a mi padre irse al baño con un ejemplar de Mortadelo y Filemón, hábito que heredé y que sin duda contribuyó a mi afición a la lectura, a mi hermana aficionada a Zipi y Zape y como nos reíamos con las desventuras de don Pantuflo catedrático de colombofilia, la Famila Traspisonda, un grupito que son la monda, Carpanta que habitaba en un undo de hambruna que afortunadamente no me tocó vivir y tal vez porque intuías la tragedia entre líneas de una época resultaba un personaje del que no se confesaba que resultaba atractivo con sus desventuras por hincar los dientes a un buen pavo, un jamón o un simple bocadillo, Pepe Gotera y Otilio chapuzas a domicilio y tantos y tantos personajes como Anacleto agente secreto y Agamenón igualico igualico que el difunto de su abuelico...
 
Me regodeo en el recuerdo con el kiosko de Pepito, el kioskero del barrio cuyo local sigue en pie pero ahora vende artículos exóticos. A medida que el país avanzaba apara ponerse a ritmo de la entonces lejana Europa, llegaban a los kioskos nuevos tebeos como Don Micki, el primer desembarco serio de Walt Disney en España y que siempre traía algo de regalo, también Tintín tuvo su propio tebeo que era signo de sofisticación aunque yo prefería a Asterix y Obelix enfrentados eternamente al invasor romano...
 
Pero ibáñez siempre fue distinto y genuino. Mortadelo y Filemón a medida que ganaban en trazo y detalle gráfico, sus aventuras ganaban en densidad mostrando bajo otro prisma que encajaba en la infancia y en los adultos, esa es su magia que por lo que leo y escucho sigue viva en sus episodios que entonces se leían por partes en los tebeos y se encontraban completas en Magos del Humor donde a veces compartían volumen con otros personajes aunque sólo Vázquez y su entrañable Rue del Percebe 13 igualaba el realismo de Ibáñez no por demérito del resto que eran legión sus fans entre los adultos que una vez fueron niños...
 
Lo único que lamento es que siempre que fueron adaptados al cine como dibujos animados el resultado no estaba a la altura del cómic, porque todos aquellos dibujantes y sus personajes eran parte del mundo del cómic aunque de aquella en esta categoría entraban tebeos de títulos como 1984 que hablaban de otros mundos donde se repetían los vicios de éste...
 
Hace mucho tiempo que ya no bajo al kiosko a por tebeos, aquellos tomos han terminado desaparecidos o en otras manos, ya no hay tebeos en los kioskos y mis piernas ya no pueden sortear obstáculos de los que sólo eres consciente cuando estás postrado en una silla de ruedas, pero Ibáñez sigue dando caña, sigue mostrando con humor la tristeza de un mundo injusto...
 
Este mundo de refalfie consumista, de polémicas políticas y de ciudadanía con inquietudes y ganas de reformas debe mucho a Ibáñez y sus colegas porque nos enseñaron a los que ahora somos adultos a reirnos de nosotros mismos, a soñar con aventuras donde rezumaban conceptos como solidaridad, diálogo y respeto. Porque Mortadelo y Filemón en sus aventuras se reían de esa España que nos vendieron de eterna acomplejada entre naciones para mostrar que el resto de los países también eran de risa...
 
Le estoy agradecido y soy de la opinión de que mi generación también porque la risa no tiene precio y el humor es lo que más temen los poderosos porque es fácil causar dolor pero es muy difícil causar risa como hace Ibáñez, un adelanto hispano a lo que ahora ya es un clásico en la televisión como animación para adultos.
 
Cierro los ojos y puedo sentir entre mis dedos el tacto de las páginas, el colorido de las viñetas y el ansia conque devoraba las historietas...

Antón Rendueles

lunes, 2 de febrero de 2015

 

"Memorias de la Transición"

Unas memorias de Antón Rendueles

en exclusiva para The Adversiter Chronicle

PODEMOS 1982

 

Miro el televisor amarrado a mi silla de ruedas, cada vez me apetece menos salir aunque observo como la juventud sale a las calles y sus jóvenes líderes hacen soñar con hermosas palabras a mayores y menores...

 

Recuerdo haber visto antes esas escenas y escuchado esas palabras disfrazadas en otras frases para enmascarar la ilusión colectiva en que se puede cambiar algo que lleva siglos sin cambiar...

 

Era 1982 y las calles se inundaron de carteles con escenas de plazas de pueblo, ciudades y aglomeraciones de gente ilusionada que veía en un joven Felipe González la esperanza del presente para desterrar el pasado y desenterrar un futuro. Era fascinante ser adolescente, poco aún, ya que los partidos políticos se prodigaban en campaña electoral de repartir adhesivos que llamábamos pegatinas lo cual hacía aumentar la colección de las mismas duramente recolectadas a lo largo del año...

 

Además el estilo de los dibujos de los carteles electorales del PSOE nos eran muy familiares porque el autor era colaborador habitual del programa matutino de los sábados para infancia y adolescencia. Al igual que ahora, se hablaba de cambiar las cosas y se confiaba en el hombre aunque no se comulgara con su partido. Había manifestaciones teñidas de agresividad contra la injusticia y el atraso del país...

 

Cada vez que aparecía en el televisor Felipe González los mayores mandaban callar para escuchar lo que no paraban de repetir por todos los medios mientras que yo soñaba con Naranjito y el Mundial 82. Recuerdo sus promesas impresas en carteles y vallas publicitarias, iban a crear puestos de trabajo, íbamos a salir de la OTAN pero nunca ganamos el Mundial 82.

 

Su estética era característica como es ahora, pero distinta: patillas, chaquetas de pana... Pero sigue el puño en alto y la estética con gafas revolucionarias...
 
Yo no soy aquel chico, estoy inválido, Felipe González es ahora un respetable burgués, somos parte activa y sacrificable de la OTAN, los puestos de trabajo nunca se vieron y hay un nuevo mesías que ilusiona a la gente...
 
Nada cambia pero todo se quiere cambiar para seguir igual. La diferencia con 1982 es que trataban de ganarse el voto y ahora el PSOE se pelea por los votos sin darse cuenta de que están insultando a los votantes como si no tuviesen raciocinio. No sé que pasará en mayo, sé que dentro de 33 años todo será distinto aunque puede que siga igual, que los mesías serán burgueses y que yo no lo veré aunque ya lo he visto antes, en 1982.

Antón Rendueles

martes, 30 de diciembre de 2014

OBITUARIO

 
JOE COCKER, músico
Ha fallecido días atrás un músico, Joe Cocker, que me ha acompañado desde que le escuché en la banda sonora de 9 Semanas y media, como tantos y tantas le descubrieron. Para un adolescente de los 80´s la canción que interpretaba en la película ha resultado nauseabunda al escucharla de lo que la quemaron en la radio fórmula y repetido hasta la saciedad el vídeo clip...
 
Pero su voz me atrapó y desde entonces me acompañó en mi trayecto vital, caminando cuando podía caminar, soñando y rememorando que camino fuera de la silla de ruedas...
 
Mi siguiente contacto fue poder disfrutar de su voz en directo en la plaza de toros de Gijón, creo que a final de los 80´s o tal vez en el 90... Es curioso como falla la memoria pero permanece el recuerdo, de pie en el escenario echando un trago entre canción y canción, su grupo de solistas con el guitarra y sus trazas urbanas de afro americano, la solemnidad del frac del tipo del piano...
 
Años después, abandonados los sueños de juventud y luchando joven por sobrevivir, adquirí en uno de aquellos expositores de gasolineras y bares una cinta casete de su disco With a Little Help from My Friends, una pequeña joya de finales de los 60´s...
 
A partir de entonces y sobre todo desde que estoy postrado en silla de ruedas más el avance de la informática, supe más de su discografía. Recuerdo haber visto un documental sobre una de sus giras en su época de gloria, desfasados como pocos con jet privado en las giras...
 
Su voz descarnada es un icono auditivo y aunque se le recuerde ya tripón y con barba, vivió su juventud deprisa sobre la ola del éxito y verle actuar pese a su barba y su tripa hacía apreciar en su voz, en sus desgarros versioneando, una furia vital dulcemente dominada...
 
Nos queda su música pero nos fatará siempre la esperanza de verle en una nueva actuación, escuchar una nueva versión o simplemente su voz desgarradora cuando la noche es una certeza y la oscuridad una condición, cantando un blues con voz desgarrada...
 
Gracias viejo Joe, descansa en paz.

lunes, 8 de diciembre de 2014

 

OBITUARIO

 
 
Por Antón Rendueles
 
RALPH BAER, inventor del vídeo juego
 
Ha fallecido una de esas personas que son omnipresentes en nuestra existencia terrenal, no por su persona sino por sus logros que forman parte omnipresente de nuestra rutina: un inventor.
La actual industria del vídeo juego y la historia del mismo nacen cuando Ralph Baer logra ver el potencial del aparato de televisión como entretenimiento...
 
Yo recuerdo mi primera vídeo consola, una mítica ATARI. Me atrevo a decir que además supuso el primer paso de la globalización digital en una aldea planetaria tan propensa a las matanzas entre seres humanos. Jóvenes de todo mundo, aquel mundo occidental antagonista del mundo soviético, compartieron juegos y tecnología aún sin intercomunicación entre las máquinas como ahora, pero compartiendo pantallas de figuras geométricas que eran naves destruye asteroides, invasores marcianos y cómo no el ping-pong...
También recuerdo la máquina de ping-pong en el bar, demasiado alta para mi estatura pero había algo de hipnótico en aquella pantalla donde una serie de rayas y un punto te hacían viajar a una mesa de juego y una competición, sencillo en su planteamiento pero complicado de jugar si no te concentrabas.
 
Nuestro homenaje a Ralph Baer porque llenó de aventuras mi infancia y sigue su invento, su desarrollo creando toda una industria y una cultura en jóvenes generaciones desde finales de los 70´s.

jueves, 13 de noviembre de 2014

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 
 
Unas memorias de Antón Rendueles
en exclusiva para The Adversiter Chronicle
 
EL KIOSKO DEL MERCADO DE SAN AGUSTÍN
 
Cuando era niño los kioskos eran parte fundamental de mi universo y el de mis amigos o compañeros de colegio. Era la iniciación al consumo, a pedir pesetas para gastarlas en los múltiples productos que la oferta para infantes tenía entonces el mercado: regaliz, caramelos de selz, pipas, cromos, tebeos...
Los kioskos eran un lugar fascinante y tuve la suerte de disfrutar de los entresijos, y sobre todo de lectura gratis, de uno de ellos. Estaba en lo que entonces era el mercado cubierto de san Agustín, en su exterior había un andén donde los autobuses traían y llevaban gentes y productos de los alrededores de la ciudad, lindando con el Náutico a dos pasos de la playa...
Mi abuela era la reina de la tortilla en la pequeña cantina que regentaba mi abuelo, mis padres tenían un puesto y abandoné la infancia para entrar en la adolescencia entre ajetreos de mercado, olores mezclados de fruta, licores, carne y pescado fresco; el silencio del cierre con las persianas bajadas y mostradores vacíos...
Y el kiosko.
 
Lo llevaba un tipo postrado como yo ahora en silla de ruedas. Contaba la leyenda urbana que se había lesionado la espina dorsal por saltar desde el alto al agua en el muro de la playa. Enseguida congeniamos y entre pitos y flautas terminé un verano ayudándole cuando su mujer no estaba a colocar y reponer mercancía, y con esa escusa me pasaba el día sentado en una silla leyendo los últimos números recién distribuidos de mis tebeos favoritos, descubriendo el cómic que hablaba de un futuro en otras sociedades y otras tierras separadas entre sí por estrellas, de porno semi oculto visto de reojo con sagaz curiosidad, del olor de los dulces mezclados y de ver que era una persona invalidada parcialmente, minusválida como yo ahora...
 
Quiero hacer memoria pero no recuerdo su nombre y tengo miedo a escribir el que creo
que era por temor a equivocarme, triste clavo en el ataúd del olvido pero no en mi recuerdo aunque la memoria falle. Ayer me trasladaron al médico y pasé por el viejo mercado reconvertido en centro comercial sin andenes donde se vendían melones en temporada, sin la cantina donde mi abuela era la reina de la tortilla, de ir al kiosko...
 
Todo se olvida porque la vida es renovación pero es curioso como la memoria me traslada y vuelvo a correr, ir en bicicleta, preguntarle si le ayudaba y el moviendo su invalidado brazo para decirme que podía pasar a aquel hueco ocupado por el cuerpo medio inerte de quien trato de recordar su nombre, pilas de revistas y una silla donde me sentaba, la silla que ahora me desplaza porque mis piernas ya no corren y los kioskos no sé si siguen siendo lo que eran...
Antón Rendueles

lunes, 30 de junio de 2014

 

 

OBITUARIO

 

Por Antón Rendueles

 

ELI WALLACH, ACTOR

 

La otra tarde ojeando la prensa me enteré del fallecimiento de Eli Wallach, un actor presente en la mente de generaciones de espectadores por sus interpretaciones de Calvera, Tuco Benedicto y el Padrino III.

 

En aquellas tardes de verano, con vacaciones escolares, era raro no encontrarse en alguna jornada de butaca de patio con el bueno de Eli Wallach, El bueno, el feo y el malo quedó marcado en mi mente infantil y por alguna extraña razón volvía cada verano a verla en aquellas reposiciones del Cine Albéniz y cuando llegó el vídeo doméstico alquilarla con la excusa de que querían verla los mayores.

 

En Los siete magníficos interpretó a Caldera, el villano mexicano con su banda de cuatreros que asolaba periódicamente a los destripaterrones que tenían que esconder a sus mujeres y que se hinchaba a comer y beber y luego saquear a los humildes campesinos...

 

Sin embargo Eli Wallach despertaba mi empatía, había algo en su personaje, quizás esa mirada brillante con expresión de tahúr que husmea una emboscada pero que también reflejaban que era feliz en su vida de pillaje y de saqueos...

 

Vendría luego Tuco Benedicto, el feo, ese puerco pistolero acusado y buscado en varios estados por delitos que iban desde el secuestro a la violación pasando por atracar bancos, salvado de la horca por su compinche en el último momento, buscando su buena fortuna que le permita dejar de ser un puerco pistolero...

 

Por último, en mi memoria, está su personaje en el Padrino III, de viejo zorro mafioso, decrépito ya que se mueve entre bambalinas para seguir teniendo poder hasta su último suspiro y que moría envenenado por los pastelillos de las monjas...

 

Pero en todos sus personajes de villano, de buscavidas, logra caernos bien, lograba que nos olvidáramos del actor para disfrutar de la interpretación del personaje...

 

Y era actor de Hollywood, cierto que la fama se la llevaba el Eastwood, pero el que nos gustaba en el fondo, el pirata cojo que nos gustaría ser, era Wallache. ¡Quién no ha querido ser Calvera y cabalgar libre! ¡Quién no se identifica con Tuco Benedicto cuando hostia a su hermano fraile que no acaba de querer comprender que su hermano no es malo, que trata de redimirse y que es su hermano fraile quien tiene riquezas aunque sean espirituales! ¡Quién no ha disfrutado viendo al viejo mafioso morir de gula en forma de pastelitos envenenados!

 

¿Qué espectador no se siente algo huérfano de perder un amigo en la pantalla?

 

Eli Wallach, un gran actor que llevó momentos de entretenimiento y diversión a generaciones de espectadores y cuyos personajes son ya inmortales cuando otros actores de relumbrón sólo pueden presumir en la mayoría de las ocasiones de una interpretación inmortal...

 

Descanse en paz.

 

martes, 10 de junio de 2014

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle


 

GIMÉNEZ DEL OSO

Y SU PUERTA AL MÁS ALLÁ

 

Resulta difícil poner cara de póquer cuando los seres queridos al verte postrado en una silla sin quererlo te tratan con condescendencia por la sencilla razón de que no son conscientes y mostrarles la verdad les haría sentirse incómodos y a estas alturas de mi postración he aprendido a disimular, pero odio la condescendencia...

 

El caso es que me han regalado hace meses uno de estos modernos televisores planos que vienen con hasta micro procesador, seguramente más potente que los que hicieron posible poner un pie en la Luna...

 

Tiene la posibilidad de conectarse a Internet y estos últimos días donde ya brilla el sol y la gente gusta de salir a pasear, yo trato de dar lo menos que hacer posible, no es agradables salir a la calle cuando tus piernas están muertas y no se puede pisar el asfalto, correr o simplemente ir a la playa a mojar la planta de los pies, sobre todo cuando no sientes de cintura para abajo...

 

De manera que aburrido porque mi alma es un perpetuo estado de aburrimiento, empece a cachivachear en el mando a distancia con la impagable ayuda del manual y tras varios intentos, una ofuscación, sensación de impotencia a veces y ganas de ser el jinete del Apocalipsis para la televisión con Internet en forma de martillo pilón destrozándola con saña, pude conectarme a youtube...

 

Hice lo típico supongo: buscar varias cosas pese a la lentitud y mi torpeza para teclear letras con el mando a distancia pero terminé por teclear Jiménez de Oso, el mítico divulgador en una segunda cadena en blanco y negro e interferencias continuas en la señal de recepción. Ha sido reconfortante volver a ver la mítica cabecera del programa, la música y al Jiménez del Oso como si nos hablara desde su Más Allá que trató de mostrarnos sin sentar cátedra, desde todos los ángulos posibles de la lógica pero mostrando a la vez las teorías paralelas...

 

Creo que si viera en que se ha convertido la divulgación de la parapsicología y de los fenómenos extraños llamaría alcornoques a los divulgadores porque con todos los medios a su alcance no logran superar ni recrear la atmósfera de su Más Allá...

 

Tal vez eran tiempos de descubrimiento y ahora que terminan como terminan todas las cosas, miro por la ventana mientras el profesor me habla en la pantalla sin sonido, sólo le veo gesticular y mover los labios y le doy las gracias: este reinado que toca a su fin y que trajo avances y prosperidad no hubiera sido posible sin el añorado Jiménez de Oso porque hablando de OVNI´s, de psicofonías, de fantasmas y espíritus, de aquelarres caras de Velmez, aprendimos en blanco y negro a analizar y estudiar todos los aspectos con sus ángulos y aristas de las cosas evitando los dogmas y teniendo la mente abierta a nuevas experiencias mientras los mayores sembraban la paz social y la democracia que se avecinaba y ya se palpaba en las mentes y corazones de la ciudadanía española...

 

Tal vez sólo sean fantasías de un tullido suicida, pero le veo en la tele y si cierro los ojos y escucho su voz, mis pies de niño se doblan para subir al sofá a ver la tele porque prefería escuchar al profesor a salir con los mayores...

 

Puedo bajar a la calle a por una bolsa de chuches, puedo quitarme las zapatillas y mover los dedos de mis pies...

 

Antón Rendueles

 

lunes, 24 de marzo de 2014

 

OBITUARIO

 

 

Adolfo Suárez, político

 

Mi primer recuerdo de Adolfo Suárez no son imágenes rancias o su tono de voz...

 

Recuerdo la Carretera de la Costa a la altura de la Casa de Socorro con una caravana de coches con banderas y profusión de pegatinas arrojadas desde los mismos... Recuerdo las cintas en el coche cuando iba con los mayores y los chistes de su persona... También recuerdo que los mayores decían en reuniones y fiestas que usaba un tabique nasal de platino porque la coca le había perforado el original...

 

Adolfo Suárez ya era obsoleto y anecdótico cuando entré en el preámbulo de la edad legal para votar. Lo cierto es que los mayores le prestaban atención, pero nadie votaba a su partido tras una primera pugna electoral en que los mayores le votaron pero dejaron de hacerlo nada más salir del colegio electoral...

 

Fue la primera vez que me di cuenta de que era alguien que era parte de la historia de España.

 

Ahora, padeciendo de esa enfermedad que hace que emperadores y presidentes olviden quienes fueron y lo que hicieron, ese momento póstumo en que las luces y las sombras se pueden empezar a ver con nitidez tras la marcha del difunto de este valle de lágrimas.

 

Supongo que mi generación debe rendirle homenaje pero no por haber vivido su era, por permitirnos disfrutar de la nuestra como lo hacemos.

 

Miro por la ventana y me olvido de la postración viajando a aquella tarde en que salía del colegio y su foto cubría paredes y sus pegatinas, porque eran de la UCD, pasaron a mi caja de pegatinas...

 

Descanse en paz, la misma que nos permitió y permite disfrutar.

 

A. R.

 

 

 

viernes, 10 de mayo de 2013

Obituario

 
Una sección de Antón Renduelesen exclusiva para
The Adversiter Chronicle
Alfredo Landa, actor
Hay personas que al fallecer, cuando su ausencia es definitiva y conocida, pasan a ser personajes, ya sean históricos o de la memoria individual en los miembros de un colectivo.
Hay personas que cuando se mueren y lo sabemos, nos damos cuenta que nuestra vida está forjada a momentos de la persona fallecida aunque fuera una completa desconocida, pero queda su música, su cine, su escultura, su pintura, sus poemas, sus novelas y en este caso, sus actuaciones…
Para quienes éramos niños en la Transición, Alfredo landa estaba ligado en un primer descubrimiento del mundo del cine siendo aún niños, a películas de las que oíamos hablar a nuestros mayores en la merienda de los sábados, de carteleras de cine de trazos cómicos… Yo recuerdo el cine Hernán Cortés y la cartelera de No desearás al vecino del 5º
Supongo que era autorizada a menores o al menos a ciertos menores, es una cartelera icónica y perenne en mis neuronas junto con la ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?...
En la última descubrí el rock, en la primera conocí a un actor que pese a su ausencia desde ya, me acompañará hasta mi propia muerte, hasta la propia de todos y cada uno que nos hizo olvidar durante el metraje de la película los problemas y miserias para transportarnos a otras épocas o simplemente embelesarnos su actuación…
Alfredo Landa, ese actor en que de sábado de tarde emitían de vez en cuando películas en blanco y negro y se colaba en la pantalla del televisor, luego protagonista de aquel cine de adultos llamado españoladas con ese eterno sentimiento, si no de inferioridad sí más cutre, que despierta o despertaba el cine español…
Luego llegaron los Santos Inocentes
Dicen los entendidos del séptimo arte que la película que marca un punto de inflexión en su trayectoria fue El crack, dirigida por el oscarizado José Luís Garci. No discuto y sería de cretino discutir tal aseveración pero en mi cuaderno de bitácora la película que me descubrió al actor fue Los santos inocentes.
Había leído el libro supongo que como parte del programa escolar del curso que fuera, pero en esa actuación, Alfredo Landa realiza el milagro de traspasar la pantalla y quedarse en la mente del espectador. Podemos ver Vente a Alemania Pepe y identificarnos con la idiosincrasia de una época. Pero en Los santos inocentes, Alfredo Landa nos muestra el carácter español de los olvidados, la sumisión que es universal al cacique, tal vez por ello le premiaron, porque su personaje es inmortal en esa película. En su papel de Sancho Panza realiza una interpretación magistral de un personaje universal, en Los santos inocentes interpreta magistralmente el universo de un personaje, que suele ser mayoría en el cómputo total pero mueren ignorados por desconocidos.
 Se acaba el sistema de la Transición y se acaban sus iconos.
Lo que Alfredo Landa significó para el cine será ampliamente desmenuzado en los próximos días… Para aquel niño que miraba la cartelera, representó el cine prohibido por decreto gubernativo a menores, luego el orgullo de ser premiados y finalmente parte de su vida. Otros y otras le han precedido, pero Alfredo Landa es un símbolo de una época ya acabada y que se resiste a su transformación…
Gracias Alfredo Landa por tus actuaciones, aunque tú supieras que sólo era un trabajo y que te gustaba hacer tu trabajo bien hecho, significas mucho para una inmensidad de espectadores.
Descanse en paz.
A. R.
 
 
 
 
 
 

martes 5 de julio de 2011

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 
Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle
Nunca había pensado en escribir “mis memorias” ya que nunca fui dado a tener diario donde anotar mis vicisitudes y por otra parte siempre sentí cierto respeto empañado de temor a que alguien pudiera leer mis vivencias y descubriera todos esos claro oscuros vitales que todos tenemos:
pecados inconfesables, amores que matan sin que nadie se entere y la vergüenza ruborosa de aquellos actos que te gustaría borrar de tu vida...
Pero cuando The Adversiter Chronicle me propuso hacer unas “Memorias de la Transición” me quedé desconcertado y sin aún colgar el teléfono me arrepentí de no haber escrito un diario ya que en la Transición yo era un crío de siete años. Balbuceando me despido de mi interlocutora y sólo se me ocurre que en The Adversiter Chronicle su servicio de documentación ha metidola pata.
Recibo entonces una llamada del mismísimo Perry Morton Jr. IV donde me termina convenciendo argumentando que posiblemente la Transición fue el momento político más importante de la historia de España desde la muerte de Isabel la Católica y la decisión de Fernando de
Aragón de mantener los fueros de ambos reinos.

Lo primero que pensé era que el gringo con acento nasal que me hablaba a través del teléfono estaba como una puta cabra y mi
mente, sorprendida y empezando a mosquearse ante lo que cada vez más parecía una broma empezando a ser pesada, trató de reconocer la voz pese a la gangosidad de anglo sajón-hispano parlante a ver si se confirmaba que era una broma y encontrar lógica a lo que estaba ocurriendo.
Perry Morton Jr. IV, y he de agradecerle la santa paciencia que tuvo con este torpe, me desgranó su
argumento: Volvemos a vivir una transición, entendiendo como tal el deseo por parte de la sociedad de corregir y cambiar incluso el actual sistema. Como toda transición, las fuerzas clásicas del sistema, que pudieron haber sido revolucionarias en su época entendiendo la revolución como cambiar por medios pacíficos y cauces políticos dentro de la legalidad existente el sistema, ahora viven, se mantienen y forman parte sin decírselo a sus militantes del propio sistema.
España pasó de una dictadura de orígenes fascistas y hitlerianos, luego suavizada por los dólares a cambio de perder la soberanía
nacional, a que enemigos irreconciliables pudieran lucir sus pendones y estandartes y los otros pasear impunemente por las mismas calles donde estaba la misma gente a la que dictaban las leyes de su voluntad.
El momento actual donde las jóvenes generaciones claman por un cambio, puede ser fagotizado rápidamente si no se tiene presente el recuerdo de la Transición.
Por último, y argumento que terminó de convencerme antes de pactar mi remuneración económica, es que se ha escrito, divulgado, televisado y radiado hasta la saciedad soporífera, aquellos años que ven desde 1975 hasta 1979. Cuatro años que nunca han sido narrados por los verdaderos testigos y auténticos disfrutarios de la libertad democrática, legado de aquellos años.
Cuando a los pocos días me llegaron unos CD´s desde
The Adversiter Chronicle para que visionara la serie “Cuéntame”, me doy cuenta
de la ñoñez de los guionistas pero supe captar por qué las dos primeras temporadas fascinaron a un país.
Un país que hasta hace poco tiempo sus nacionales no podían sacar la bandera española a la calle: unos por defender a la prostituta uniformada que la prostituyó y los otros porque su ideario rechazaba los colores prostituidos de la patria y entre su electorado la tricolor vende más.
De repente, un éxito deportivo hace que todos seamos rojos de camiseta y azules de pantalón,
los dos bandos conjuntados y en armonía para ser campeones del mundo de fútbol.
Las dos España por fin se unen para alzar algo que no esté manchado de sangre, ni derrotas alzadas como tótem ni victorias represivas, la sangre nueva de España, su juventud, tiene sed de títulos y sangre para intentar hacer historia... Y todos a poner la bandera en el balcón porque a diferencia de en las urnas, en los bares se brinda por la victoria española como no se hizo desde la conquista de Granada entre españoles de diversas tierras de los reinos.

Mi generación es tan privilegiada como la del 15M: ellos son la generación mejor preparada de la historia de España, nosotros
fuimos la generación más libre y democrática de la historia de España, más que
la generación del 15M y es por esta paradoja que pasa desapercibida, paso inducido por el Sistema a la masa ciudadana, que tal vez merezca hacer un esfuerzo de memoria para averiguar en qué punto todas aquellas ideas, actos y sueños quedaron cortocircuitados y que la clase política se encargó de mantener y ahora trata de perpetuar siendo los abanderados de la revolución quienes
conducen a las masas al “que todo cambie para mantenernos los mismos”, siendo la foto de la mesa de negociación PP vs FAC en Asturias y las maniobras de lucha interna por acaparar el poder del PSOE a nivel nacional susdemostraciones gráficas y elocuentes.
Pero hay una razón personal, una vez asegurado el trato de pluma mercenaria, que me motiva a escribir estas “Memorias de la Transición” y es ver como siguen jodiendo la marrana a mi generación: unos atrapados en estéticas nazis y franquistas, los otros encerrados en dogmas ya sean de fe ya sean idearias, unos cuantos y
cuantas añorando una época que sólo existió en sus mentes y posiblemente unos pocos que se preguntan qué pasó.
Ahora, inmovilizado y enclaustrado, ajeno ya a la gloria y el oropel de la vida humana, agradezco a The Adversiter Chronicle la oportunidad que me brinda de volver a mi
infancia, a rememorar el ambiente de optimismo e incertidumbre donde todo era semi nuevo para los adultos, novedad para adolescentes y simplemente la vida en
crecimiento de unos niños y niñas que ahora permiten que les engañen como nos engañaron en la escuela, en casa y el sistema haciéndonos creer en los Reyes Magos.
La prueba de que es necesario recuperar la memoria es que ahora no sólo engañamos a la infancia con SSMM sino con el gordo barbudo vestido de rojo y su ridículo sombrero explotando a los pobres renos que deben volar para trasladarle.
No es el payaso protagonista ni la parafernalia lo importante, lo importante es el hecho en sí, el concepto de que para educar a la infancia es necesario engañarla para acabar de adultos siendo inductores y
perpetuos custodios del consumismo ahora que el Sistema debe reajustarse y es el
momento de ser revolucionarios.
Volvamos a ser niños, donde un balón puede ser más eficaz que la ONU para llevar alegría y concordia y ver unas niñas saltando a la comba tener más poder que 2000 años de
tradición machista y avasalladora de las mujeres por el hombre...

CAPÍTULO II

(Recuerdos del SEAT 850)
Hoy es una de esas noches...
¿Nunca os ha pasado desvelaros sin motivo alguno y estar en la cama tumbado mientras tu mente viaja al recuerdo, unas veces recientes y en otras el pasado es nítido... ?Hoy es una de esas noches... Encendí el reproductor en modo
aleatorio y el “Living on an island” de Status Quo me ha transportado en un sereno surf por las olas del recuerdo que chocaban contra el malecón de mi memoria y los arrecifes de mis sentimientos...
Tener tiempo para pensar, te hace envejecer espiritualmente. Es entonces cuando miro a mis mayores, tan mayores ya, y debo esconder mi alma para no llorar de agradecimiento.Te vuelves arisco y en realidad es que no soportas pensar en su pérdida y no verles es hacerles vivir un poco más porque cuando envejeces y te percatas de que los demás te ven envejecer, eso te mata poco a poco cada vez un poco más...
Ahora que las televisiones hacen series con los años de sus juventudes, me pregunto si mis mayores, si todos y
todas las mayores, recuerdan así sus vidas. Dicen que la mente humana destierra de la consciencia los malos recuerdos como método de supervivencia en un entorno
hostil. Escribir estas memorias es más un homenaje a mis mayores que amor a la plata por hacerlas. Yo recuerdo su mundo porque me amaron y me hicieron crecer
en un mundo digno de ser vivido...
 
Era todo un acontecimiento, no me preguntéis cómo lo sabía, pero era de esos días en que los niños se percatan de que algo pasa que se sale de la novedad. Estaba en la cocina con mi abuela, no recuerdo si estaba también el pensionista de Guarrate, provincia de Zamora, y que en navidades hacía el “baile de la botella”; una botella enorme para mi estatura.
Mi abuela me llama y me dice que tengo que asomarme a la ventana. Y recuerdo a mi padre saliendo del nuevo coche, blanco y nuevo.”
 
Era un “SEAT 850” y con él mis padres nos llevaron a mi hermana y a mi a tierras lejanas como Madrid, Granada, Córdoba... Fue un viaje inolvidable y supongo que mi fobia al sol viene del calor que pasé en Granada.
Este viaje debió de ser al año u dos de morir Franco. Recuerdo, y hay un par de fotos con mi hermana, por eso me resulta fácil calcular el año, al menos su aproximación. No guardo recuerdos de la época salvo escenas de gente corriendo detrás de los grises en el telediario.
Por aquella murió Fofó y recuerdo que lloré y pedía una y otra vez que me pusieran el casete de sus canciones para desespero de mi madre.
Recuerdo ese viaje en coche con mi madre sacando la cinta tras escuchar dos veces cada cara como el día en que me di cuenta de que estar vivo  tenía algo de siniestro y desconocido al final...

lunes 19 de septiembre de 2011

"Memorias de la Transición", por Antón
Rendueles

 
Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para
The Adversiter Chronicle

CAPÍTULO III
(Aquella final de baloncesto de La Roja)
Es curioso como la mente, cuando
tienes tu cuerpo físico compuesto de extremidades superiores e inferiores, el tronco, la nuca...; inmovilizado, se adapta al encierro de un cuerpo
inmóvil...
Aquí postrado, es mi mente la que viaja atrás en el tiempo, recordando que era feliz porque los adultos de la Transición decidieron que sus hijos crecieran sin problemas.
Hoy he visto el triunfo de La Roja en baloncesto...
Notareis que doy un salto en el
tiempo pasando a los 80´s, a la primera parte de aquella década. Mi primer recuerdo con La Roja en baloncesto se remonta a las olimpiadas de
 “Los Ángeles 84”, con una URSS que boicoteaba a los yankis por su boicot a “Moscú 80”...
Y como niño, como mente en la infancia, me permito la licencia de saltar en el
tiempo...
El caso es que España en baloncesto había logrado llegar a la final olímpica contra una selección NBA de edad casi imberbe porque la URSS no permitía profesionales en las olimpiadas, que tiempos...
Tuvimos que madrugar con una tele que ya era color en su mayoría y con imágenes de textura de vídeo, la gran revolución audiovisual de la época. Por supuesto que perdimos, pero de aquella
ya éramos la élite de Europa aunque por desgracia sin espíritu competitivo, pero
inolvidable la canasta de Epi contra la URSS... Aunque no recuerdo si era en el europeo aunque sí que era una competición.
En aquella España que despertaba alucinada del 23-F, la vuelta ciclista era la reina y los campeonatos de selecciones una eterna desgracia sin oropel ni motivos para sacar una bandera al balcón que aún rezumaba sangre fratricida y era odiada por todos y utilizada por
los otros.
Recuerdo que mandé a mi padre que me despertara, él entraba a las 06:00 en ENSIDESA y me prometió despertarme. Lo hizo, pero me dormí aunque somnoliento recuerdo la entrega de medallas de plata...
Visto ahora, uno se da cuenta de que envejece, tal vez no físicamente con escándalo ni en aptitud vital, pero te das cuenta de que el tiempo ha pasado, que te quedan por ver cosas maravillosas
y que cuando eres consciente de tal maravilla, te mueres añorando las cosas maravillosas que dejarás de ver una vez cadáver...
Hoy España tiene deportistas competitivos a los que la presión les motiva en vez de bloquear. Los niños y niñas piden camisetas deportivas de las selecciones y pasean sin miedo los colores de España.
Si algunas de las personas que conocieron en persona los tiempos de la Guerra Civil, la dictadura posterior y la Transición, olvidando el tema de que Franco , su régimen, propició la creación de una clase media obrero-consumista, y quedándonos en la tragedia que creó la lucha, vieran que los españoles presumen de tales, integrados en la UE, potencia industrializada con una casta militar integrada en las naciones sin inmiscuirse en política, sé que dirían que ojalá hubieran sabido lograr todo esto en la década de los 30¨s.
Yo lo que sé es que era un niño y me sentía muy orgulloso de la selección, pero a la vez intuía, como intuye la infancia que lo observa todo pero no comprende, que no se podía presumir de ser español.
Era feliz...
Antón Rendueles

viernes 4 de mayo de 2012

"Memorias de la Transición", por Antón Rendueles

 

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

CAPÍTULO IV
(La radio)

Cuando se es está postrado se desarrolla un agudo sentido de captar detalles que antes me pasaban desapercibidos y ello trae el recuerdo…
Me ocurre con la radio. Ahora que me veo obligado a pasar largas horas en el mismo sitio he vuelto a recuperar el hábito de escuchar la radio como en aquellos años…

El primer recuerdo que tengo de la radio era escucharla desde mi niñez aunque no recuerdo los programas pero sí me ha quedado la sintonía de Radio Cadena Española, de esas musiquillas que periódicamente inundan la mente y estamos repitiéndola una y otra vez para nuestros adentros.
Pero el recuerdo nítido es de aquellas radios pequeñas, de color naranja chillón que se utilizaban para seguir los partidos los domingos por la tarde. Recuerdo llevarme mi abuelo al Molinón y verlas entre el gentío y también en aquellos viajes domingueros a la cuenca minera y ver a los parroquianos con el transistor en la oreja.
Cuando tuve mi primer toca discos, se trataba de un ·compacto”, un alarde tecnológico de la época en los primeros años de la Transición. En una sola pieza iba integrado el plato del giradiscos, el casete y la radio con varias bandas además de la onda media…
Y un pilotito verde.

Aquel pilotito significaba en mi mente la ventana a un universo nuevo y fascinante: la radio en FM y estéreo. Recuerdo el ansia de tratar de sintonizar algo y como el dial recorría, no frenéticamente pero sí ansioso como si mi dedo en la rueda de sintonización le transmitiera mi propia ansiedad, recorría sin encontrar emisora alguna. Frecuentemente le preguntaba a mi padre, carne de siderúrgica que quemaba su juventud a turnos criminales para la psique y el organismo como tantos otros padres, para cuándo se escucharían los 40 Principales, la emisora de música…

Mi padre era un manitas y me instaló dos altavoces a ambos lado del cabecero y le acopló una entrada de auriculares, los cascos lo llamábamos. Recuerdo a mi padre arañando horas de sueño en mi cama porque la ventana daba al patio de luces y no había ruidos de la calle… Cuantas veces entraba furtivamente a buscar algo procurando no despertarle y sintiendo rabia provocada por el egoísmo infantil por ver ocupada mi habitación, ciego a que papá necesitaba descansar para poder seguir proporcionándome mi inocencia feliz. Años más tarde sentí en mi propia carne lo que es arañar horas al sueño y recordaba aquellas tardes dándome cuenta por fin de lo cruel que había sido…

Por suerte la crueldad infantil no suele ser pecado, más que nada porque tendemos a enterrarla en nuestro recuerdo aunque a veces aflore. Sí siento el amor que mi padre tenía a su familia y el sacrificio que tuvo el valor de afrontar para conseguirlo.

Y es que mi padre tenía lo que entonces era una joya tecnológica: la mítica radio casete Sanyo con su no menos mítica aguja de potencia que señalaba la calidad de la recepción. Ahora se muestra como símbolo de la época y uno de los primeros productos de consumo a nivel global, globalización de aquella en clave de capitalismo y comunismo con su Guerra Fría.

Luego llegó Antena 3 y aunque seguía fiel a Antonio José Alex, al poco de que se sintonizara ya era fiel de sus locutores: El García, protagonista de conversaciones de adulto que yo escuchaba fascinado; Martín Ferrand y su inconfundible voz y que ya me caía simpático desde que presentara un tiempo la película de los sábados por la noche; Antonio Herrero y su tocayo de apellido; la voz profunda y rotunda del locutor de continuidad y el Pumares y su Polvo de estrellas que muchas madrugadas me quedaba escuchando hasta del final…


Y ahora sin poder moverme vuelvo a sentir la radio como en aquella Transición donde los niños éramos niños con el sacrificio de nuestros mayores y deseaba ser mayor para poder moverme, aquí y ahora vuelvo a los orígenes disfrutando del placer de la magia de la radio y que al igual que un libro no puede ser sustituida por un medio digital, es necesario seguir la liturgia íntima e intimista entre mi dedo moviendo el dial, sintiendo la estática entre emisora y emisora, ver como el led de sintonización se ilumina…

La Transición tuvo su noche de los transistores pero para mi la Transición tiene banda sonora de radio cuando ésta al igual que el país se adaptaba y modernizaba a los nuevos tiempos que olían en el aíre a colada recién lavada en la ventana agitada por el viento y secando al sol brillante de la libertad.
La radio me sirvió de torre de lanzamiento para caminar y ahora que ya no puedo moverme me acompaña como una mortaja confortable y serena…
Antón Rendueles