Pobre chapero con dinero”, una novela negra
de
Randall L. Stevents
en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Capítulo 1

Morgan City, una ciudad dormitorio fundada por H. P. Morgan y donde anida todo tipo de lúmpen de los bajos fondos, con el contubernio
del sheriff del condado, que permitía todo tipo de actividades ilegales que abarcaban desde carreras de caracoles amañadas a prostitución, se ha visto en la disyuntiva de salvar su culo de coloquetas.
Estos coloquetas habían sido contratados para rodar en Hollywood, y financiados por los ingresos de Morgan City bajo manga, ingresos a costa del contribuyente, que tenía a una estrella del cine porno como protagonista. El argumento, con guión escrito por el propio H. P. Morgan, trataba de un chapero, un pobre hombre con dinero.
Hasta aquí todo normal si no fuera porque la protagonista de la película fue parada por la policía del estado debido a un soplo del propio H.P. Morgan.
El rodaje de la película ha tenido que ser suspendido pero H. P. Morgan sufragó los
gastos de la protagonista y sus familiares en un paraíso tropical, incluyendo
regalos y operaciones de estética, tal vez para que la porno star no se enterara
de que H. P. Morgan, alcalde y fundador de Morgan City era un confidente del
FBI.
Las preguntas que nos hacemos y estamos investigando son las
siguientes:
¿El chapero protagonista de la historia a rodar, es en realidad el propio H. P.
Morgan?
¿Sus amigos de Florida saben de sus tejemanejes y de que es un confidente del FBI?
Preguntas que trataremos de encontrarles respuesta, si bien hasta ahora impera la ley del silencio, en los bajos fondos de Morgan City donde la porno star es conocida aunque todo kiski mantiene de momento la boca cerrada y declinan hacer comentarios...
Randall L. Stevents


Capítulo II

 

Aveces el destino bromea con uno, es lo que pensé al leer la noticia
de H. P. Morgan. Hace dos días que recibí una llamada citándome en
su despacho para ofrecerme un caso.

Para un detective privado que un tipo como H. P. Morgan te cite sólo
significa dos cosas: su putilla de turno le pone los cuernos o quiere
averiguar información donde un detective privado es carne
sacrificable si algo sale mal al conseguirla.

Para quienes gustan de los placeres sexuales y cognitivos, H. P. Morgan es
conocido por la fauna nocturna y viciosa de Morgan City: degenerado,
drogadicto y cretino. Fundar la ciudad de Morgan City, emulando a los
gansters que edificaron las Vegas en medio de la nada en el desierto
de Nevada, levantando una ciudad en medio de la nada del condado más
paleto de Nebraska donde las carreras de caracoles serían el polo de
atracción siendo la capital mundial de las apuestas y la industria
caracolera, es posiblemente el mayor fiasco como inversión en la
historia de la Unión.

Un capullo con dinero que se cree que puede comprarlo todo apoyado por
sus jefes de Florida. Morgan City ha terminado siendo una ciudad
dormitorio alejada de la capital del estado de Nebraska donde han
florecido los garitos de todo tipo, rufianes del mundo del caracol y
prostíbulos donde H. P. Morgan maneja el cotarro y le consienten por
su dinero lamiéndole el culo y diciendo lo que le gusta escuchar
pero también rodeado de enemigos como Red Brain.

RedBrain comenzó como mozo de caracoles donde aprendió el oficio y
unas cuantas cosas sobre el caracol que le llevaron de las caracoleras a ser jefe de caracolas, los parterres industriales donde crían a los caracoles y los seleccionan para las carreras y unabuena tapadera para la verdadera fuente de ingresos de H. P. Morgan.

Red Brain, que ahora se pasea respetablemente por las mañanas de Morgan
City chumando con otros rufianes como él, lleva 22 años esperando
la oportunidad para ajustarle las cuentas a H. P. Morgan.

Me gusta informarme de quien me contrata. Muchas veces resuelves un caso
y no te pagan o se ponen remolones aunque al menos siempre queda la
fianza que siempre solicito para empezar a trabajar cuando acepto un
caso. Buscando en Internet y parando en “Panojito´s”, el antro
más canalla y rockanrolero de Nebraska donde siempre se encuentra
información, puede tomarse una cerveza sin miedo a ser molestado y
con abundante presencia de mujeres que también buscan pasar una
noche agradable para olvidar un antiguo amor, pude enterarme de la
historia entre H. P. Morgan y Red Brain. Pero tras un par de tragos
con uno de su guardia pretoriana que suele parar en “Panojitós”
me contó un par de cosas interesantes.

El tipo en cuestión aún estaba aceptablemente sobrio para hablarme de
Jack Crawford, un cawboy dueño de una flota de caracolas rodantes y
uno de los mas expertos de Morgan City en la cría y carreras de
caracoles, oriundo del condado de Henderson al sur del estado.
Crawford no es millonario pero sus ganancias en su rancho de caracoles de Morgan City le permiten controlar las carreras de Nebraska a Nuevo Méjico y que desprecia a H. P. Morgan.

La relación entre ambos viene desde los tiempos en que H. P. Morgan
decidió convocar a todos los criadores de caracoles para convencerle
de su proyecto de levantar una ciudad de las apuestas de carreras de
caracoles. Por desgracia para la Iglesia Baptista, también les convenció con la promesa de que su inversión edificaría una catedral que terminó siendo un enjendro con una sola torre de campanario y que Morgan se agenció para sus verdaderos inversores de Florida y que es la mayor discoteca de Nebraska, templo de consumo de todo tipo de sustancias ilegales, puti club de lujo para los apostadores llegados de todo el mundo y donde H. P. Morgan es tratado como un emperador. Pero H. P. Morgan, que en el fondo quiere pasar a la historia como un magnate que creó un imperio caracolero, tiene una profunda envidia a Jack Crawford y con motivos reales que son
sabidos por todo Morgan City: Jack Crawford es mejor criador y entrenador de caracoles y director de carrera que el capullo de H. P. Morgan que siempre trata de hacerle la vida imposible.

El esbirro de H. P. Morgan continuó contándome que éste  ignora que
Jack Crawford es en realidad mejor persona que él y un tipo de campo, tranquilo y trabajador que dispone de sus propios contactos más allá de los que puede conseguir el sucio dinero de Henry Paul Morgan como por ejemplo en Langley, Virginia, es un indicativo claro de hasta dónde Jack Crawford podría llegar si H. P. Morgan leplantara guerra.

Jack Crawford, si se lo propusiera, podría meter al cretino de H. P.
Morgan en prisión a cadena perpetua de trabajos forzados en una
prisión federal o hacerle pasar la mayor vergüenza a nivel social y
humano desvelando su personalidad oculta de Heather Pauline Morgana...

Alllegar a este punto de la conversación, mis neuronas se habían
desembotado al cien por cien y la historia me interesaba por las
implicaciones que se derivaban de la misma, así que le invité a otro trago y el tipo, ya cada vez menos sobrio según las leyes vigentes de algunos estados, siguió largando detalles escabrosos de su amo como haber sido visto por miembros de su seguridad personalvestido de mujer y mencionando delante del espejo a su reflejo el nombre de Heatther Pauline Morgana.

La noche había sido fructífera: información de primera a cambio sólo
de tres tragos. Pero en el fondo soy un romántico y el tipo me dio lástima. Mañana se levantaría con una resaca de cojones y seguramente recordará una nebulosa de nuestra interesante charla, así que decidí acercarle a casa. Era lo menos que podía hacer ya que un tipo que trabaja en seguridad y se va de la lengua cualquier día acabaría en un contenedor con la lengua saliéndole de la laringe, cosa posible para un tipo como H. P. Morgan rodeado de colombianos y por lo que se ve sin tener fornicio con colombianas...

 

El barrio donde vivía era una antigua zona residencial de casas de
estuco convertido en barrio de pachucos. Los incautos que creyeron en
las palabras de H. P. Morgan se instalaron aquí al principio y los
más afortunados pudieron irse después de que H. P. Morgan lograra
para sus jefes de Florida las caracolas que los incautos inversores
dueños de las mismas perdieron junto con unos miles de dólares.

El sueño de mundo del caracol de tener una capital mundial no pasó más
allá de los amaños de las apuestas y descubrir que estaban rodeados
de lo mejor de cada casa dedicados a actividades ilegales.

Estaba claro que mi confidente inesperado tenía una mierda de vida al ver
la fachada de su casa, posiblemente otro coloquetas de los que gusta
rodearse H. P. Morgan, pensé. El caso es que el tipo siguió cantando durante el trayecto ya con el alcohol saliéndole por las orejas y comentó que tanto H. P. Morgan como su antagonista tienen un secreto que podría matarles a ambos...

 

-¿Y quieres saber una cosa...?- me dijo acercando su pestilente cara a mi mejilla con lo que tuve que darle un empujón.

-Escupe lo que sea amigo, esta noche has cantado hasta la Traviata, por mi no te cortes.

-Ese hijo de puta de H.P. Morgan me pilló espiando, necesitaba dinero
para el tratamiento de mi hijo-
me decía mientras me arrepentía de haberle llevado y la brasa que me iba a dar durante el trayecto-  te
juro que yo no pensaba robarle, sólo quería enterarme de cuando le
traían la recaudación para coger unos pocos pavos... pensaba devolverlo, te lo juro...

-Sí, claro. ¿Cómo es que sigues trabajando entonces para él? Lo normal
es que ahora formaras parte de los cimientos de algún edificio de
Morgan City.

 

El resto del trayecto el tipo no gorgutó palabra, mirando al frente con
ojos vidriosos y apretando los puños. Respiré aliviado y encendí un cigarrillo pero me quedé con las ganas de poner el CD, igual le daba por cantar y acabaría vomitando...

 

-Cuando ese hijo de puta de Morgan me pilló, mis padres son mayores y
estaban en una residencia. Lo tenía todo apuntado en una carpeta.
Mandó a los dos gorilas que salieran de la habitación y se me insinuó para que no tomara medidas.

-¿Me estás diciendo que eres su concubina sodomita?- Pregunté sin sorpresa por los antecedentes sexuales de H. P. Morgan.

-Lo perdí todo... Mi esposa, mi hijo, mis padres... ¡Me dio una asquerosa pensión para recompensarme! H. P. Morgan es un cretino hijo de puta, amigo.- Me dijo de despedida mientras salía casi a rastras del coche.

 

De momento sabía que mi posible cliente, H. P. Morgan planteaba ciertos
interrogantes. De momento sólo me preocupaba cuánto iba a pagarme
por mis servicios.

Me aflojé la camisa, tiré los zapatos y el periódico al suelo y medité mirando al techo mientras saboreaba un bourbon si Henry Paul Morgan no era más que un travestido, un pobre chapero con dinero como decía el periódico o sufría una crisis de identidad.

CuandoDucke Ellintong comenzaba el solo de trompeta, me quedé dormido...

Randall L. Stevents

 

Capítulo III :
Réquiem por el que va a morir

Los golpes en la puerta martilleaban mi
cerebro abriéndose paso entre la resaca. Por la forma de llamar supe antes de
abrir los ojos pesadamente que era la policía.
-¡Ya voy!- grité entre una mareante nebulosa visual donde la habitación daba vueltas.

Abro la puerta y un orangután uniformado de la Oficina del Sheriff la empuja para abrirla del todo y haciendo que casi me escoñe contra el suelo. Conocía a su compañero, era el ayudante del
Sheriff, el típico notas que medra a la sombra del jefe como esbirro leal pero que acapara el verdadero poder.
-Pasen caballeros... están en mi casa.
-Pues más bien parece una pocilga- me dice el orangután mientras acaricia la porra.


Voy al baño y paso del orangután mientras el ayudante del Sheriff fisga en la habitación. Meto la cabeza debajo del grifo y el agua fría parece amortiguar el bum-rum de la resaca que retumba en mi cabeza que me hace hasta medio cerrar los ojos.

-Parece que ayer lo pasó bien, Murphy. ¿Puede decirme donde estuvo desde la medianoche?- me interroga el ayudante que se ha sentado en el sofá mientras su orangután compañero pone café a calentar.
-En “Panojito´s”. ¿Es acaso ilegal? No me extrañaría que nuestro amado gobernador Skrulls declarara ilegal emborracharse, se ahorraría un pastón en la sanidad pública...
-Déjese de hacer el gracioso y responda si conoce a este tipo, Murphy.
La jeta era inconfundible, se trataba de mi confidente etílico, el sodomita concubina de H. P. Morgan. Teniendo en cuenta que H. P. Morgan era un confidente lo mejor sería no mentir pero decir sólo media verdad...
-Sí, claro, es el tipo con el que estuve charlando... Ni siquiera sé su nombre, pero nos caímos bien y al final le acerqué a casa, tenía una borrachera asombrosa, jefe.
-Entonces la suya debía ser espectacular, Murphy. El tipo se llama Charles Chass y está muerto. Le han hecho una “corbata colombiana”.
-Pues lamento decirle que yo no he sido. Me limité a dejarle a la puerta y aunque borracho, estaba vivo. ¿Saben la hora de la muerte?
-El forense dice que tuvo lugar entre las siete y las nueve de la mañana. Lo encontró una vecina que va dos veces por semana a limpiar la casa. Pero el caso es que no consta en la base de datos que fuera un delincuente, salvo una condena de servicios a la comunidad cuando era adolescente y varias multas de tráfico, el típico don nadie. ¿De qué hablaron? ¿Recuerda que le dijera que tenía miedo de que le siguieran... algo que aporte una pista?
-Me habló de que su vida era una mierda, ya sabe, divorcio, padres jodidos en una residencia... Pero no me dijo ni mencionó que le siguieran o tuviera enemigos. Parecía un buen tipo que se había convertido en un pobre desgraciado... ¿A qué se dedicaba, si puede saberse, jefe?
-Sabe Murphy, trabajé en la acería. Mi padre y antes mi abuelo trabajaron allí y yo estuve un par de años. Cuando llegaba el capataz, el ingeniero o algún otro mando, para llamarle hijo de puta, le decíamos “jefe”. ¿Me está llamando hijo de puta, Murphy?
-No, jefe...
Vi venir al orangután pero no pude evitar su croché que me hizo aterrizar sobre la mesa aunque pude poner mi mano entre la mejilla y el canto de mármol.
-Trabajaba de conserje en el Club Caracol. ¿Lo conoce?
-He.. he oído hablar de él... Creo que es de H. P. Morgan... ¿No?
El ayudante del Sheriff se me quedó mirando como si estuviera observando una extraña forma de vida llegada de otro planeta.
-Escuche imbécil, no salga de la ciudad y acuda cuando le llamen a declarar a la comisaría, ¿entendido?
No esperó respuesta, desapareció con su orangután subordinado antes de que pudiera contestar mientras el pómulo me latía ferozmente anulando la resaca.
Tras ducharme y tragar café, decido ir al centro. Cuando entro en el coche me doy cuenta de que el pobre desgraciado se había dejado su abrigo. Tiene un bulto en uno de los bolsillos, son amplios para poder meter las manos en invierno y el bulto apenas asoma su papel de embalaje,
amarillo. Me aseguro
de que nadie me observa y abro el sobre. Es una cinta de vídeo. No tiene título ni nada en el exterior que indique de qué se trate.
Regreso a casa y rebusco en el armario el viejo VHS. Logro recordar como
conectarlo al televisor y pongo la cinta...
H. P. Morgan acapara la escena desnudo y vestido únicamente con un tutú y zapatillas de baile que resultan grotescas por el tamaño de sus pies. Le acompañan varios hombres de uniforme de conserje, entre ellos mi difunto compañero de barra de la noche anterior. El resto del vídeo es una sucesión de enculadas a H. P. Morgan a cargo de los conserjes que no parecen disfrutar mucho de la juerga. H. P. Morgan babea y emite gruñidos cada vez que le penetran el ano. Tras veinte minutos de fiesta sodomita, la imagen se funde en negro y aparece en letras blancas una dirección de internet.
Me acerco al ordenador y tecleo la dirección. Aparenta ser una agencia de consultoría y hay que registrarse. No lo hago pero tomo nota de la dirección.
Treinta minutos después estoy esperando a la puerta del despacho del Director Técnico de N&N Consulting.
-Pase señor Murphy, ¿puedo servirle algo?
-Un café solo sin azúcar, si es tan amable.
No hace falta que lo sea, antes de que termine mi petición entra una hermosura sudamericana cuyo contoneo provocaría en los sismógrafos un 10 en la escala Ritcher. Cuando se inclina a ofrecerme la taza, su escote me deja mareado y con cara de gilipollas mientras el Director Técnico se sienta observándome con cara de satisfacción. La belleza se va aunque su delicado aroma a perfume caro aún tintinea en mi pituitaria.
-Bien, usted dirá...- me dice mientras se deja caer en el respaldo del bonito sillón ejecutivo de su bonito despacho, con cara de satisfacción del que trabaja en un despacho ajeno a la miseria del asfalto.
-Seré breve, no quiero robarle su valioso tiempo. Verá, tengo una cinta de vídeo donde H. P. Morgan se corre una juerga de sodomitas y donde al final de la película aparece la web de N&N.
El tipo borra su sonrisa de satisfacción, se levanta y cierra con llave la puerta del despacho. Acerca una
silla y se sienta frente a mi. Ya no es el gilipollas gordo Director Técnico de N&N. Parece uno de esos sargentos mayores retirados del servicio tras treinta años matando enemigos de la patria. Su mirada es fría pero no amenazadora, me estudia. Saca un cigarro y me ofrece.
-Bien, seamos breves. ¿Tiene las otra nueve?
-¿Las otras nueve qué?- pregunto desconcertado.
-¿Quién carajo es usted?
-El dueño de esta cinta ha amanecido muerto con una hermosa corbata colombiana y es uno de los que aparecen en la cinta. Así que deduzco que el que haya nueve pollas más aparte de la suya entrando y saliendo del culo de H. P. Morgan coincide con el número de copias. ¿Es así?
-Sí, pero tengo la impresión de que usted no sabe nada y que está aquí con la esperanza de sacar algún dinero con la cinta. Lo extraño es que haya venido en lugar de venderla a una emisora de televisión. Y si el tipo está muerto, usted debió de matarle para tener esa cinta. Es usted un capullo, amigo, un perfecto
capullo.
Enciendo el cigarro mientras observo como llama a la Oficina del Sheriff y solicita su presencia para detener a un tipo que trata de chantajearle. Se vuelve a su sillón ejecutivo y me mira como quien mira un besugo que ha mordido el anzuelo. Va de farol pero seguiré el juego, a fin de cuentas puede decirse que trabajo para H. P. Morgan desde un punto de vista técnico.


El Sheriff me ha tenido una hora en la celda antes de dignarse a “recibirme” en su despacho. Está sentado leyendo un papel cuando levanta la vista y coge su taza de café.

-¿Por qué dice que trabaja para H. P. Morgan?
-Porque es cierto Sheriff, esta tarde debo verme con él para ver de qué se trata.
-Verá Murphy, el Director Técnico de N&N asegura que usted asesinó a Chass, asegura que junto con usted chantajeaban a H. P. Morgan, dice que seguramente te volviste avaricioso y decidiste liquidar a tu socio y probar suerte en solitario...
-¿N&N hace ahora el trabajo de investigación criminal de la Oficina del Sheriff?
-Responda a mi pregunta si no quiere que se le hinche el otro pómulo, Murphy.
-¿Qué motivo tendría para chantajear a H. P. Morgan? Por lo que sé todo el mundo sabe de qué pájaro sodomita se trata y la cinta se grabó desde un soporte digital.
-H. P. Morgan es seropositivo y ha contagiado a toda su guardia pretoriana. Les paga el tratamiento pero Chass iba a ser despedido porque en realidad era un infiltrado de Red Brain que le hacía de camello. ¿Conoce a Red Brain?
-Sólo de oídas, no personalmente. Pero, según Chass, se la tenía jurada a H. P. Morgan aunque desconozco los motivos.
-Principalmente uno: el negocio de ataúdes de H. P. Morgan.
Lo cierto es que sin aún conocerle personalmente el H. P. Morgan no dejaba de sorprenderme: marica degenerado, cretino con dinero del amaño de las apuestas de caracoles y ahora empresario de pompas fúnebres...
-¿Es una broma, Sheriff, u otro de los chanchullos de H. P. Morgan?
-En realidad es una tapadera de tráfico de estupefacientes. Los ataúdes llegan de Florida cargados de “tiza”, luego H. P. Morgan los utiliza en la funeraria que
lleva un “caballo blanco” sólo que el muy tacaño entierra los cadáveres sin el
ataúd que vuelve a ser reutilizado. En realidad es una fuente de ingresos
“respetable” para H. P. Morgan que ni siquiera gasta en ataúdes nuevos.
-¿Y qué pinta Red Brain?
-Ese bastardo enterró a su suegra en la funeraria de H. P. Morgan, aún eran socios, y H. P. Morgan le dijo que corría con los gastos del entierro. Lo malo es que hubo de realizar una autopsia a la suegra después de enterrada y Red Brain descubrió el chanchullo. No lo ha denunciado, pero creo que ya no folla con su esposa desde el desentierro de la suegra. No le sentó bien que a su madre la enterraran sin ataúd.
-Parece claro que H. P. Morgan nunca será enterrado en uno de sus ataúdes, Sheriff. ¿Pero por qué un sucio sodomita degenerado y pervertido como H. P. Morgan que se rodea de tías buenas, estafa en los entierros y trafica con “tiza” no es detenido y yo sí?
-H. P. Morgan no tiene muchos amigos y los que tiene le huyen cuando ven que son observados por sus cámaras en el caracolódromo. Por mucho que le gusta ver y espiar por las cámaras de seguridad, los amigos y conocidos se escabullen en cuanto le ven allí, saben que les está grabando.
-¿Y cómo saben que les están grabando?
-¡Jajajajajaja! El muy cretino instaló pilotos rojos en las cámaras durante un colocón que le duró semanas emulando los estudios de televisión sin darse cuenta de que sólo sirven para que sus amistades salgan cagando hostias cuando ven encendido el piloto rojo en una cámara de seguridad.
-Sin embargo no está en prisión, Sheriff.
-El hijo de mala madre está protegido pero por mucho que espere y desespere no podrá tener limpia su conciencia ya que está y estará permanentemente vigilado por la Oficina del Sheriff y la mierda ya le alcanza por encima de su
cabeza.
 
Al final me deja libre y ordena a su ayudante que me acerque a casa. Tengo casi una hora hasta la cita con H. P. Morgan. El ayudante del Sheriff parece contento mientras conduce aunque da un rodeo para observar las calles.
-Siento lo del pómulo, Murphy, no es nada personal.
-Tranquilo, me lo creo. Después de H. P. Morgan y sus chanchullos nada me sorprende. Pero sale con unas hembras cojonudas, esa es la verdad.
-Sí, pero le gustan los rabos, es todo una pantalla. ¿Quiere oír algo curioso y gracioso, Murphy?
-Empecemos por lo curioso...
-H. P. Morgan salía mucho con Cristina, una cubana despampanante de buena familia, un antiguo oficial de Somoza. Solía sacarla a divertirse cuando baja a Florida donde le gusta pavonearse de rey del mambo. El caso es que la señorita tenía un chófer, también cubano. Una mole de músculos y según los dimes y diretes con una polla de considerables dimensiones, Pedro “El Cubano”. En realidad la Cristina era una cortina y H. P. Morgan gustaba de sentarse de copiloto mientras le agarraba la polla a Pedro, luego, mientras Cristina iba a la discoteca, Pedro “El Cubano” le metía bien metida la polla al culo de H. P. Morgan. Decían que incluso se había enamorado, el caso es que H. P. Morgan anduvo más colgado de aquella polla cubana que de la “tiza”.
-Una bonita historia de amor. ¿Qué ocurrió?
-Ocurrió que Pedro “El Cubano” era un sidoso y le contagió el virus a H. P. Morgan.
-¿Y la cosa graciosa, jefe?- le pregunté mientras detenía el coche en un callejón a una manzana de mi apartamento.
-Que H. P. Morgan es confidente de la Oficina del Sheriff y debemos protegerle de huele braguetas como tú, Murphy- respondió mientras me apuntaba antes de disparar.
El primer disparo me dio en el hombro y el segundo en el hígado por la abundante sangre. Pude arrastrarme hasta mi casa sin que nadie se percatara de mis heridas y en este barrio tampoco abundan los
buenos samaritanos. He podido mandar un correo a mi colega W. Bishop, un compañero de armas...
 
Es curioso, estoy agonizando en el suelo y veo como la sangre empapa la alfombra, pero me acuerdo del cawboy de la otra noche y lo que me dijo: “si continúa trabajando para ese cerdo pervertido de H. P. Morgan, tarde o temprano harán un réquiem por un hombre muerto y no será H. P. Morgan que en realidad está muerto en vida”.


Es la hora de mi cita con H. P. Morgan y no puedo evitar reírme pensando en que me entierren en uno de sus ataúdes...
Un degenerado sodomita drogadicto y cretino que es además tacaño. Me pregunto si W. Bishop leerá el e-mail aunque supongo que vendrá a mi funeral...

Cierro los ojos un momento y pienso que en realidad no quiero volver a abrirlos...
In memoriam de Randall L. Stevents.