Pero también porque el ajedrez es la gimnasia de nuestra mente y es más difícil aprender a manejar una “Black Berry” que saber echar una partidita contra el ordenador…
El ajedrez: concepto.
Durante mi infancia y adolescencia en Polonia y tratando de escapar de la agobiante presencia del Partido Comunista, títere de la URSS, que empapaba todos los aspectos de la vida en aquella Polonia al otro lado del Telón de Acero mientras la sociedad polaca comenzaba a movilizarse en un movimiento que culminaría con la caída del Muro de Berlín, hubo un verano en que descubrí el apasionante juego del ajedrez.
Si fascinante era el mero concepto de juego de mesa, una vez dominados los movimientos y jugando ya con ansias de ganar, descubrí tras perder en múltiples ocasiones la lección fundamental del ajedrez: nunca se pierde porque en cada partida aprendes algo y siempre se gana porque aprender no tiene límite.
Pero en plena apertura del bloque del Este y con Polonia paralizada en el verano de 1987, es cuando mi maestro me descubre las implicaciones teóricas del ajedrez aplicadas a la práctica política y política práctica. El tablero es un campo de batalla, las piezas son el ejército y cada pieza forma parte del mismo: infantería, artillería, operaciones especiales...
Puede que a algunas personas les parezca una chifladura mi teoría, entre otras a los integrantes del Comité de Evaluación de Cordura Cognitiva de la Unidad de Psiquiatría de Agudos donde estoy actualmente ingresado y que no me dan el alta permanente, pero si abren sus mentes y dejan que sus neuronas procesen la información, todo cobra sentido...
Agradecer a The Adversiter Chronicle la oportunidad de acercar a los lectores el apasionante mundo oculto del ajedrez y a ustedes advertirles de que la ignorancia es el mayor estado de felicidad.
El ajedrez: Los peones, la infantería del ejército de piezas
El peón es la pieza más numerosa del tablero y siempre dispuestos a ir en vanguardia aunque en múltiples ocasiones se ven relegados a un avance secundario protegiendo a otras piezas o directos al sacrificio para abrir camino al resto de sus fichas compañeras.
Su capacidad de maniobra es sencilla, salvo en primer movimiento que puede avanzar dos casillas, siempre se mueve de una en una en dirección frontal y pueden eliminar una pieza adversaria que se mueva a su costado.
Muchos jugadores menosprecian a los peones pero sabiamente utilizados pueden provocar la apertura de espacios y si logran llegar a la primera fila de casillas del contrario, reciben la mayor recompensa a su valor y sacrificado oficio de infantería: de humilde soldado a pieza reina o cualquier grado que se deseé. Un jugador experto puede mover sus peones de forma que suponga un quebradero de cabeza al oponente y le descoloque piezas clave dejando puntos vulnerables donde alfiles y caballos pueden ser letales.
Muchos métodos de iniciación al ajedrez enseñan a jugar dando un valor a las piezas en las que el peón es la que menos vale y por tanto se puede entregar sin muchos miramientos, pero este sistema
deja en la psique del jugador esos valores y nunca pasarán de aficionados puesto que ignoran la estrategia y se basan, a veces inconscientemente, en el sistema de asignar un valor a las piezas.
Muchas veces, debido a ese aprendizaje, el neófito adquiere el peligroso vicio de sacrificar su infantería y si el contrario capta su sistema es capaz de llevarle a sacrificar sus peones sin dejar la
opción de guardar reservas para llegar a la primera línea enemiga y ascender su pieza al rango que más le convenga y que, dejando atrás la deportividad, puede llegar a tener tres reinas jugando a
la
vez.
En política los peones representan el idealismo, la inocencia virginal
políticamente hablando y el espíritu de sacrificio por sus camaradas. Pero en política al igual que en el ajedrez, un insignificante peón no tiene porque ser sacrificado pese a que el resto de piezas
de su rango vayan cayendo una tras otra. Cuando esto ocurre, se reserva un peón o varios para bien protegido tratar de llegar a la retaguardia contraria. Es entonces cuando se aprecia el valor de un
buen peón disciplinado en combate y pieza de sacrificio sin cortapisas éticas.
El ajedrecista político inteligente es aquel que sabe ver y leer la partida para reservar una o más piezas de infantería sin dudar en sacrificar piezas de más valor, y es aquí donde un jugador
asciende un peldaño más en habilidad y sapiencia ya que logra quitar de su psique el sistema de valores de menor a mayor. El peón, al igual que cualquier otra pieza de su bando, tiene un valor dentro
de sus características que serán apreciadas por el jugador a medida que
éste desarrolle su instinto y pierda el miedo, así puede resultar chocante entregar un alfil o un caballo por un peón. Si el rival político y ajedrecista es bisoño, idealista o ambas tres, su
desconcierto será total y pensará que lleva la iniciativa, craso error que se puede pagar caro ya que no siempre la teórica superioridad de medios conlleva la victoria.
Estéticamente hermoso, ver un final de partida con el rey, el líder, rodeado de humildes peones avanzando casilla por casilla protegiendo al peón como si fuera un huevo en la palma de la mano al que hay que cuidar sacrificando piezas de mayor rango en aras del objetivo supremo: el ascenso de soldado raso a general, de peón a reina.
Pero nunca un peón podrá liderar un avance o una estrategia. El peón de ajedrez y el peón político nunca debe olvidar su miserable condición de soldado raso de infantería con trabajosos esfuerzos y penalidades para no sucumbir cual novio de la muerte en aras de una estrategia desconocida para el soldado de a pie.
El ajedrecista político, el líder político, escoge hábilmente sus peones.
Fanatizados unas veces, ora de motu propio ora de motu inducido, el peón político se convierte en un homo demens que se lanza sin encomendarse a Dios ni al Diablo confiando en su líder sin percatarse
de que sólo el peón se ve de reina, triunfal y gallarda, para en realidad ser sacrificado una vez el resto de piezas, sibilinamente, son posicionadas.
Los peones que se creen reina, están condenados al fracaso político al igual que el jugador bisoño confía burlar las defensas enemigas y coronar a su peón.
La humildad, el espíritu de equipo y la lealtad inquebrantable han de ser la divisa de los peones. Saben que pueden llegar a general pero deben ser conscientes de que serán sacrificados si así lo decide el líder. Al igual que en una partida en que se llega a la retaguardia pero es sacrificado nada más ser ascendido, en política son útiles los peones ya que su fe ciega en el líder no les hace ver la verdad y su rango de reina dura lo que dura un escrutinio.
Y es que ser peón es un oficio ya que al igual que en política, disfruta poco de su ascenso ya que significa tal superiodidad sobre el contrario que la victoria es rápida.
Así que nunca olviden valorar en su justa medida al peón pero no le cojan cariño, hay que verles como lo que son: carne de cañón para ser utilizada. En política los grandes dictadores de la era industrial siempre supieron rodearse de peones que convencidos de su futuro como reinas fueron eliminados a medida que el líder así lo estimaba oportuno, bien por paranoia bien por simple psicopatía.
Un peón debe disfrutar de la partida porque su vida puede ser efímera, no lo olviden nunca...
El ajedrez: Las torres, el cuerpo acorazado del ejército de
piezas
Si hay una pieza a la vez demoledora y a la vez vulnerable, esa es la torre.
Situadas en los extremos, se desplazan en los ejes horizontal y vertical arrasando lo que encuentran a su paso pero siendo vulnerables a los ataques por los flancos de alfiles y caballos.
Quienes antes de introducirse en los misterios del ajedrez han pasado por la escuela del juego de damas, suelen mirar con una mezcla de temor y respeto a las torres a la hora de jugar y perderlas al tener sus esquemas mentales en la estrategia de las damas.
Las torres son eficaces y letales como arma disuasoria y para un ataque eficaz deben cubrirse una a otra, al igual que ocurre con los caballos, y serían al ejército del ajedrez lo que un buen
sargento mayor al ejército convencional.
Si se realiza un juego cubriéndose una a otra en los ejes de desplazamiento, el contrario se encuentra con una formidable defensa donde deberá sacrificar valiosos recursos, pero si una torre es
desplazada sin el apoyo de su compañera, será un apetitoso botín para el contrario dado el valor estratégico de las
mismas.
En política siempre es valioso tener un buen par de buenas torres, siendo el ejemplo más reciente Francisco Álvarez-Cascos y sus “torres” Pelayo Roces e Isidro Martínez Oblanca, eficaces suboficiales que no dudan en atacar y neutralizar a quien se ponga delante del objetivo supremo de alcanzar el poder por parte del líder, el ajedrecista político.
Vulnerables si no se mueven los peones con astucia, un alfil puede causar estragos si logra penetrar nuestras defensas y la pérdida de una de las torres condicionará nuestro juego aunque ya en desventaja ante el adversario. Hay que procurar siempre que sea posible mover las torres de forma que se cubran una a otra evitando de esta manera que si se pierde una el contrario a cambio no pierda un simple peón.
Altivas, orgullosas, casi ajenas al resto de piezas y mirando de tú a tú a reina y rey, componen lo más granado del ejército de piezas de ajedrez y vienen a ser brigadas acorazadas que una vez
dominan el terreno se muestran letales aunque a veces la perspectiva de perder una de las torres condicione nuestro juego. Para neutralizar este handicap lo mejor es tener siempre presente que el
contrario tambien sufre nuestros temores y un ataque preventivo sacrificando una
de las torres por una del contrario puede desconcertar al contrincante bisoño que al faltarle una torre ve su estrategia desbaratada y le empujará a cometer movimientos erróneos.
Mas las torres sólo son parte del conjunto y si tenemos esto presente,
podremos jugar sin complejos ante cualquier contrincante que depende tanto como nosotros de sus torres en la estrategia general.
Pero tener siempre presente que atacando conjuntamente ambas torres, el enemigo se lo pensará dos veces antes de intentar arrebatárnoslas...
El Ajedrez: los caballos, fuerzas de intervención rápida
Si hay una pieza que fascine y a la vez aterre en el tablero de ajedrez, esas son los caballos.
Es la única pieza que se desplaza por encima del tablero moviéndose en forma de “L”, lo cual siempre fascina a los neófitos y muchos se complican para comprender su movimiento. Causan terror y pánico cuando se desplazan ya que pueden ser auténticas piezas de artillería o jugar como fuerzas de apoyo.
Utilizadas para cubrir movimientos de otras piezas pueden desconcertar al adversario y provocar miedo a realizar movimientos ya que muchos jugadores no se percatan de su presencia hasta que come una inesperada pieza. Avanzando cubriéndose el uno al otro son sencillamente invulnerables ya que comer un caballo significa perder la pieza y que el otro caballo ocupe el lugar del caballo comido. Utilizadas como apoyo artillero, permiten a alfiles y peones adentrarse en las líneas enemigas sabiendo que el caballo cubre su avance.
No debe haber miedo o temor a perder un caballo ya que, cubriéndose como dije antes, su falta es sustituible con la certeza de que el contrario tambien pierde una
pieza de gran valor aunque es de tontos entregar un caballo por un peón salvo que la partida llegue a un punto muerto y sacrifiquemos pieza por posición estratégica, en ese sentido los caballos son
sacrificables, cual unidad aerotransportada, hasta que lleguen refuerzos.
Escuderos infatigables o simples peones de brega, el caballo es toda una filosofía de juego. Empezar la partida moviendo los caballos puede desconcertar al enemigo y
obligarle a aperturas con peones mientras hacemos regresar la pieza a su posición inicial. Aunque deberemos tener una estrategia previa ya que el contrario en tres movimientos puede cambiar las
tornas y hacer que lo que parecía un caos de apertura para evitar el peligro de los caballos se convierta en iniciativa por su parte.
Hay muchos ejemplos destacados de caballos en el ajedrez político: Goñi en el PP, Blanco en el PSOE, Oblanca en FAC… La lista sería interminable y al igual que en el
tablero resultan eficaces para los propósitos de la estrategia general ya que dotados de cierta autonomía lo mismo sacan de un apuro que se lanzan a primera línea arrasando a su paso aunque necesitan
de piezas de apoyo.
El caballo sabe que sus días están contados si la partida lo exige, pero con veteranía logran salir airosos y mantenerse en el tablero, ora agazapados ora lanzándose al
combate.
Para el jugador novel es fundamental aprender la filosofía de la pieza ya que si se pierden sin la contra prestación en el bando contrario de la pérdida de su caballo, quedaremos en una situación de franca desventaja táctica. Los caballos son monjes guerreros que lo mismo sirven de fortaleza escudera al rey, reina y alfil que son vanguardia cubriendo a los peones no dudando en retroceder si las circunstancias lo exigen, no tienen remordimientos ni les causa pesar dejar a sus piezas kameraden “tiradas” frente al enemigo. Los caballos son pertrechos que siempre se busca salvar del desastre ya que aunque la partida parezca perdida, combinado en movimientos envolventes pueden forzar tablas o lograr una victoria que parecía imposible a priori.
Lo fundamental es saber que un caballo es leal hasta la muerte y al igual que una buena preparación de saturación artillera puede dejar drogui al contrario pero tener siempre presente que el caballo es una pieza codiciada y el adversario no dudará en sacrificar peones, alfiles o sus propios caballos para dejarnos sin una pieza fundamental en toda estrategia y que nosotros mismos podemos ser víctimas del pánico si el contrario sabe jugar sus piezas, letales, aterradoras y psicológicamente letales.
Ante la duda por bisoñez en el juego, lo mejor es que ambos caballos se cubran el uno al otro y si es necesario su sacrificio, no tener dudas aunque como mínimo el contrario también debe perder una pieza importante, si no ocurre así y nos son arrebatados, será difícil lograr la victoria.
prefiero decir siempre si me dejaran, quién lo diseño.
el diseñador y arquitecto de tan maravilloso juego podría ser tildado de profeta. Lo digo porque desde la guerra de Viet-Nam, se ha implantado el concepto de fuerzas de intervención rápida, a bordo de helicópteros la infantería y pertrechos, avituallamiento y suministro logístico como artillería.
Al igual que el alfil, estas unidades deben ser capaces de mantener una posición o efectuar ataques rápidos y letales amén de efectivos. No son unidades que entren en primera línea pero toman posiciones o simplemente esperan la orden de intervenir.
diagonal suele ser una dificultad para elaborar jugadas y solemos relegar los
alfiles a vigías de parte de terreno del tablero o dar un golpe rápido
sacrificándola en la réplica del contrario. Pero el alfil, uno para cada color del tablero, es un samurai, una fuerza de intervención rápida que sabiamente jugada logran conjuntar ambas piezas gemelas y que bien escoltadas por peones o caballos que las cubran, causan pavor en el contrario al verlas amenazantes y con el culo a salvo. El alfil es un templario que ha entregado su vida al rey y consagrado su alma al eterno sacrificio ante la ignorancia del jugador en
conocer su arte de hacer la guerra ajedrecística.
enseñanza y adiestramiento el jugador para manejar sus dos asesinos.
vulnerable. Comparable a la embestida de un tiburón blanco y negro por llevar dos días sin comer, causa tal estupefacción ver como nos destrozan la torre inesperadamente y sin poder al menos cazar el alfil en contra réplica, que el daño psicológico capaz de provocar el alfil le hace único y, tal vez por eso, el gran desconocido y pieza más infrautilizada del ejército del ajedrez.
Su único punto débil es que
necesita en la mayoría de
los caos de apoyo de cobertura, cosa fácil al inicio de la partida pero que se complica a medida que avanza la misma y se van perdiendo piezas o perdemos ventaja táctica con desventaja
estratégica.
más islámica envuelta en halo de misterio pero implacable en su silencio al
jugar. No hay muchos ejemplos de alfiles políticos aunque me viene a la mente el
embajador de EEUU en la ONU durante la crisis de los misiles o el asesino de Trotsky por citar dos ejemplos de alfiles: personas de bajo perfil a nivel de liderato pero que llegado su momento intervienen rápido y con eficacia, unas veces con gloria y otras con muerte segura, pero que al igual que el alfil no hacen preguntas aún sabiendo que son sacrificables, infravaloradas y algo
frikis.
No perdáis el miedo al alfil y dejar que os enamore en su elegancia asesina porque es un fiel escudero del rey.
martes 13 de marzo de 2012
"Ajedrez", por el profesor Rufus Cjësswick
Pero también porque el ajedrez es la gimnasia de nuestra mente y es más difícil aprender a manejar una “Black Berry” que saber echar una partidita contra el ordenador…
sábado 28 de abril de 2012
"Ajedrez", por el profesor Rufus Cjësswick
Torre: Unidad Acorazada
Caballo: Unidad de Artillería
Alfil: División Aerotransportada
Peón: División de Infantería
sábado, 15 de diciembre de 2012
"Ajedrez", por el profesor Rufus Cjësswick
Haremos avanzar nuestra 5ª División de Infantería dos líneas, esto permitirá que si deciden atacar y destruir a la 5ª División de Infantería, podrá avanzar y aniquilar nuestro Cuerpo de Ejército su avanzada 3ª División de Infantería.
Un desastre.